Apuntes sobre California*

 

Kiril Timofievich Jliebnikov1

 

Desde que Colón descubrió América, es decir desde 1492, España dominó la mayor parte del Nuevo Mundo por más de 300 años. En algunos lugares sobrevivieron, en corto número, los habitantes nativos, esclavizados y dispersos por las colonias. Los que no fueron avasallados se ocultaron en guaridas en las montañas, defendidos por la misma naturaleza. Vinieron al mundo nuevas generaciones y, nacidas en la ignorancia, imitaron ciegamente las costumbres y ritos de los conquistadores. Los contactos con el viejo continente se interrumpieron y los habitantes de América de origen europeo apenas si cambiaron las costumbres de sus ancestros durante 300 años. Todavía a principios del siglo xix, los españoles nacidos en América eran una copia fiel de aquéllos que vivieron a finales del siglo xv; mirándolos uno puede imaginarse a Cortés, a Pizarro y a otros personajes notables en la historia de la conquista de esta parte de la tierra.

Cuando Napoleón, contra la voluntad popular, impuso a su hermano José en  la corona española y retuvo cautivo a Fernando vii, en América comenzó la revolución de 1808. Muchas tentativas fracasaron: numerosos espíritus emprendedores murieron por falta de recursos y del mal cálculo.

En México, gente del clero se colocó a la cabeza de los insurgentes. Hidalgo en 1810, y después Morelos, conmovieron las conciencias y, a su muerte, dejaron una turba de seguidores. Mina maravilló a México en 1816, por encima de todos sus predecesores, pero también fue víctima de su osadía.

En la provincia de Caracas la revuelta estalló en 1810; allí destacó Miranda, quien perdió la cabeza. Finalmente, en 1813, surgió Simón Bolívar, originario de una provincia de aquel lugar, y logró el triunfo.

 

División actual de Hispanoamérica

Como consecuencia de estos disturbios, el gran imperio español quedó destruido. De sus ruinas surgieron siete repúblicas y una provincia, que son las siguientes:

1. México. Limita al norte con el cabo Francis Drake, incluyendo California; al oeste con el Océano Pacífico y el golfo de California; al este, con las posesiones de Estados Unidos en Louisiana, con el golfo de México y la bahía de Honduras; al sur, con la república de Guatemala.

2. Guatemala. Se divide como antaño en doce provincias: Soconusco, Suchitepec, Sonsonate, San Salvador, San Miguel, Tiquegalpa[sic], Chocotepa, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Vera Paz y Chiapa.

3. Colombia. Está formada por la antigua Caracas; consta de las provincias de Nueva Andalucía, Barcelona, Venezuela, Maracaibo y las costas del mar Caribe. Posteriormente se agregó la provincia de Santa Fe de Bogotá.

4. Perú, conocida anteriormente por el mismo nombre.

5. Chile.

6. Río de la Plata o Buenos Aires.

7. Bolivia. Recibió este nombre en honor de Bolívar. Esta república se constituyó con algunas fracciones del Alto Perú. Consta de las siguientes provincias: La Paz, Chuquisaca, Potosí, Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra.

Paraguay. Se encuentra desligado de las anteriores repúblicas; el fundamento de ese gobierno se apoya en las costumbres y preceptos introducidos por los jesuitas en el pasado. El protector de esta región es el doctor Francia.

 

California

Es una provincia de México. Se divide en dos partes: Alta y Baja o Antigua y Nueva. La Antigua California se localiza en una península, desde cabo San Lucas, a los 22 grados 55 minutos de latitud norte. La Nueva se extiende desde cabo Francis Drake, a los 38 grados de latitud, hasta la desembocadura del Río Colorado. Sin embargo, los mexicanos consideran que los límites actuales de California llegan a los 42 grados de latitud norte.

La Antigua California fue descubierta por Cortés en 1536, y la Nueva hacia fines del siglo xvi. El almirante Vizcaino describió su litoral y golfo, denominando a este último Monterrey en honor del entonces virrey de México. El jesuita Kaino [Kino] atravesó este territorio y descubrió que la Antigua California era una península. En 1769 se enviaron desde México dos barcos para la construcción de fuertes.

Los dos territorios que conforman California limitan al norte con la población rusa de Ross, a los 38 grados 30 minutos de latitud norte; al este con los habitantes indios y el Río Colorado; el Océano Pacífico baña las costas por el sur y el oeste.

En la Antigua California está el presidio de Loreto, en la costa este de la península. En la Nueva California se han construido cuatro fuertes o presidios, gobernados por un comandante. En éstos se encuentran las guarniciones y parte de la caballería. Los presidios son los siguientes:

San Francisco, situado en los 37 grados 48 minutos de latitud norte, fundado en 1776;  Monterrey, localizado en los 36 grados 48 minutos de latitud norte, creado en 1770; Santa Bárbara, en los 34 grados 22 minutos de latitud norte, a partir de 1786; San Diego, en los 32 grados 39 minutos de latitud norte, establecido también  en 1770.

En un principio, Monterrey fue la principal población de ambas Californias y el lugar de residencia del gobernador; sin embargo, en 1825 llegó procedente de México un nuevo administrador en calidad de comandante general de ambos territorios. Se estableció en San Diego, para ejercer con mayor comodidad sus funciones. En Monterrey aún permanece la comandancia de artillería y el comisariado de ambas regiones.

 

Misiones

Por misión se entiende aquí una institución destinada a la conversión de los indios a la religión cristiana. Los jesuitas fundaron originalmente estos establecimientos pero más adelante pasaron a manos de otras órdenes. Es necesario señalar que para la conversión de los salvajes no siempre se utilizaron métodos violentos, sino que muchos indios voluntariamente se acercaban a las misiones, algunas veces en busca de sus familiares, otras por hambre, y se quedaban en ellas, adoptando la fe en Cristo.

Las misiones en la Nueva California están dirigidas por los religiosos franciscanos y, en la Antigua California, por la orden dominica. Las autoridades de los primeros son los padres,  los presidentes y el padre prefecto.

A los religiosos encargados de las misiones los designa el padre presidente. Antes de que México se independizara de España los enviaban de Europa. En cada misión había uno o dos; actualmente ya no los mandan y la mayoría han fallecido, de modo que en las misiones apenas si queda un fraile. Algunas veces viajan de una misión a otra pero muchos permanecen en sus misiones.

 

Misiones de la Nueva California distribuidas por Distritos*

Presidio de San Francisco Presidio de Monterrey
Misiones indios2 Misiones indios

1. San Francisco Solano

2. San Rafael

3. San Francisco

4. Santa Clara

5. San José

6. Santa Cruz

7. San Juan Bautista

8. San Carlos de Monterrey

9. La Soledad

600

1000

400

1400

1700

500

1100

370

500

  10. San Antonio

11. San Miguel

12. San Luis Obispo

13. La Purísima

14. Santa Inés

15. Santa Bárbara

16. San Fernando

17. San Gabriel

18. San Juan Capistrano

19. San Luis Rey

20. San Diego

500

500

400

500

400

500

600

1000

800

2800

1750

 
*El autor no incluyó los presidios de Santa Bárbara y San Diego, por lo que esta división es incorrecta. (N. del T.)

 

En la de San Juan Bautista, durante dieciocho años seguidos ha estado el padre Felipe Arroyo, quien aprendió a la perfección dos lenguas indígenas y escribió una gramática de ellas, de modo que les explica los dogmas de la fe cristiana a los indígenas en su propia lengua. De este modo, se ha ganado el aprecio y respeto de los nativos.

En la Antigua California existen las misiones3 de  San Miguel, Santo Tomás, El Rosario, Santa Catalina, San Vicente, Santo Domingo, San Fernando, San Francisco Borja, Santa Gertrudis, San Ignacio, Santa Rosalía, La Purísima, San Francisco Javier y Loreto. Al sur, en el cabo San Lucas, se encuentran: San José, Santiago y Todos Santos.

A la caída del imperio de Iturbide, la nueva república de México exigió que los padres juraran la Constitución, aunque el padre presidente, el prefecto y la mayoría de los misioneros se negaron a hacerlo: fue imposible obligarlos por la fuerza. En 1825, el gobernador de California informó acerca de esto al gobierno mexicano y por lo tanto se dispuso separar de su cargo y expulsar al padre presidente. Se rumora que el gobierno se propone sustituir a los franciscanos por miembros del clero secular. Por tal motivo, los misioneros carecen de estímulos para mejorar la economía, ni tienen interés en atraer a los nativos. Todos ellos desean sinceramente ir a Europa o a Manila. Muchos religiosos habían ahorrado una gran cantidad de dinero en efectivo, pero como el gobierno les ha exigido dinero con diferentes pretextos, decidieron no guardarlo en las misiones o acumular oro para poder llevarlo consigo en el caso de su salida. En 1825, del sur de California salieron dos frailes en barcos balleneros rumbo a Europa.

