R e s e ñ a

 

Juan Preciado Llamas, En la periferia del régimen. Baja California Sur durante la administración porfiriana, La Paz, B.C.S., Universidad Autónoma de Baja California Sur, Gobierno del Estado de Baja California Sur, Instituto Sudcaliforniano de Cultura, Secretaría de Educación Pública, 2005, 480 pp

 

Juan Manuel Romero Gil.*

 

En el libro En la periferia del Régimen, se aborda una temática global acerca del desarrollo económico, social y político de la porción sur de la Baja California en la época de Porfirio Díaz. Obra en once capítulos, distribuidos en 480 páginas, incluyendo 150 cuadros estadísticos y 29 fotografías que ilustran el texto. Seguramente que al autor le llevó algunos años para imaginarla, en localizar, revisar las fuentes históricas de primera mano, seleccionar bibliografía y escribirla. Además, de la siempre farragosa tarea de editar un libro.

En el abordaje de su lectura, el primer lente o acercamiento fue reconocer las proximidades entre historia y región desde la perspectiva periférica que nos propone el autor, en este caso desde la parte austral de la península de Baja California, tal y como lo indica el pertinente título de la obra.

Tal posición de lector implicó- desde nuestra perspectiva observar lo siguiente: a) Que el autor no cediera en la tentación de repetir la “leyenda negra” del régimen porfirista, que tanto subyugó y acaso subyuga a los historiadores que estudian este periodo.

Como sabemos, tal posición historiográfica subraya los “pecados civiles de Díaz: pobreza extrema y abuso cotidiano a los campesinos, represión persistente al arruinado obrero, entreguismo al extranjero y represión sin cuartel a la disidencia”; dejando de lado los avances que se alcanzaron durante ese periodo en materia de infraestructura productiva, desarrollo del mercado interno, crecimiento económico y demográfico y nacimiento de nuevos espacios urbanos. La interpretación histórica más objetiva debe estar alejada de la idea de “un dictador diabólico y entreguista o de la de un patriarca benévolo y patriota”, nos dice Garner, en su historia sobre Díaz, b) Igualmente, comprender o aceptar que durante la segunda mitad del siglo xix se afianzó la autonomía de las sociedades regionales, entendida ésta como la capacidad de los notables de dirigir o encabezar los oficios o tareas del gobierno local. 

En ese contexto, entendemos la idea de zona o región periférica no sólo alejada territorialmente del centro polar del poder, sino un constructo social que participó en forma variada, sui generis o particular de la economía, la cultura e identidades nacionales. Es decir, existió lo porfirista sudcaliforniano, con sus tiempos, ritmos y proyectos no necesariamente convencionales.  O, dicho de otra manera, la filia porfirista de los notables o elites calisureñas se imbricó en un pacto político de toma y daca, tanto  de favores como de lealtades terrenales.   

Con respecto a los riesgos de caer en esos laberintos, el autor –desde nuestro punto de vista– toma las debidas providencias o salvedades: 1) construye una imagen periodizada del régimen de Díaz, fundada en los ciclos de la economía local que tiene como eje o gira alrededor de la explotación de yacimientos mineros. 2) Igualmente, pondera el impacto de los acontecimientos políticos nacionales en los grupos de poder local. 3) Analiza equilibra­damente el significado local de la modernidad porfirista, dándole peso o existencia a los actores e instituciones de manufactura sudcaliforniana, evitando que se pierdan en la bruma que genera la figura del presidente todopoderoso o del estado omnipresente. 4) Matiza el concepto de estado  o región “periférica”, a partir de la realidad sudcaliforniana.

Para ello, propone –así lo entiendo– que tomemos en cuenta que la noción de “precariedad” del territorio, que se reflejaba en su penuria hacendaria, sistema jurídico y político deficiente determinó el tipo de relación que se dio entre estas tierras y el centro en los tiempos de don Porfirio.  Igualmente, entender el peso de la lejanía con respecto al centro, cuando de obtener recursos federales se trata, sobre todo, ante la presencia de eventos económicos o climáticos que rompen la estabilidad de productores y consumidores.  Asimismo, se reconoce que son zonas con un mayor atraso económico y tecnológico, y, en esa situación, el mercado tiene un radio limitado.  No obstante, en esa característica  periférica, la autonomía que ofrece la distancia es una ventaja comparativa y, por lo mismo, son más comprensibles las estrategias económicas y políticas que aplica la sociedad regional para el desarrollo del mercado interno y la articulación en ámbitos o circuitos comerciales más amplios. Esto último, cuando se generaliza la política económica liberal porfirista. En suma: comprender que la condición periférica de la península no fue un obstáculo para la inversión de grandes capitales,  el desarrollo minero-industrial, la ocupación extensiva de tierras públicas y el nacimiento de una amplia red marítima. El porfirismo en esta zona del país expresa, además, una historia de despojos y cotos de poder oligárquicos. 

