Bosquejo histórico de la península de Baja California

 

Somero bosquejo histórico que contiene, a grandes rasgos los hechos más sobresalientes en la historia de la península de Baja California y particularmente de la ciudad y puerto de Ensenada

 

 

 David Zárate Zazueta*

 

 

Este resumen histórico de la Baja California, y en particular de la ciudad de Ensenada, fue elaborado por el pionero y luchador don David Zárate, con datos obtenidos en la copiosa colección de obras que posee y de las cuales son autores diversos historiadores que conocieron la vida de esta región desde la llegada de los misioneros en el año de 1697, en el presidio de Loreto. Este relato tiene como fuente además el conocimiento personal y directo que su autor tuvo de múltiples sucesos en los que frecuentemente fue a la vez testigo ocular y actor. Durante su larga residencia en esta su tierra natal, en cuyo desarrollo y desenvolvimiento siempre ha tomado una participación directa y activa, principalmente desde el año de 1910 en que fuera fiel y convencido partidario del movimiento libertador iniciado por el mártir Francisco I. Madero y por cuya participación mereció ser electo por una inmensa mayoría de votos, el primer presidente municipal de la municipalidad de Ensenada, que entonces comprendía todo lo que hoy es el Territorio Norte de la Baja California.

Los datos que contiene esta reseña podemos asegurar sin temor de equivocarnos, son desconocidos por el 90 por ciento de los actuales moradores de esta entidad. Por lo tanto estamos seguros que van a ser leídos con gran interés y rendirán gran provecho para aquéllos que tienen fe en el porvenir y resurgimiento de este suelo que es baluarte físico y espiritual del macizo de la patria mexicana y que además está henchida de posibilidades para los hombres de empresa, ya que cuenta con enormes riquezas naturales, lo cual hace que los actuales mandatarios del país le estén prestando la debida atención y ayuda, consideran que es deber patriótico hacer aflorar las riquezas de este suelo por tanto tiempo olvidado.

La dirección1

 

Después de la conquista del imperio de Moctezuma, realizada por Hernán Cortés en 1522, en la que se apoderó de fabulosas riquezas consistentes en perlas, esmeraldas, turquesas, granates, oro, plata, cobre y otras joyas, éste logró ser informado por los cortesanos del emperador azteca de que dichos tesoros habías sido traídos de los países y costas del océano a larga distancia, del oeste y noroeste de la capital, o sea de los dominios del rey de Michoacán y de los caciques de la provincia de Colima, mejor conocido como el país de los tesoros Ciguatán. Este último nombre fue adoptado por los conquistadores hasta que descubrieron las costas del golfo hacia el sur del paralelo 27 grados, que frecuentemente era nombrado Santiago, comprendido desde un punto a la costa de Tehuantepec y desde el cual lugar organizó Cortés su primera expedición que salió en octubre 29 de 1533, compuesta de los barcos La Concepción, al mando del capitán Diego Becerra y el San Lázaro, comandado por Hernando Grijalva; pero antes de llegar a su destino la tripulación se amotinó, encabezada por Fortún Jiménez, asesinando a Becerra y continuando el primero su viaje con rumbo al noroeste hasta arribar a una bahía habitada por aborígenes salvajes, pero al saltar a tierra en busca de agua dulce, Jiménez, con 40 hombres de la tripulación, casi todos fueron muertos por los indios, pagando así la felonía cometida con su jefe Becerra. Los pocos supervivientes de la embarcación La Concepción se hicieron a la vela desembarcando en Chiametla, Jalisco, donde refirieron los hechos ocurridos.

Fue entonces cuando Cortés, indignado por lo que había pasado, se resolvió a organizar y encabezar personalmente una nueva expedición hacia la tierra del oro y piedras preciosas, llamada por unos la Nueva Albión, por otros, islas Californias, islas Amazonas, islas de Perlas, islas Carolina y por Bernal Díaz, el lugarteniente de Cortés, la California. Para eso, Cortés reclutó un gran contingente de soldados, marineros y colonos, con sus respectivo familiares y la flota, compuesta de los buques San Lázaro, Santa Águeda y Santo Tomás, zarpó de Chiametla, a mediados de abril de 1535. El padre Martín de la Coruña y otros frailes franciscanos, se sumaron a la expedición con el objeto de cristianizar a los salvajes. 

El día 3 de mayo ancló la flota en la misma bahía en donde el año anterior había sido asesinado Becerra, y en honra al día en que se había arribado, el puerto fue designado con el nombre de Santa Cruz, que después se cambió por el de La Paz,  en virtud de la pacífica actitud de los indios que allí habitaban.

Después de permanecer algún tiempo en dicho sitio y ya mermada su gente por enfermedades y falta de víveres, Cortés maldijo la región y haciendo entrega del mando, su gente y sus barcos a Francisco de Ulloa, salió con rumbo a Acapulco, a donde arribaría a principios de 1537; pero como a Ulloa se le dificultara contener y mantener a sus contingentes en país tan desértico, en poco tiempo siguió la ruta de su jefe, con los escasos elementos que le quedaron.

