R e s e ñ a

 

Robert Darnton, "La rebelión de los obreros: La gran matanza de gatos en la calle Saint-Séverin" en La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa, México, Fondo de Cultura Económica, 1987, pp. 81-108.

 

José Alfredo Gómez Estrada1

 

Nicolás Contat, obrero impresor francés del siglo xviii relató en sus memorias una matanza de gatos que ocurrió durante su vida de aprendiz en una imprenta de la calle Saint-Séverin de París, en la década de 1730. Esta matanza, divertida para Contat, llamó la atención del historiador Robert Darnton quien elaboró, a partir de ese relato, un interesante artículo sobre la vida de  trabajadores y propietarios de imprentas y sobre la cultura popular de ese periodo en Francia.   Darnton contextualiza la narración de Contat con el apoyo de fuentes primarias y secundarias, la interpreta y con ello intenta explicar por qué esa masacre, que en nuestros días podría ser vista como un acto de crueldad, fue para Nicolás Contat y sus coetáneos un acontecimiento divertido.

Las obras de Soboul, Shorter y Martín, por un lado y los documentos de la Sociedad Tipográfica de Neuchâtel, por el otro, permiten a Darnton describir las condiciones de vida y de trabajo en las imprentas de la época; su conclusión es que obreros y patrones vivían entonces frecuentes tensiones y conflictos y no la relación idílica que presentaron con frecuencia los historiadores estudiosos del periodo preindustrial.  Además de considerar las contradicciones en las relaciones laborales, Darnton estudia ceremonias festivas y rituales para comprender los simbolismos en la cultura popular, en concreto los significados asociados con los gatos. Por ello,  analiza fuentes secundarias que se refieren al folclore, a la historia de Francia, a mitos y creencias, así como a cuentos, supersticiones y medicina popular (Belmont, Rolland, Sebillot, Van Gennep, Gaignebet y otros autores). La referencia a estudios de antropología simbólica e interpretativa está implícita en el trabajo de Darnton. Esta disciplina le permite hacer una interpretación básica y global: la matanza de gatos fue un chiste incomprensible hoy día, pero susceptible de ser descifrado por medio de la investigación histórica y cultural.

El relato de Nicolás Contat es básico para el ensayo de historia cultural de Darnton, por eso es necesario ver con detalle la información que contiene. Los personajes principales son Jerome y su compañero Léveillé que se desempeñan como aprendices en una imprenta de la calle Saint-Séverin. Después del trabajo y los maltratos que padece en la imprenta durante el día, Jerome (Contat) acaba fatigado y se dispone dormir en el cobertizo, pero el ruido de unos gatos que dura toda la noche le impide alcanzar el sueño. La misma suerte corre Léveillé . Por la madrugada, antes de que ambos puedan recuperar fuerzas, llegan los trabajadores y tocan la campana exigiendo que les abran la puerta. Comienza un día de trabajo, los aprendices empiezan a recibir órdenes: hay que encender el fuego, acarrear agua.

Todos se ocupan en sus tareas, mientras el patrón y la patrona siguen en la cama disfrutando la dulzura del sueño. Jerome y Léveillé  sienten envidia de ellos y deciden castigarlos. Elaboran un plan. Léveillé , magnífico copista, imitador capaz de reproducir el aullido de perros y el maullido de gatos, trepa a los techados, llega hasta una cañería cercana a la recámara de los patrones y allí comienza a maullar. Debemos suponer que lo hace a la perfección y con fuerza pues nadie en el barrio puede seguir durmiendo, mucho menos los patrones. Todo el vecindario se alarma, más tarde se corre la voz de que rondan las brujas y que alguien desea embrujarlos por medio de los gatos. Parece necesaria la intervención del cura, amigo de la casa y confesor de la señora.

Hasta aquí llega la narración de la noche-madrugada e inicio de las actividades en la imprenta, tiempo en el que los aprendices deciden no dejar que sus patrones sigan dormidos mientras ellos trabajan desvelados. También en este tiempo circula el rumor de la ronda de las brujas. Después (el día siguiente quizá) Jerome y Léveillé  deciden aprovechar ese rumor para atemorizar a sus patrones. Durante las dos noches posteriores, Léveillé  trepa de nuevo a los techados y repite los maullidos. El patrón y la patrona no soportan más el ruido del supuesto ajetreo felino y piden a los muchachos que se deshagan de los animales. La señora da la orden, con la recomendación de que no asusten a Grise, su gata favorita.