En su discurso narrativo el autor trasluce la intención de su empresa personal: analizar, describir y narrar el pasado, para darle sentido a una interpretación o conocimiento del presente sudcaliforniano. En el marco de estos escenarios reales y algunos proyectos interrumpidos o inconclusos, en las casi quinientas páginas del libro el historiador Juan Preciado, manifiesta un profundo conocimiento y un apasionado interés por la historia regional, cuya narrativa apoyada en lenguajes y códigos locales la revitaliza y la pone frente al lector o interlocutor común, que busca, mediante una forma creativa e imaginativa, entender los acontecimientos que son materia de una historia del porfirismo y que coadyuva a entender mucho de su presente.

Es decir, se narra sin los amarres o las lozas de la forma tradicional de escribir historia del régimen de Díaz, normalmente –como ya se indicó– un discurso cargado en fatalidades y leyendas negras. Además, nuestro autor no se limita en cuanto a una mirada historiográfica crítica y objetiva.

En la obra que comentamos acontecimientos áridos, especialmente los que se derivan de la actividad económica, se convierten, gracias a su narrativa, en tropos de significado calisureño. En virtud de ello, se trazan puentes de comunicación para un público académico y no académico interesado en sus raíces modernas. En efecto, en el estudio de la administración porfiriana en Sudcalifornia, el  propósito, de reconstrucción de una época con sus estructuras, procesos y actores está, desde nuestro punto de vista, algo más que bien logrado.

El autor construye, según nuestra lectura, un par de hipótesis de arranque, para comprender la trama de su explicación histórica. La primera, es de naturaleza política y se refiere a la prematura lealtad de los notables calisureños al régimen de Díaz, a partir de la expectativas políticas que les ofreció el Plan de Tuxtepec, lo que significaría –según su decir– un proceso de “renovación de la oligarquía”. En ese contexto, es comprensible que el afianzamiento de una nueva clase política sea una realidad antes de que concluya el primer gobierno de Díaz. En ese mismo marco la península de Baja California, en la etapa comprendida entre 1876-1890, sería una especie de “laboratorio”, para la mecánica del poder que aplicará el futuro dictador y que consistió en intercambiar reconocimiento de las elites por concesiones en materia de minas, tierras, agua, etc. Un anticipo del lema patentado años más tarde por don Porfirio: “ese gallo quiere maíz”.

Empero, como nos narra el autor, también para los desposeídos había respuesta por parte del régimen porfiriano, tal y como ocurrió en el “año del hambre” (1878) cuando se dictaron medidas aduanales para paliar lo efectos de la crisis alimentaria. Con la revelación de esa mecánica de concesiones y lealtades; favores y com­pro­misos prolijamente explicada en el libro, se entiende, por ejemplo, que la rebelión de Márquez de León, analizada en detalle por el autor, no pase de ser un movimiento periférico, ahogado en el pasado heroico del prócer calisureño, al ser despojado de su base social. Las reglas del juego político habían cambiado aceleradamente. En ese sentido no hace falta desmitificar al héroe local, sólo se requiere contextualizar los acontecimientos.

La segunda hipótesis consiste en aceptar que las políticas económicas impulsadas por el régimen de Díaz entre 1880 y 1895,  y que, en tierras de sudcalifornia se apuntalaron a partir de que se consolidan las relaciones centro-periferia, se construyó  o experimentó un inédito patrón económico capitalista, que alcanza su mayor cresta de crecimiento hacia 1900. Este desarrollo nativo del capitalismo, implicó una integración más estrecha de la península al mercado regional del golfo de California y al mercado mundial del cobre, oro y plata. Tal despegue tendrá pues de motor o pivote de la economía a la minería y se expresará en un par de fenómenos: la ampliación del mercado interno y el crecimiento demográfico. El beneficio o efecto de ambos fenómenos se derramará en las actividades agrícolas y ganaderas. Provocando, además, un intenso mercado de tierras.

