Los años 1941-1947:

Despegue del periodismo profesional en Baja California

Gabriel Trujillo Muñoz*

Para 1941, el periodismo bajacaliforniano se halla en una posición central en la vida comunitaria fronteriza. Su papel se vuelve más necesario a medida que los periódicos, junto con la radio y el cine, se transforman en puntas de lanza de la propaganda política y que ésta aumenta en complejidad, imaginación e impacto en la sociedad. No se olvide que la Segunda Guerra Mundial ya es una presencia constante que mantiene en vilo a los interesados en el conflicto bélico que ven, día con día, cómo esta conflagración va acercándose al continente americano por parte de Alemania (en el Atlántico) y de Japón (en el Pacífico).

Baja California no está ajena a estas nuevas circunstancias. San Diego, la base naval, comienza a crecer en personal y actividad desde fines de los años treinta. Los Estados Unidos de América muestran signos inequívocos de prepararse para la guerra. La militarización de la vida de los estadunidenses trasmina las fronteras. La guerra es el tema de moda. La guerra es la noticia que acapara conversaciones en oficinas y hogares, en centros comerciales y tertulias. Y la guerra, como todos saben, es el mejor impulso para que las empresas periodísticas prosperen y aumenten sus tirajes.

¿En qué condiciones se haya, para hacer frente a esta avalancha de informaciones, la prensa en Baja California? ¿Cuáles son, periodísticamente hablando, sus piezas fuertes? Examinemos a sus principales periodistas al inicio de los años cuarenta: Juan B. Hernández está en el exilio. Ángel Zaldívar busca poner en pie un taller propio para regresar con bríos. Rafael Trujillo, que fundara el Diario de Baja California en 1930, el primer intento de diario en Tijuana, vive en California dedicado al teatro. Los hermanos Bernal se hacen famosos publicando un soneto diario en periódicos nacionales o de Los Ángeles. Guillermo Medina Amor, veracruzano, igual que Hernando Limón, colaboran con publicaciones estadunidenses en español. Enrique Bordes Mangel, quien fuera embajador de México en Guatemala y editor de El Mexicano, bisemanario mexicalense en 1931 y colaborador de La Voz de la Frontera, también en 1931, cuando éste es dirigido por el cubano Carnicante, siguen en la brega periodística. Medina Amor, por ejemplo, después de publicar El Cóndor, El Pueblo y El Hablador en los años treinta, se lanza a publicar, junto con Rodolfo Calderón, su yerno, la revista Cine al Día en 1942, que dura hasta la muerte de Calderón, en 1968, pero que como periódico su duración es del 21 de julio de 1942 a octubre del mismo año.

En la primera mitad de los años cuarenta, los periódicos que salen a la luz son: en Tijuana, La Voz Infantil, de Alfonso Salgado, periódico quincenal de información, que aparece el 21 de noviembre de 1941 y deja de salir en febrero de 1942, y El Heraldo de Baja California, primer periódico que sostiene su presencia diaria en la entidad y que es, hoy en día, el veterano de la prensa bajacaliforniana. En Mexicali, La Crónica, de Adolfo Wilhelmy, aparece el 2 de diciembre de 1942. Periódico semanario que se distribuye en forma gratuita y que contiene seis páginas (una en español y cinco en inglés). Es impreso en los famosos talleres del The Calexico Chronicle, en la vecina ciudad californiana. Periódico tabloide dedicado a la fiesta brava y cuyo director es Jesús Granados, cuenta con la pluma del mejor cronista taurino, Héctor Aranda. Como Armando I. Lelevier lo puntualiza, el número de imprentas en Mexicali y Tijuana ha crecido, para 1943, en forma acelerada, y vanos periódicos han logrado alcanzar su décimo aniversario. La persistencia periodística va dando ya sus frutos en publicaciones más o menos permanentes y en talleres cada vez más llenos de trabajos de prensa. El desarrollo gráfico es continuo y en ascenso:

En la actualidad existen las siguientes imprentas en la capital del Territorio Norte: Imprenta “Nacional”, una prensa “Lee”, dos “Chandler & Price”; Imprenta “Mercurio”, con un linotipo diez con tres magazines, de ocho, diez y doce puntos; pero que únicamente trabaja el de doce: una prensa plana muy vieja, dos prensas “Chandler & Price” y un estereotipo; Imprenta “Cisneros” con tres prensas “Chandler & Price”; Imprenta Baja California, que es pequeña teniendo una prensa; Imprenta “Norte”, donde se hace “El Tecolote”; Imprenta “El Regional” y la Imprenta “Orientación”. Debemos de hacer un recuerdo para uno de los impresores de mayor envergadura que existió en esta capital, don Rafael Solís, impresor, rayador y xilógrafo que, no obstante su pequeña prensita de ocho pulgadas por doce, supo hacer verdaderas joyas en el arte tipográfico y murió en el afijo de 1929 en la mayor pobreza.

     En la actualidad se encuentran registrados en la Oficina de Correos de esta capital los siguientes periódicos: “El Regional”, registrado el 11 de enero de 1932, semanario de información de cuatro columnas a doce líneas, que dirige la señora María de Jesús Ruiz; “El Tecolote”, esporádico, con registro del 14 de julio de 1933, tabloide. “El Tiempo”, semanario de información, de ocho columnas a once y media líneas, registrado el 22 de noviembre de 1933, y dirigido por Armando I. Lelevier; su tamaño de página es de diecisiete y media por veintidós pulgadas; “Orientación”, semanario tabloide de información, que dirige Emitido R. Bours, con registro de 8 de abril de 1937; Revista “Minerva”, registrada como mensual el 8 de febrero de 1938, sale principalmente en las fechas en que se conmemora algún acontecimiento; la dirige José Castañedo; “Muralla”, órgano del Sindicato de Cantineros, registrada el 22 de marzo de 1939; “Cronos”, dirigido por Adolfo Wilhelmy, registrado el 26 de julio de 1941, semanario de información; “Nuevo Mundo”, semanario de información que dirige Ángel Zaldívar, pendiente de registro por haberlo perdido.