Mas a pesar de los contratiempos sufridos y siempre ávido de riquezas, Cortés organizó en Acapulco una nueva expedición bajo el mando de Ulloa. La pequeña flota en esta ocasión consistía de la Santa Águeda, Trinidad y Santo Tomás, y con tres clérigos acompañantes se hizo a la mar el 8 de julio de 1539.

El Santo Tomás pronto naufragó en las costas de Sinaloa y las otras dos embarcaciones continuaron por el golfo hacia la embocadura del Río Colorado y hasta al llegar a ésta, los expedicionarios se dieron cuenta de que la California no era una isla, como se la habían imaginado; al cruzar y recorrer la costa oriental de la península, anclaron en la bahía de la Santa Cruz el 18 del propio mes. En noviembre continuaron su navegación, dando vuelta por el cabo de San Lucas, rumbo al norte hasta llegar a una isla que Ulloa llamó la isla de Cedros por encontrarse cubierta de árboles de pino y cedro. De este punto, la Santa Águeda regresó al puerto de su procedencia y Ulloa continuó hacia el norte hasta llegar a un cabo que se encuentra en la latitud 30 grados. Vientos contrarios y la falta de provisiones obligaron a Ulloa también a regresarse, después de haber dado al cabo o punta el nombre de El Engaño. Al poco tiempo de haber retornado a Jalisco fue asesinado por sus propios soldados.

Con esta última tentativa terminaron las diversas expediciones infructuosas a la California organizadas por Cortés, desistiendo de nuevos intentos y, ya desilusionado y desmoralizado, el conquistador regresó a su patria, España, en donde falleció en 1547. No obstante los fracasos sufridos por los primeros expedicionarios, el virrey don Antonio de Mendoza, siempre manteniendo viva la fe y la esperanza de llegar a descubrir las riquezas y tesoros pregonados por los aztecas en tierras hacia el occidente, designó al navegante portugués, a la sazón al servicio de la armada española, don Juan Rodríguez Cabrillo, para que comandando los buques San Salvador y Victoria, emprendiera nuevos descubrimientos al norte del cabo El Engaño, hasta donde Ulloa había llegado, en busca de ricos países y de una ruta para el Atlántico, dándose a la vela en el puerto de Navidad, Colima, el 27 de junio de 1542.

Cabrillo, al cruzar el golfo, arribó el día 2 de julio a la bahía de la Santa Cruz y prosiguiendo su jornada hacia el sur, dobló el cabo de San Lucas el 6; de aquí exploró cuidadosamente la costa, designando los puntos más interesantes con nombres del día de los santos en que los descubría, tales como el pueblote San Lucas, de Trinidad, de San Pedro, bahía de Magdalena, punta Santa Catalina, puerto de Santiago, de Santa Clara, isla de Santa Ana, San Esteban y San Bernardo, etcétera. El día 20 de agosto, Cabrillo ancló en cabo de El Engaño, que había sido el punto más septentrional al que Ulloa llegó, de aquí, el siguiente punto que tocó fue el de San Martín, cerca de San Quintín, y el día 17 de septiembre ancló en la bahía de Todos Santos, a la que puso por nombre San Mateo, siendo ésta la primera vez que un europeo pisara las playas de esta bella Cenicienta.

Sesenta años más tarde, en noviembre 1º de 1602, durante la segunda expedición de Sebastián de Vizcaíno en los navíos San Diego, también llamado La Capitana por ser el buque insignia, el Santo Tomás o Almirante y el Tres Reyes, que tocara en este puerto, fue quien le puso el nombre que hoy ostenta, habiéndosele suprimido el de Todos Santos en 1897, para evitar la confusión que se había venido creando con el del pueblo de Todos Santos, en el Territorio Sur.

Desde el año de 1697, que se fundó la primera misión por los jesuitas en un paraje denominado San Juan de Londó y la segunda en Loreto en 1698 y así sucesivamente las otras catorce misiones que se fundaron en la península, las primeras por la orden de Ignacio de Loyola y las últimas por los franciscanos y dominicos, estas misiones fueron invariablemente fundadas en sitios que por su posición topográfica, por las condiciones climatéricas y por encontrarse en ellos agua permanente, ofrecían las más grandes ventajas para la vida social y económica de los nuevos pobladores; siendo hoy los mismos sitios en donde están ubicadas las principales poblaciones a lo largo del Camino Real —ahora la carretera Transpeninsular— o a la orilla del mar. La obra civilizadora de los misioneros no sólo se concretó a la evangelización de los indígenas, sino a cimentar el desarrollo económico del territorio, dado que ellos fueron quienes iniciaron el cultivo de estas tierras vírgenes y la explotación de sus riquezas naturales, dando origen a los núcleos de población que han llegado a constituir las principales ciudades de la península.