En las misiones habitan de 500 a 3 000 indios de ambos sexos.

En el pasado, durante el dominio español, los gobernadores reforzaban una parte de las comandancias militares con indios que conocían los refugios de sus tribus. Esas tropas, integradas a veces hasta por 100 hombres, incursionaban de improviso en los pueblos de los bárbaros, sometiéndolos y llevándose a los indios a vivir a las misiones. Con frecuencia ocurría que los indígenas se defendían desesperadamente y en el sitio quedaba una multitud de muertos y heridos de ambos bandos. Vi soldados españoles en cuyos cuerpos se veían las puntas de piedra de las flechas indias que les ocasionaron una muerte prematura.

La construcción de las misiones tiene el mismo modelo: consiste en un cuadrángulo, con un patio al interior. En algunas, los edificios son de ladrillo, en otras, de tierra cubierta con barro, y, en otras, los cimientos y las uniones están hechos de piedra apropiada para la construcción. La iglesia y las grandes habitaciones pertenecientes a ella están bajo un mismo techo; algunas incluso carecen de éste y hasta de piso; los mejores cuartos tienen piso de ladrillo y, muy pocas veces, de madera. Además de los aposentos, adjuntas a la construcción se encuentran bodegas para almacenar trigo y otros granos; generalmente, las construcciones están cubiertas por tejas y los interiores y exteriores se blanquean con cal. En cada misión hay entre dos y seis soldados y, uno de ellos, el que merece mayor confianza, recibe el cargo de mayordomo. Éste, por órdenes del padre, dispone de los indios, se encarga del ganado y conserva los víveres.

El mayordomo recibe de la misión doce piastras de salario mensual, dos reses, manteca y trigo. Las reglas de la orden franciscana prohíben a los frailes ambicionar riquezas, y menos aún oro y plata; es por eso que se llega a ver que algunos de los misioneros, al recibir dinero, alegan no saber contar y ordenan al mayordomo hacerlo y recibirlo como patrimonio de la misión; pero en cuanto se va el que pagó, los padres recuentan puntualmente las monedas de la bolsa y las guardan sin tardanza en su celda.

En cada centro religioso hay jardines y huertos propios del clima. Los árboles están sembrados en el mismo orden y en los jardines hay canales. Muchos están perfectamente arreglados, como los de las misiones de Santa Cruz, Santa Bárbara y San Gabriel. Anteriormente, la manutención de los indios era muy frugal; posteriormente, con la declaración de independencia, debió cambiar también la forma de tratar a los indígenas. Actualmente, para su alimentación cotidiana se les proporciona frijol, maíz, cebada y carne seca; los domingos se les da carne fresca, trigo, manteca y fruta. Los indios casados y con familia viven en las casas o chozas construidas en la misión; los solteros, viven en habitaciones comunes, separados los hombres de las mujeres. Cada noche, el cuarto de las mujeres se cierra con candado y se abre por la mañana.

Se han suspendido también las persecuciones de los indios libres e incluso se ha dado libertad a los viejos, pero éstos, desacostumbrados ya a la vida nómada, pocas veces regresan al desierto natal. Los planes del gobierno para convertirlos en ciudadanos y poblar con ellos California, es posible que no se cumplan, o se logren a muy largo plazo. Los que actualmente, por orden del gobernador,  han sido liberados de las misiones y presidios, como no se les obliga no quieren trabajar y se mantienen del robo. En general, todos los aborígenes de las misiones han adoptado la fe católica. Los misioneros los adiestran como músicos y si no hay grandes virtuosos, al menos saben tocar todos los instrumentos. En las mejores fundaciones se han creado diversos talleres y, aunque rudimentarios, satisfacen cómodamente todas las necesidades domésticas. Según testimonios de los funcionarios, la mejor de todas las misiones en California es la de San Luis Rey. Al misionero de ésta, como es el más ilustrado y activo de sus cofrades, le atribuyen todas las cualidades.

Hay que señalar que la población de estos establecimientos al no incrementarse con indios neófitos, ha disminuido considerablemente a consecuencia de las enfermedades; y aunque las mujeres dan a luz de ocho a diez niños, la mayor parte de éstos muere durante la infancia. Muchas indias, según dicen, intencionalmente dan muerte al feto en las entrañas y lo abortan.

Las enfermedades venéreas están muy extendidas en toda la California. El padre Felipe Arroyo asegura que las propagaron los indios salvajes que viven al interior del continente.

Los misioneros poseen los títulos de reverendo y ministro apostólico. Gozan del respeto de los extranjeros y destacan por su gentileza y hospitalidad.

 

Fortalezas y pueblos

Los cuatro presidios arriba mencionados están habitados por militares en servicio activo; sin embargo, el más poblado de ellos, Monterrey, no tiene más de 700 almas y otros tienen muchas menos. En 1826, Monterrey contaba con 70 hombres del comando militar, 30 de infantería, cerca de 25 de artillería y se supone que había cerca de 400 mujeres.

Además de estos establecimientos, en la Nueva California existen tres poblaciones en las que viven militares retirados, así como los que nunca entraron al servicio, junto con los descendientes de los primeros pobladores de California o los que han llegado posteriormente de otros lugares de México. El primero de estos pueblos es el de San José, ubicado en la misión de San José en el distrito del puerto de San Francisco. El segundo, es la villa de Branciforte, localizada en las inmediaciones de la misión de Santa Cruz. El tercero es el pueblo de Los Ángeles, cerca de la misión de San Gabriel, situada en los alrededores del golfo de San Pedro. Este último asentamiento es el más poblado, sus habitantes son más de 1 000 de ambos sexos. Se encuentra situado en una planicie, a tres kilómetros de la cordillera y a 30 kilómetros del mar. Dicen que el clima de esta zona es el mejor de toda la California, pues al estar alejado del mar, solamente cinco o seis días al año hay niebla. Estas poblaciones están gobernadas por un alcalde, electo entre la población, quien resuelve todos los asuntos menores. A los delincuentes se les conduce al presidio para ser juzgados por los diputados o los comandantes de estos lugares; el gobernador dicta las condenas.

En los últimos diez o quince años, cuando los barcos extranjeros comenzaron a llegar a California, so pretexto de comerciar con los nativos, algunos marineros europeos y otros de raza negra abandonaban las embarcaciones para quedarse en las misiones o en otros establecimientos. Unos se convirtieron al catolicismo, se casaron y se dedicaron a la agricultura, a la ganadería y ahora viven mejor que los californios nativos, quienes flojos y vagos, apenas si consiguen su alimento.

De nuestro poblado Ross desde el principio y posteriormente, han huido algunos rusos, aunque ninguno de ellos ha permanecido; todos se han ido de California: unos a México, otros en buques mercantes hacia Europa y a Estados Unidos.

 

Clima

El clima de la Nueva California es templado; tiene dos estaciones, verano e invierno. El verano comienza en abril o mayo y se prolonga hasta noviembre o diciembre. En verano casi siempre soplan vientos del noroeste, y en los distritos de San Francisco y Monterrey las costas se cubren de una densa bruma. Desde lo alto de las montañas se observa un hermoso cuadro: bajo la sombra de los verdes laureles, en la canícula y con un aire suave, se ve una espesa neblina que cubre la superficie de la tierra, rizándose como si fuera mar, por todo el horizonte. La cumbre de las montañas parece una isla en medio de la niebla gris.

En noviembre o diciembre comienzan a soplar vientos del sureste al suroeste, llueve torrencialmente hasta inundar la tierra, deslavar las construcciones, arrasando los sembradíos. En verano casi no llueve, sin embargo el rocío humedece la tierra. En los inviernos fríos cae nieve en San Francisco, la que pronto desaparece. En el litoral de los distritos del norte no hace mucho calor, pero sí en los lugares alejados del mar donde no hay vientos ni niebla. A veces, llueve poco en invierno y esto es tan malo para la agricultura como el exceso de agua. En estas ocasiones, la sequía echa a perder las cosechas y la tierra no da sus frutos. En ninguna casa de esa provincia hay chimeneas o estufas, a pesar de que en los distritos del norte se siente bastante frío.

El aire es sano en todas partes, aunque algunas veces, durante el cambio de estación, llega a ser insalubre y provoca enfermedades. Es extraordinaria la calidad del aire en época de luna llena; hemos visto en la mañana el fino contorno de la luna vieja y, en la noche, algo semejante a una luna nueva, lo que generalmente se ve hasta el día siguiente.