     En la actualidad aparecen en Tijuana: “El Heraldo de la Baja California”, diario; “El Hispano Americano”, bisemanario; semanario: “La Razón”, “Labor”, “El Cóndor” y “El Imperial”; cuenta con cinco imprentas: “Editorial Baja California, S.A.  [...] El Hispano Americano”, Imprenta “Modelo” que cuenta con tres prensas “Chandler & Price”, Imprenta Internacional y “Artes Gráficas” actualmente desmantelada.

En la actualidad existen dos imprentas en Ensenada: la del desaparecido don Feliciano Bañuelos, que iniciara su taller allí por los años de 1905, con una prensa miniatura de dos y media por cuatro pulgadas, que media su rama marca “Oficial” y que se encuentra en poder de sus sucesores; otra prensa de cinco un cuarto por ocho y media “Excélsior Kelsey Mendan, Nonn” y otras más modernas, y la de don Alberto Amador, que consta de tres prensas: una “Chandler & Price, Cleveland Ohio, U.S.A. 1905” de 12 x 18; otra de la misma marca de 1900 de 8 x 12; una muy antigua de 18 x 24 “Palmer & Rey” sin número ni año. Amador trabajó en los talleres de don José María Obando en el año de 1912 y en la actualidad es propietario de un buen taller de imprenta que, además de bien surtido en tipo, posee una guillotina.

Quien va a dar el impulso definitivo al periodismo bajacaliforniano es un extranjero que hace de Baja California su hogar, su destino. Rubén Darío Luna, nacido en El Salvador en 1898, es ahijado del creador del modernismo, el poeta Rubén Darío (de ahí su nombre), e hijo de Alberto Luna, famoso cronista. En 1922 llega a México y en 1923 ya reside en Tijuana, donde colabora con Ramón G. Pavón en su semanario Labor.

En 1925 compra la prensa que había pertenecido a la Compañía Inglesa y en 1930 intenta su primer diario en la península, El Eco Nacional, de ocho páginas y que sólo dura cuatro meses. Como se lo cuenta a Jesús Cueva Pelayo, “fueron los días más difíciles que yo he pasado. Vinieron enviados del gobierno del general Bernal, gobernador del Distrito Norte, y se acabó nuestro intento de diario.” La causa: los artículos incendiarios de Enrique Bordes Mangel. Para evitar que se vuelva a repetir una represión igual, su amigo Alfonso Fernández Aporte le ofrece una solución para salvar el patrimonio de sus hijos: fundar un periódico, impreso en su taller, pero en el cual su nombre no aparecerá para que los agentes del gobierno no le echen ojeriza. Y así, en 1930 sale La Voz de la Frontera, que en 1931 cambia su nombre a La Frontera. Este semanario sobrevive hasta 1934.

Siete años más tarde, con más tablas, experiencia y colmillo, Rubén D. Luna se hace cargo del primer diario bajacaliforniano que no queda en intento y que logra establecer un estadio nuevo, más profesional, en la prensa del territorio norte. A don Rubén lo apoya, como jefe de Redacción, Rafael Quijano, un periodista defeño nacido en 1892 (y fallecido en 1975) que viene de dirigir en Los Ángeles, California, El Heraldo de México (1923- 1930), y de ser subdirector de El Hispano Americano (1933-1935). Como director queda Luis L. de Guevara; como gerente de Anuncio y Circulación, Manuel Contreras; don Rubén se conforma con el puesto de gerente general para no llamarse, simplemente, propietario.

Esta aventura planeada con meticuloso cuidado sale a la luz pública el 16 de junio de 1941. En la primera plana de su primer número sobresalen dos temas: la inminencia de la guerra entre Alemania y la Unión Soviética, y el desagravio a la bandera mexicana por motivo de un ataque a la enseña patria efectuado en Tabasco.

El editorial es mesurado en tono y fondo. Y es que El Heraldo de Baja California aparece en un momento de conmoción mundial, pero su contexto nacional es de unidad patria, de fe sin aspavientos en lo mexicano, de construcción de una identidad que cohesione, bajo la mano suave del avilacamachismo, a los nacionales de todos los rumbos del país. Por eso, El Heraldo de Baja California, diario vespertino, ya no arenga por revoluciones violentas, sino que saluda a sus lectores con base en el entusiasmo regional de contar con un medio que una a los bajacalifornianos con la marcha triunfalista del país en su conjunto:

     Buenas tardes.

Estas dos palabras llevan al Territorio el saludo de El Heraldo en su primera edición.

¿Para qué bordar con palabras ampulosas una hueca presentación literaria de este nuevo órgano de la prensa regional?

Diario vespertino, la salutación que sirve de cabeza a estos renglones, concreta nuestro programa.

Si es el periodismo flor de un día; si las noticias del ayer pertenecen al pasado, El Heraldo es y será, en sus columnas, un reflejo del momento; sobrio, conciso, oportuno.

El Heraldo nace independiente y mantendrá su independencia editorial. No tiene rencores que ventilar, entuertos que desfacer o nociones quijotescas que puedan impulsarlo a lanzarse, pluma en ristre, contra molinos de viento.