En nuestra opinión, Darnton no distingue los diferentes tiempos implícitos en el relato de Nicolás Contat. Para él, esto no sucede durante una madrugada sino en varias noches. Supone, además, que por temor a la brujería y no tanto por el ruido, los patrones ordenan a los aprendices deshacerse de los animales. El historiador escribe: “Después de varias noches de sufrir este tratamiento decidieron que los habían embrujado. Pero en vez de llamar al cura (el patrón era excepcionalmente devoto y la patrona especialmente apegada a su confesor) les ordenaron a los aprendices que se deshicieran de los gatos”.

Según Darnton, los trabajadores odiaban a los gatos con la misma intensidad que la señora los amaba (como otros dueños de imprentas) así que gustosos organizaron una cacería que tomó un aspecto festivo.  En el relato de Contat no queda claro si la señora presenció la ejecución de su orden, pero dado el contexto se comprende que se retiró; el patrón definitivamente no estaba allí. Debemos tener en cuenta esta información del relato de Contat para cuestionar el uso de la fuente por parte de Darnton, así como uno de sus principales supuestos.

Varillas, palos y mangos de escobas sirven a Léveillé  y a Jerome, así como a un grupo de trabajadores para atacar a los gatos y, como no desean que escape ninguno, colocan sacos en las ventanas del ático y en las de las bodegas. La matanza de felinos comienza con Grise,  la mascota de la patrona, Léveillé la golpea en los riñones y Jerome la remata; luego la ocultan en un albañal. Después, los hombres siembran el terror en los techados, muchos gatos apaleados mueren en el acto, pero otros terminan en la horca, para divertimento de todos los trabajadores de la imprenta.

En las líneas escritas por Darnton alusivas a este pasaje, el autor dice: “los obreros arrearon a los otros gatos por los techos; aporrearon a los que se pusieron a su alcance y, con sacos colocados estratégicamente, atraparon a los que trataron de escapar. Vaciaron los sacos llenos de gatos moribundos en el patio. Después todos los trabajadores de la imprenta se reunieron y realizaron una parodia de juicio, con guardias, un confesor y un verdugo. Después de declarar culpables a los animales y administrarles los últimos sacramentos, los remataron en patíbulos improvisados”. Nicolás Contat no hace alusión explícita a un juicio en ninguna parte de su texto, pero sí se refiere a la condena de los gatos y a una ejecución en la que los trabajadores representan los papeles de guardias, confesor y verdugo.

Los obreros impresores se divierten, ríen. En medio del alboroto regresa la patrona y queda estupefacta porque cree que han matado a Grise, aunque los hombres le aseguran que nadie sería capaz de hacerlo porque respetan la casa. En seguida llega el patrón y protesta porque no están trabajando. La mujer se queja: “Estos malvados no pueden matar a sus patrones, por eso mataron a mi gatita. No puedo encontrarla [...] deben haberla ahorcado”. Los patrones se retiran y dejan que los obreros hagan su voluntad; éstos se regocijan con el desorden, enajenados de alegría. Después se divertirán por mucho tiempo pues Léveillé , el excelente copista,  imitará y ridiculizará a los patrones en unas veinte representaciones.

Darnton considera que la explicación obvia de la masacre es que los obreros y aprendices dieron muerte a los gatos porque los detestaban. El odio estaba justificado pues los dueños de las imprentas tenían en mayor estima a los animales que a sus trabajadores, uno de ellos, por ejemplo, tenía retratos de sus gatos y los alimentaba con aves asadas. Los aporrearon hasta morir para vengarse de los patrones; fue un ataque indirecto que expresó ese sentimiento de odio (p.84). Pero Darnton también afirma que los mataron porque deseaban restablecer un pasado mítico, cuando obreros y patrones laboraban en una sociedad amistosa (p.88). Este par de explicaciones nada tienen que ver con la hipótesis de que la masacre fue diversión y chiste. Por eso, Darnton articula enseguida una serie de interpretaciones y reconstruye el simbolismo que pudo estar detrás de la matanza.

En primer lugar, sugiere, fue una festividad parecida a las ceremonias anuales en las que los franceses y otros europeos de la época asesinaban gatos, como el carnaval y la fiesta de San Juan Bautista, en la que el populacho los incineraba en fogatas o piras. En esto consistió el festín, la diversión. Pero más que nada, dice Darnton, fue una broma que sirvió a los trabajadores para burlarse de los patrones: mataron a los gatos en una especie de cencerrada para mofarse del patrón “cornudo”, ignorante que su esposa tenía tratos amorosos con el cura.

Las interpretaciones de Darton que van más allá del texto de Contat son variadas. El autor supone que la matanza tuvo distintos significados. Los obreros mataron a los gatos y en especial a Grise, para atacar a la casa y para condenar a la enfermedad o a la muerte a los patrones. Además, al aporrear a Grise violaron simbólicamente a la patrona. Por si fuera poco, mediante este acto la acusaron de hechicera. Con la ejecución de los gatos, después de un juicio simbólico, condenaron a la casa y declararon culpable al patrón.

