La compañía ruso-americana en Alta California, 1812-1841 |
Martha Ortega Soto*
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Este artículo tiene como objetivo presentar un panorama general sobre la presencia de la Compañía Ruso Americana (rak, por sus siglas en ruso) en Alta California. Es menester aclarar que ésta tuvo dos vertientes: una de ellas fueron las relaciones comerciales que la rak siempre intentó legalizar y ampliar, y la otra fue la ocupación de una parte del territorio de Alta California, al norte de la bahía de San Francisco.
Antecedentes Los cazadores comerciantes rusos conocidos como promyshlennik, siempre en busca de regiones vírgenes ricas en pieles finas, ocuparon toda Siberia hasta llegar a la península de Kamchatka en la primera mitad del siglo xvii (1639). Así, la expansión rusa al este de Asia alcanzó la península señalada, que limita con el mar de Ojtosk entre los 60 y los 50 grados de latitud norte; más allá quedaban el Océano Pacífico y la incertidumbre de la posible unión entre Asia y América. Pedro el Grande (1689-1725) tuvo entonces la oportunidad de sumarse a los afanes de las potencias de Europa occidental por descubrir y apropiarse de los territorios aún no colonizados por España en el norte de América. En 1728, Vitus Bering, marino danés al servicio de la flota rusa, partió de Ojotsk al mando de la primera expedición científica promovida por el gobierno imperial; navegó hacia el norte y con base en sus observaciones afirmó que los dos continentes estaban separados. Sin embargo, los científicos de la Academia de Ciencias de Rusia en San Petersburgo no quedaron satisfechos con los resultados de esta excursión. Por lo tanto, Bering, acompañado de Alekséi Chirikov, realizó un segundo reconocimiento entre 1741 y 1742. Cuando Chirikov regresó a Rusia, pues Bering murió en el transcurso del viaje, su marinería divulgó la noticia de la abundancia de nutrias y otros animales de piel fina que ofrecía América. En 1743, los pobladores rusos de Siberia oriental organizaron la primera indagación efectuada por los promyshlenniki hacia la islas Aleutianas; en consecuencia se abrieron para ellos nuevas regiones para la captura de animales de pieles preciosas. Tras un periodo en el que sólo establecieron campamentos temporales, en la década de los años 80 del siglo xviii fundaron los primeros poblados permanentes rusos en el noroeste de América financiados por los cazadores-comerciantes dedicados a la industria peletera. A pesar del intento del régimen zarista por mantener en secreto los viajes de exploración y la posterior ocupación del territorio, en la segunda mitad del siglo xviii el resto de Europa tuvo conocimiento sobre el particular. La alianza entre Rusia y España durante la Guerra de Siete Años (1756-1763) permitió que esta última tuviera un embajador ante la corte de San Petersburgo. En 1761, el marqués de Almodávar, embajador español en Rusia, proporcionó los primeros informes sobre la presencia de cazadores-comerciantes rusos en el extremo noroccidental de América. Almodávar aseguraba que los campamentos y las aldeas rusas no tenían solidez y, por ende, no amenazaban la frontera de la Nueva España. Cabe aclarar que la observación del embajador era muy pertinente ya que para ese momento no se conocía la costa del noroeste americano y, por ello, los españoles suponían que los rusos se encontraban muy cerca de la frontera del virreinato de la Nueva España. Exploraciones subsecuentes demostraron que la región controlada por los rusos estaba muy alejada de los límites del imperio español.1 Sin embargo, en 1764, el vizconde de la Herrería, quien sustituyó a Almodávar, informó a su gobierno de las nuevas incursiones autorizadas por la zarina Catalina ii (1762-1796). La corte española tuvo temor ante la fragilidad de su frontera septentrional en América en caso de que los rusos las invadieran. En consecuencia, por Real Cédula del 30 de noviembre de 1767 ordenó la ocupación del puerto de Monterrey como una medida estratégica para defender al virreinato. Poco después, en mayo de 1768, se envió un informe más detallado al virrey Francisco Marqués de Croix.2 Por su parte el propio virrey y el visitador general de la Nueva España, José de Gálvez, habían enviado un despacho donde solicitaban permiso para proceder a la colonización de Alta California con el fin de proteger a las poblaciones del noroeste del virreinato. Ante la coincidencia de apreciaciones, varias exploraciones colonizadoras se organizaron de inmediato y, en los primeros meses de 1769, del puerto de San Blas partieron dos expediciones marítimas y desde Loreto, Baja California, otras dos de índole terrestre que, al mismo tiempo recogieron comida, ganado, enseres y algunos