Esencialmente informativo, El Heraldo se esforzará, dentro de los límites de lo que es humanamente posible, por conquistarse la confianza del Territorio a base de eficacia periodística, consagrando su atención, con preferencia, a lo que ocurre dentro de esta región donde hemos cimentado nuestros hogares y nuestros destinos, sin que ello implique, que hayamos de pecar de negligencia en lo que atañe a nuestra patria en general y al mundo exterior.

Surge El Heraldo en una época de dramática turbulencia, en momentos en que se hace historia. Consciente de su responsabilidad, sin doblegar jamás su criterio como órgano libre de la prensa nacional, El Heraldo sabrá servir antes que todo y sobre todo a los intereses de nuestra patria chica, la Baja California, y de nuestra patria grande, México [...].

Sería presunción ridícula el que pretendiésemos que venimos a llenar un vacío. Tijuana en particular y el Territorio en general cuentan ya con órganos periodísticos que, dentro de sus posibilidades y alcances, han desarrollado meritísima labor.

En el terreno del periodismo, en consecuencia, El Heraldo sólo significa un paso más hacia adelante. Un paso que se da en virtud de que anima a su empresa la fe más absoluta en la marcha de la Baja California hacia un brillante porvenir.

La declaración anterior es un mensaje franco a colegas y autoridades: El Heraldo de Baja California no es el regreso de algún conde de Montecristo en pos de la venganza por afrentas cometidas contra quienes hoy vuelven a la lucha. En cierta manera, este diario reconoce la importancia de su proyecto como un espacio periodístico que ese 16 de junio comienza a decir sus primeras palabras. Por eso acepta “colaboraciones siempre que su fondo sea de interés general”. Sus páginas no son, entonces, una trinchera ideológica o partidista, sino un esfuerzo de profesionales del periodismo en pos de un público lector, interesado en lo propio y en lo ajeno:

El Heraldo, en resumen, viene a sumarse, dentro del papel que le corresponde, y en cordial armonía con sus colegas de la región, a las fuerzas vivas que laboran por el desarrollo y por la prosperidad de nuestro medio.

Jactarnos de que contamos con estos o aquellos elementos sería un vano gesto de ostentación. Baste decir que nos hemos preparado y nos seguiremos preparando para llenar con la mayor eficacia posible la misión que nos hemos impuesto; una misión, repetimos, exclusivamente periodística.

Haremos la historia de nuestro medio por los hechos que en tinta de imprenta vayamos presentando en nuestras columnas.

Dijimos que El Heraldo nacía independiente y lo repetimos El Heraldo no es órgano de un grupo determinado; ni servirá intereses egoístas; no tiene ni tendrá más compromisos que los que sus lectores le impongan. Aspira a ser un diario de todos y para todos. Quedan sus columnas abiertas, en consecuencia, a los lectores que conquiste, para la expresión de sus ideas, para el desarrollo de iniciativas en pro de la comunidad y del bien público.

Sobre estas bases y animados del más sano entusiasmo iniciamos nuestro trabajo.

Buenas tardes...

El Heraldo de Baja California es un diario que hace su aparición en son de paz, sin cóleras ni enojos, pero que nace en un clima de guerra total, en medio de un conflicto que ya se filtra en la vida cotidiana de los bajacalifornianos. Si en su primer número avisa que Alemania concentra veinte divisiones en su frontera con la Unión Soviética, que la amenaza nipona crece en el Pacífico, que Londres opina que, en caso de guerra, Stalin se rendirá, dos días más tarde, el 18 de junio de 1941, la guerra ya no parece tan exclusivamente europea y anuncia que “La línea es resguardada”, que hay “estrecha vigilancia para los que entran o salgan de eeuu”, y que estas acciones de las autoridades del país vecino se deben a que “se trata de evitar que se filtren hacia México agentes de Hitler” y, por ello, la frontera México-Estados Unidos se vuelve más difícil de cruzar.

Para los mexicanos, esta situación los deja entre dos fuegos: entre la suspicacia yanqui y las posibles represalias de los nazis en México y contra intereses estadunidenses. La guerra ya no es un lejano rumor sino una realidad que afecta vidas y bienes. Como lo establece su editorial del 18 de junio de 1941:

Cada día que transcurre en esta época angustiosa tiende a tornar más compleja y más sombría la situación internacional que precipitada por la guerra que estalló en Europa, se apuntó como terrible desde sus primeros momentos. Su radio de acción se va extendiendo con rapidez aterradora. Como reguero de pólvora en que una chispa provocara incontenible conflagración, arrasó, uno por uno, con excepciones que pueden casi contarse en los dedos de una mano, los países de Europa.

Bien quisiera la humanidad, sobrecogida en estos instantes por el pavor que entraña lo desconocido, que a las puertas de Damasco volviera a surgir el milagro que convirtiera a Saulo de Tarso en Pablo el Apóstol [...] Que fulgores divinos cegaran por un momento siquiera los ojos de los amos del mundo, para que cuando se abrieran otra vez pudiesen cerciorarse de que el mundo se encuentra al borde de un abismo.

Ni el Atlántico ni el Pacífico constituyen en esta era de maravillas de la ciencia; maravillas que el hombre creara para su propia destrucción, barreras infranqueables. Esa conflagración que se extendió desde Europa hasta el cercano Oriente y las tierras del África, bien puede propagarse repentinamente hasta las playas de nuestro continente americano.

¿Pesimismo...? ¿Fantasías...?

Anoche vino a cristalizar, precisamente en las fronteras de este plácido Territorio Norte de la Baja California, la gravedad de la hora.