El clima más templado y agradable se encuentra entre Santa Bárbara y San Diego. Allí rara vez hay niebla y es común el cielo despejado; aunque de día hace bastante calor, el paso del día a la noche no es tan perceptible como en los límites septentrionales de la provincia. Al faltar la luz diurna, la gente se libra únicamente del bochorno, pero el calor del aire cambia muy poco.

En Monterrey, por el contrario, si el día es muy caluroso, la tarde es húmeda y cala el frío; cae un tupido rocío que se mete hasta los huesos. Con semejantes cambios de temperatura es fácil resfriarse y tener fiebre. En invierno, cuando soplan vientos del suroeste, se desatan tormentas con truenos. Casi todos los años ocurren temblores en la zona de Santa Bárbara, mientras que en las otras regiones tiembla poco. En la primera se encuentran dos volcanes que actualmente sólo humean; detrás de las montañas, al este del puerto de San Francisco, se ve un lejano resplandor, señal de que en ese lugar arde un volcán, del cual hablan los indígenas. En febrero de 1827, durante un fuerte temblor nocturno, a la distancia se alcanzaron a escuchar ruidos parecidos al trueno; posiblemente el volcán haya sido la causa de este fenómeno. Hay manantiales de aguas termales en las cercanías de la misión de San Juan en Santa Cruz y en las inmediaciones de San José. A las primeras se les atribuyen grandes poderes curativos para las enfermedades crónicas, aunque sus propiedades no han sido probadas. Cerca de la misión de San Miguel y bajo el pueblo de Los Ángeles brota alquitrán. Asimismo, en muchos lagos de toda California se forma sal.

 

Situación del país

Desde San Francisco hasta el puerto de San Diego y más adelante, a lo largo del litoral, se extiende una cadena de altas montañas. La mayoría tienen cumbres agudas que en invierno se cubren de nieve. Los litorales son altos y escarpados en los lugares donde existen formaciones calcáreas, como en los cabos Drake, Año Nuevo, Santa Cruz, Concepción, Santa Bárbara y el de Hambre (Famine) en San Pedro, o de cuestas arenosas y peñascos, como en el interior del golfo de Monterrey. En tiempo de calma se alcanza a escuchar el oleaje y la resaca de estas costas hasta ocho o nueve kilómetros mar adentro. En muchos lugares, las altas montañas colindan con la costa y, por su posición, a veces forman declives o riscos como en el golfo de San Francisco y, más adelante, hasta Santa Cruz.

No lejos de las costas se encuentran hermosas planicies de tierra negra, extraordinariamente fértil y fecunda. Una de estas planicies está en las inmediaciones de las misiones de Santa Clara y San José. Hay otra, bastante extensa, cerca de la misión de San Juan Bautista y otras más se extienden desde la misión de San Gabriel hasta San Diego. Las colinas o montículos y los lugares cercanos al mar son arenosos y no se trabajan; en algunos de ellos se produce pastura para la alimentación del ganado. Las cimas de las montañas son rocosas y áridas, pero estos inconvenientes, comparados con todos los lugares útiles, resultan poco importantes.

La ubicación de la misión de Santa Clara en una amplia meseta es muy interesante. Hace veinte años, el padre Magino, jefe de la misión, plantó una alameda que iba de esta misión al pueblo de San José, a una distancia de cinco kilómetros o una legua. La superficie llana del terreno no requirió de esfuerzos artificiales; en verano, los árboles proporcionan a los viandantes una espesa sombra. La anchura de la alameda es de cuatro sazhen.4

A excepción del Colorado, no existen grandes ríos a lo largo de la costa; sin embargo, pequeños riachuelos, arroyos y hasta algunos lagos, proveen de agua a la población. Los puertos de Monterrey, San Pedro y San Diego carecen por completo de agua corriente, cuya fuente son los pozos.

San Francisco, a pesar de no tener agua fresca, es el mejor puerto; basta cruzar el estrecho para encontrar arroyos que bajan de las montañas y en donde se abastecen los buques. Además de San Francisco, los buques pueden atracar sin peligro todo el año en San Diego y Monterrey. Las otras radas están más o menos a cubierto de los vientos del noreste y abiertos a los vientos del sur, lo que las hace muy cómodas para los navíos en verano; en cambio, en invierno, resulta peligroso permanecer en las mismas.

La corriente del mar en San Francisco alcanza hasta ocho nudos, pero en el puerto es de dos a cuatro. En San Diego es de seis nudos y de dos a tres en el puerto; en este puerto durante la luna nueva o llena, cuando soplan vientos del sur, de los arrecifes se desprenden gran cantidad de plantas marinas. La corriente las arroja al puerto y se adhieren a las cuerdas de los barcos en toda su profundidad, material que si no se remueve a tiempo, el barco se va a la deriva.

Con la luna llena, el agua sube en Monterrey, San Francisco y en La Bodega unos dos metros, mientras que en San Diego llega a los tres metros y medio. En San Francisco y en Monterrey, la marea baja cerca de las once, en San Diego cerca de la nueve de la mañana y, en el puerto de la Bodega, aproximadamente a las diez.

 

Productos

La parte norte de California, es decir los distritos de Monterrey y San Francisco, contienen extensos bosques con árboles como roble, pino, laurel, alisos y chaga. Además existen diferentes tipos de arbustos, mimbres, avellanos y un tipo de sauce pequeño denominado hiedra ponzoñosa,5 es decir, sauce venenoso, que crece silvestre en la mayor parte de las costas del golfo de San Francisco y en Monterrey. El envenenamiento se produce al contacto con la savia del árbol o con sus hojas, o incluso por el olfato; después causa inflamación en la piel acompañada de comezón que se extiende por todo el cuerpo, la que desaparece por si sola a los dos o tres meses.

En los distritos del sur no existen bosques cerca del mar, a excepción de los sitios montañosos más distantes, pero son sotos de pequeños robles, alisos y otros arbustos, entre los que deben mencionarse las tunas, que crecen por doquier. Éstas tienen tallos con gruesas y anchas hojas cubiertas de espinas; su fruto se parece al higo por su aspecto y sabor; también se recoge seco y constituye una de las principales reservas de los indios salvajes. En las montañas crecen árboles de diferentes clases, entre ellos el cedro. Los piñones de éste se parecen mucho a los de Siberia, pero son dos veces más grandes.

En abril y mayo florecen todas las plantas y por las colinas se extiende un fuerte aroma; a partir de junio o julio se secan las plantas y la tierra pierde su encanto. En toda la Nueva California se cultivan frutas en abundancia. Manzanas de diferentes clases, peras, duraznos e higos son propios de todo el país; en los distritos del sur, comenzando desde Santa Bárbara, crece una multitud de viñedos y se cultivan limones, naranjas, naranjas agrias, granadas y plátanos. Los huertos se adornan con rosales, claveles y alhelíes, donde se cultiva una gran variedad de plantas medicinales. Entre las hortalizas pueden mencionarse melones, sandías, calabaza, ajo, cebolla, papa, diferentes tipos de col, lechuga y otras legumbres. Sin embargo, todos estos productos de la tierra sólo pueden encontrarse en las misiones.

Entre los granos se cultivan trigo, cebada, arvejas, cacao, frijol, garbanzo, lenteja y maíz. En todos los distritos hay valles fértiles. En una buena cosecha, el trigo rinde de 60 a 70 por grano sembrado. Se han dado casos en que una fanega ha producido más de 100; no obstante, los años buenos no son frecuentes, a veces las inundaciones ocasionadas por las lluvias de invierno las echan a perder, o bien las acaban  la sequía o la neblina; en estos casos, las cosechas dan de diez a quince por gramo; en ocasiones apenas si se logra recuperar el grano para la siembra. Se considera que una cosecha normal produce 20, 25 o 30. En 1823, la misión de San Diego recogió 11 000  fanegas de trigo y 1 000 de cebada de una siembra de 400 fanegas. Pero en los cuatro años siguientes no hubo cosecha. En 1826, en la misión de San Luis Rey se sembraron 1 000 fanegas y se recogieron únicamente 700. En este año, el grano se echó a perder a causa de la roya. El maíz produce 300, 400 y hasta 500 fanegas por medida y constituye el principal alimento de los habitantes.

Para la siembra del trigo se prepara la tierra en noviembre o diciembre después de las primeras lluvias; comúnmente esto se hace con yuntas. En diciembre o enero, y a veces en febrero, se siembra y se recoge en julio o agosto. Se trilla en un área limpia, con la ayuda de caballos, tarea que al final deja mucho polvo en el grano.

Los roedores ocasionan grandes daños a la vegetación en toda California. Van de un lado a otro bajo la superficie y devoran las raíces de las plantas, lo que impide su reproducción.

