Texto dictado del gobernador Jorge Ryerson para el trabajo de Hubert Howe Bancroft*

 

 

Nací en [Texas] cuando pertenecía a México, en el año de 1830. Cuando Texas pasó a ser parte de Estados Unidos, mi madre se estableció en Missouri. Permanecí ahí nueve años hasta que cumplí los once de edad y, al ocurrir la muerte de mi madre en el condado Bowman, Missouri, regresé a México, en 1845, en cuyo territorio he tenido mi residencia desde entonces. Nunca me naturalicé. Cuando llegué a la edad de 21 años vivía en Chihuahua y, si hubiera querido llamarme americano, hubiera sido muy fácil para mí hacerlo. Como yo había estado en el ejército mexicano desde antes, en 1847, todo lo que tenia que hacer era decir que yo era mexicano. Vi mi cumpleaños número 21 en la ciudad de Chihuahua y todos me consideraban siempre como ciudadano mexicano.  

No hubo nada de encargo u ocupación oficial en mi carrera por algún tiempo, sino hasta después que vine a California. Salí de Chihuahua en 1852 en el mes de marzo, con un rebaño de ovejas, en compañía de varios mexicanos, con rumbo a California. Las ovejas fueron vendidas en Los Ángeles a un Mr. Williams que era entonces propietario del Chino Ranch y mis compañeros, o asociados, se dispersaron por diversos rumbos del estado. Yo regresé aquí, al viejo pueblo de San Diego, a principios de la primavera de 1853, después de haber permanecido en Los Ángeles casi todo el invierno de 1852 y 1853.

Me estuve preparando para irme de aquí a Chihuahua cuando los filibusteros desembarcaron en California en el invierno de 1853 y 1854, venían a bordo del viejo bergantín Arrow. A sugerencia de varios mexicanos que conocían que yo había sido soldado y que querían que yo fuera ahí para expulsar a Walker, marché hacia el sur. Salí de aquí [San Diego] con unos pocos mexicanos y me fui hacia allá, como me iría yo mañana. Encontré a Antonio Meléndrez en un lugar llamado Lagroso [La Grulla].  Había reunido a un grupo de mexicanos con el propósito de atacar a Walker. Y partimos de Grulla con rumbo a Ensenada para ir en contra de Walker y su gente y acabar con ellos si nos fuera posible.

Walker había desembarcado ahí con 45 hombres, esto es que desembarcó con tal número pero no sé cuántos otros hombres tenía a bordo del Arrow.   Cuando había  desembarcado primeramente y había capturado al pueblo de La Paz y el pequeño contingente de hombres que tenía y se llevó como prisioneros al viejo sacerdote y al gobernador del territorio.  Salió él luego para Ensenada con el propósito de establecer  ahí su cuartel general y reclutar su ejército de San Francisco [Alta California] llegó ahí [a la bahía de Ensenada] cerca del mediodía y realizó su desembarco sin ningún problema  ya que nadie imaginaba un acontecimiento semejante.

Pienso que tenía 45 hombres que hizo desembarcar. Si tenía otras gentes, las dejó a bordo. Pero el número de hombres que desembarcó era 45 con provisiones, municiones y dos pequeñas piezas de artillería.

Estaban muy bien armados, sobre todo con rifles Mississippi y seis.

Esto sucedió en el invierno de 1853 y 1854. Esa noche el gobierno mexicano que estaba a bordo con el sacerdote cohecharon a la tripulación del bergantín Arrow. Éste levantó y partió dejando a Walker sin ningún navío para transportación.

Inmediatamente después de la desaparición del barco, envió rápido un mensajero a San Diego en uno de los caballos que tomó de un viejo ranchero al que había quitado su casa en Ensenada, y el mensajero fue hasta San Francisco con el propósito de reunir reclutas.