Agentes del servicio aduanal y de la inmigración de los Estados Unidos, han establecido un servicio de vigilancia extraordinaria para impedir que crucen a nuestro territorio los súbditos de Hitler o Mussolini evadiendo las medidas que en su contra dictara el presidente Roosevelt. Y la prensa de hoy, en sus primeras planas, habla de la posibilidad de que agentes de las potencias del eje intensifiquen su propaganda en la América Latina.

La política externa adoptada por nuestro gobierno; nuestra hegemonía continental; nuestros intereses nacionales, exigen que como nunca nos mantengamos estrechamente unidos; que procedamos con la prudencia que aconseja la noción de lo que es sensato y que apartándonos de histerismos ridículos que pudieran emanar de prejuicios añejos, contemplemos la realidad desnuda y normemos nuestros actos por las matemáticas de lo que es práctico.

Ya que nos encontramos en una marcha hacia lo ignoto; retengamos, por lo menos, lo tangible de lo que conocemos [...].

Lo curioso es que en esta misma edición aparece una carta de Gumersindo Ybarra que va dirigida a Rubén D. Luna. En ella, un lector que simpatiza con las palabras y conceptos vertidos en el primer editorial de El Heraldo de Baja California y que reconoce en ella la firma de Rubén D. Luna, felicita “por la iniciativa de su diario que ha causado muy grata impresión entre el elemento tijuanense y que indudablemente repercutirá en el Territorio Norte”, pero luego le exige cumplimiento a sus promesas:

Su frontal artículo “Buenas Tardes”, ha merecido los más buenos comentarios y yo, interpretando el concepto de mis amigos y observadores, estamos de acuerdo con él, pero ojalá que sus palabras no queden escritas, ya que siendo usted un extranjero que ha compartido con nuestra vida y que se ha solidarizado con el ambiente mexicano, sepa cumplir con esas promesas que generalmente son un estandarte de propaganda de los periódicos. Yo estoy seguro de que a usted le animan buenas intenciones, desde el momento en que sin pertenecer a la Patria, ha depositado en ella la conciencia y la inteligencia de sus hijos que indudablemente habrán de pensar en el Pabellón de las tres garantías.

Su periódico será sin duda el paladín a que tanto se ambicionaba en estas tierras, no como defensa que no se necesita, sino como un faro de acción y actividad. Y por eso le felicito señor Luna, pero no olvide que dentro de su actuación debe reunir todo el carácter y toda la sinceridad con que a usted se le ha acogido en nuestro México.

Quisiera que, dado su criterio no solamente de periodista, sino de hombre de honradez, publicara en su mismo diario estas palabras que llevan la felicitación y que contienen la esperanza de que al fin por todo, tengamos un órgano de prensa independiente y de verdadera utilidad para el Territorio.

Irónicamente, Rubén D. Luna ha actuado –y hasta ahora lo captamos– como cuando fundara La Voz de la Frontera y más tarde La Frontera: es el periodista que mueve los hilos, da la pauta editorial de la publicación y es quien supervisa su hechura e impresión, pero al ponerse como gerente general se escabulle de la responsabilidad directiva del diario y queda limpio de toda culpa en caso de que el periódico se meta en algún lío. De esa forma esquiva el peligro de que le apliquen el artículo 33 y presionen a El Heraldo con su expulsión del país. Por eso la redacción, en forma anónima, responde que:

Agradecemos profundamente las palabras de felicitación que dirige al gerente general de este diario, nuestro amigo señor Gumersindo Ybarra; pero queremos hacer la aclaración de que aún cuando, efectivamente, el señor Rubén D. Luna, es extranjero y hasta ahora nadie ha puesto en duda el sincero cariño que siente por su segunda patria, México, las funciones del señor Luna dentro de esta empresa periodística, con su carácter de gerente general, son meramente administrativas y comerciales pues la redacción y orientación política de este periódico están a cargo exclusivamente del director, señor Luis L. de Guevara, mexicano ciento por ciento.

Lamentablemente para Luis L. de Guevara el gusto de ser el mandamás del único diario que se publica en el Territorio Norte de la Baja California le dura poco tiempo. Para fines del año Rafael Quijano asume la dirección y A. Machón V. queda como jefe de Redacción. Para 1942, después del ataque japonés a Pearl Harbor, El Heraldo de Baja California, publicado por la imprenta-editorial Baja California, ya ha conquistado la confianza de los empresarios locales, que se anuncian, con gran profusión, en sus páginas. Para Ricardo Romero, El Heraldo es el “órgano periodístico de más tradición en el estado, por su antigüedad y el cariño que siempre le ha tenido el pueblo tijuanense y bajacaliforniano”.

En El Heraldo han colaborado los siguientes periodistas: Mario Ortiz Villacorta, también salvadoreño y autor de la columna “Órbita”; Manuel Macías Viadeno, editorialista; Tony Sagardoy, cronista deportivo; Miguel Ángel Millán Peraza, poeta mazatleco; Gilberto Lavenant, colaborador; Aída Castro de Hernández, comentarista literaria; Aurelio García, reportero; Clara Elena García, periodista de sociales; Miguel Rodríguez Arreola, duranguense, colaborador, igual que Rodolfo García Talavera, Ricardo Acevedo Cárdenas, Rubén Té1lez Fuentes, Juan Manuel Martínez, Manuel de Jesús Méndez, Antonio Sagardo y Ramírez, Pedro Geophroy Rivas, José Jiménez Díaz, Guadalupe Hernández, Dora Orea Maldonado, Geraldo Hierro, Irene García de Contreras, Santiago Reachi, Verónica García, Rodolfo Bojórquez, Juanita Jiménez de Ramírez, quienes, junto con decenas de otros periodistas tijuanenses, han mantenido con vida al primer diario bajacaliforniano hasta la actualidad. Hazaña pródiga y prodigiosa. Ejemplo a seguir.