indios para iniciar la fundación de misiones y presidios en aquella región. Como puede apreciarse, los rusos y los españoles se preocuparon por proteger y asegurar sus posesiones en América del norte, no sólo para defenderse unos de otros sino también para evitar que los ingleses y los angloamericanos se entrometieran en ellas. Para garantizar la defensa del virreinato de Nueva España, durante los últimos 30 años del siglo xviii, la metrópoli promovió expediciones de exploración y reconocimiento para precisar los límites entre las dos colonias. Asimismo, se tomaron medidas para fortificar a las poblaciones fronterizas. Los cazadores rusos, por su parte, reorganizaron la captura de nutrias, focas y morsas y, para asegurar sus dominios, buscaron y, tras mucho batallar, consiguieron la protección del zar. En 1799, Pablo i aceptó a la América Rusa como una colonia de la corona y aprobó la creación de la Compañía Ruso Americana. Ésta tendría el monopolio de la explotación y comercialización de las pieles finas a cambio de velar por los intereses y la defensa de los territorios rusos en América, siempre bajo la autorización del gobierno imperial. Para el efecto, una de las tareas primordiales consistió en establecer asentamientos fijos en los cuáles convivieran rusos, nativos y los hijos de ambos. A partir de su fundación, la rak instrumentó una política de expansión comercial y territorial en el Pacífico para conseguir los abastecimientos necesarios para satisfacer las necesidades de sustento de los habitantes de los pueblos que crearon.3 Simultáneamente, dicha política estaba encaminada a defender y consolidar las posesiones rusas en el norte de dicho océano.4
La Compañía Ruso-Americana en Alta California Aleksandr Baranov, nombrado gobernador de la colonia por la junta directiva de la rak, fue quien puso en práctica la nueva estrategia. En 1803 organizó, junto con el bostoniano Joseph O'Cain, la primera expedición conjunta para cazar nutrias en las costas de las Californias. A partir de ese momento y hasta 1815, grupos de cazadores, —rusos y aleutianos—, constantemente incursionaban desde la América Rusa hasta las costas californianas. Aunque los californios, como se denominaban a sí mismos los habitantes de Alta California, conocían estas operaciones no pudieron evitarlas porque carecían de la fuerza militar necesaria para impedirlas.5 A pesar de que en ocasiones apresaron algunos cazadores, el conflicto no trascendió al ámbito internacional. Cuando México se independizó de España, los propios californios se asociaron con los rusos para capturar nutrias. Desde que iniciaron las incursiones de los promyshlenniki en las Aleutianas y en la península de Alaska hasta la fundación de los primeros poblados permanentes, los rusos se habían sostenido gracias a la explotación de la industria peletera que les permitía importar alimentos embarcados en el puerto de Ojotsk. Pero las autoridades de la rak consideraron que para fortalecer el proyecto de colonización era menester fomentar el desarrollo de la agricultura y la ganadería así como crear una red comercial que le permitiera a la América Rusa proveerse de cereales y carne. Las colonias españolas con costa en el Pacífico eran los puntos más indicados para conseguir estas provisiones. En 1805, el conde Nicolai Petrovich Rezanov, vocero de la rak ante el zar, aprovechó su estancia en la América Rusa para viajar a Alta California a comprar granos y carne y, de ser posible, iniciar un intercambio duradero entre ambas colonias. El gobernador de las Californias, José Joaquín de Arrillaga, se opuso a concertar un compromiso comercial con la compañía pues tal situación contravenía las reales órdenes que habían instituido el monopolio de este tipo de operaciones de la metrópoli con los virreinatos americanos. Sin embargo, como Alta California también tenía problemas de abastecimiento de manufacturas, el gobernador permitió, debido a la insistencia de los misioneros, que se realizara el intercambio en esa ocasión. Pero como ambos territorios fronterizos tenían dificultades para recibir los bienes que necesitaban, el comercio entre Alta California y la América Rusa continuó aunque las disposiciones del gobierno español lo prohibieran. Así que los habitantes de Alta California vendían a los representantes de la rak cereales y carne y recibían manufacturas a cambio. Cuando Baranov recibió noticias sobre la fertilidad del suelo de Alta California propuso a la directiva de la rak fundar una aldea en el lugar con el fin de sembrar cereales y criar ganado para surtir a la América Rusa por lo que el gobierno de su país le permitió a la rak establecerse donde más le conviniera. Cuando, durante las guerras napoleónicas, se concretó la