De todos los frutos, la uva es la que deja las mayores utilidades. Cada una de las misiones, desde la de Santa Bárbara hasta la de San Diego, produce cerca de 100 barriles de aguardiente y vino; en el pueblo de Los Ángeles, en un buen año, se destilan hasta 150 barriles de aguardiente, muy parecido al vino ruso caliente, y según aseguran muchos, muy perjudicial para la salud.

Se obtienen vinos blanco y rojo, a veces bastante buenos, sobre todo en la misión de San Luis Rey; sin embargo, en general son de baja calidad. Un barril de aguardiente se vende en 40 o 50 piastras y el de vino entre quince y veinte. Las manzanas y otras frutas se venden a los buques extranjeros a dos piastras por arroba y la cebolla a tres. En las misiones del sur se procesan aceitunas en salmuera y se venden a dieciocho o veinte piastras el barril. En la misión de San Diego se cultiva algodón de buena calidad. En algunos establecimientos se produce lino y cáñamo, aunque no siempre se dedican a esto.

 

Fauna

Son numerosos los hatos de ganado mayor y menor que se crían en las misiones, así como entre particulares, manadas que son la principal riqueza de esos lugares. Muchas misiones poseen entre 20 000 y 30 000 cabezas de ganado mayor. La ganadera es la actividad fundamental en las misiones de San Luis Rey, San Diego, San Gabriel, San Luis Obispo y San José. Las primeras poseen entre 25 000 y 30 000 cabezas de ganado mayor y las últimas entre 18 000 y 20 000. Más aún, una parte del ganado ha escapado a las montañas, haciéndose mostrenco. El número de caballos y mulas es suficiente, hay gran cantidad de ovejas y, por el contrario, existen muy pocos cerdos. Los perros en California son mansos, de buena raza, y se les encuentra en todas partes.

Entre los animales salvajes se cuentan osos, zorras, lobos americanos, glotones pequeños, cabras salvajes, carneros, venados, lobos auténticos y otros, más pequeños, que aquí llaman coyotes;6 éstos rondan cerca de las poblaciones, hurtan de noche la carroña o los desperdicios y aúllan como los perros de Kamchatka. Los gatos salvajes son dos veces más grandes que los domésticos y atacan frecuentemente a los caminantes. Tienen hermosa piel, parecida a la del ocelote. Ratas se encuentran por doquier; en algunos lugares, se crían conejos y liebres.

En toda la provincia subsisten muchas víboras; en los límites australes las hay venenosas con cascabel, de siete centímetros pulgadas de ancho y hasta metro y medio de largo. En los pantanos proliferan ranas, lagartijas y cangrejos. En los distritos del norte hay pequeñas tortugas de tierra que se acostumbran rápidamente a la mano del hombre.

Abundan los gansos, que vuelan desde los límites septentrionales. Pasan el invierno en la Alta California desde octubre hasta marzo o abril, después vuelven a partir. En invierno y verano hay cigüeñas, así como garzas grises y blancas, además de diferentes clases de patos y chorlitos. Sin embargo, el plato más exquisito de la fauna local son las llamadas “codornices”,7 aves parecidas a las ortegas, del tamaño de una paloma. Por el nombre que se les dio a estos pájaros se supone que son codornices, pero en realidad no se les parecen en nada. Estas aves se encuentran en toda la provincia.

Entre las aves de rapiña son comunes las águilas, gavilanes y halcones de diferentes tipos; los hay con la cabeza desnuda cubiertas por un apéndice carnoso, parecidos a la de los pavos. Existen también cornejas que se alimentan de basura e inmundicias en las inmediaciones de los poblados. Hay urracas de pico blanco, de tamaño un poco inferior a las europeas.

Entre las aves de corral hay gallinas y, en algunas misiones, guajolotes. En muchos lugares se crían palomas, pues no existen las palomas salvajes.

Entre los animales marinos hay castores en toda la costa, sibuchi, morsas y focas. Durante las migraciones de peces, aparecen grandes cantidades de ballenas, generalmente seguidas de orcas.

En el mar hay una enorme variedad de peces. Algunas especies como las sardinas y la macarela se acercan a las costas periódicamente y otras viven ahí en forma permanente. Los más notables son el tiburón, el pez rueda, el sakate y la escorpena con grandes dientes. Existen, además percas y lo que los cazadores rusos denominan pez kuzmá. En el golfo de San Francisco hay gran cantidad de esturiones, que también se encuentran en los ríos Slavianka y del Pájaro.

Existen cangrejos marinos de diferentes clases y con grandes colas, parecidos a las langostas. Estos últimos se hallan en gran cantidad en San Diego, en Cabo de Hambre, pero lo más extraordinario es que no tienen grandes tenazas. En los alrededores de San Diego puede haber ostras y, en toda la costa, una gran variedad de conchas. Una de éstas tiene un hermoso color azul y es muy apreciada por los indígenas de la costa noroeste, y en el cantón de los americanos se venden a diez piastras. En el golfo de la Antigua California hay criaderos de perlas cuya calidad no es inferior a las de Ceylán.

Entre las aves marinas se encuentran pelícanos, unas que aquí llaman alcatraz, diferentes tipos de gaviotas, albatros y muchas otras.

 

Población

Los descendientes de los españoles asentados de tiempo atrás en la Alta California, así como los que han emigrado aquí desde otras provincias de México, los militares y civiles que habitan en los cuatro presidios y tres pueblos, no son más de 1 000 hombres y sumados los dos sexos no pasan de 4 500. Los españoles peninsulares, incluyendo a los misioneros, no son más de 50. En todas las misiones de la Alta California hay poco más de 20 000 indios en total. Extranjeros, es decir, ingleses, americanos, negros y otros son aproximadamente 100. En total, la población puede calcularse en no más de 25 000 almas en toda la provincia, excluyendo a los indios libres, que son muy numerosos en el interior.

Las mujeres en California son extremadamente fértiles: cada matrimonio tiene una prole de diez, quince y hasta dieciocho hijos. La fidelidad aquí se juzga diferente; por ejemplo, se cuenta la siguiente anécdota: un extranjero que visitaba en San Francisco a un conocido con numerosa familia, al ver a los niños preguntó asombrado: ¿cómo es que unos tienen pelo rubio, otros castaño, pelirrojo y otros negro? No hay de qué asombrarse, contestó fríamente el jefe de familia: éste es un puerto y viene gente de diferentes naciones; a nuestra casa han llegado ingleses, americanos, rusos y franceses. La madre de familia, ahí presente, se cubrió con el chal y bajó la cabeza. Pero, repito, esto es sólo un relato sobre una familia.

 

Costumbres

Los californios en general eran flojos, descuidados y de cortas luces; su simpleza de ánimo les daba una apariencia infantil. El actual gobierno de México intenta introducir las costumbres europeas y ha comenzado por el vestido, los bailes y la comida. Los jóvenes se visten a la europea, beben té y café, utilizan cubiertos y otros utensilios. Sin embargo, los viejos siguen aferrados a sus costumbres: su vestimenta consiste en pantalones cortos, parecidos a los de golf, con botones (sin abotonar) a la altura de las rodillas; abajo llevan cosido un galón de oro de dos centímetros y medio de ancho. El chaleco, largo, de seda o algodón multicolor, se abrocha solamente de abajo, con dos o tres botones. En la parte superior usan una chaqueta de paño azul con cuello rojo, con solapas y bocamangas; encima de ésta se ciñen un cinturón de seda roja, a veces con borlas. Las botas, de piel de venado curtida, son cortas; las de los ricos llevan bordados de oro y seda. Arriba de las botas, de la rodilla al tobillo se envuelven la pierna con una gamuza de color ocre en la que están grabadas diferentes figuras. Con frecuencia, debajo de los pantaloncillos se asoma la ropa interior y debajo las medias que llegan hasta las botas, cuando la pierna no está cubierta con gamuza. No se anudan los pañuelos al cuello, sino que enrollan las puntas y las pasan por un anillo o sortija que brilla en el pecho. La cabeza la cubren con una pañoleta de seda o de algodón cuando salen y encima, se ponen un sombrero. En lugar de capa usan una tela, parecida a un cobertor, con una abertura al centro (sarape),8  por ésta pasan la cabeza y de este modo se arropan. Muchos usan sarapes de una delgada tela azul con un cuadro de terciopelo al centro, rodeado por un fleco con borlas; los sarapes más comunes son los de lana de colores que se fabrican en las misiones. Las mujeres más anticuadas usan falda y se cubren el pecho con un tosco chal de algodón (rebozo). Por lo general usan este mismo chal para cubrirse la cabeza y se envuelven de tal manera que sólo se les ve la mitad de la cara. Las damas modernas usan vestidos largos de muselina o seda; se hacen bucles y llevan peinetas adornadas con flores artificiales. El chal cubre solamente los hombros. Las casas de la gente ordinaria carecen de piso y techo y por la suciedad proliferan las pulgas.

