Evocaciones de la memoria

 

La colonia Libertad de Tijuana:

el oficio de la construcción

 

Ángel Ochoa Leyva*

 

En 1930 se fundó la colonia Libertad. Sus pobladores se organizaron en el Sindicato de Pequeños Poseedores para poder acceder a un pedazo de tierra dónde asentarse. En el acta constitutiva de la agrupación se registraron los nombres de los integrantes y una parte de ellos fungieron como fundadores de la colonia. De los 36 integrantes de esta relación, cuatro pertenecieron a la familia Ochoa: Gorgonio Ochoa Heredia, padre de Librado, Silvestre y Guadalupe Ochoa Montiel, pioneros de la colonia Libertad. La entrevista que presentamos a continuación corresponde a don Ángel Ochoa Leyva, segunda generación de la familia en la colonia, quien mostrando cariño a sus raíces, nos narró la tradición oral familiar, ayudándonos a construir la genealogía social de su familia, sus orígenes, la ruta migratoria que ésta siguió, hasta llegar al poblado y su oficio.

L. Bibiana Santiago

 

Nací el 15 de octubre, de 1928 en aquellos tiempos Ciudad Zaragoza, [poblado de Tijuana] nací por la calle Segunda; mis abuelos por parte de mi papá fueron de San Miguel Zapotitlán, Sinaloa, ellos se llamaban Gorgonio Ochoa Heredia y Dolores Ochoa Montiel. Por parte de mi mamá, ellos nacieron en El Fuerte, Sinaloa. Mis padres son Librado Ochoa Montiel y Martina Leyva de Ochoa.

Mi abuelo Gorgonio trabajaba en la construcción en Sinaloa; lo fuerte de él era el ladrillo y el adobe en aquellos tiempos, y luego se vinieron a Sonora; ahí nacieron la mayor parte de mis tías y tíos; en Sinaloa nació una tía mayor ya fallecida. Mi papá, Librado Ochoa, vino naciendo el seis de este siglo [xx] en Guaymas, Sonora; ahí llegaron y de Guaymas se fueron a Hermosillo, como saben es la capital, había más trabajo, ahí mi papá pasó la niñez, no fue una niñez muy tranquila porque estaba la cuestión de la revolución. Por parte de mi madre, ella me contaba que la revolución los agarró ahí en Nogales; ellas eran cuatro hermanas y tenían un hermano, y él trabajaba en ferrocarriles, a él lo pusieron a levantar cadáveres y echarlos en los furgones a quemarlos; entonces de ese trabajo que le dieron agarró una enfermedad, se enfermó de los nervios y de eso murió; quedó familia de él por ahí en Nogales. En Sonora, mi familia también trabajó en la construcción con ladrillo, era la profesión que agarraban ahí. En Sonora había un auge en aquellos tiempos de construir con adobe y ladrillo; mi padre ahí aprendió la carpintería.

De Sonora se vino toda la familia a Mexicali, porque tenían el problema de que había que operar a la hermana de mi abuelo; entonces se vino mi abuelo con toda la familia. Según contaban ellos, porque comenzaba Mexicali a hacer un milagro, una ciudad con mucha actividad, como estaban mejor los sueldos les llamó la atención y por eso se vinieron a radicar. Se fueron al centro de la ciudad de Mexicali; ellos vivieron ahí en la José María Larroque, llenaron casi dos cuadras de casitas de adobe y ahí vivieron los parientes de mi mamá, y los de mi papá, ahí en la misma cuadra, cuando estaban haciendo la cervecería en Mexicali. Mi madre trabajaba limpiando casas ahí en la frontera, ellas iban hasta Calipatria, a un lado de Indio, son muchas millas, iban en puras calesas, de rancho a rancho, pizcando algodón, que es de lo que sabían hacer ellas, y cruzaban ahí a Mexicali. Ellas vivieron más en Estados Unidos, y entonces en una pasada que se dio por ahí conoció a mi papá y en el 27  se casaron en Mexicali, y ese año que se casaron se vinieron para acá [Tijuana]. Mi padre cuando recién llegó trabajó en Rosarito con un señor Cuevas, desmontando, porque era monte.

De ahí se vinieron a Tijuana; mi padre rentaba en la calle Segunda; después quisieron agarrar posesión algunas gentes que necesitaban lotes y con la ayuda de viejos trabajadores del hipódromo y gente que con mis abuelos y padres que venían de Sonora y Sinaloa, al poco tiempo se ocupó lo que venían siendo los corrales del hipódromo viejo, y de ahí para 1929 les dieron chance de posesionarse de aquí; así nació lo que es la colonia Libertad.

En el 30 es cuando se comenzó ya a edificar esta casita, que se hizo de adobe. Manuel Lerma fue unos de los líderes, era uña y carne de mi abuelo, pues fue el primero que según la historia comenzó a tratar de agarrar terrenos por aquí junto con el señor Ojeda y algunas familias. Lerma se llevaba muy bien con mi abuelo y era un señor que hablaba el yaqui, como se dice, de pies a cabeza. Ellos tuvieron sus problemas para poder agarrar aquí. Esa calle principal se llamaba avenida Lerma y le quitaron el nombre, ahora es Aquiles Serdán.

Anteriormente, aquí había según esto, un ciudadano americano que quiso hacer apartamentos, algo así como lo que hicieron después allá en el Casino de Agua Caliente; no lo dice nadie pero es el pensamiento de todos los vecinos de aquellos tiempos. Nosotros platicábamos mucho con un guardia que dejaron cuidando aquí por mucho tiempo; se llamaba Jesús; era un señor tipo inglés, de ojos azules, ahí vivió, él nos platicaba. Nomás que pues le pusieron trabas aquí, en primer lugar porque el terreno, el sindicato se los peleó, porque estaba muy cerca de la línea para la cuestión de juegos de azar y todas esas cosas; nadie cuenta eso porque no se dio a conocer. El sindicato cooperó bastante para que se poblara aquí y con los líderes que andaba Pancho Rodríguez; según esto, Pancho Rodríguez comenzó a trabajar en el hipódromo de cantinero, después se hizo líder de la crom; la mayor parte de los trabajadores del hipódromo pues son los que están aquí en esta colonia.