invasión francesa a España (1808) Baranov tuvo la oportunidad de enviar las primeras expediciones de exploración a las costas ubicadas al sur de las colonias rusas para buscar el sitio más idóneo para fundar el puesto. En 1808, Nicolai Bulgin partió de la América Rusa hacia la región de la desembocadura del río Columbia al mismo tiempo que, en otro barco, Ivan Aleksandrovich Kuskov se dirigió a Alta California. El gobierno español, ya aliado ya enemigo de Rusia durante estas guerras, pugnó por negociar un acuerdo en el que ésta se comprometiera a respetar la frontera del virreinato de Nueva España pues temía una invasión a Alta California. El 12 de julio de 1812, Rusia y España firmaron un tratado en el que la primera reconocía a las Cortes y a la Constitución de Cádiz, se regulaba el comercio entre ambas naciones y se salvaguardaba la integridad del imperio español. Entretanto, en América, los viajes de exploración dieron por resultado que Kuskov, por órdenes de Baranov, fundara el 10 de septiembre de ese mismo año, el Fuerte Ross en la pequeña bahía de Bodega, al norte de la bahía de San Francisco, aproximadamente en el paralelo 38 grados 33 minutos de latitud norte. Pese al tratado firmado que, por cierto, no llegó a conocerse en la región y a que, reiteramos, en Alta California la tropa era muy débil como para rechazar la incursión, Fuerte Ross permaneció durante más de veinte años como una avanzada rusa en el sur. Asimismo, las relaciones mercantiles que, como apuntamos líneas arriba, no tenían un carácter legal, se mantuvieron aún después de la independencia de México ya que beneficiaban tanto a los habitantes de la América Rusa como a los de Alta California. Para tener un intercambio más estable, la rak solicitó en múltiples ocasiones a su gobierno que firmara un tratado que lo regulara y así se acabara con los obstáculos que ocasionalmente ponían las autoridades locales para efectuarlo. La ocupación ilegal de una porción del territorio de la Alta California y el temor de un posible avance ruso aún mayor en perjuicio de dicha región, fue uno de entre muchos otros problemas que España legó a México una vez que este último declaró su independencia.6 Por ello, el primer imperio mexicano (1822-1823) envió a Agustín Fernández de San Vicente a que verificara la ubicación de Fuerte Ross. Hubo propuestas como la de Dmitrii Zavalishin7 de apropiarse de una porción mayor del territorio mexicano y por ello, el gobierno del recién independizado país siempre tuvo el temor de que una acción así pudiera ocurrir. Sin embargo, la rak tenía muy claro que no le era posible hacerlo. No obstante, tanto el gobierno mexicano como el local estuvieron alertos y en algunas ocasiones tomaron medidas para prevenirla. En 1833, por ejemplo, el gobernador de las Californias, José Figueroa, envió a Mariano Guadalupe Vallejo, un destacado ranchero de la región, para que estableciera un puesto militar que defendiera a los californios de cualquier amenaza por parte de los rusos y por ello fundaron San Francisco Solano. Como las razones fundamentales por las que se creó Fuerte Ross fue facilitar el comercio con los californios y contar con una tierra fértil que produjera cereales para llevarlos a la América Rusa, la administración zarista nunca aceptó haber apoyado tal acción y, ante los reclamos diplomáticos del gobierno español primero y del mexicano después, negó cualquier responsabilidad y se abstuvo de aprobar o reprobar la ocupación realizada por la rak. Por lo tanto, no es posible afirmar que ésta haya tenido un carácter político o estratégico para el imperio ruso. Tal vez por eso, en las negociaciones que desde finales del periodo colonial se iniciaron para resolver el problema, la directiva de la rak intentó demostrar que la ocupación era beneficiosa para la Alta California argumentando que Fuerte Ross podía convertirse en un obstáculo que impidiera la incursión de colonos estadunidenses en ella. Sin embargo, cabe señalar que los rusos comerciaban con los estadunidenses también en la bahía de Bodega y no sólo en las costas de la América Rusa. No obstante el interés mostrado por la rak y por los mismos californios para legalizar y normar el comercio, la firma de un tratado entró en un callejón sin salida cuando el gobierno mexicano condicionó la firma del mismo al reconocimiento de la independencia por parte del gobierno ruso. Esto era imposible, en primer lugar, porque después del Tratado de Viena (1815) que puso fin a la aventura napoleónica, Rusia encabezaba la Santa Alianza que tenía como principio restaurar el poder de las monarquías europeas que legítimamente habían detentado el poder antes del conflicto europeo; por tanto, desde ese punto de vista, España seguía siendo la