A este periodo de colonización iniciado por los padres jesuitas en que, según ya se expresó, toda autoridad radicaba en los mismos misioneros, siguió otra época en la cual la administración de la colonia pasó a manos de un gobernador designado por el virrey y siendo el primero de ellos Luis Tortolero y Torres (1697-89), con asiento en el presidio de Loreto, primera capital de las Californias. Durante los primeros años del México independiente, la península no sufrió cambios de importancia, continuando regida por un sistema colonial, por medio de un gobernador que nombraba el centro.

En 1829, la península fue declarada territorio federal y entonces se trasladó la capital a La Paz, por las ventajas que ofrecía para comunicarse tanto con el resto del país como con los demás poblados del territorio. Es muy importante hacer notar que durante la dominación española en México y en los primeros años de nuestra independencia, la Baja California, con poca diferencia, siguió tan desconocida como antes, ya que los misioneros ejercían su autoridad en ese territorio muy limitado. Debido a que ya el nombre de esta tierra se mencionaba en el resto del país y en el extranjero, atrajo visitantes y gentes deseosas de establecerse en ella. Debido también a la extensión de la península, su poca población y la imposibilidad por parte de las autoridades para vigilar debidamente sus costas, fue frecuentemente visitada por barcos extranjeros, principalmente piratas, que se aprovecharon impunemente de sus riquezas tanto del mar como de la tierra. Constituida posteriormente en territorio federal, sus autoridades locales eran designadas directamente por el presidente de la república con el nombre de jefe político y comandante militar y con este doble carácter tomaban posesión de sus cargos investidos de facultades omnímodas, trayendo el prejuicio de que había que considerar el territorio como una especie de colonia que no tenía ninguna importancia en el conglomerado de México.

La autoridad ejercida en esta forma se convertía generalmente en un poder tiránico y despótico, ejerciendo este poder mediante procedimientos arbitrarios y nulificándose toda acción tendiente al progreso económico y social del pueblo bajacaliforniano. Es fácil comprender que la acción de la primera autoridad con residencia en La Paz no se podía ejercer eficazmente en toda la inmensa extensión territorial, carente en aquella época, casi en lo absoluto, de comunicaciones tanto terrestres como marítimas y con pequeños núcleos de población diseminados en esta vastísima zona a enormes distancias unas de otras.

Este aislamiento determinó la falta de contacto efectivo, material y espiritual entre los habitantes de las diferentes regiones del territorio. Además, en los primeros años del México independiente, las comunicaciones de la Baja California con el resto del país eran casi nulas y no es exagerado afirmar que la península sólo estaba unida a la república geográficamente, pues vivía al margen de la vida política y del desarrollo social de la nación. Ese aislamiento ha sido, evidentemente, una de las causas fundamentales del atraso general en que se ha debatido este lejano jirón de nuestra patria.

Estas mismas condiciones, con pocos cambiantes, prevalecieron hasta la iniciación del movimiento revolucionario de 1910 y sólo excepcionalmente hubo gobernantes locales que se preocuparon por la educación popular y por el progreso de la región en todos sus órdenes.

Por decreto expedido por el Congreso de la Unión el 14 de diciembre de 1887, la administración del territorio quedó dividida en dos distritos: el del norte, con capital en el puerto de Ensenada y el del sur, con La Paz como capital, rigiéndose cada una de estas entidades por un jefe político y las autoridades subalternas en las demás poblaciones.

Esta medida resultó más acertada, pues la autoridad política y administrativa pudo así ejercer su mando de manera más efectiva, ya que se reducía considerablemente la jurisdicción de cada uno de dichos jefes políticos. Muy a pesar del deplorable aislamiento en que los hijos de la Baja California han vivido y del abandono imperdonable de que los hicieron víctimas las administraciones pre-revolucionarias, ellos han dado a través de nuestra historia, magníficos ejemplos de patriotismo y amor a México. Existen pruebas incontrastables de este aserto y sólo citaré casos concretos. En todos los ataques fraguados por el filibusterismo contra la integridad territorial de nuestra patria chica, como William Walker en 1853 y las de 1911, encabezada esta última por las hordas capitaneadas por Stanley, Berthold, Price, Mosby, en connivencia con los Flores Magón y otros malos mexicanos, sus habitantes se han aprestado heroicamente a la defensa de su tierra natal y han repelido valiente y enérgicamente dichas invasiones filibusteras. Además, es de justicia recordar el gesto altamente patriótico del general Manuel Márquez de León, prestigiada figura militar de la guerra de Intervención, hijo de la Baja California, que encabezó un movimiento armado en la península como protesta por la violación del Plan de Tuxtepec, perpetrado por su propio autor, el general Porfirio Díaz, cuando éste trataba de reelegirse.