La comida de los habitantes de California consiste en maíz, frijol y carne. El maíz se hierve en agua, a lo que se agrega algo de cal para que se cueza mejor; lo muelen en una piedra hasta convertirlo en harina, con la cual mezclada con agua, preparan unas tortas (tortilla)9 parecidas a los bliny10 que la mayor parte de los habitantes utilizan en vez de pan. Se preparan al momento de comerlas pues calientes son más sabrosas. El frijol se guisa con manteca;11  la carne se prepara generalmente en una salsa con bastante chile o simplemente se cuece hasta deshacerse y se come con la salsa de chile. De las verduras, gustan de la calabaza y de un fruto llamado tomate en español y en inglés, love apple, que preparan en salsa.12 En la mesa, aunque haya diez personas, se colocan sólo uno o dos cuchillos y no se utilizan tenedores. Los hombres de todas las edades fuman cigarrillos de papel y muchas mujeres maduras también lo hacen. Los hombres beben vodka (aguardiente) con las comidas y las mujeres, aun las jóvenes, gustan del vino. Muchas mujeres de baja ralea son buenas bebedoras, de aguardiente y ron, principalmente. Puede decirse que los californios son sobrios, ya que rara vez se les ve borrachos.

No hace más de diez años que los misioneros comenzaron a utilizar cubiertos y los funcionarios de mayor rango introdujeron el uso de ropa de cama, sillas y sillones. En las casas de los habitantes más antiguos casi siempre hay un diván o cama en la que se sienta la dueña junto las hijas, en camisa y falda, cubriéndose apenas con el chal; en presencia de extraños se envuelven con el rebozo. Los niños andan muy sucios y son extremadamente traviesos.

Los californios son excelentes jinetes. Desde temprana edad comienzan a montar y con los años se convierten en expertos. Con gran precisión lazan a los cuernos del toro o la cabeza del caballo, cuando tienen necesidad de agarrarlos. Los cazadores persiguen osos, los lazan del cuello y de las patas; luego, los llevan a gran distancia. Es usual que dos hombres, sin más arma que sus reatas, se lancen tras esta peligrosa presa. Los niños también andan con lazos y desde la infancia se acostumbran a atrapar animales por este medio, desde cerdos, gallinas y, por travesura, con frecuencia a los caballos.

Los hombres no hacen casi nada y si logran conseguir en las misiones indios para trabajar, andan con los brazos cruzados enseñando a los indios lo que hay que hacer. Entre ellos no hay ninguno que conozca un oficio. Desde que se inició el libre comercio, algunos habitantes comenzaron a labrar, a sembrar trigo y a acostumbrarse al trabajo; sin embargo, no se libran de su pereza.

Cuando se saludan por las mañanas, generalmente hacen preguntas sobre la salud, trato que exige forzosamente tres o cuatro respuestas, y luego comienzan a hablar del clima. Es extraño el comportamiento de los jefes con los subordinados. Por ejemplo, cuando un soldado se acerca a un oficial, le estrecha la mano, pregunta por su salud y al recibir respuesta le dice que se alegra de hallarlo sano; agrega a esto algún otro saludo y al recibir respuesta, como por casualidad, relata lo que ha hecho o pregunta qué debe hacer. Al despedirse dice siempre: “Hasta luego, o hasta mañana, si Dios quiere”. Los mismos oficiales comentan con frecuencia que, en el estado actual del gobierno, como no hay con qué pagar a los soldados, es imposible obligarlos a una estricta disciplina. No hace mucho, uno de los comandantes de la fortaleza, al escuchar uno de los disparates de un soldado, le advirtió que le encontraba parecido con don Quijote. El soldado, colocando las manos sobre el pecho, le respondió: “Fue muy simple encontrar ese parecido, pues desde hace tiempo yo le había encontrado a usted semejanza con Sancho Panza”. Como cada uno puede decir lo que quiera, el oficial no pudo contestar ni una palabra.

Los californios llevan consigo un gran cuchillo, que, envuelto en alguna cosa, se coloca en la gamuza que usan en la pierna; éste lo utilizan a la hora de comer. Cuando discuten se encienden hasta la locura; hay ocasiones en las que al no poder convencer al contrario o justificarse, uno de ellos toma el cuchillo en ese instante y, sin pensar más, lo clava en su contrincante. Es frecuente, y todavía ocurre, que por tonterías se provoquen heridas mortales o se maten. No se sabe de suicidios entre ellos. El robo entre las personas de baja ralea es frecuente; incluso, cuando se les llama a juicio a las salas, hay que cuidarlos o alejar los objetos atractivos.

Son empedernidos jugadores de cartas y es común que cuando dos o tres personas se encuentren en el camino, se detengan, extiendan el sarape, se pongan a jugar naipes y terminen en pleito. La pelea de gallos es también una de las ocupaciones predilectas de los californios. La lotería también se juega mucho, pero las cartas son de diferente tamaño y la apuesta se hace según su número; por ejemplo, por una carta en la quinta línea, un real, en la décima, dos; en la quinceava, tres; en la vigésima, cuatro, etcétera. Se reparten las cartas en la mesa y cuando se juntan varios jugadores, entonces algunos de ellos, especialmente los niños y las mujeres, se sientan en el suelo con sus hileras y al escuchar su juego lo cubren con una semilla de maíz. Quienes quieren ganar rápido colocan entre sí algunas piastras hasta el primer endrino ¿águila o sol? pero, sobre todo, ganan o pierden jugando pares y nones. Observé cómo algunos soldados que traían cerca de 50 piastras las perdieron en dos jugadas.

La mayoría de los californios son altos y de complexión robusta. El color de la piel es morena; el rostro es regular, con nariz recta o aguileña, el cabello negro, recogido en una larga cola; se dejan patillas largas y muy pocas veces se afeitan la barba. En su semblante se refleja la severidad de su carácter, heredado de los conquistadores de México.

La hospitalidad es una virtud ajena a ellos; sin embargo les gusta ser convidados. Si se invita a comer a dos o tres personas, seguramente traerán a diez o más de sus conocidos, sin considerar si en el barco hay o no lugar para recibirlos.

El descuido de los habitantes es evidente cuando se visita los pueblos; cerca de las casas están desperdigados por doquier los cráneos con cuernos y los huesos de las reses que sacrifican cada sábado en los patios; después de quitarles la piel y la carne, tiran la cabeza, las patas y las vísceras. Nunca barren la suciedad y la esparcen por todos lados porque no cuentan con lugares especiales. Después de esto, es fácil imaginar cómo es el aire que se respira en estos pueblos.

El principal ejercicio de los habitantes es la equitación. Las mujeres usan una silla especial para montar de lado y lo hacen hábil y velozmente. Las carretas tienen dos ruedas de madera de una pieza, de diez a doce centímetros de ancho; pero los ejes son toscos, la caja está hecha de varas largas, atadas con cártamo. A estas carretas uncen de dos a cuatro bueyes para el transporte de la carga pesada, que por ejemplo es de doce a veinte fanegas de trigo, es decir, entre 50 y 80 puds.13  Por otra parte, ninguno de los habitantes tiene carruajes, a excepción de algunos misioneros, quienes utilizan la calesa europea.

La mayor parte de estas observaciones corresponden a los antiguos habitantes, arraigados a las viejas costumbres. Los jóvenes, y sobre todo los que vienen de México, en donde se ha extendido la educación, son corteses, afables y podrían ser hospitalarios, si en el futuro practicaran la economía y el ahorro.

Los ajuares de sus hijas y esposas constituyen el gasto principal de los californios. No estoy para juzgar sobre el gusto de las damas, estimulado por diversos factores; ellas en todos lados tienen sus debilidades y caprichos; ya sea en California y Kamchatka, en Europa y en la costa noroeste de América. Si en el más remoto de estos países una concha azul en la oreja de una mujer despierta la envidia en la otra, lo mismo sucede con los rebozos entre las mexicanas.