metrópoli de sus antiguas colonias en América. En segundo lugar, como ya mencionamos, el gobierno zarista negaba toda participación y responsabilidad en la fundación de Fuerte Ross y, por ende, no podía apoyar a la rak al pedir a su contraparte mexicana que reconociera la legitimidad de la posesión de ese lugar por la compañía. Pero también llegaron noticias al gobierno mexicano de que España estaba dispuesta a ceder Alta California a Rusia a cambio de que le ayudara a recuperar el resto de sus colonias en América. Estos rumores al parecer eran infundados pues el gobierno imperial ruso no estaba dispuesto a prestar su apoyo a la recién restaurada monarquía española hasta ese punto, pues ello hubiera complicado sus relaciones con Gran Bretaña que casi de inmediato aceptó la independencia de los nuevos estados hispanoamericanos. Así, mientras que México y Rusia no pudieron llegar a un convenio político que diera lugar a firmar otro de tipo comercial, californios y rusos mantuvieron sus relaciones de intercambio armoniosamente, a pesar de que España reconoció en 1836 la independencia de México. Al correr del tiempo, Fuerte Ross no resultó el granero que la América Rusa necesitaba; aunque le enviaba una buena remesa de vegetales y frutas esto no fue suficiente. Durante la gestión gubernamental de Ferdinand von Wrangel (1830-1840) en las colonias rusas, fue necesario trasladar el fuerte a una zona más adecuada para desarrollar la agricultura (1833). Estas medidas resultaron inútiles principalmente porque ni los aleutianos ni los nativos de la localidad ni los rusos sabían cultivar, además de que el suelo de Fuerte Ross no resultó muy fértil. Por tanto, las cosechas que se levantaron fueron muy magras y para nada satisfacieron la demanda de los poblados del norte. A ello se añadió que, a partir de 1820, las pieles de nutria que se obtuvieron en esas costas fueron muy escasas y llegar a Fuerte Ross por barco era muy complicado. En fin, esta avanzada rusa, lejos de ayudar a resolver los problemas de la América Rusa, le resultaba muy costosa a la rak. Tal situación orilló a la Compañía a desocuparlo. En 1839, el administrador de Fuerte Ross, Iván Kuprianov, notificó a Juan Bautista Alvarado, a la sazón gobernador de Alta California, la intención de la rak de evacuar el fuerte y el propósito de vender las construcciones y todo lo que en ellas había, incluyendo el ganado. El ofrecimiento lo hacía en primera instancia al gobierno mexicano pero en caso de que éste no quisiera o no pudiera adquirirlo Kuprianov estaba dispuesto a vender a cualquier particular. Los rusos valuaban sus bienes en 30 000 pesos mexicanos. Como Alvarado no recibió ninguna instrucción por parte del gobierno republicano sobre este asunto, el gobernador aprobó la transacción de compra-venta entre la rak y el estadunidense de origen suizo, John A. Sutter. Vale la pena aclarar que en el contrato de compra-venta, la rak no vendió la tierra sino tan sólo los edificios, lo que en ellos había y el ganado que poseía.8 En 1841, la rak salió de Fuerte Ross, aunque los nativos de la zona que habían convivido con rusos y aleutianos permanecieron ahí, en tanto que estos últimos se trasladaron a la América Rusa. La salida de Fuerte Ross no implicó el cese de las relaciones de intercambio entre la rak y los californios aunque poco después (1846) Alta California pasó a poder de los Estados Unidos. Mientras la rak mantuvo relaciones con los californios algunos de sus funcionarios y expedicionarios visitaron la región. En ningún momento las autoridades ni la población de Alta California desconfiaron de estos visitantes. Como ejemplos mencionaremos a Otto von Kotzebue, capitán de la flota rusa, quien estuvo en dos ocasiones en la región en 1816 y en 1824. Von Wrangel anduvo por ahí en 1835. Uno de los misioneros más destacados de la América Rusa también viajó a Alta California en 1836. Cabe recordar que los habitantes de Fuerte Ross continuamente iban a los poblados de Alta California y los barcos llegaban a los puertos de la región para adquirir los alimentos que llevarían a la América Rusa. En realidad, el único problema que hubo entre los habitantes de los poblados de la región de San Francisco y los de Fuerte Ross fue la disputa por los nativos. Tanto unos como otros requerían de éstos como fuerza de trabajo para realizar las labores agropecuarias y, precisamente, la competencia que había entre ambos colonizadores les daba la oportunidad a los nativos de servir a quienes les ofrecían las mejores condiciones de vida. De cualquier manera, esta disputa no desencadenó conflictos graves porque los rusos contaban con los aleutianos y los californios solían forzar a los indios del interior a trasladarse a sus asentamientos.