Al iniciarse el movimiento libertario de 1910, los habitantes de la Baja California respondieron con patriótico entusiasmo el llamado de los hombres nuevos que anhelaban una saludable transformación en la vida política y social de México. Así pues, la revolución encontró campos propicios en la península, la cual ha ido recibiendo gradualmente los beneficios que la misma revolución ha llevado a las masas populares de toda la república.

Ya durante el periodo de los gobiernos revolucionarios, se han realizado en la península obras materiales de gran interés colectivo en los órdenes social y económico; se ha intensificado la labor de la escuela y se ha procurado abordar los múltiples problemas que afectan la vida de este pueblo genuinamente mexicano. Por último, esta obra de rehabilitación se ha cimentado sobre bases firmes, mediante la acción eminentemente patriótica del actual presidente de la república, quien no sólo ha fijado los derroteros de una sabia política constructiva e institucional para el territorio todo, que en un futuro próximo habrá de alcanzar un desarrollo verdaderamente portentoso.

Tierras de leyenda ayer, las de la Baja California surgen hoy con ímpetu prometedor, ofreciendo su esfuerzo creador, su espíritu de lucha y su perseverancia. Trabajo constante y técnica moderna presentan ante el panorama nacional la realidad de lo logrado y la esperanza de todo lo que está por conseguir.

La población del Territorio Norte está formada por hombres de todas las latitudes del país: los de la altiplanicie y los de las costas; los de tierra caliente y los de climas fríos; los norteños y los meridionales, amalgamados todos en el esfuerzo común de enriquecer el terruño. En conjunto, más de 150 000 ciudadanos que trabajan y conviven en estrecha comunidad.

La península de la Baja California, además de las muchas cosas que le dan prestigio y valor inestimable entre todas las regiones del mundo tiene ya ganado un lugar en la leyenda y en la historia.

 

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Ya que he dado a ustedes un ligero bosquejo histórico de la península, quiero distraerlos un rato más, si ustedes me lo permiten, en hacerles una reseña también histórica de esta ciudad de Ensenada, en la que fuera uno de sus primeros moradores y quizá el primer hijo natal de ella; datos que la mayoría de ustedes desconocen por completo y que deben conocer, ya que son residentes antiguos y muchos de ustedes, posiblemente hagan de ésta su última morada.

Después de su descubrimiento, primero por Cabrillo en 1542 y después por Sebastián Vizcaíno en 1602, esta bahía y puerto de Ensenada continuó siendo por más de dos siglos el refugio de piratas y balleneros, vestigios de estos últimos todavía pueden verse en la parte sur de la bahía, en punta Banda, y no fue sino hasta 1851 que el sargento Francisco Gastélum, —por él se llama así nuestra avenida Gastélum—, adquiriera por la suma de 600 pesos del alférez José Manuel Ruiz, —por éste ostenta la avenida Ruiz su nombre—, el rancho o paraje de Ensenada  de Todos Santos en  una  extensión de dos sitios de ganado mayor, 3 511hectáreas. El alférez Ruiz, de caballería, a su vez la había obtenido por petición que hiciera ante el entonces gobernador José Joaquín de Arrillaga, en mayo de 1804, por y en consideración de un peso por cada sitio de ganado mayor y además por sus servicios prestados como comandante y jefe político del presidio de Loreto. Estas escrituras de cesión de derechos se encuentran protocolizadas en esta notaría, adscrita al juzgado de Primera Instancia de este partido judicial.

La primera casa de adobe de Ensenada fue construida por los Gastélum, en el sitio que ocupara el palacio municipal, en la esquina de la avenida Gastélum y calle Tercera, casa ésta que durante la invasión filibustera de Walker, fuera ocupada por éste y donde estableciera su cuartel general con los 250 facinerosos que trajera en noviembre de 1853, armado con dieciséis cañones de bronce y dos pistolas, cometiendo depredaciones y robos de ganado en el paraje de Santa Gertrudis; pero siendo Walter constantemente asediado por los intrépidos californianos y sufriendo emboscadas en cada lugar apartado por donde osara pasar, fue obligado a salir de esta frontera, arrojando sus cañones en el estero de este lugar. En este mismo sitio reposan, durmiendo el sueño del desconocido, “las pistolas” y el “primo” que se mencionan en la interesante narración que nos brindara don Carlitos en la reunión pasada.

La primera subprefectura en esta frontera fue establecida en 1867 en Santo Tomás, capital del Partido Norte, recayendo la designación del subprefecto en la del licenciado Manuel Clemente Rojo, perdurando en este lugar hasta el año de 1872, en que con motivo del descubrimiento de placeres de oro y minas en el Real del Castillo, se trasladó la capital a este mineral y al venir el decaimiento consiguiente por el agotamiento de los yacimientos del preciado metal, en octubre de 1882 se verificó el cambio de la capital hasta este puerto de Ensenada, fecha en que fungían como subprefecto político Antonio Jáuregui y como secretario don Epigmenio Ibarra, padre.