Hubo varios grupos de hombres que vinieron de San Francisco a San Diego y que de San Diego partieron por las montañas con sus armas y cobijas a sus espaldas y que iban a concentrarse en la línea divisoria para marchar a Ensenada. Poco después de la llegada de Walker, Meléndrez siguió con la gente que teníamos, determinamos ir allá y atacar a la luz del día corriendo los riesgos que fueran, de perecer o matar e imaginamos que íbamos a limpiarnos eternamente. Calculamos que íbamos a triunfar en la lucha en la primera carga, cogiéndole por sorpresa. Pero bien sea que tuvieran espías que nos observaran o que algún mexicano nos haya traicionado, supieron que íbamos contra ellos y se prepararon y, en vez de que atacáramos nosotros ellos nos atacaron dos millas fuera del poblado, en una emboscada. Para nosotros fue más inesperado de lo que pensábamos que íbamos a sorprenderlos. Nos dispersaron hacia todos los vientos de la tierra. Fue como el trueno. No mataron a ninguno de nuestros hombres ya que había oscuridad y no pudimos hacer fuego por temor de matar a nuestra propia gente. Estaba oscuro en extremo y estábamos esperando hasta que amaneció para atacarlos pero ellos descubrieron donde nos encontrábamos y nos dieron el ataque. Poco después de esto obtuvieron refuerzos y así llegaron a ser hasta cerca de 300 o 400 hombres. Se equiparon lo mejor que pudieron y al fin partieron con rumbo al Río Colorado, ya que los planes de Walker era capturar Sonora y Baja California y llamaba a esto la República de Sonora y Baja California. Éste era el nombre que le dio él mismo.

Él había emitido bonos. Me ofreció uno de ellos, queriendo comprar mi caballo y me pagó por él con un bono de 1 000 dólares. Me tuvieron prisionero 48 horas y se fueron de allá a Santo Tomás y de allá a San Vicente y siguieron hacia el Río Colorado por el camino del Rancho del viejo Mr. Warner y por la Calentura y ahí se detuvieron por algún tiempo. No me acuerdo cuántos días estuvieron ahí, pero de cualquier forma, robaron al viejo Mr. Warner de todo lo que tenía. Se robaron sus caballos y mataron su ganado para tener carne asada seca y éste fue su punto final de partida para cruzar las montañas hacia al Río Colorado.

Cuando llegaron al Colorado, como no tenían embarcaciones para cruzarlo, se pusieron a trabajar haciendo balsas y los indios del Río Colorado los ayudaron. Así cruzó la mayor parte de ellos hacia el lado de Sonora y tenían casi todos sus animales del otro lado y todas sus provisiones, maíz, trigo y carne seca. Pero la balsa que traía sus dos piezas de artillería y sus municiones se destrozó o tal vez los indios la hicieron zozobrar. De cualquier forma al hecho es que se hundió en medio del Río Colorado y esto sólo frustró ya su campaña en Sonora. Estando ya la mayor parte del otro lado del río no querían regresar a este lado y tuvieron una dificultad entre ellos. Nosotros los habíamos dejado mucho antes de esto en el Valle de la Trinidad y regresamos muy contentos de ver que se había largado de La Paz. Cuando la dificultad de la balsa que se volcó, fue entonces cuando tuvieron el disgusto entre ellos. Algunos querían continuar con la campaña lo mejor que pudieran, pero había un desgano general y el grupo que estaba del otro lado del río determinó subir por el mismo hacia Fort Yuma para entregarse al mayor Henselman que estaba al frente del ejército norteamericano en ese lugar. El resto de ellos se regresó, según puedo acordarme entre 45 y 55 hombres y volvieron por este camino.

Nosotros nos habíamos dispersado parcialmente y nunca oímos acerca de esto hasta que llegaron ellos al Valle de la Trinidad viniendo de regreso. Cuando tuvimos noticia de su venida por medio de los indios, nos reorganizamos rápidamente y fuimos a ver y nos encontramos con ellos en el valle de la Trinidad.

La primera idea de Meléndrez era atacarlos y combatir contra ellos. Yo le dije: “no”. Consideré que una sola de nuestras vidas era mucho más valiosa que las de ellos. Los indios nos habían hablado acerca de la balsa que se volcó y del resto que había marchado hacia el norte por el río y yo dije: “Están saliendo del país y lo único que tenemos que hacer es seguirlos y hostigarlos y echarlos fuera”.

Tuvimos gran trabajo en lograr que no fueran a matar a algunos de nuestros hombres y los molestamos todo lo que pudimos y en lugares distantes tuvimos escaramuzas y mataron algunos y herimos a otros pocos. Pienso que matamos algunos, más ellos debieron enterrarlo por la noche. Marchaban como nunca he visto hombres marchar y sufrieron más de lo que la lengua puede decir. Los seguimos sin descanso hasta la línea fronteriza, quince millas de San Diego y ahí ese Burton que estaba estacionado en ese lugar, capturó a Walker.