Conclusión Un elemento tuvieron en común Alta California y la América Rusa: formar parte de la periferia de dos de los últimos imperios territoriales de la historia. En ambos casos, más allá de la expansión territorial que estas regiones pudieran significar para sus metrópolis, la lógica de incorporación a sus dominios obedecía al principio de la mera ocupación, sin importar las condiciones de vida de sus habitantes ni los beneficios que de tales posesiones obtenían. Esta situación de fronteras muy alejadas de los centros de poder y de toma de decisiones dio lugar a que las poblaciones locales se vieran forzadas a resolver sus problemas de sobrevivencia como mejor pudieran. De ahí que pese a la ocupación de una porción del territorio novohispano que, desde el punto de vista español, era ilegal, la metrópoli no pudo hacer nada efectivo para repelerla. En esta circunstancia tampoco el gobierno provincial tuvo capacidad de respuesta. Cuando México se independizó de España, la situación para Alta California respecto al Fuerte Ross y las relaciones comerciales que sostenía con la rak no cambió en lo más mínimo. El gobierno mexicano tampoco podía ejercer un dominio efectivo sobre la región. Una vez más, los californios tuvieron que arreglárselas por sí mismos, cosa que, dicho sea de paso, resultaba conveniente para los grupos de poder emergentes en la región. Por tanto, las relaciones de intercambio entre la Alta California y la América Rusa, así como la presencia de los rusos en Fuerte Ross, la que sólo de vez en cuando los californios consideraron peligrosa, se mantuvieron a lo largo de casi 40 años, sencillamente porque así convenía a los intereses de los habitantes de ambas localidades.
_______________________________________ * Maestra en Historia y profesora investigadora del área de Historia del Estado y la Sociedad, Cuerpo Académico de Historia Mundial, uam-Iztapalapa, e-mail: mos@xanum.uam.mx
Notas: 1 Para un breve estudio sobre este proceso vid. Martha Ortega, “En busca de los rusos: expediciones novohispanas al noreste del Pacífico, 1774-1788” en Ma. Cristina Barrón y Rafael Rodríguez-Ponga (coords.), La presencia novohispana en el Pacífico insular. Actas de las primeras jornadas internacionales celebradas en la ciudad de México, del 19 al 21 de septiembre de 1989. México, Universidad Iberoamericana, Embajada de España en México, Comisión Puebla V Centenario, Pinacoteca Virreinal, 1990, pp. 125-137. 2 El virrey de Nueva España a don Julián de Arriaga, (sic). México, 28 de mayo de 1768, en Archivo General de la Nación, México (agnm), Correspondencia de virreyes, Marqués de Croix, 2ª serie, v. 12, f. 226. 3 Para una exposición más detallada sobre el cambio de política respecto de los territorios en América, vid. Martha Ortega Soto, “¿Un nuevo modelo de colonización? Los rusos en Alaska” en Signos, México, 1991, vol. ii, pp. 131-154. 4 S. B. Okun', Rossiiko-amerikanskaia companiia, Moskva-Leningrad, Leningradvskii Gasudartviennii Universite, Istoricheskii Facultet Gasudasrvennoe Sotzialnoeconomicheskoe Izdatelstvo, 1939, pp. 117-125. 5 Adele Ogden, The California Sea Otter Trade, 1784-1848, Berkeley y Los Ángeles, University of California Press, 1941, (University of California Publications in History, xxvi), passim. 6 Vale la pena aclarar que la rak justificaba su ocupación como legítima en virtud de que había firmado un tratado con los habitantes de la zona por el que éstos aceptaban ceder parte de su territorio a los rusos para que establecieran el Fuerte Ross; vid. Diane Spencer-Hancock y William E. Pritchard. “Notes to the 1871 Treaty between the Russian American Company and Kashaya Pomo Indians”, transcripción Ina Kaliakin, California Historical Quarterly, 59: 4, pp. 306-313, passim. 7 Dmitrii Zavalishin, California en 1824, traducción y prólogo Rina Ortiz, México, Breve Fondo Editorial, 1996. (Acervo), passim. 8 Hubert Howe Bancroft, History of California 1840-1845, t. iv, (The Works, vol. xxi), San Francisco, The History Company Publishers, 1886, pp. 179-180. |