Presentación |
L. Bibiana Santiago Guerrero Aidé Grijalva
La revista Calafia publica en esta ocasión un número especial para dar a conocer algunos de los grupos que han migrado hacia Baja California. El tema intenta contribuir al conocimiento de la diversidad cultural bajacaliforniana. Si nos preguntamos quiénes han colaborado en la construcción de nuestras ciudades contemporáneas, para responder, tendremos que tomar en cuenta las sucesivas migraciones, “la genealogía de la migración bajacaliforniana”. En este sentido, primero buscaremos identificar los movimientos migratorios y, segundo, sus orígenes culturales. El migrante viaja con su cultura, rasgo que en un primer momento busca incorporar en su nuevo entorno y, posteriormente, aunque no desaparece, logra recrearla con elementos locales (geografía, economía, política y cultura) y a partir de la relación que entabla con sus vecinos de diversos perfiles étnicos. En este número de Calafia, el lector encontrará la gesta de algunos grupos que vinieron a Baja California a construir su futuro y el nuestro. Con esto, intentamos mostrar los contextos históricos que le dieron significado a su llegada a esta entidad, sus orígenes, los motivos que tuvieron para salir de su región, las redes desarrolladas para facilitar su traslado e incorporación al nuevo entorno local. Los orígenes de la migración a Baja California son remotos, se ubican desde la llegada de las diversas migraciones de grupos indígenas. Continúa en el periodo misional con el arribo de religiosos, soldados e indígenas de otras regiones. En el periodo independiente y con posterioridad al tratado de Guadalupe Hidalgo (1848), poblar la Baja California se convirtió para el gobierno de México en una necesidad estratégica para la defensa del último bastión mexicano en la frontera. Se pretendía una “colonización nacional” generada desde el centro, mediante el establecimiento de colonias agrícolas en la frontera. Éstas estarían pobladas por mexicanos, principalmente aquéllos que se quedaron en el territorio perdido en la Alta California y que fueron repatriados. En este contexto surgió la colonia agrícola de Tecate en 1876. Durante el porfiriato, la estrategia para poblar Baja California cambió, se buscó la “colonización privada” que incorporara población extranjera. Así, en tal circunstancia se establecieron las colonias Colnett y la rusa de Guadalupe. En este sentido, se incluye un primer artículo escrito por Hilarie J. Heath donde nos presenta un tema relacionado con los orígenes de Colnett, efímera colonia que se estableció en 1888, al sur de Ensenada, con población de origen sueco, siendo una de las pocas colonias de inmigrantes europeos que salieron de su lugar de origen teniendo como destino a Baja California. Por su parte, José Luis González López y Bertha Paredes Acevedo exploran la historia de la migración rusa al valle de Guadalupe, habitantes que buscaron un lugar utópico en nuestras tierras, con el fin de continuar practicando su cultura y religión molokan. Simultáneo al establecimiento de colonias de fines de siglo xix y principios del xx en el entonces Distrito Norte de la Baja California, se realizó una “migración internacional” de diversos orígenes: estadunidense, inglesa, francesa, italiana, sueca, española, noruega, danesa, alemana, japonesa, china, hindú, afroamericana, libanesa, entre otras. La atracción que ejerció la región sobre esta diversidad étnica se debió a la explotación de sus recursos naturales en el Océano Pacífico, así como al descubrimiento de minerales posterior a 1870 y al aprovechamiento agrícola que despuntaba. Bajo este marco, el trabajo escrito por Kiyoko Nishikawa Aceves relata el proceso de la inmigración japonesa a Ensenada durante la primera mitad del siglo xx, donde la autora define el perfil y las características de los distintos grupos de japoneses que llegaron a Ensenada, así como su adaptación tanto en el área rural como urbana. Por su parte, Catalina Velázquez Morales nos describe la migración china hacia la Baja California y logra delinear las generaciones de inmigrantes que llegaron a la región, así como el oficio que los