Toda la Baja California en ese tiempo tenía probablemente cerca de 20 000 habitantes. Estaba dividida entonces, como se halla ahora, en tres distritos, el del sur, el central y el del norte. En este tiempo en el Distrito Norte, fuera de los indios que vivían ahí no creo que hubiera más de unos 250 habitantes blancos. Vimos que había ahí cerca de 10 000 indios. La mayoría de los mexicanos trabajan para los sacerdotes cuando éstos estaban a cargo de las misiones, como mayordomos y gente de confianza de los sacerdotes. Algunos de ellos eran soldados, viejos soldados que habían estado en las misiones antes de que la corona española perdiera su poder, había un cierto número de ellos en la región y otros que habían emigrado de los distritos sur y central del mismo territorio. Esas misiones habían hecho mucho bien. Su principal propósito era reducir a las tribus indígenas salvajes para hacerlas de provecho. En tanto que los padres avanzaban al norte de la península en donde encontraban un lugar conveniente si había un número suficiente de indígenas ahí se establecían. Ellos trataban, desde luego, de establecer misiones en lugares donde los indios pudieran  cultivar algo.

Mi siguiente actuación fue comprar unas cuantas cabezas de ganado en la Baja California, del rancho de la misión de Guadalupe, en julio de 1854. La campaña a la que me he referido terminó a principios de 1854. En el invierno de 1854 y 1855 el coronel Ornelas llegó al Distrito Norte de Baja California con el propósito de expulsar a Walker del país. Dado que el gobierno mexicano era muy pobre en ese tiempo y hallándose muy lejos para transportar tropas, tardó mucho tiempo en que éstos llegaran ahí. Cuando vinieron, traían considerable suma de dinero con ellos, 40 o 40 mil dólares. No sé exactamente cuánto pero ya que había sacrificado bastante de mi tiempo y de mis propios recursos sin ninguna esperanza de pedir al gobierno que me pagara mis servicios o lo que había tenido que gastar en la compra de provisiones y vestido para mis hombres, pensé que podrían compensarme adquiriendo un aprovechamiento de productos para abrir con ellos una pequeña tienda en Santo Tomás.

Vine a San Diego y compré diversos productos y fui a Santo Tomás y abrí la pequeña tienda ahí. Tenía mi ganado en un rancho que no era propiedad mía. Lo había dado para que me lo cuidara a comisión a un hombre, por dos años. Estando en Santo Tomás con mi pequeña tienda encontré a la que llegaría a ser la señora  Ryerson. Su nombre era señorita Guadalupe Serrano, y tan pronto como me casé, lo que ocurrió en el año 1856, el 28 de mayo, empecé a preocuparme por mis cosas ya que pensé que era posible que ésta llegaría a ser la verdadera tierra de Dios y me decidí a establecerme aquí. Pero no tenía casa donde ir y pensé que podía pedir al gobierno un trozo de tierra.

Pedí  al gobierno tierra para un rancho en julio de 1856, el rancho Vallecito, y el que era oficial ejecutivo en ese tiempo me permitió hacer una solicitud final, esto es, una solicitud legal, permitiéndome ocupar la tierra, condicionado ello a la decisión final del gobierno. Bueno, me establecí en mi rancho y una familia de doce personas, todos ellos parientes de mi esposa, en agosto de 1856 y acampamos debajo de los árboles sin una casa o corral o un lugar donde poner mi cabeza con excepción de los árboles. Siendo esto así ocupé mi tiempo en construir una cabaña hecha con trozo de madera. Mi siguiente paso fue edificar un corral para mi ganado. Fui entonces al rancho donde estaba mi ganado y lo traje a la casa y ésta es la forma en que establecí el rancho que es mi propiedad actualmente.

 

Hay una parte de mi vida que no creo sea nece­sario tratar, porque tengo una especie de vergüenza acerca de ella, no personalmente avergonzado pero no se ve bien en términos de mi propio gobierno: estuve yo bastante tiempo en el ejército confederado, pero no me pude salir de él más pronto.

Salí de aquí durante la guerra con los franceses y estuve en el ejército mexicano; durante dicha guerra se me asignó la mayor parte del tiempo al estado de Tamaulipas. Después de que terminó la intervención francesa, volví a mi rancho para atender a mi ganado y a mis caballos en México siendo ésta una concesión que se hizo dos veces.

