Cómo y cuándo aparecieron los trabajadores

mexicanos en el Valle Imperial

 

Pablo Herrera Carrillo*

 

Braceros procedentes de México siempre ha habido en la historia del Valle Imperial. Trabajadores venidos de México son hoy los principales representantes del trabajo en el asombroso desarrollo a que ha llegado la región.

Pero no siempre han sido el factor predominante. Trabajadores venidos de casi todos los rumbos cardinales les han disputado los campos del trabajo siempre y, en determinadas ocasiones, el elemento mexicano fue tan insignificante que no contó en el desarrollo de la agricultura.

Cada clase de cultivo trajo sus trabajadores. El cultivo fácil y en pequeño de la alfalfa, del trigo y del milo maize fue obra de la máquina y del hombre blanco cien por cien. Los negros aparecieron con el algodón. Los mexicanos en grandes cantidades con el melón y, en general, con el cultivo intensivo agrícola.

 

Los indios mexicanos abren los primeros canales.

El desierto vencido por los hijos del desierto.

La conquista del desierto se hizo por los propios hijos del desierto. Pero los hijos del desierto vinieron de México, de las orillas del padre Nilo de América: el Río Colorado. Los que cavaron principalmente los primeros canales de irrigación se llaman: los cucapá.

Ellos soportaron los tremendos calores del valle aún sin agua. Son los autores de la red de irrigación. Tras de su obra de zapa, llegó el agua. Raza que iba a extinguirse casi al arribo de la civilización, simbólicamente se puso a cavar la tierra como para abrir su propia tumba: el fondo de los canales por donde, con el agua rojiza del gran río, iba a llegar a torrentes la civilización que iba a eliminarlos.

También vinieron, en ayuda de su hermano el cucapá, el indio de Yuma, el indio de Campo.

 

Los primeros cultivos fueron hechos basados

en máquina por manos blancas.

La agricultura primitiva del valle fue paradójicamente una agricultura muy adelantada y moderna. La maquinaria imperaba en los campos del valle cuando la agricultura estaba en pañales.

Se trataba entonces de los cultivos clásicos; de los cultivos con los que desde hace siglos está familiarizada la humanidad culta: los del trigo, de la cebada y de la alfalfa. Agregad además el maíz de pollo o milo maize.

Y tan familiarizados estaban los primeros colonos blancos del valle con esos cultivos, que empleaban casi exclusivamente la maquinaria desde la siembra hasta la cosecha.

 

Los japoneses hacen su aparición por el año de 1904

y se inicia el melón y progresa la hortaliza.

El japonés –quien desde hacía ya varios años venía dominando alarmantemente la agricultura de California– hizo su aparición en el Valle Imperial, como factor de cierta importancia, hacia el año de 1904. Es decir, es anterior a las grandes inundaciones del Colorado (1905-1906).

Entre los años de 1908 y 1914 su número creció asombrosamente. Alarmantemente porque llegaban contentándose con ser simples braceros y acababan por adueñarse de la tierra como productores, como cosecheros. El cultivo del melón y, sobre todo, el de la hortaliza recibe con ellos el impulso.

Venían de un país tradicionalmente agrícola. De un país que hacía siglos había salido del periodo en que el hombre se limita humildemente a lo que da de sí la naturaleza para obligarla a producir, a voluntad del hombre, más aprisa o de distinta manera.

En 1923, California votó sus leyes contra los japoneses. Se puso legalmente término a una competencia que, en el simple terreno de la agricultura, no había podido ser vencida.

Los japoneses ya no podrían, en adelante, ser propietarios de la tierra. El elemento trabajador japonés, que trabajaba de preferencia para patrones de su propia nacionalidad, comenzó a emigrar del valle cuando se imposibilitó la acción de los hombres de iniciativa y de empresa de su raza, algunos de los cuales se hicieron comerciantes o permanecieron en el Valle Imperial como mayordomos.

 

Llegan los hindúes del misterioso Indostán

con extraños turbantes en la cabeza.

Altos, resecos, de nariz aquilina y extraños turbantes, por  el año de 1910 llegaron procedentes del valle de San Joaquín: los hindúes. Éstos siguen los pasos y la suerte de los japoneses. Buenos trabajadores, no se contentan sólo con ser bestias de trabajo. Aspiran y logran en parte convertirse en patrones. Pero la ley que acabó con los vuelos del agricultor japonés embota las actividades de los indostánicos.

      A partir del año de 1923, los hindúes comienzan a disminuir en el valle. No pocas mexicanas se van con ellos, fascinadas por estos hombres con mirada y aspecto de faquires.

 

Blanco y negro, un curioso contraste;

la contribución de Texas en el Valle Imperial.

Cuando los algodonales en gran escala pusieron con sus motas la nota blanca nevando los campos del Valle Imperial, apareció también en gran escala el elemento negro en el Valle Imperial. California inexperta pidió auxilio a sus hermanos del sur de la Unión, envejecidos ya en el cultivo de algodón.

      En todos los grandes diarios de Texas aparecieron entonces los reclamos de California: “Wanted: cotton pickers, for Imperial Valley, California”. (Se necesitan pizcadores de algodón para el Valle Imperial, California).

      Y Texas respondió con generosidad. Centenares y centenares de negros comenzaron a llegar al valle y con ellos algunos elementos texanos blancos, algunos de los cuales, cruzando la línea internacional, fueron a prestar sus servicios a la Colorado River Land Company.