caracterizó en cada movimiento migratorio. No obstante estos flujos migratorios hacia Baja California, el sueño de consolidar su territorio se materializó en el siglo xx con población en su mayoría de origen mexicano. Tradicionalmente, hubo oleadas migratorias procedentes del noroeste mexicano debido a su cercanía. Esta mexicanización de la migración se incrementó en la década de los veinte, con gente desplazada en el periodo posrevolucionario. Parte de ésta fundó las primeras colonias urbanas tijuanenses, como lo menciona el artículo escrito por L. Bibiana Santiago Guerrero. Continuando con este tema, en la sección “Evocaciones de la memoria” presentamos los recuerdos de un descendiente de una familia fundadora de la colonia Libertad de la ciudad de Tijuana: don Ángel Ochoa Leyva, quien a través de la tradición oral familiar, narra el origen de su familia, su participación en la revolución mexicana y la ruta migratoria que siguieron para llegar a Tijuana. Igualmente, en esa sección se incluye la entrevista realizada a uno de los colonos fundadores del asentamiento ruso en el valle de Guadalupe: Gabriel Kachirisky Kotoff. Así como a Baja California vinieron los desplazados de la revolución mexicana, también la frontera fue un lugar de paso para parte de esta misma población que buscó cruzar a Estados Unidos, país que demandaba mano de obra mexicana debido a que sus jóvenes participaban en la primera guerra mundial; en ese trasfondo se inscribe la reseña elaborada por Luz María Reyes, del libro El primer programa bracero y el gobierno de México 1917-1918, de Saúl Alanís Encino. En la sección “Imágenes documentadas” presentamos un interesante trabajo que da ejemplo de la mexicanización de la región, escrito por Pablo Herrera Carrillo, titulado “Cómo y cuándo aparecieron los trabajadores mexicanos en el Valle Imperial”, publicado en 1930; el texto es, en palabras del autor, “una historia de cómo el trabajador mexicano ha ido desalojando de los trabajos del valle a indios, blancos cien por cien, japoneses, negros e hindúes”. Finalmente, entre los elementos explicativos para entender el origen de la migración mexicana a Baja California durante la segunda mitad del siglo xx, están el programa bracero, el establecimiento del ferrocarril Baja California-Sonora, el desarrollo económico interno, y el hecho de que Baja California fuera un nuevo destino en la ruta agrícola de los mexicanos. Respecto al programa bracero (1942-1964), éste se firmó entre los gobiernos de México y Estados Unidos, con el fin de proveer de mano de obra mexicana a la unión americana, fundamentalmente durante la segunda guerra mundial. Por tal motivo, los braceros mexicanos que cruzaban a Estados Unidos buscaban trasladarse a California, debido a que ahí el campo era mayor que en el resto de la unión americana, y poseía un clima benigno. Por ello, al terminarse su contrato o ser repatriados podían ser trasladados a Baja California, con el fin de estar cerca de la frontera. Durante este periodo se fortaleció la economía local a partir del establecimiento del ferrocarril que unió a Baja California con el resto del país. Ambos elementos facilitaron el traslado, tanto de personas como de mercancías, del interior del país hacia la frontera norte. A Baja California llegaron inmigrantes de diversas regiones de México: Zacatecas, Guanajuato, Jalisco y Michoacán, principalmente. Otro factor que atrajo población es que Baja California se integró a la ruta agrícola del noroeste mexicano, en donde laboraban jornaleros migrantes. Bajo este marco, a partir de la década de los años ochenta, los académicos marcan la consolidación de la migración indígena hacia la frontera norte. Esta población se ha incorporado al estado de Baja California tanto en el área rural como urbana, entre ellos, mixtecos, triquis y zapotecos, quienes conforman un nuevo actor social bajacaliforniano. En suma, en este número, Calafia nos presenta una pequeña parte de la genealogía de la migración local, en donde resaltan las identidades de los grupos inmigrantes, así como sus aportaciones culturales a la vida diaria regional, ya sea económica, social o cultural. |