En 1880 fui elegido por la voz unánime del pueblo como presidente municipal, lo que significa presidente del consejo de supervisores y de encargado de la administración. En este país [Estados Unidos] ustedes tienen dos consejos, pero ahí sólo hay uno. Poco después de ocupar tal cargo, fui electo unánimemente en mi distrito como representante a la Convención Presidencial que tuvo lugar en julio de 1880 en La Paz; fui ahí y poco después de mi regreso, debido a la mala administración y mal comportamiento del oficial que estaba al mando del Distrito Norte fui obligado, por encargo de la ley a hacerme cargo del gobierno. Dicha ocupación la tuve hasta que se me liberó de ella después de haber hecho una solicitud al gobierno pidiéndole lo hiciera.  No quise tal posición  y no me sentía capaz en ese tiempo de ocuparme de ella y no quise estar en una posición que yo mismo pensaba no era capaz de mantener. Continué como presidente municipal por tres años y durante ese tiempo estuve como gobernador en funciones del Distrito Norte en dos ocasiones. Una vez debido a la enfermedad del gobernador y la otra en un periodo de licencia durante el cual se ausentó. En abril de 1882 recibí órdenes del gobierno general para hacerme cargo como jefe ejecutivo de este distrito debido a las acusaciones que se habían hecho en contra de quien había estado hasta entonces al frente del gobierno. Lo reduje a prisión obedeciendo órdenes gubernamentales. Permanecí en tal posición hasta que de nuevo se me liberó de ella. El hombre que fue puesto en prisión fue juzgado y encontrado culpable, se le condenó a cárcel. Después de algún tiempo logró escaparse y huyó del país y no sé qué le ha sucedido.

En 1885 hice un viaje a la Ciudad de México; por negocios personales.

El año anterior había construido una línea telegráfica en Baja California para el cual me era necesario ir a la Ciudad de México para arreglar mi negocio; por la relación que tuve con el presidente Díaz me sugirió la idea de regresar a mi distrito  para hacerme cargo de su gobierno. Agradecí al presidente con mucha amabilidad por tener tanta confianza en mí, pero decliné aceptar tal posición. Entonces, sin embargo, el ministro de Gobernación me pidió aceptara dicho cargo y varios amigos míos también insistieron en que lo hiciera. El propio general Díaz en varias ocasiones insistió en que aceptara,  aunque reconocía él mismo que yo no tenía necesidad de ello. Pero debido a la insistencia del general Díaz y a la de varios de mis más íntimos amigos acepté y volví a Baja California y me hice cargo del gobierno el 11 de septiembre de 1886 y he seguido al frente del mismo hasta el presente tiempo.

 

En relación con los títulos de tierras en Baja California, puedo decir sinceramente que las autoridades que tenían capacidad legal para otorgar títulos ahora, son las mismas que han tenido tal poder desde los días de nuestra Independencia y no hay otro sino el secretario del Interior de acuerdo con el presidente.

Todos los contratos de tierras debían ser negociados directamente con el ministro de Fomento, lo que ustedes llaman en los Estados Unidos, secretario del Interior y él no puede dar ningún título válido sin acordarlo con el presidente, y emitir un título con la firma suya y la del  presidente, y si ello no es así, no hay título en nuestro país que sea perfecto. Las concesiones españolas no tenían ya vigencia.

Toda la reciente agitación y ruido de chantaje a la International Colonization Land Company y que no hay ninguna otra cosa. La forma en que esta Compañía comenzó sus operaciones fue que Mr. Sisson, en conexión con Mr. Huller, habían obtenido información acerca del Distrito Norte de Baja California. Directamente de qué modo habían vuelto su atención hacia él, no lo sé, pero ellos habían oído acerca de este distrito.

Yo había comenzado a cultivar trigo un par de años antes de embarcar harina hacia el sur y Mr. Huller supo acerca de esto y probablemente se dijo así mismo: “Si ese hombre Ryerson pudo cultivar ahí trigo, por qué no hemos poder nosotros ir ahí y cultivarlo también”. Y pienso que conocen ellos más de la geografía del país y de su proximidad a la parte sur de la Alta California y sabían que había un buen puerto en Ensenada y otro buen puerto en San Quintín.

Y fueron a México e hicieron un contrato con el gobierno para obtener tierras del gobierno que existen en el Distrito Norte de Baja California y desde luego se dirigieron ellos al ministro de Fomento o al ministro del interior y pueden haber tenido varias entrevistas con el presidente Díaz acerca de esto y de tal contrato fueron como sigue: ellos iban en primer lugar para lograr la agrimensura y preparar mapas de toda la tierra que existía entre los límites norte de los paralelos 28, 29, 30, 32 hasta donde se encuentra la línea fronteriza norteña, y  en recompensa por ello debían recibir un tercio de tierra que existía en ese distrito y si ellos podían comprar los otros dos tercios al precio que el gobierno había puesto a la tierra.

Ellos manifestaron que querían esas tierras, es decir, hicieron público que las querían para colonizarlas.