En mayo 4 de 1886, a raíz de haber obtenido la Compañía Internacional una concesión del gobierno porfiriano, para colonizar las tierras comprendidas entre los paralelos de latitud norte de 32 grados, 30 centígrados al de 28 grados, abarcando 15 000 000 de acres y casi todo el ahora Territorio Norte, fue cuando se inició una era de mucha actividad y progreso en esta región, debido a las muchas mejoras y construcciones llevadas a cabo por la expresada compañía, tal como la colonización de tierras por colonos, la construcción de muelles, de hoteles, de fábricas, establecimiento de líneas de vapores, iniciación y construcción de un ferrocarril partiendo de San Quintín; de obras de irrigación y de granjas agrícolas, que en poco tiempo convirtiera a este pueblo de Ensenada, en un centro importante, comercial e industrial y al descubrirse los placeres auríferos de El Álamo en 1888, tomó mayor auge y resonancia, al grado de llegarse a vender lotes aquí, hasta por 10 000 dólares cada uno. Durante este propio año y poco antes de que se descubriera el nuevo El Dorado del Álamo, la relacionada compañía, por conducto de su gerente, el señor don Maximiliano Bernstein, había adquirido en compra el rancho de Ensenada de Todos Santos, de los Gastélum, por la suma de 10 000 pesos.

Inmediatamente después de hecha esta adquisición la compañía concesionaria comisionó a su ingeniero, Ricardo J. Stephens, para que formara el plano oficial de Ensenada, llenando todos los requisitos legales correspondientes, y es el mismo que hasta la fecha existe y se reconoce como tal. Enseguida la compañía citada, traspasó en 1891 todos sus derechos, acciones y obligaciones a la Compañía Inglesa denominada Compañía Mexicana de Terrenos y Colonización de la Baja California, Limitada organizada en Londres, Inglaterra; concesión extensísima y onerosa que conservó hasta 1918, en que fuese cancelada por el primer jefe constitucionalista don Venustiano Carranza, con regocijo general del pueblo bajacaliforniano.

Los que vivimos en el periodo que la Compañía Inglesa fue dueña y señora de nuestro suelo y pudimos palpar el poder omnímodo que ejerció en todos los órdenes en más de 30 años de dominio absoluto, como si fuese una de sus colonias de la India o del África, produciendo una paralización completa en el desarrollo y desenvolvimiento de la región y aniquilando cuanto progreso había implantado en poco tiempo la Compañía Internacional, no pudimos menos que glorificar la memoria del mandatario que acabara para siempre con el dominio y el monopolio ejercido durante tres décadas por una empresa extranjera en nuestro propio suelo.

Por dolorosos y bochornosos omito reseñar los hechos que ocurrieron durante el lapso de tiempo que estuvimos supeditados a tan nefasta compañía concesionaria, pues basta tan sólo mencionar los más salientes: la desaparición de las fábricas de hilados, de cerveza, de aguas gaseosas, de fósforos, de velas, de jabón, de calzado, de conservas en latas, curtidurías, líneas de vapores, muelles, hoteles, etcétera, para apreciar los graves perjuicios sufridos, principalmente aquí en Ensenada, cuya población también sufrió un descenso desconsolador, condición ésta que vino a agravarse cuando en 1914 se trasladó la capital a Mexicali y con la desaparición de los municipios libres.

Y así continuó el decaimiento de esta población hasta 1935, que se estableció la zona libre, como único camino para rescatar a Ensenada y Tijuana del caos económico en que habían caído como consecuencia también de la derogación de la enmienda xviii de la Constitución Política de los Estados Unidos de América; el éxito que coronó los resultados de este paso es palpable, traducidos en el aumento constante de las actividades comerciales, industriales y agrícolas, en el extraordinario crecimiento del comercio exterior, aumento de construcciones y en la transformación moral y social de las regiones afectadas, así como en el notable crecimiento de población en todas las ciudades del territorio, por lo que hay que insistir y defender con todas las fuerzas a nuestro alcance para la conservación, como acertadamente lo decía el autor de esta salvadora medida, el señor Ulises Irigoyen, de los principios fundamentales en que se apoya el libre cambio o comercio y consumo libres, dentro de su mayor pureza, despojados de toda restricción u obstáculos que, bajo el nombre de “proteccionismo” nos retrotraiga a los sistemas de épocas coloniales, de los que se ha venido saliendo a costa de arduas labores e incruentos sacrificios.

Para no cansarlos más, voy a dar por terminado este bosquejo, exhortándolos para que todos, en la medida de sus posibilidades, contribuyan al desenvolvimiento social y económico de esta apartada porción de nuestro suelo y muy especialmente de esta nuestra querida cenicienta, que desde hace lustros clama protección y justicia.