Según el orden natural de las cosas, parece ser que las diversas etapas en la vida de un hombre, desde la infancia a la vejez, pueden aplicarse a una nación. Me atrevería a hacer la siguiente observación: hasta el presente, los mexicanos habían permanecido en la infancia. G.E. dijo alguna vez que eran máquinas que se movían en diferentes direcciones. Ahora están en la juventud y, en efecto, los mexicanos han conocido ya la forma de vida y la política de Europa o, mejor dicho, con el espíritu de ese tiempo, saltan de gusto como niños, con la sencillez característica de esta edad. Todavía ignoran los ardides y las intrigas de las naciones más viejas. Sus razonamientos muestran una candidez natural, y si en este sentido se compara a los habitantes nativos de América, entonces debemos suponer que su defecto predominante es el espíritu de venganza, que tampoco es ajeno a estas naciones en desarrollo. No deja de sorprender la rabia que sienten contra los españoles, cuya sangre llevan en las venas; en este caso, se reafirma la exactitud del proverbio ruso que dice que no hay enemigo más grande que el hermano.

Ingleses, franceses, españoles e italianos, buenos y canallas, de tiempo en tiempo se multiplican en México y en otras repúblicas. De estos maestros los pueblos jóvenes aprenderán la malicia; pero todavía durante mucho, mucho tiempo, no podrán estar al lado de los europeos cultos. Dicen que en México se ha abierto una Academia de Ciencias y Artes y diversas instituciones educativas, en las que ya existen pintores y escritores. Los periódicos de allí están llenos de poemas.

 

Comunicaciones con México

La comunicación marítima entre México y California es mínima. Hasta el momento se ha utilizado solamente el bergantín San Carlos, que cada dos o tres años llega a California transportando en ocasiones empleados, en ocasiones algún dinero o equipo de artillería.

En 1826, el gobierno mexicano compró dos buques de tres mástiles para destinarlos a las comunicaciones. Generalmente el camino a México se hace por la costa; partiendo de Monterrey, se sobrepasan las misiones que existen cercanas a la costa hasta llegar a la de San Diego en la Alta California; de allí se continúa por la península de Baja California, primero por la costa noroeste, posteriormente se cruza a la del lado este, al pueblo de Loreto. En este lugar hay pequeños veleros y  grandes embarcaciones de remos, en las que según el tiempo y los vientos, se navega a través del golfo con destino a Guaymas, Mazatlán o San Blas. Generalmente, un viaje rápido desde Monterrey hasta la ciudad de México se hace en dos y medio o tres meses. Pero eso en invierno, porque en época de lluvias es mucho más tardado. En San Blas, el mal tiempo dura de mayo a octubre, por la canícula que causa multitud de enfermedades contagiosas. El correo regular se envía mensualmente a México; los mensajes urgentes se hacen por vías especiales, según las necesidades.

El actual gobierno intenta construir un camino hacia San Diego bordeando el golfo o Mar Rojo,14  a través del Río Colorado, que en verano se seca tanto que hasta puede atravesarse el vado; sin embargo, los indios nómadas que viven en su desembocadura, todavía no aceptan esta medida. Se espera convencerlos y establecer una estación de correos, lo que acortaría sensiblemente la comunicación.

 

Comercio

Debido a las actuales condiciones de descuido de los habitantes y negligencia de los misioneros se exportan muy pocos productos del país. Los más importantes son pieles de bovino sin curtir, sebo, trigo y, en reducida cantidad, castores. El libre comercio con todas las naciones se inició en 1821 y, desde entonces, llegan anualmente hasta diez barcos ingleses y estadunidenses con mercancías procedentes de Calcuta, Cantón, Boston y Liverpool. Nosotros comenzamos a tener relaciones regulares con California desde 1817, para la compra de provisiones, siempre con un permiso especial del gobernador, asunto que ya comentamos detalladamente en la primera parte de mis Apuntes sobre nuestras colonias en América.

Durante la revolución de independencia en Lima se enviaron allí, desde California, en el curso de tres o cuatro años, entre 3 000 y 5 000  fanegas de trigo. Pero actualmente, esa actividad se ha suspendido. Para nuestras colonias se exportan anualmente de 1 500 a 3 000 fanegas de trigo. Su precio en la localidad es de tres a tres y medio piastras por fanega.

En todas las misiones se venden entre 25 000 y 30 000 pieles de reses sin curtir, cuyo precio oscila, de acuerdo al tamaño, entre uno y medio y dos piastras. Éstas se exportan a Inglaterra y a Estados Unidos. Para Inglaterra se paga un flete de una piastra por cada piel, que pesa de 25 a 30 libras. En ese país se vende cada piel en seis piastras y se obtiene más del 100 por ciento de ganancia neta.

El sebo de California se enviaba  a Lima y San Blas; por  lo  regular de  5 000 a 8 000 y, rara vez,

10 000 quintales;  se compraba a uno setenta y cinco o dos piastras por arroba. Durante la época de la revolución, se vendía en Lima a 24, pero por lo general a catorce piastras el quintal; a veces aún más barato y, en ese caso los vendedores sufrían pérdidas.

Los castores marinos, que son cazados por los indígenas de las misiones, se venden en la localidad a los estadunidenses, los grandes en dieciséis y veinte piastras; pero también se llevan a México, donde apenas comienzan a utilizarlos. Con ellos se fabrican gorras y se ribetean los abrigos y cuellos. Aquel que no posee un sombrero de piel de castor se considera un ignorante del buen gusto. En México se vende cada piel en 30, 40 y hasta 50 piastras. Anualmente se traen de California entre 100 y 200 pieles grandes.

La  exportación anual  de  los  diversos productos  de California  alcanza entre 80 000 y 100 000 mil piastras, incluyendo las reses que los extranjeros adquieren en los barcos, ya sea para víveres o para salarlas. Una res grande cuesta ocho piastras y una mediana, siete. Los americanos compran los cuernos de los toros en tres o cuatro piastras.

Personas bien informadas sobre el estado actual de las provincias, dicen que existen aproximadamente 180 000 cabezas de ganado y que una cuarta parte se sacrifica; en consecuencia, se pueden reunir anualmente unas 45 000 pieles, un tercio de éstas se destina a las necesidades domésticas, es decir, a la fabricación de calzado, arreos, monturas, cinturones, sacos para sebo, monederos, etcétera; mientras que dos quintas partes, es decir 30 000 pieles, se exportan; aún no podemos considerar que esta cifra sea constante ya que generalmente la exportación se reduce a 20 000 o 25 000 mil pieles.

Los barcos de los cazadores de ballenas practican esta actividad en las aguas situadas entre las costas japonesas y California; anualmente llegan a los puertos de esta última zona entre veinte y 30 navíos para aprovisionarse. Compran carne fresca, papas, calabaza, frutas y verduras. A los barcos balleneros y a otras embarcaciones que vienen aquí con otros propósitos se les cobra un impuesto de diez piastras. Pero a los buques comerciales se les cobra uno más elevado: de dos y medio piastras por tonelada de carga y hasta 1826 un 25 por ciento sobre el producto de las ventas; actualmente, este impuesto alcanza el 42 por ciento.

Cada año llegan embarcaciones desde Lima y México; a veces uno, otras dos barcos de México; traen tabaco en hoja y procesado, es decir cigarros, y rebozos de diferentes tipos. Los veleros de Lima llegan con cacao y productos europeos y, en ocasiones, dinero para comprar sebo.

En 1826 llegaron tres embarcaciones con bandera de las islas Sandwich, a nombre del gobernador Cariman. Su capitán era de los Estados Unidos de  América así como algunos marinos, pero la mayor parte de la tripulación era de ese archipiélago.

Algunos de esos barcos anclaron cerca de la isla de Guadalupe y en el curso de un año mataron cerca de 8 000 ballenas. Mientras tanto, en California se abastecieron de caballos, ganado mayor para las islas Sandwich y compraron trigo y otros granos.

El comercio interno en California es insignificante. En las misiones del sur y en el pueblo de Los Ángeles se producen a veces entre 300 y 400 barriles de aguardiente y vino; una parte de éstos se transporta al norte para su venta en las otras misiones. Los habitantes fabrican jabón, velas, mantas de lana y revenden baratijas. Asimismo, el ganado vacuno y caballar forma parte del comercio interno. Los mejores caballos se venden entre 80 y 100 piastras, los buenos entre 25 y 40, y los comunes entre nueve y quince piastras. Un par de los mejores animales de tiro cuesta de 25 a 30 piastras, y los comunes de diez a quince piastras.

California es rica en recursos y con una buena administración podría exportarse una importante cantidad de pieles de bovino, cuernos, sebo, manteca, trigo, harina, frijol, garbanzo, cebada, maíz, frutas secas, aceitunas en salmuera, aceite de oliva, queso, mantequilla, sal, lino, algodón, cáñamo, lana, gamuza, jamón, carne salada (cecina), jabón, pieles de castor, aguardiente y vino.

Entre los minerales comerciales hay cobre y alquitrán de roca; el primero se encuentra en las sierras inmediatas a San Diego y el alquitrán escurre de la tierra en diferentes lugares. Las minas de plata contienen ricos minerales e incluso plata nativa; en la isla Catalina, el mineral argentífero contiene plomo. Pero pasarán todavía siglos antes de que se dediquen a explotarlos.