En 1999, al cumplir 58 años de vida, Víctor M. Ramírez Arellano expone, desde las páginas de El Heraldo de Baja California que ahora comanda Francisco Ramírez Guerrero, que este diario, nacido con el apoyo “de un puñado de periodistas profesionales unos, principiantes los más”, se crea ante la demanda de noticias frescas, diarias, en un momento histórico en que los acontecimientos mundiales son un alud de informaciones y sucesos que ya no se prestan para ser tratados semanariamente, por lo que se requiere un medio al día, que los dé a conocer con celeridad y confianza.

Se estaban matando miles de soldados en la segunda y última guerra mundial y México y Tijuana, sin quererlo eran actores de esa barbarie, por las noches, el ulular de la sirena del cuerpo de bomberos se dejaba escuchar, era la señal que en todos los hogares se apagaran las luces y dejaran de circular los automóviles ante el temor de ser fácil blanco de los ataques aéreos de las fuerzas del eje que, al principio de la lucha fratricida invadían todo Europa, bombardeaban Hawai y se veían rondar por la península de Baja California, preparando un ataque militar que nunca, afortunadamente, llegó a tierras cachanillas.

Era lo que a la gente le interesaba en esos momentos y eso había que llevarle diariamente; y así, entre balas lejanas y el aplauso local nació El Heraldo, primer diario en Baja California. No fue fácil cuando nació El Heraldo, se trabajaba prácticamente las 24 horas del día para sacar una edición de ocho planas. Eran los tiempos románticos de la tipografía, cuando de manera manual se “metía” hoja por hoja en la enorme prensa mecánica que amenazaba, a cada vuelta, romperse en mil pedazos.

Cuando el plomo ardía en los “crisoles” de los linotipos enviando chispas de fuego a todo su alrededor, cuando para meter una “plancha” en la prensa se requería de la fuerza y fortaleza de un levantador de pesas, eran tiempos de fuerza e ingenio.

En ese mismo año de 1942, surgen otras publicaciones, como Ases y Estrellas, un periódico mexicalense especializado en deportes y bajo la dirección de Jesús Granados. Eduardo Rubio ha dicho de esta publicación que:

Ases y Estrellas, del Chanate Granados, era un periódico católico. Aparecía de milagro y allí cada vez que el Chanate conseguía dinero para hacer la edición. No tenía taller propio y lo hacía pagando maquila. Su número más destacado, y el que no fallaba nunca, era el del día de difuntos, donde salían sus calaveras. Por cierto que a propósito de calaveras, aquellas de entonces no eran mercantilistas ni se hacían sólo para endilgar a los “calavereados”. Se hacían de garra, algunas que hasta roncha provocaban. Ese día los funcionarios divorciados del pueblo, temblaban porque ya sabían que la calaverita con su nombre, sería más cruel que cinco editoriales juntos escritos en su contra.

Y así, las mañanas del sábado y las del domingo aquel pueblo ingenuo y cordial despertaba con los pregones de aquellos modestos periódicos semanarios forjados con siete días de desvelo, con siete días de ansiedad, con siete días de privaciones. Eran los heraldos que cantaban la lucha de un pueblo en formación.

Ases y Estrellas cuenta con las colaboraciones de: Héctor Amanda, Eugenio Lagarde, José Luis Magaña, Enrique “Curro” de la Cruz, Eugenio Carvajal y Jesús Quiñones García. Este último ya había sacado, en 1939, el periódico quincenal El Deportivo, que dura de abril a octubre y del que sólo salen tres números. Otro periódico en la misma línea es Caliente, de Roberto L. Limón, semanario tijuanense que sale de agosto de 1941 a octubre de 1942.

En cuanto a Jesús M. Granados, éste nace en 1899, en la ciudad de México. Llega a Baja California como torero en 1914 y se queda a residir en Mexicali en 1917. Para Peritus, Granados, mejor conocido como “El Chanate”, es “una alma noble con albura de sencillez y de bondad. Granados nació para servir […] Quiso ser periodista y lo fue”. En septiembre 16 de 1942, en coincidencia con la inauguración de la segunda plaza de toros en la capital del Distrito Norte, sale Ases y Estrellas. Granados es un multiusos, como entonces se acostumbra: impulsor del turismo, promotor de peleas de box, torero y periodista que termina sus días, ya en los años sesenta, pidiendo una pensión económica para sobrevivir a las inclemencias de la edad. Pero en los años cuarenta, como Peritus recuerda, desde Alejandro Reyes Aguilar, “fray Nano”, hasta Carlos Quiroz, “mono sabio”, periodistas deportivos de La Afición, elogian la publicación de Granados y comentan que “está haciendo el único periódico en la provincia que da calidad y dignidad a la información taurina”.

Pero en 1942 los peligros que deben lidiar los bajacalifornianos no son toros famosos sino el caos de la Segunda Guerra Mundial que, en la costa oeste de los Estados Unidos, trae consigo concentraciones de tropas, hipervigilancia y una histeria colectiva que ve en cualquier sombra un japonés acechante. Y Baja California es vista, por los gringos, como un flanco desprotegido que debe ser cubierto perentoriamente. Ante las continuas violaciones del territorio mexicano y las primeras fricciones entre autoridades mexicanas y estadunidenses, el nuevo comandante de la zona del Pacífico, el general Lázaro Cárdenas, traslada su centro de mando de Mazatlán a Ensenada, y se dedica, en las siguientes semanas, a convencer a los militares del país vecino que no pueden entrar a territorio mexicano pero que sí pueden capacitar y equipar al personal militar nacional para que vigile, estrechamente y coordinados con el ejército estadunidense, por cielo, mar y tierra, la península de Baja California.