 

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Quedaría trunco este relato si no mencionara siquiera a grandes rasgos los recursos con que cuenta el territorio para que se pueda apreciar su gran potencialidad y de que de ser ello adecuada y patrióticamente explotados y protegidos pueden bastarse para hacer de este nuestro terruño un emporio de riqueza.

No sólo lo bastante para cubrir un presupuesto de 20 000 000  pesos anuales, sino para formar una red de carreteras pavimentadas en todos sus confines; para dotar a todas las ciudades terrinorteñas de escuelas, hospitales, drenaje, alumbrados, pavimentaciones, sistema de aguas potables, centros deportistas, etcétera.

Para los incrédulos y los pesimistas, quisiera poder presentar un vívido cuadro de lo que realmente es la Baja California, tierra incógnita y olvidada, que los que no la conocen la conceptúan como un inmenso desierto cubierto de rocas volcánicas, de cactus y de reptiles; pero que, sin embargo, puede considerarse como una de las regiones más privilegiadas del orbe.

Si nuestros vecinos del norte, hace un siglo hubiesen adivinado las inmensas riquezas que atesora y la importancia comercial y estratégica que tendría para ellos 100 años después, que más les hubiera costado incluirla en los tratados de Guadalupe Hidalgo.

Al hablar de las posibilidades que ofrece el territorio, que como se ha dicho antes, es una tierra privilegiada, debo en primer término hacer mención de la minería, industria ésta que aunque todavía se encuentra en su infancia y apenas "rasguñada", en el humilde concepto de quien esto relata, será con el tiempo la principal fuente de riqueza del territorio. Para justificar este aserto, tan sólo mencionaré los resultados obtenidos durante el corto lapso en que ha sido medianamente explotada y de los estudios concienzudos y científicos llevados a cabo en recientes fechas por especialistas extranjeros y mexicanos. Los primeros descubrimientos de oro se remontan al año de 1870 en Real del Castillo; después en Calmallí, en 1880 y la bonanza de El Álamo en 1888,  y cuya riqueza se creyó rivalizaría con la de la Alta California, pues se calcula que durante el periodo de su explotación, que fue esporádico, las vetas y placeres de oro del Distrito Norte han producido más de 20 000 000 de dólares, dándose casos en El Álamo, que en los extremos o bolsas de algunas vetas, se encontraron con frecuencia 50 000 de oro casi virgen.

Además de las riquezas auríferas que han dado fama a esta frontera, encontrándose valiosos y grandes depósitos de fierro, cobre, tungsteno, azufre, kaolín, yeso, ónix, sílicas, fosfatos y otros metales de gran valor comercial.

Para tan sólo dar una ligera idea de la riqueza mineral del territorio, me permito consignar el resultado del estudio que ha poco terminaron unos ingenieros mineros mexicanos, comisionados por el Banco de México, como su contribución a la industrialización del país y cuyos estudios figuran en la serie de monografías industriales que dicho banco ha venido publicando. Incluido en el referido estudio se encuentra el de los yacimientos ferríferos de la península (Territorio Norte) amplio estudio que está comprendido en los fascículos de más de 300 páginas y cuya lectura importantísima les recomiendo para mejor ilustración.

De las muchas zonas y yacimientos que existen aquí en el territorio, escogí tan sólo una, la de Santa Úrsula, ubicada en el valle de Santa Úrsula, extensa zona plana, comprendida entre montañas, que está como a unos 18 kilómetros en línea recta de sur 70 grados, oeste, de la antigua misión de San Fernando, para daros en resumen la ubicación de dicho yacimiento, y que es  la siguiente:

Mineral a la vista           7 519 837 toneladas

mineral probable           5 212 350 toneladas

mineral posible              4 017 315 toneladas

 

Total                                16 750 102 toneladas

La calidad y porcentaje de los minerales según las muestras ensayadas por el Instituto de Química en la Universidad Nacional, el promedio de Estados Unidos en las diez muestras es el de 65.73 por ciento, cifra muy halagadora.

Los yacimientos de cobre, azufre, ónix, etcétera, no tienen menor importancia.

Lo único que hace falta para el desarrollo y explotación de esta inmensa riqueza son facilidades y garantías para los que se dedican a esta clase de inversiones y ciertas disposiciones para coartar y reprimir los abusos y exigencias de los líderes obreros, que en gran parte son los culpables de que esta industria, como otras, se encuentren estancadas y no se exploten.

 

Agricultura

Dada la existencia de extensos valles incrustados en el área que comprende el territorio desde el grado 32 hasta el 28 grados y que en total suman algunos millones de hectáreas, el suelo terrinorteño es susceptible de producir toda clase de cereales y de frutas que entablarían una ventajosa competencia con los productos similares de California, siendo el clima propicio para dichos cultivos.