Y el gobierno le vendió todas esas tierras baldías a las cuales el gobierno tenía un derecho en el Distrito Norte de Baja California en un precio establecido. La compañía se obligó, dentro de un plazo de dos años desde el momento en que tomaran posesión de dicha tierras, después de que los mapas y el proceso de agrimensión habían  sido aceptados por el gobierno que establecieran hasta veinte colonias dentro de ese distrito, formados, según pienso, de 1 000 o 2 000 familias cada una. No me acuerdo ahora exactamente del número, pero su obligación era que ello debía llevarse a cabo en un plazo de dos años después de haber tomado posesión de las tierras. Pienso que se obligaron en el contrato a introducir 45 por ciento de mexicanos y 55 por ciento de extranjeros de cualquier descripción y que ellos debían transportar a los colonos si fuera necesario pagando por ello.

No hay verdad en el informe acerca de que el gobierno mexicano paga $60.00 por cada uno que viene. En el contrato no hay nada acerca de que obtuvieran algún pago por los colonos y asimismo aceptan el contrato que una familia de los colonos será ocu­pada por la compañía con algún fin dándole ocu­pación por lo menos seis meses en cada uno de los dos primeros años si los requiere. Los colonos tendrán que pagar por tierra que reciban en diez sumas anuales pero si la compañía no cumple cualquier parte del contrato con el gobierno o si falta en el cumplimiento de cualquiera de sus obligaciones, el gobierno puede entrar a ocupar su lugar en relación con los colonos, esto es cumplir con el convenio hecho por la compañía y ellos, y proteger a los dichos colonos. Cada colono tenía el derecho de introducir cualquier cosa que pueda necesitar para el uso de su familia. Todo ello entrará libre de impuesto. Deberán ellos obtener primero lo que puedan conseguir en el país pero lo que no les sea posible podrán recibirlo de fuera.

El progreso de la colonia ha sido maravilloso. La colonia Carlos Pacheco ha aumentado en los últimos ocho meses de 400 a 1 500 habitantes y ellos han hecho avances en lo que concierne a la propiedad en este país aproximadamente de mil por ciento. El área total de Baja California es de 25 millones de acres de tierra.

En lo que toca a las reclamaciones de Mrs. Burton diría que no tiene argumentos válidos en la teoría y que ella bien lo sabía. Es una mujer muy necia e incapaz de recibir buen consejo e inclinada siempre desde que la conozco, a aceptar malas sugerencias es decir, consejos que la hacen creer a ella o presentan ante ella que en vez de aceptar una pequeña porción de propiedad ella debería posesionarse de toda la tierra; ella se ha burlado del cumplimiento de lo requerido por la ley. Hubo un tiempo en que la señora Burton pudo haber tomado posesión de cinco lenguas de tierras que son ahora propiedad de la Compañía Internacional pero no cumplió ella con la ley.

El primer artículo de la ley del 14 de diciembre dice así: 

 

Con el fin de obtener los terrenos necesarios para el establecimiento de colonias, el ejecutiva mandará deslindar, medir, fraccionar y valorar los terrenos baldíos o de propiedad nacional que hubiera en la República nombrado al efecto las comisiones de ingenieros que considere necesarias y determinando el sistema de operaciones que hubiera de seguirse.

                         

Ahora bien, Mrs. Burton hubiera probado que estaba en pacífica posesión de esa tierra en ese tiempo, bien sea por sí misma o por alguno de sus representantes, su título hubiera quedado tan inviolable cuanto es posible que lo sea. Pero ella no lo demostró y los que no lo demostraron no obtuvieron tierra alguna. El segundo artículo de esa ley era de lo más liberal que ha adoptado algún gobierno sobre la faz de la tierra y dice así:

 

Con el fin de que aquel que haya pedido perder cualquier porción de tierra en Baja California debido a revoluciones o a privación ilegal o a cualquier otra forma puede tener derecho a una porción de tierra del mismo tamaño que aquella que perdió y tan semejante en calidad como pueda hallarse en el territorio de Baja California, se requiere que designe la tierra en cuestión ante la comisión co­rres­­­­pon­diente dentro de los seis meses siguientes a que haya entrado en funciones en cada uno de los correspondientes distritos. 

 

A propósito de la ciudadanía en México si se compara con la ciudadanía en América [en los Estados Unidos] pienso que tiene mucho más libertad un ciudadano que cumple con la ley en México que la que encontraría en los Estados Unidos. No pienso que se le cobren tantos impuestos directamente y considero que la propiedad está tan segura como en los Estados Unidos. Si yo no lo creyera así ya me hubiera salido de ahí.

 

 

Nota

* Este documento se transcribe literalmente aunque contiene algunas imprecisiones históricas. Sin embargo, por su importancia testimonial se publica en su versión original. Fuente: Acervo docu­mental del Instituto de Investigaciones Históricas-uabc.