El juicio de los gatos, apenas mencionado por Nicolás Contat, es importante para cuestionar la parte medular de la hipótesis de Darnton. Según el historiador, mediante la realización de estos ritos los trabajadores se mofaron de su patrón y encubrieron la burla. La broma salió bien porque los obreros utilizaron con sagacidad un conjunto de ceremonias y símbolos, “le pellizcaron la nariz y le impidieron protestar”. Además,  al juzgar, confesar y ahorcar a varios gatos moribundos, los obreros ridiculizaron a todo el orden legal y social. La matanza también fue una velada protesta de clase porque no podían rebelarse ni protestar de manera abierta. 

El ensayo de Darnton es apasionante, pero tras una lectura atenta resulta confuso y, si se procede al análisis, uno puede concluir que sus interpretaciones están muy alejadas de la fuente básica (el texto de Contat) y también que sus afirmaciones son contradictorias e incoherentes. Las primeras explicaciones que se refieren a la masacre como una venganza y un ataque que expresó el odio de los trabajadores a los patrones, así como al deseo de los obreros por restablecer el pasado mítico (aquel en el que laboraban en una sociedad amistosa) ¿no son acaso contradictorias? Pero más que detenerse en esa contradicción conviene señalar que la primera no tiene fundamento. La matanza no pudo ser una venganza, un ataque encubierto, o una rebelión porque no fue un acto independiente de los trabajadores sino una acción ordenada por la patrona. La única trasgresión sin duda sería el asesinato de Grise.

Darnton afirma también que la matanza fue una broma de los trabajadores con la que se burlaron de los patrones, ¿por qué se trató de una broma? Cabe la posibilidad de que la patrona no ordenara la masacre. Al pedirles que se deshicieran de los gatos tal vez ordenó que los ahuyentaran; los trabajadores interpretaron la orden de acuerdo a sus deseos, conscientes de la ambigüedad del verbo “deshacer” y, motivados por el odio que sentían por los gatos, decidieron asesinarlos. En este caso sí hubiera habido una trasgresión, una rebelión encubierta y una broma. Pero Darnton no considera esa posibilidad. Él cree que la matanza fue una broma por la manera en que se llevó a cabo pues, según él,  tomó la forma de una festividad cíclica (carnaval, fiesta de San Juan Bautista y fiesta del día de San Martín) y de rituales festivos (cencerrada, juicio y ejecución). Por medio de la cencerrada se burlaron de los “cuernos” del patrón cuya esposa era amante del cura. El autor asegura que ese acto simbólico dejó ver el significado, pero el tonto burgués no comprendió la alusión a su condición de marido engañado, por eso no tomó represalias y los trabajadores se salieron con la suya, en esto consistiría la broma, el chiste, la humillación y la burla.

Darnton anexó a su ensayo el texto de Nicolás Contat. Éste no incluye el pasaje que refiere las visitas del cura a la casa, así que no podemos cuestionar la interpretación del historiador sobre los amoríos de la patrona y el clérigo, que es un asunto importante. Pero con la información disponible sí podemos dudar de la supuesta relación entre la matanza de gatos y las ceremonias festivas. Durante los carnavales de esa época, según Darnton, los jóvenes se pasaban un gato de mano en mano y le jalaban los pelos, mientras se burlaban de un cornudo o de otra víctima (p.89). Es probable que los trabajadores hicieran esto mientras atrapaban a los gatos en los techos y con ello aludieron simbólicamente al patrón cornudo ¿cómo saberlo?, no hay nada en el texto de Contat que nos permita siquiera imaginarlo. Los gatos estaban presentes como víctimas en la fiesta anual de San Juan Bautista; en esta ceremonia eran lanzados a grandes fogatas que eran el centro de bailes, pero Nicolás Contat no hace alusión al fuego ni a gatos incinerados durante la matanza. Darnton dice que en la ceremonia cíclica que se realizaba el 11 de noviembre, día de San Martín, los trabajadores de imprentas representaban juicios que antecedían a una fiesta, pero, de acuerdo con su descripción, en estos  rituales no había gatos y no se enjuiciaba a los patrones sino a los obreros que violaban algún reglamento o código (p.90). Entonces, ¿por qué la matanza de los gatos estaría asociada a esas ceremonias cíclicas y por qué debemos creer que en la parodia de juicio el patrón estuvo representado por un gato?