Para desarrollar la agricultura, no falta el agua en la Baja California y si bien es cierto que la precipitación pluvial no es muy abundante en muchas zonas, es por lo menos suficiente, si se sabe aprovechar, ya sea mediante perforación de pozos, o bien almacenándola en presas económicas, como se ha hecho ya en diferentes partes de la comarca sea mientras se puedan llevar a la práctica las grandes presas en proyecto, para irrigar los valles de El Maneadero, de Las Palmas, San Rafael, San Telmo, San Quintín, Calmallí, etcétera. Los estudios que hace algunos años se hicieron para la construcción de una presa en Santo Domingo, para el regadío de las 22 000 hectáreas de magníficas tierras del valle de San Quintín, cuenta con la inagotable corriente de los arroyos que nacen en la sierra de San Pedro Mártir, donde la precipitación llega a 39 pulgadas cada año y por cuyas vertientes se desperdician 201 000 acres pie de agua anualmente. Las tierras feraces de este valle están conceptuadas en todos sentidos superiores a las del Valle Imperial mexicano,2 que es actualmente el granero de la región, estimándose que sus cosechas de algodón, trigo, maíz, alfalfa, frutas y legumbres alcanzan la suma de  más de $100 000 000 por temporada. La misma estimación pudiera hacerse de los demás valles citados, al estar dotados de las obras de irrigación que se imponen. 

Como se desprende de la anterior somera descripción existen dentro de la demarcación de esta frontera muchas regiones donde la agricultura puede alcanzar un desarrollo asombroso. En las costas, en especialidad en las del golfo, se pueden implantar en gran escala todos los cultivos propios de los climas calientes y subtropicales; particularmente en la región central de la península prospera admirablemente el higo, el dátil, el olivo y la vid, y es indiscutible que intensificando y fomentando por medios científicos el cultivo de estos frutales, como ya se viene haciendo en algunos valles al sur y norte de este puerto, se obtendrán los resultados más satisfactorios.

En los valles y mesetas, las condiciones climatéricas favorecen grandemente el cultivo de toda clase de cultivos agrícolas, arborícolas y hortenses. Según se ha referido ya, existen otros muchos lugares en el territorio, que ofrecen las condiciones más propicias para la agricultura, esperándose sólo la acción del gobierno para su colonización. Entre estos lugares figura en primer término el gran valle de San Quintín, Camalú y mesa de San Telmo.

La vid prospera halagadoramente a través de toda la frontera y con especialidad en la región de Santo Tomás, Guadalupe y Tecate. La abundancia de este producto asegurará el éxito de una industria vinícola capaz de abastecer a todo el país.

Otra industria que promete ser de gran potencialidad es el cultivo del olivo y producción de aceite, que se ha incrementado en los últimos años debido a los viveros oficiales del gobierno del territorio, a los esfuerzos de empresas privadas y a una acertada orientación y propaganda.

Por el número de estacas ya distribuidas por el gobierno y por el entusiasmo que despierta entre los pobladores el cultivo de esta oleaginosa, las tierras de la región fecundarán cinco millones de árboles que han de producir 24 millones de kilogramos de aceite.

Estas cifras parecen enormes para la economía regional; pero hay que tener presente que hace un tercio de siglo se cultivaron en el valle de Mexicali doce hectáreas y que hoy se cultivan más de 150 000; que en ese ayer la cosecha fue de quince pacas de algodón y que hoy pasan de 260 000; otro tanto puede obtenerse en relación con el olivo.

Por otra parte, la ganadería íntimamente ligada con la agricultura, debe recibir un fuerte impulso para llegar a constituir otra verdadera riqueza en la Baja California, pues es interesante recordar a este respecto que a principios del siglo que transita, cuando las lluvias fueron más regulares, la ganadería alcanzó un positivo auge, llegándose a estimar en más de 100 000 cabezas las que pastaban en la región, desde la sierra de Juárez hasta los alrededores de Calmallí.

La tala inmoderada de los bosques y los incendios ha contribuido indudablemente a provocar los ciclos de sequías que hemos tenido; es, pues, de urgentísima necesidad, luchar por la reforestación de la península.    

En esta parte de la sierra críanse ganado vacuno, lanar, cabrío y caballar, que son motivo de comercio activo.

 

Pesca

Después de la completa e instructiva exposición sobre la industria de la pesca, que nos hicieran en pasada reunión los hermanos Salazar, industria que nadie como ellos  conocen, tanto por estar dedicados por largos años exclusivamente a su explotación e industrialización, cuanto por haber estado continuamente en contacto con especialistas japoneses, americanos, nada podría agregar que fuese más ilustrativo y más instructivo, sintiendo únicamente no tener a la mano una copia de ese relato, para haberlo consignado íntegramente en este “ensayo”; sin embargo, insertaré todo aquello que estimo de interés.