De enero de 1942 en adelante, la militarización de la vida bajacaliforniana es un hecho insoslayable. Se crean comités de defensa civil para casos de incendios por sabotaje o bombardeos, se declara el toque de queda y se apagan las luces de las ciudades para que no sirvan de blanco. El Heraldo mantiene una información continua sobre la guerra en todo el mundo. Para poner un ejemplo, el 16 de enero de 1942, de las doce notas que aparecen en su primera plana, sólo tres no tocan el tema bélico (una circular de la Cámara de Comercio, un resultado deportivo y una demanda sindical).

Otro dato en relación con la prensa: ahora se hace evidente el control informativo de las noticias, el que el ojo censor de la seguridad del Estado revisa que no se filtren datos a un enemigo (el eje germano-italo-japonés) que oficialmente todavía no es el enemigo, ya que la declaración mexicana de guerra no se dará sino hasta el verano de 1942, pero más vale prevenir que lamentar. Mientras tanto, la prensa va dejando apresuradamente sus simpatías nazis y se alinea en favor de los Estados Unidos. Y ya El Heraldo puede poner a ocho columnas que “La flota de e.u. obtiene una victoria sobre los nipones” en enero de 1942 cuando la supuesta victoria no es más que el hundimiento de tres barcos de transporte japonés y no se relaciona con auténticas naves de guerra. La propaganda como verdad a medias.

Pero 1942 es el año de la unidad nacional, de las marchas de guerra y de un nacionalismo puro y simple y sonoro, donde desaparecen tanto la lucha de clases como las diferencias políticas en aras de que los mexicanos demos juntos la cara a la contienda cada vez más próxima. El Heraldo hace suyos estos valores en su editorial:

El país entero ha adquirido conciencia de cuál es su situación frente a los acontecimientos mundiales que de manera vertiginosa se desarrollan. El mensaje del primero de año del señor Presidente de la República, en el que conviene insistir por los rumbos que traza en la obra de conjunto nacional, ha provocado la reflexión de los ciudadanos sin distinción de ideologías ni de sectores. De esta excitativa se derivan muy hondas enseñanzas que nadie ha de desconocer y menos desdeñar. La unión nacional se impone. Quizá ésta no sea la palabra adecuada. La unión nacional surge espontáneamente en todos los elementos que integran la patria mexicana, por deber, y también por instinto de defensa. Cualquiera tendencia a la disgregación por pugnas internas dentro de la gran familia de que formamos parte, ofrecería ocasiones desfavorables a nuestra causa, que es la de la independencia de los pueblos y las libertades humanas. En nuestro caso, las más gloriosas tradiciones históricas apoyan nuestros intereses vitales, en los días en que vivimos. El idealismo y el sentido de libertad se unen a una misma obligación.

Se trata, pues, de afianzar una fórmula armónica entre los obreros, patrones, gobiernos locales y Ejecutivo Federal, que permita un desarrollo de las actividades creadoras con un ritmo acelerado y sin encontrar obstáculos en su camino, para lo cual es indispensable que absolutamente nadie sucumba a las tentaciones de reprobables codicias.

Ahondando en esto, el licenciado García Téllez ha expuesto en días pasados, ante el Sindicato de la Industria Textil y Similares, atinadas consideraciones sobre la posición del movimiento obrero frente a la guerra con los países totalitarios. El punto de partida es la declaración del señor Presidente de la República; declaración serena, ponderada, de estadista previsor y patriota, dirigida a los trabajadores y a todas las clases sociales de la hora de peligro en que se encuentra México por la furia agresiva nazi-fascista y por la situación estratégica. De ella se desprende, con irreprochable lógica, la necesidad ineludible de acrecentar nuestro celo y estimular nuestras energías, para que nuestro país no sirva de flanco de ataque a la nación vecina, y hermana en ideales de democracia y libertad, que lucha en forma tan viril y decidida contra la agresión de las dictaduras.

Y por lo que a las clases trabajadoras atañe, salta a la vista que la contienda actual no es una pugna entre oligarquías militares que se disputan el poder. Su significación es bien clara, y ella obliga a no permanecer indiferente, pues con la supresión de las instituciones democráticas y los principios de libertad, los derechos sociales sucumben en un despotismo odioso, que anula las reivindicaciones económicas, sindicales y morales del trabajo.

En la terrible contienda entablada, cada cual ha de permanecer en su sitio como un combatiente, frente al enemigo, sin que en los azares de ella puede admitirse ningún abuso ni atropello a los derechos adquiridos en noble y legitima lid. Es indudable que de la plenitud de la conciencia nacional derivan los deberes individuales de cada mexicano.

La presencia misma del general Lázaro Cárdenas es un aviso de la importancia que el gobierno mexicano le da a Baja California en su conflictiva relación (ahora agravada por la guerra y la amenaza nipona) con los Estados Unidos. Su arribo a Ensenada en enero de 1942 es una señal de tiempos menos glamorosos y más disciplinados para la población bajacaliforniana. El conflicto bélico mundial ya ha llegado a las costas del Pacífico mexicano y Cárdenas lo anuncia sin miramientos en El Heraldo (5 de enero de 1942). Es la hora del patriotismo peninsular:

El general Lázaro Cárdenas, nombrado recientemente por la Secretaria de la Defensa Nacional, comandante de la Zona Militar del Pacífico, hizo la siguiente declaración respecto a la situación de México frente al conflicto armado que se ha extendido al mundo entero:

“El afán de un grupo de naciones que pugnan por exponer como norma de organización social la modalidad de un régimen totalitario, antítesis de los principios proclamados por la causa de la democracia, ha provocado un estado de guerra que tiene envuelto a casi todo el mundo. México no podría ser ajeno a esta conflagración ya que por su tradición histórica, la psicología de nuestro pueblo libre y la forma constitucional de nuestro gobierno se ha colocado siempre de manera precisa en el grupo de naciones defensoras de la libertad.