Por otra parte, Darnton supone que la matanza sirvió a los obreros para atacar a la casa y condenar a la enfermedad o a la muerte a los patrones. En ese tiempo quitarle la vida a un gato significaba atraer la mala suerte sobre su dueño o sobre la casa. Si la mascota dejaba de retozar en el lecho de su amo éste probablemente moriría. Esta interpretación es plausible y refuerza la idea de una agresión encubierta. Pero ya dijimos que la masacre no fue una acción independiente de los trabajadores sino el cumplimiento de una orden. Además, ¿por qué alguien mandaría matar a sus gatos si esto significaba echarse encima una tremenda maldición? ¿Cabe la posibilidad de que los gatos no fueran de los patrones sino animales  callejeros? Darnton también asevera que los obreros veían en la patrona a una esposa infiel y cree que, en el plano simbólico, al atacar a Grise la mujer fue violada por los trabajadores. Mediante este acto también la acusaron de hechicera.

El simbolismo de la violación probablemente se justifica, pues el gato estaba asociado a la sexualidad femenina y los aprendices atacaron a Grise con una varilla, pero la interpretación de que acusaron de brujería a la patrona resulta extravagante. En la época se creía que las brujas se convertían en gatos, pero según el texto de Contat y de acuerdo con la interpretación de Darnton, los obreros no creían esa superchería, más bien se valieron de ella para atemorizar a los patrones. Por otra parte, ¿por qué si realmente los trabajadores creyeron que su patrona era una hechicera planearon asustarla con maullidos de gatos en el techado? ¿podían con eso provocar miedo a una bruja acostumbrada a aquelarres y a oscuras trasmutaciones? Otra cosa que no encaja es el hecho de que los patrones supersticiosos  ordenaran a los obreros la matanza de sus animales favoritos, cuando bien podían mandar que les aplastaran una pata, les cortaran la cola o las orejas, acciones simbólicas que, según Darnton, eran en ese tiempo el “remedio clásico” para protegerse de la brujería. 

Un último elemento adicional permite cuestionar la idea de Darnton sobre el significado de la matanza de gatos como broma y sobre los motivos que tuvieron los trabajadores para llevarla a cabo, tal como lo hicieron. Según el historiador, los obreros utilizaron una broma elaborada con símbolos y representaciones de la cultura popular para burlarse y condenar al burgués y a su esposa, haciéndolo de ese modo para no sufrir represalias. Con ello engañaron a los patrones, sobre todo al dueño de la imprenta pues con diversos simbolismos lo llamaron cornudo. Parece poco probable que los trabajadores hicieran toda una representación simbólica para insultar y mofarse del patrón mediante la cencerrada y el enjuiciamiento, así como para ofender sexualmente a la patrona por medio del asesinato de su gata. La posibilidad se desvanece si leemos con detenimiento el texto de Contat y nos damos cuenta de que los supuestos ofendidos y burlados no presenciaron el asesinato de Grise, tampoco la forma en que se llevó a cabo la matanza de los gatos, ni el juicio (si acaso lo hubo); los dueños de la imprenta no estuvieron allí, simplemente llegaron a ver animales muertos, aporreados o colgados. De hecho, la patrona no supo que el cuerpo inerte de su gata terminó en un albañal, sólo pudo deducir que la habían ahorcado.

Para finalizar, cabe enfatizar un aspecto ya señalado: todo lo que interpreta Darnton a partir del texto de Nicolás Contat tendría sentido si la patrona no hubiera ordenado la matanza y si el patrón hubiese estado presente cuando los trabajadores la llevaron a cabo. La historia narrada por Darnton y su relación con las fuentes empleadas, nos permite conocer algunos aspectos culturales de la época, pero sus interpretaciones divagantes se alejan mucho de los enunciados de Contat, además son inconsistentes, contradictorias y confusas. Así, finalmente, cabe la sospecha de que el chiste que Darnton cree haber desvelado nunca existió y, por lo tanto, se desdibuja la posibilidad de comprender un detalle de la cultura artesanal francesa previa a la revolución.     

El historiador Robert A. Rosenstone  ha propuesto en uno de sus trabajos sustituir la investigación histórica por filmes, a propósito de esta idea, creemos que si se llevara al cine el ensayo de Darnton sobre la matanza de gatos tendríamos una de esas películas de suspenso cuyo guionista presenta un asesinato y un embrollo de pistas falsas sobre el asesino para confundir al espectador con una trama complicada, sin lograr más que un relato confuso y endeble que no resiste el análisis y termina por derrumbarse como un castillo de naipes.

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1 Maestro en Historia por el Instituto Mora, investigador del iih-uabc; actualmente realiza estudios de doctorado en Ciencias Sociales en ciesas-occidente; e-mail: jalfge@hotmail.com