Casi todos los que trabajaban en el hipódromo eran conocidos de mi familia; ahí se reunían con la abuela y celebraban los días santos; mis tías organizaban las cuestiones de la iglesia, el día de San Francisco, claro, las tías estaban en edad de la pachanga, ahí se hacía de todo. Iban todos, todos se conocían, es que eran como una familia, hasta venían de acá de abajo de lo que es la colonia Cuauhtémoc en aquellos tiempos, y cuando no era la abuela era otra señora que hacía rompope, se llamaba doña Panchita; el esposo era un señor estirado del otro lado, tenía un salonzote como toda esta casa y un cuartito donde dormían y ahí también se reunían todos.

En el inicio de la colonia se le dio su lote a cada uno, de 50 metros de fondo por diecisiete metros de ancho. El señor que influyó más fue Manuel Lerma y también Manuel Ojeda; ellos se conocían de allá de Sonora. Don Manuel Ojeda era amigo de mi abuelo Gorgonio desde Mexicali.

Yo conocí muchos señores ya grandes también, que los padres de ellos también eran de Sonora. Los Navarrete, unos señores constructores de todas formas, el hijo era carpintero y agarraba muchos trabajitos por ahí y yo me les pegaba, porque jugábamos a la pelota juntos. Aquí había una familia de un señor Aranda, uno que era carpintero de allá de Sonora. De la gente de Sonora que yo conocí había unos que nunca hablaban, ni siquiera hablaban pero eran muy, muy trabajadores; a la hora que decían: “Nos vamos a ir”, decía mi papá: “A las siete de la mañana hay que estar allá”; eran amigos conocidos de Sonora precisamente, ayudantes, pero no soltaban plática.

Don Manuel Ojeda se metió luego, luego al sindicato e invitaba a mis padres y a mis tíos pero a ellos no le gustó, porque por ejemplo, no pudieron trabajar en la construcción de la presa Abelardo L. Rodríguez precisamente por eso, porque era una compañía americana, a él le gustaba trabajar solito. Sabían trabajar y no les gustaba tener a alguien que los estuviera coordinando y lo que ellos hacían, era que agarraban un trabajo y hacían desde los cimientos hasta todo; había electricistas, plomeros, emplastadores, pegadores de bloque, carpinteros.

Mi papá aprendió carpintería, le gustó más la carpintería, no le gustaba pegar el bloque; de modo que a nosotros nos enseñó desde chiquillos; a los ocho años yo ya me iba con mi abuelo, ahí pegado a la línea; cuando comencé en el 36 estaba bien duro, había muy poco trabajo y en aquel tiempo no ayudaba el clima, había en tiempo de invierno hasta lluvias de un mes seguiditos, sin poder salir a buscar el trabajo y la construcción era afuera.

Trabajando con mi papá llegamos a hacer construcción en la Cacho, entre la Primera y la Segunda, en un hotel que se llama “La Perla de Occidente”. También trabajaron con el señor zapatero dueño de las “3 B”; le hizo muchas cuarterías ahí pegado a la iglesia, por la calle Primera en la calle H, por ahí. Mi padre hizo cuartos de hoteles de paso, y luego allá por la calle H construyó viviendas como diríamos ahora, condominios, pero pues eran casas aparte, una casita a un lado, con todos sus servicios y todo; son de las que más me acuerdo, porque trabajamos pues en la juventud, nosotros.

A mí me enseñaron a trabajar desde los seis años, como usábamos estufa de leña me le pegaba a mi mamá a subir al cerro, que en aquellos tiempos era un viborero, pero había mucha jojoba, que era medicinal, así como ve ahorita pelón, se ve triste, pues era un bosque pa’rriba.

En casi toda la cuadra había huerta, muy bonita, completamente fértil: granados, manzana, pera. Se daban una chulada de flores, aquí enfrente mi madre tenía rosales de Castilla, ¡eran una chulada! El huerto lo cuidábamos todos nosotros, mi padre y mi madre, ellos nos enseñaban a echarles tierra, que tuvieran bastante agua. Aquí todo el tiempo hubo agua porque en aquellos tiempos que se hicieron aquellas carpitas ya tenían aquí la pila en la calle Séptima para arriba, ahí había una pila que la llenaban del río, de la misma línea que usaban en aquellos tiempos la colonia Cuauhtémoc, poco a poco la fueron usando para acá y nunca faltó el agua. Todos tenían sus huertos, unos los podaron para construir, y fue la muerte de esto, y aquí nos duró mucho porque para atrás estaba libre.

Había un cerquito en la línea divisoria, había dos tres alambritos nomás ahí y nos subíamos ahí y de ahí comenzaba los matorrales de jojoba y mi mamá era muy buena para sacar los tronconcitos de las raíces y esa era una brasa, hagan de cuenta carbón para las estufas de leña, entonces ya desde ese tiempo ya nosotros hacemos la lucha por hacer tercios de leña grande para venderlos, para sacar dinero para la diversión, para ir a la carpa, al cine o al box.

 

_______________________________________

* Entrevista a Ángel Ochoa Leyva, realizada por Leticia Bibiana Santiago Guerrero, los días 4 y 9 de marzo de 1999, en Tijuana, Baja California, transcripción en Archivo Oral del iih-uabc, pho-tj/4/2(1 y 2).