Cohesión nacional y trabajo intenso para hacer frente a la hora actual, ha dicho el Primer Magistrado de la Nación; y debemos cumplir este llamado, soldados y civiles, con el más firme y acendrado patriotismo que ningún habitante nacional o extranjero, permanezca sin producir.

Obedeciendo a imperativos de carácter internacional, el señor Presidente de la República estimó necesario crear la Sección del Pacífico con cuyo mando tuvo a bien honrarme. Al recibir tan delicada misión he confiado en la convicción y patriotismo de mis compañeros de armas, seguro de que todos sabrán reconocer los sacrificios que como soldados debemos a las instituciones y a la Patria, cumpliendo lealmente con nuestras obligaciones internacionales y cuidando celosamente de la integridad de nuestro territorio.”

Esto se hace más claro conforme el país va deslizando rumbo a la guerra, sin querer queriendo, presionado al principio por el vecino del norte y más tarde por sus compromisos internacionales de solidaridad con los pueblos oprimidos y por los ataques furtivos de los submarinos alemanes contra los barcos petroleros nacionales, como el Potrero del Llano. El espíritu patriótico ha dejado atrás cualquier ideología de derecha o izquierda y se ha amalgamado en “legítimo orgullo” y en “motivo que nos hace sentirnos satisfechos y honrados de ser mexicanos”. Y los bajacalifornianos no se quedan atrás. El profesor Jesús Ayala Treviño, de quien son los conceptos anteriores, despliega su oratoria escritural en su artículo del 5 de mayo de 1942 en El Heraldo:

México no ha nacido para soportar el oprobioso yugo de la esclavitud, en el espíritu de sus; hijos está profundamente arraigado el ideal de: INDEPENDENCIA O MUERTE por eso es que hasta nosotros llega el eco fatídico del galopeo de los legendarios jinetes del Apocalipsis; y que la integridad nacional se ve amenazada, el pueblo aquilata la justicia de los hechos con amplia visión y sin vacilar se pone al lado de las democracias, uniendo su destino al de los demás pueblos del Continente Americano en contra de la HIDRA DE TRES CABEZAS, HITLER, MUSSOLINI E HIROHITO, porque sabe que las causas justas son causas de Dios y la justicia tendrá que brillar en todo su esplendor.

La heroica jornada del 5 de mayo, así corno otras muchas no menos heroicas que con letras de oro registra nuestra historia, han templado el alma nacional, y todos al llegar el momento decisivo, hombres, mujeres y niños, se disputarán el honor de ser los primeros para conservar incólume la herencia sagrada de nuestros próceres: nuestra querida Patria.

La aurora del 5 de mayo brillará siempre en el horizonte de la antigua Anáhuac, y ayer como hoy y siempre, México sabrá estar a la altura de su deber, cristalizando en hechos el bello pensamiento de la primera estrofa de nuestro Himno: EN CADA HIJO UN SOLDADO TENDRÁ NUESTRA PATRIA.

Los periódicos de la época, además de El Heraldo, son: El Regional, de José S. Castillo; El Imparcial, de Manuel Acosta Meza; El Hispano Americano, de Hernando Limón; Avante, de Narciso Márquez; Vanguardia, de Manuel Güereña; El Pueblo, de Guillermo Medina Amor; Labor, de Ramón G. Pavón, y varios otros semanarios que dan cuenta de las vicisitudes de vivir en Baja California durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los Estados Unidos dejan de producir automóviles para fabricar tanques y jeeps, con lo que buena parte de los artículos de consumo desaparecen del mercado o alcanzan precios estratosféricos. Por otra parte, imprimir se vuelve un juego de ingenio, ya que todo lo necesario para producir un periódico viene de los Estados Unidos; además, los periódicos impresos del lado mexicano ya no pasan fácilmente sin ser revisados por la aduana gringa, que vigila cualquier propaganda pronazi y va tomando nota de las opiniones políticas de editores y articulistas para detectar focos hostiles a su desempeño en la Segunda Guerra Mundial.

Esta situación de frontera suspicaz semicerrada, hace imprescindible el establecimiento de las imprentas locales con todos los servicios necesarios. La propia editorial Baja California, la de Rubén D. Luna, avisa que está en capacidad de publicar desde una tarjeta de presentación hasta un libro. Y no es sino en esta década de los años cuarenta cuando Fotograbados Tijuana es el primero y único taller en todo Baja California que hace “toda clase de grabados: para periódicos, para catálogos, revistas, etiquetas, etc. Si le son de urgencia se los entregamos el mismo día”. Esto vino a revolucionar el periodismo local, ya que el grabado (la fotomecánica) es, hasta entonces, un aspecto poco utilizado por los periódicos de la época que, cuando sacan alguna fotografía, son retratos de personajes (políticos, deportistas o estrellas del espectáculo) tomados previamente en un estudio, y no fotografías que documenten sucesos y noticias en el mismo lugar de los hechos.