No menos significativa es la reconstrucción que nos ofrece el autor en su libro, de la infraestructura que nace colateralmente y bajo el impulso de la vorágine del mercado. Con su mirada, en ocasiones microscópica y detectivesca, reconstruye le red marítima que conecta al territorio con la contracosta y el mercado mundial. Con la lectura de los contratos navieros nos va decantando la integración y ampliación del mercado regional. Su radiografía es tan completa que uno puede encontrarse con un par de buques: el Newbern y el Curazao, muy citados en la literatura del noroeste como portadores de modernidad, tragedias, epidemias, asonadas y sueños filibusteros. El barco, junto con las mulas, qué duda cabe, juega el papel del ferrocarril para estas tierras insulares.

Pero este proceso, nos narra Juan Preciado, estaba lejos de ser idílico. Como todo proceso del capitalismo salvaje decimonónico, estuvo acompañado del despojo de propietarios nativos; de la apropiación en bagatela de terrenos baldíos; del contrabando y la evasión fiscal, como otros de los mecanismos ocultos de la acumulación regional; del agotamiento o explotación desmedida de recursos forestales; de la contaminación de acuíferos; y de la pesca indiscriminada, etcétera.

Vale acotar, que en todo lo anterior participaron las elites locales, entre las que destacaban los apellidos: Gibert, Ruffo, Ceseña, Hidalgo, Navarro, Viosca, Möller. Estos empresarios tejieron alianzas con los inversionistas extranjeros para ocupar las actividades complementarias o los intersticios que abría o dejaba libre el pujante mercado. Se trata, como explica Voss,  de una generación realizada en cuanto a su idea del progreso y obtención de pingües ganancias, pero, igualmente engañada, en tanto que ya no les pertenecía de manera exclusiva su territorio.

De tal situación, nos refiere el autor, se generaba un foco de tensión entre las elites acaparadoras y los empresarios medianos y el pueblo llano, para los que no alcanzaba el pastel o sólo recibían lo poco que sobraba. A la postre serán una pista, para comprender a los agentes que contribuirán a la  caída del régimen porfirista en Sudcalifornia.

Colocada la urdimbre de las hipótesis, vale la pena detenerse en la aportación metodológica que nos ofrece el autor, y que consiste en reconocer dos sistemas o áreas económicas, que gravitan alrededor de la explotación minera, y cuyo impacto,  como ya se apuntó, toca al resto de las actividades económicas: nos refiere al centro minero El Triunfo, en el partido sur, y a El Boleo, en el partido centro. Ambos generan: un hinterland, con las unidades productivas y comerciales adyacentes (puertos, pueblos, rancherías) Ambos, son detonadores de crecimiento económico; configuran un mercado laboral libre; incorporan un concepto de industria minera moderna e inyectan grandes capitales. El primero, produce oro y plata; el segundo, cobre o metal rojo. Ambos están vinculados con el mercado externo y, por lo mismo, su destino económico es pendular.

La diferencia fundamental que subraya el autor entre estos dos espacios consiste en lo siguiente: el primero, El Triunfo, se articula con mayor consistencia con su entorno, en tanto es un sistema de relaciones abierto y con mayor dependencia del mercado local. Mientras que el segundo, El Boleo, tuvo las características de un enclave: es decir, fue un sistema cerrado de relaciones industriales, con escaso vínculo con las áreas adyacentes. No está demás decir, que la reconstrucción histórica que se nos ofrece en el libro acerca de los dos minerales es de lo más completa y actualizada.

Pero, más allá de la polémica a la que convoca el concepto de enclave, que desde nuestro punto de vista puede negar la existencia de los hinterland de ambos centros mineros, nos resulta de sumo interés el rescate o registro que hace el autor, de los otros sectores productivos en esta región periférica. Amarrados, por una suerte de cábala, al mismo péndulo de la economía minera. 