Todos los productos europeos se venden en California, principalmente los destinados a la iglesia y los misioneros; por cierto, se cotizan muy bien los paños, telas, lienzos de algodón y seda; igualmente, utensilios de cocina, vajillas, juegos de té, cristalería, sombreros, medias, mesas, sillas, espejos, relojes, armarios, cajones, etcétera.

De acuerdo a las últimas disposiciones del gobierno mexicano se ha prohibido la importación de bebidas alcohólicas, tabaco, maíz, café, azúcar, vestidos, calzado, cobertores y algunos otros productos; pero todas estas prohibiciones no se observan estrictamente y los mismos empleados, encargados de vigilar su cumplimiento, adquieren de los extranjeros esas mercancías.

 

Ejército

El ejército está integrado por fuerza de artillería, caballería e infantería. Las de artillería son enviadas desde México apenas en los últimos tiempos; los otros soldados, en número de 100, fueron asignados en 1820 desde la provincia de Mazatlán y la caballería la forman los habitantes del lugar. Se recluta a los jóvenes por sorteo, para servir por doce años; después de transcurrido ese tiempo, el servicio es voluntario.

Los sueldos, conforme a la última disposición, son los siguientes: el soldado de caballería percibe mensualmente diecisiete piastras, el de artillería quince y el de infantería nueve. Además de su salario, tienen derecho a recibir provisiones y material bélico; los de caballería, caballos. Es por ello que en la libreta de pagos se les proporciona, a cuenta del erario, maíz, frijol, manteca, jabón y tabaco. El primero de estos productos los obtiene el gobierno de las misiones y, el último, a veces se trae de México. Con frecuencia se adquieren telas de algodón, paños, medias y otras mercancías y se distribuyen entre los soldados a cuenta del salario, ya que el efectivo no alcanza para todo ni para todos.

Los soldados enviados recientemente desde México están elegantemente uniformados, al estilo europeo; pero el uniforme de los lugareños consiste en la ropa que se ha descrito anteriormente. Si añadimos a esto la diversidad de sombreros, pañoletas y paliacates que usan, resulta admirable su paciencia.

El comandante general recibe un sueldo de 3 000 piastras, que con diversos sobresueldos llega a

5 000; el comisario percibe 1 000 piastras; el comandante de la fortaleza y el capitán de artillería, 860; el teniente 500 y el alférez 400. En general, se supone que los gastos de ambas provincias ascienden a 100 000 piastras.

Muy pocas veces se recibe dinero de México, y no hay de dónde obtener recursos; de allí que el gobierno tenga cuentas pendientes con todos los servidores. Durante el gobierno español, antes del inicio de la revolución de independencia en México, pasaban incluso doce años sin que se enviara dinero, a cambio los empleados menores no recibían más que algunos víveres a cuenta del salario; después perdieron todo lo que les correspondía porque el gobierno republicano no asumió esas deudas. En las cuentas revisé que, de 1821 a 1827, se debía a los soldados de 400 a 800 piastras por cabeza.

 

Ingresos

De todos los productos de la tierra, el gobierno recibe una décima parte en especie, y con eso, como parte del salario, satisface las necesidades de la tropa. Por lo regular, en el presidio se entregan a las misiones las cuentas de las cosechas de grano y de los animales, para el pago del diezmo. El comandante de la fortaleza asigna a estos productos un precio determinado. Por ejemplo, una ternera, dos y medio piastras, una fanega de trigo, uno setenta y cinco piastras, etcétera. De este modo, lleva una cuenta de cuya suma recibe los bastimentos necesarios para sostener la guarnición. Por cierto, estas cuentas siempre son desfavorables a las misiones; los comandantes recaudan mucho más, y esta suma aumenta la deuda de las misiones año con año, a costa del erario. Los ingresos recibidos de los barcos comerciales extranjeros, como se dijo antes, alcanzan en Alta California de 40 000 a 50 000 piastras, anualmente. A los revendedores que compran el aguardiente en las misiones y lo distribuyen en los pueblos para la venta al menudeo, se les cobran ocho piastras por barril; sin embargo, estas fuentes de ingreso son insuficientes para pagar a los burócratas y empleados menores, por lo que sólo los funcionarios de mayor rango reciben  su sueldo completo, mientras que a los empleados menores se les lleva una cuenta, lo que ocasiona frecuentes quejas y desorden.

 

Indios

Muchos viajeros han comparado a los indios de Albión y de California con el ganado, por su evidente estupidez; a mí me parece que no pueden ser inteligentes de manera natural por varias razones.

1) Al estar organizados en numerosos clanes, con lenguas completamente distintas, no viven en una sociedad en la que por fuerza de la necesidad pronto comiencen a desarrollarse conceptos y la lengua se perfeccione para poder expresarlos.

2) El clima y el paisaje les proporcionan suficientes medios de subsistencia: el roble da bellotas, que constituyen su principal reserva; en muchos lugares crece centeno silvestre, cuyos granos recogen; en el campo hay ratas y otros roedores, ranas y otros animales que constituyen su alimento. Los que viven cerca del mar recogen mariscos, cangrejos, camarones y diversos animales marinos. Son excelentes cazadores de patos y otras aves, así como de cabras de monte, carneros y venados.

3) No tienen casas, ni lugares de habitación permanente, pero siempre encuentran refugio en los huecos de los grandes árboles, en las hendiduras de las sierras, o en chozas de varas, a las que no cuesta abandonar cuando desean desplazarse hacia otros lugares. El fuego lo obtienen frotando trozos de madera seca, que guardan muy bien cuando se trasladan.

4) El clima les permite no tener que protegerse del frío, cubriéndose con pieles de animales o tejidos. Los hombres y las mujeres andan completamente desnudos; a veces, las mujeres se cubren hasta las ingles, con un trozo de piel atado a un cinturón hecho de plantas.

5) Mucho menos comercian entre sí. La naturaleza provee a todos por igual.

6) La mayoría de ellos son completamente pacíficos. Sus armas son arcos y flechas fabricadas con gran habilidad, que utilizan sobre todo para cazar animales y pájaros.

Al vivir en estado salvaje, las necesidades principales de alimento y refugio están cubiertas a cada paso; por tal motivo, es natural que no haya necesidad de esforzar el intelecto para inventar medios que mejoren su situación; a ellos les parece que son los más felices de los habitantes del mundo, cuya existencia conocen por la vecindad o de oídas. Es posible que semejante modo de vida sea producto de su profunda ignorancia. Además no puede negarse que, a su manera, son inteligentes; sus arcos están hechos con gran cuidado y amarrados con tiras de piel de venado. En las flechas colocan puntas de obsidiana, jade o pedernal cuidadosamente tallados; con raíces tejen canastas muy bien hechas y fuertes, adornándolas con plumas rojas y azules y  conchas azules. Hacen hermosos adornos de plumas para la cabeza. Los indios que viven en las islas situadas frente a Santa Bárbara tienen además canoas; pero suponemos que comenzaron a usarlas obligados por los españoles, ya que otros indios que viven también en las proximidades del mar, por ejemplo en San Francisco o en el golfo de Bodega, no las tienen. Cuando necesitan cruzar se valen de juncos atados, de forma tal que parecen dos canoas distintas. En estas embarcaciones, aun en las marejadas, se desplazan velozmente y en San Francisco así se trasladan, con frecuencia, los soldados a las misiones. Los indios neófitos son artistas y artesanos de todo tipo, aunque no alcanzan la perfección, posiblemente a causa de que no tuvieron modelos ni educación sistemática. Muchos entienden español y aprenden a leer y a escribir.

Los aborígenes establecidos en las misiones, por encontrarse rodeados y bajo la estricta vigilancia de los misioneros, han aprendido a vivir en comunidad. Se distribuyen en chozas, en cada una de las cuales habitan dos o más familias. Los artesanos y sirvientes de los misioneros usan vestidos de paño o algodón; pero los trabajadores por lo general usan el sarape de lana con el que se cobijan. Las mujeres visten blusa y falda. Los domingos todos acuden a la iglesia, vestidos pulcramente. Los días de fiesta son de asueto para ambos sexos, y se les da de comer mejor que en domingo. En esos días los indios salen a jugar en grupos especiales. Los hombres, adultos y niños, y, de igual manera las mujeres, forman círculos cerca o enfrente de las misiones. Los viejos se sientan alrededor y los jóvenes ágiles corren tras la pelota. Muchos indios que han ganado la confianza, tienen su propio ganado, cerdos y gallinas, y cultivan hortalizas. Resulta extraño ver cómo 1 000 o 2 000 salvajes obedecen con profunda humildad a un religioso, a quien defienden cinco o seis soldados, apenas mejores que los propios indios. Sin embargo, hay ejemplos de que en ocasiones los misioneros han sido víctimas de la violencia. En Santa Cruz, los indios colgaron a uno de un árbol del huerto.