La riqueza pesquera de la Baja California está considerada como una de las más grandes del mundo. Los recursos potenciales de esta industria, son tan grandes que por sí sola bastaría para el sustento de diez millones de habitantes. Así lo aseveran los magnates japoneses que por mucho tiempo explotaron la pesca en esta región. Podemos asegurar que la importante riqueza pesquera del vecino estado de California, sustentada por la producción de la Baja California, representa por sí sola una riqueza de muchos centenares de millones de dólares. Se calcula que más de quince mil compatriotas nuestros, todos ellos cabezas de familia, viven de esta industria, empleados en las casas empacadoras americanas. Pues bien, ¿por qué no se legisla concienzuda y patrióticamente a fin de que esta industria o una gran parte de ella se concrete en nuestro propio suelo?, con el objeto de que esta riqueza sea preferentemente aprovechada como vehículo para la intensificación de la colonización de la península? En cambio, con arreglo a los múltiples informes que obran en las altas esferas, podemos manifestar que la pesca ha sido uno de los ramos de la riqueza de la Baja California que ha dado lugar a mayores inmoralidades por parte de los encargados de administrarla. Personas conocedoras en la materia aseguran que el rendimiento anual de la pesca debería ser mayor de dos millones de dólares y que por ahora lo más que ha llegado a rendir es alrededor de la cuarta parte de  dicha suma.

Nuestra lucha en pro de un control de esta riqueza con el establecimiento de la jefatura de Pesca, en vez de permanecer en el extranjero, en los puertos de San Diego y San Pedro, ha sido larga y penosa, pues data ya de muchos años y siempre con promesas y resultados nugatorios.

En cuanto a la pesca en las aguas de la desembocadura del Río Colorado, así como en el golfo de California, constituye también una industria de la más grande importancia, pues como es bien sabido, debido a su poca anchura en relación a su longitud, este golfo representa en la zona tropical de la parte septentrional del Océano Pacífico, una estación privilegiada de desarrollo y repoblación de la fauna marítima. Cetáceos diversos, tiburón, focas, la poca nutria que aún queda, así como los peces totoaba y tuna que en grandes cantidades se consumen en los mercados allende la línea divisoria, son los recursos comunes del mar de Cortés.

Para que la industria de la pesca se encuentre en territorio nacional y ofrezca todas las facilidades de carga y descarga y un abrigo seguro para todas las embarcaciones, tanto de pequeño como de gran calado, urge la pronta construcción de las obras del puerto de esta ensenada, para evitar así que los interesados explotadores de la industria en el extranjero, quienes para evadir el cumplimiento de la obligación impuesta por nuestras leyes marítimas, han alegado que el puerto de Ensenada no reúne las condiciones de seguridad y abrigo para la protección de sus embarcaciones; que la bahía es muy abierta y que carece de los medios de alijo y muelles propios para la debida atención de la industria, argumento que si bien no está del todo fundado, sí debemos de convenir que es de urgente necesidad.

No debo de terminar esta narración de los recursos naturales, sin dejar de mencionar lo relativo a las posibilidades de generación de fuerza hidroeléctrica, precisamente porque su importancia bien merece una especial investigación, puesto que de lograrse la conveniencia de esa energía, significaría para el territorio un valiosísimo factor para impulsar tanto la industria minera como otras muchas fuentes de actividad que se crearán algún día, cuando la colonización de la comarca sea un hecho definitivo.

Hay respetables opiniones de que las caídas que forman las aguas de las corrientes de La Grulla y La Zanja, al descender por los acantilados que se forman en la sierra de San Pedro Mártir, son un importante recurso natural de la región, por la considerable cantidad de fuerza hidroeléctrica que pueden suministrar. Otra de las caídas es la de San Antonio del Macho, situada a unos 160 kilómetros de Ensenada, en línea recta, como a 501 del puerto de San Quintín o 92 del mineral de El Álamo y a unos diez del rancho de San Antonio de los Murillo. Esta caída pude estimarse aproximadamente por diferencia de alturas barométricas en 110 metros y su gasto medio en 960 litros por segundo. Tomando en consideración estos datos, suponiendo que se utilice el desnivel total y que se empleen turbinas cuyo rendimiento sea de 80 por ciento, se calcula que esta caída podría suministrar ocho mil caballos de fuerza, teniendo en cuenta, además, algunas otras pérdidas que se experimentan comúnmente en las instalaciones hidroeléctricas. Las dos caídas de agua mencionadas son permanentes y la fuerza que desarrollarían podría aprovecharse de muy diversas maneras y para objetos muy variados, todos de grandísimo beneficio y para el progreso del territorio.

 

Ensenada, B. C., noviembre de 1947

 

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* Una copia de este documento se encuentra en el archivo vertical de la Colección La California Mexicana “Ascensión y Miguel León-Portilla” del iih-uabc. Al parecer se trata de la transcripción de un par de conferencias ofrecidas en Ensenada por David Zárate Zazueta, a fines de 1947. [N.E.]

 

Notas:

 

1 En el documento original aparece este prólogo firmado por La dirección. [N.E.]

2 Nombre con el que se conocía al valle de Mexicali. [N.E.].