En capítulos sucesivos se devela el impacto que tuvo la política económica liberal en la agricultura, la ganadería, la industria de transformación y el comercio. Es importante saber que la agricultura se debatía entre sequías, falta de programas y estrechez del mercado. No obstante este handicap, gracias al mercado de los polos de desarrollo minero, la suerte de los productores agrícolas cambió positivamente. Incluso, algunos de sus productos se colocarán en la contracosta o en California, como la naranja, la panocha y el algodón. Otros productos silvestres como la Damiana por su cualidad “tonificante”, antecedente del viagra, llegarán hasta Europa.

El apartado sobre la ganadería es ejemplar para comprender el paso de una economía  de subsistencia a una que se rige por el mercado. En otro sentido, también es ejemplar por su carácter estratégico para explicar la colonización y el pobla­miento de la península. Además, hay valores intrínsecos en esta actividad de antiguo régimen que ha llevado a simbolizar la cultura regional en el vestido, el habla y los mitos, que tanto nos gustan a los pobla­dores de estos lares. No en balde el teniente Hardy, hacia 1828, al pasar por estas tierras en busca de perlas y minas, fue cuenteado con fabulosas historias de hombres portentosos que con sus manos dominaban a toros salvajes.

A la industria de transformación, por su parte, se le reconoce como fuente de empleo y actividad económica que articula procesos agrícolas y comerciales. Cuatro son los rubros que la integran: producción de panocha, vino y aguardiente, lácteos y cueros. En todos los casos se trata de producción en pequeña escala y predomina la tecnología artesanal, salvo en algunos trapiches que han incorporado el vapor y sus alambiques (cuando además de panocha  se produce aguardiente) que eran fabricados en fierro vaciado en las fundidoras de Sonora y Sinaloa. No es distinta la suerte de los otros productos. Su producción y consumo se sustenta en una mezcla de tradición y modernidad. Lo inédito es, que su tiempo ya no lo define el autoconsumo.

De las acotaciones que nos ofrece el autor sobre estos ramos destacamos: 1) ocupa el quince por ciento de la fuerza laboral ocupada; 2) participa en la disputa de la fuerza de trabajo con la minería regional, particularmente con El Triunfo; 3) sus productos son demandados por trabajadores y clases medias con patrones de consumo típicamente urbanos; 4) es una industria que estaba en manos de capitalistas locales 5) perviven actividades industriales de raigambre local: como el vino y el aguardiente; la producción de “panocha de gajo”; y la producción de cuero. Es más, en momentos de crisis económica estas actividades industriales típicamente locales y de baja composición orgánica de capital amortizan los efectos o daños sociales.         

La suerte del comercio en la Sudcalifornia porfirista no es distinta a los otros giros en lo que a mercado y ganancias se refiere. Su desarrollo a lo largo del siglo xix, estuvo amarrado a los intereses mineros y podemos señalar, siguiendo al autor, que son estos agentes económicos los que reactivaron los viejos fundo mineros, mismos que posteriormente explotaron las compañías mineras ya citadas.

Otro elemento interesante acerca de este ramo económico: el comercio es la matriz de acumulación desde donde se formaron los empresarios calisureños. Su sentido de oportunidad y atingencia, al colocarse en los puertos, les permitió el monopolio del comercio y pronto se convirtieron en representantes y agentes de las principales negociaciones mineras. Tal sería el caso de los Ruffo, con La Perla de La Paz; la familia González, con La Torre Eiffel; pero, además, tenían en común  que ligaban sus intereses privados con el poder público.

Se les dio acaso de manera natural el círculo perverso: “virtudes públicas, vicios privados”. Los notables de amplia fortuna gracias el comercio, lo mismo eran dueños o accionistas en la agricultura, que en las minas, el transporte marítimo e industria pesquera. Tenían pues un perfil muy versátil. 

Sin duda, y siguiendo a nuestro autor, que el signo de la modernidad porfirista en estas tierras lejanas o periféricas está en el crisol del rostro social, que se formó abruptamen­te con la explosión demográfica finise­cular. La migración incen­­tiva­da por la minería y por el resto de las acti­vi­dades económicas ya mencionadas, dio lugar al mayor crecimiento poblacional de esta región, acaso superada por el “boom” fayuquero y turístico del último tercio del siglo xx.