En 1806, los indios de la misión de Santa Bárbara se amotinaron, pero pronto fueron sometidos y los culpables castigados. Después, en 1818, los insurgentes comandados por el francés Butard asaltaron Monterrey y algunas misiones en California. Esto sirvió de pretexto a los indios para convencerse de la debilidad de sus gobernantes. Desde entonces, concibieron proyectos y llevaron a cabo conspiraciones secretas en muchas fundaciones.

En 1822 hubo disturbios en las misiones de Santa Inés, La Purísima y Santa Bárbara; las dos primeras fueron incendiadas y algunos soldados perecieron, sin embargo se tuvo la clemencia de los misioneros. Con el botín, los indios se ocultaron en lugares apartados y, con grandes precauciones, se establecieron en la isla de un pequeño lago. La partida militar que se envió contra ellos regresó sin éxito. Finalmente, el padre prefecto, mediante exhortaciones, los convenció de regresar. Se olvidaron todos sus delitos y los bienes que robaron de las misiones se les dieron en propiedad.

Los indios que viven en los centros religiosos ya no son tan salvajes y, por lo tanto, su modo de vida no puede compararse con el de los que habitan en las sierras o desiertos, sobre quienes algunos viajeros dicen lo siguiente:

Nueva California está habitada por pequeñas etnias de carácter rudimentario. A semejanza de otros salvajes, se dividen en tribus, que van de un lugar a otro, por capricho o impulsados por la necesidad. Se elige a los jefes entre los viejos, los guerreros y los fuertes; se distinguen entre sí por el tocado que usan; sin embargo, su poder es muy limitado. Sus viviendas son pobres, como las yurtas15 de los salvajes de Norteamérica, y como las de éstos, están hechas de ramas. En cada una viven dos o tres familias juntas. Las mujeres son graciosas, pero en general no son guapas, la mayoría son tan altas como los hombres, quienes tienen varias esposas. Estos indios tienen la frente angosta, los pómulos salientes, ojos hundidos, boca grande, labios gruesos, dientes fuertes y cejas pobladas. La costumbre de arrancarse la barba se ha reforzado entre los indios, aunque no hay una creencia general al respecto.

Las mujeres se preocupan especialmente en depilarse todo el cuerpo y se agujeran las orejas para usar aretes. Se considera que la infancia de las mujeres llega hasta los once o doce años y la de los hombres a los trece. Con rapidez e intensidad expresan pasión, ira y alegría. El color de la tez es oscuro y usan los cabellos largos. Usan pieles de animales al estilo de las epanchá (capa impermeable). Los hombres y las mujeres se visten igual; los niños andan siempre desnudos, pero las jóvenes llevan una cinta en la cintura. Los jefes se adornan con plumas. Las mujeres usan sombrero de palma, llevan collares de concha en Nueva California y de perlas en la Antigua California.

Los hombres se perforan las fosas nasales y las adornan; se tatúan y pintan el cuerpo para inspirar miedo a los enemigos. El cuerpo de los muertos se incinera en una ceremonia especial. Arrancan la cabellera de los enemigos muertos. Tienen brujos que ejercen las funciones de guías espirituales y curanderos, personajes que alimentan un profundo odio a los españoles. Los utensilios en sus chozas se reducen a un carcaj con arco y flechas, dos trozos de madera para obtener fuego, una pipa de barro, una red, tabaco, cuerdas y ganchos para pescar y un palo para cazar conejos.

En general, los californios son dóciles y pacíficos, pero poco inteligentes. Son diestros en la pesca y en la caza de animales, sobre todo de castores. Van tras de éstos en pequeñas canoas para una persona en la que el cazador navega por el mar con una larga cuerda con dos ganchos. Al ver a un castor o a sus crías, el indio procura atrapar a una mientras la hembra está sumergida, la cría grita de inmediato y a este llamado responde de inmediato la hembra, a la que el cazador le entierra los ganchos y la mata.

Las mujeres se ocupan de preparar la comida. En los partos casi no sufren, a los recién nacidos los bañan en agua, los envuelven en una piel y un trozo de corteza y los llevan a la espalda.16 

 Aunque esta descripción no puede aplicarse a todos los grupos de salvajes, por lo que se sabe, en muchos puntos tiene la virtud de ser verosímil.

 

Noticias sobre el Río Colorado

El Río Colorado desemboca en el Mar Rojo o golfo de California. Nace en la Sierra Verde y corre a lo largo de 200 leguas;17 en sus márgenes habitan numerosas tribus de indios nómadas. Los que viven cerca de San Diego, con frecuencia llegan hasta ese puerto. En 1825, el gobernador envió a un empleado a reconocer el río para construir un camino postal. A principios de 1826, algunos indios llegaron a San Diego. Su jefe se hacía llamar general y sus dos subalternos, capitanes. Estos dignatarios se presentaron desnudos, con sólo un taparrabos que pendía de sus cinturas. El comandante general de California, luego de recibirlos y agasajarlos, les regaló vestidos con la esperanza de establecer con ellos una relación duradera; sin embargo, cuando se alejaron de allí, los indios ahuyentaron a todos los caballos que había en las inmediaciones de San Diego y que pertenecían a sus habitantes. La tropa que se envió en su persecución regresó sin éxito. Estos aborígenes son altos, gallardos y fuertes. Su general o jefe se distinguía por llevar un largo bastón con mango de plata. Los hombres y mujeres van desnudos. Tienen ganado y cabalgan sin montura, ágil y diestramente. El Río Colorado es hondo en época de lluvias, pero en verano puede cruzarse por los vados. El gobernador está decidido a establecer un camino postal a México a través del río.

Durante el verano de 1826 llegó a la desembocadura del Río Colorado un barco extranjero; los indios avisaron a San Diego, pero las autoridades no supieron de que nación era. Finalmente, en el mes de noviembre, bajaron desde las sierras al pueblo de Los Ángeles catorce hombres bien armados, americanos de los Estados Unidos. Informaron que habían desembarcado en la desembocadura del río e hicieron la descripción de las localidades aledañas y elaboraron mapas. Debemos confiar en que estas expediciones, con el tiempo, proporcionarán al mundo información confiable sobre la corriente del río y sobre los pueblos que habitan en sus márgenes.

 

_______________________________________

* Estos Apuntes se publicaron en la revista Syn Otiechestvo y Severniy Arjiv, (El hijo de la patria y Archivo del Norte. Revista de literatura, política e historia contemporánea, editado por Nicolai Griech y Fadey Bulgarin.) San Petersburgo, 1829, t. ii, pp. 208-227; 276-288; 336-347; 400-410 y t. iii, pp. 25-35.

 

Notas:

1 Traducción realizada por Rina Ortiz, a quien le agradecemos habernos permitido su publicación en Calafia; e-mail: rortiz@servidor.unam.mx

2 El número de indios en muchas de estas misiones no se señala con precisión. El que esto escribe, como extranjero, no pudo comprobar la información proporcionada por los misioneros españoles. [N. de A.]

3 En las misiones de la Antigua California habitan muy pocos indios y, en muchas de ellas, ya  no existen. [N. del A.]

4 Medida rusa antigua equivalente a 2.134 metros. (N. del T.)

5 En español en el original. (N. del T.)

6 ¿Serán chacales? (N. del A.)

7 En español en el original. (N. del T.)

8 “Sarabo” en el texto en el original. (N. de. T.)

9 En español en el original. (N. del T.)

10 No tiene traducción en español. (N. de T.)

11 Los californianos llaman manteca a la grasa de vaca, que sustituye en muchas ocasiones a la mantequilla; sobre todo para freír se utiliza siempre esta grasa o manteca. (N. del T.)

12 Este fruto se llama entre nosotros tomate y los franceses e ingleses lo denominan “manzana de amor” (pommes d'amour).

13 Pud: medida antigua rusa de peso, equivalente a 16.3 kilos. (N. del T.)

14 Se refiere al golfo de California, a quien los misioneros jesuitas llamaban Mar Roxo, debido al color de las aguas que descargaba el Río Colorado. (N.T.)

15 Yurta: tienda de campaña de los nómadas de Asia Central y Siberia.

16 Del libro: Spanish America, vol. I, pp. 76 y ss.

17 Esto es un error. El Río Colorado nace en las Montañas Rocallosas y, después de un largo recorrido de 2 730 kilómetros llega a su desembocadura. (N. del T.)