En la lógica de explicación, que nos ofrece el libro, hay un planteamiento de articulación entre minas-población-mercado-y actividades pecuarias.

El fenómeno poblacional, más fuerte en El Boleo, que dio nacimiento a nuevas comunidades o revitalizó antiguos espacios “llevaba la impronta de la modernidad en su trazo arquitectónico, caracterizado por un cosmopolitismo prefabricado y un perfil social semejante a una Torre de Babel”, producto de una población heterogénea, conformada por extranjeros, operarios, burócratas, labradores y comerciantes

En el discurso historiográfico del libro hay un hilo que, semejante a un electrocardiograma, registra un par de tensiones: la que se produce en el ámbito político entre los notables que detentan el poder en forma oligárquica (especialmente el municipal) y la clase media emergente a la que se le niega un lugar en las dietas y cargos de representación.

La otra tensión, sin dejar o estar ajena a un tinte político, es de na­tu­­raleza económica y se produce en la disputa por los mercados, la tierra y los recursos marinos. Es la lucha entre los grandes acaparadores y monopolistas del mercado y los otros sectores sociales de la franja media.

En la confluencia o en el vértice que conforman estas dos tensiones, el torrente social cavará la tumba política del antiguo régimen en Sudcalifornia. El modelo económico, por su parte, seguirá vivo por muchos años.

Vale decir, de acuerdo a la valiosa interpretación de Juan Preciado, que la revolución política maderista, en tanto movimiento cívico, no fue producto en estas tierras de la hoz y del martillo.

La revolución maderista llegó a golpe de remo y con el aire suave de lo que “aquí llaman Coromuel”. Se trató de la rebelión de los lancheros, armadores y pequeños comerciantes, la que agitó las aguas de oposición. Fue acompañada a caballo, por las clases medias ilustradas y por rancheros de alforjas llenas de rencores, o bien, por el norte industrial, en donde los obreros con marchas y borracheras nocturnas que sólo interrumpía el silbato del amanecer le pusieron el requiem al antiguo régimen. Los “enclouseres” o cercamientos del poder se habían derrumbado, sin mucho tiro de por medio. En la explicación de su caída, el autor, nos regala una narrativa que incluye el testimonio poético y lúdico de la época.

Hasta aquí nuestro comentario acerca del libro de Preciado Llamas. Sólo nos resta apuntar un par de cosas: el autor no se detiene en consideraciones generales.

Al contrario, su libro presenta los resultados de un minucioso proceso de estudio de archivos de la entidad, de las empresas y de las ciudades y pueblos que conforman las dos regiones. La información estadística presentada en 149  cuadros es muy útil, para ilustrar el razonamiento discursivo sobre la Baja California porfirista.

Por su contenido es una obra de mil y una posibilidades en cuanto a lecturas, nortes y rutas de investigación.

En estos comentarios intentamos ofrecer una panorámica general; por lo mismo, prescindimos del dato duro y de los muchos detalles que contiene la obra.

El lector más acucioso apreciará el trabajo y la calidad de investigación del autor; reconocerá lo bien avituallado en metodología y fuentes. Especialmente entenderá que en un trabajo de historia regional se requieren dos lentes: un gran angular, para explicar los eventos y tendencias generales en que se debate la región, y otro, una lupa, para armar la retícula de los acontecimientos menudos.

Me quedo con una aportación que subyace en el libro: durante el porfirismo, en la Baja California  se construyó un sistema regional, con un mar interior, golfo de California, cuyo ámbito o área de relación incluía la contracosta y la Alta California.

 

 

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* Doctor en Historia, investigador del Depar­tamento de Historia y Antropología, Universidad de Sonora, unison; e-mail: jromero@sociales.uson.mx

 

 

Notas:

 

1 Paul Garner, Porfirio Díaz. Del héroe al dictador, una biografía política, México, Planeta, 2003.

2 Stuart F. Voss, “El Noroeste de México” en Las alianzas de familias y la formación del país en América Latina, México, fce, 1990.

3 Ver Juan Manuel Romero Gil, La minería en el Noroeste: utopía y realidad, 1850-1910, México, Plaza y Valdés-unison, 2001.

4 R. W. H. Hardy, Viajes por el interior de México en 1825, 1825, 1826, 1827 y 1828, México, Trillas, Linterna Mágica 23, 1997.