Sólo en los años cuarenta aparece, junto con el reportero que va en pos de la noticia, otro personaje singular: el fotógrafo de prensa. Sus antecesores son rara avis como José Fong, Donaciano Cortés, Rafael Castillo y Alberto Torres Lara, hermano de Adolfo Torres Lara, quien en 1928 creara El Nuevo Mundo, primer intento de diarismo en Baja California. De todos ellos es José Fong el pionero, el primero que sale de su estudio y va adonde suceden los hechos, adonde está la noticia. Peritus no lo olvida. Para él, Fong es “el primero que le hizo a ese cuento”. Un ciudadano chino nacido en 1896 y que llega a Ensenada primero y luego, en 1918, a Mexicali, “estableciendo un pequeño estudio fotográfico con la ayuda de sus paisanos. Cuando no tenía trabajo se dedicaba a tomar fotografías de todas las calles captando las transformaciones que iban sufriendo; retrató también a las quince o veinte familias mexicanas que vivían entonces en Mexicali”. Fue el primero que, años después, “arrojó el tripié y se fajó como los buenos con mejorado equipo a captar la vida activa” de la capital del territorio norte, volviéndose el primer fotógrafo de prensa, el primero especializado en la noticia cotidiana. Y Peritus advierte:

El reportero tiene que interrogar, oír y apuntar lo más interesante de la entrevista, del diálogo, del espectáculo y otros mil incidentes donde se genera la noticia y objetivizar posteriormente su información apegada a la verdad o a la interpretación de cada caso, mientras el fotógrafo enfoca… dispara y… capta todo lo que abarca su lente mágico. El reportero tiene que calcular y medir el alcance de su interrogatorio guardando ángulos y distancias en relación al personaje que tiene enfrente, haciendo además un dispendio psicológico del acervo que debe poseer, para sacar el mejor provecho de su misión; no así el fotógrafo que puede enfocar cuantas veces quiera y disparar las mismas veces, que ya el “rollo” le aportará una foto que lo lleve a la otra orilla en el cumplimiento de su deber. Pero si el reportero debe superar al fotógrafo en preparación intelectual, éste debe superar a aquél en agilidad física; el reportero puede ser un tanto obeso, un fotógrafo difícilmente. Los más grandes éxitos de los grandes fotógrafos de prensa han sido en su mayoría accidentales, casuales, inesperados... Los grandes reportajes que se han escrito en todas las lenguas han sido acopio de talento, cultura y experiencia; pero no por eso pierde su mérito, ya que el fotógrafo expone también su experiencia, oportunidad y prontitud, y logra captar las grandes fotografías periodísticas que se pueden admirar en los más grandes rotativos del mundo, como también en publicaciones de provincia. Es inconcuso y casi lógico que el fotógrafo de prensa llegue un poco después, tiene que rezagar su actividad, y eso pasó aquí en Mexicali y ha pasado en todas las grandes ciudades. En toda comunidad que empieza es primero la prensa y el tipo movible, luego la prensa plana y el linotipo y posteriormente las grandes rotativas y esos maravillosos cisternas de impresión. Y así, cuando, se logran equipos de trabajo suficientes para afrontar la responsabilidad del diarismo o de publicaciones periódicas de importancia, entra en acción el fotógrafo de prensa.

En 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, no todo es guerra. Cronos, el periódico que Alberto F. Moreno fundara el 20 de julio del año anterior y que cuenta con Adolfo Wilhelmy como jefe de Redacción, se permite posar su mirada crítica en el debut en Mexicali de la reina de la canción vernácula, Lucha Reyes, que es un escandaloso fracaso por el “estado inconveniente” de la cantora mexicana y que provoca la reacción violenta del público bajacaliforniano. Wilhelmy es una figura central en el teatro, la política y el periodismo regional. Espía y actor, promotor de espectáculos y periodista que hace la crónica de la Revolución Mexicana, en 1920 llega al entonces Distrito Norte con la expedición armada de Rodríguez contra Cantú. Y de ahí en adelante se queda a vivir en Mexicali y a colaborar, con notas de espectáculos, en la prensa de Baja California.

Otro aspecto de la vida social que llama la atención de la prensa son los deportes (en especial boxeo y béisbol), donde el órgano del Club Deportivo de Artes Gráficas, Deporte, que se edita desde 1944 y dirige Manuel López, y cuyo gerente general es Jesús Gutiérrez, no deja de informar al respecto. Pero los espectáculos, como el boxeo, también participan en el gran esfuerzo de guerra. En El Heraldo del 5 de mayo de 1942 se anuncian “Grandes encuentros de Box en el Toreo” y Aurelio García Jr., el encargado de los deportes, comenta que:

Por carta que el señor Joe Laris ha dirigido al C. mayor Felipe Astorga Ochoa, presidente del Comité de la Defensa Civil, nos enteramos del éxito que se ha obtenido en las gestiones que el señor Laris está efectuando en Los Ángeles y ciudades circunvecinas para la mejor atracción del programa de box que se prepara para el 30 de mayo en curso, a beneficio de la defensa civil de Tijuana.

Además de la decidida cooperación que el Departamento de Relaciones Exteriores de Los Ángeles promete para dicho beneficio, varias sociedades e instituciones de privilegiado renombre han aportado también su contingente para dar más lucimiento y realce a este espectáculo, que tendrá también otras atracciones de carácter artístico. El gobernador del distrito Rotario que corresponde a Santa Mónica, Calif., ha solicitado que se le haga una invitación especial para que la propaganda que ellos están dispuestos a hacer, resulte oficial y tengan manera de invitar a otras agrupaciones cuyo óbolo resultará más que beneficioso. Por lo que respecta a la contratación de boxeadores, definitivamente se han comprometido Ricardo Lemus, Manuel Ortiz y Genaro Rojo, por conducto de sus manejadores, para participar en la función monstruo que tendrá efecto en el Toreo de Tijuana. Ahora sólo queda la concertación de oponentes, teniéndose especial interés en que sean muchachos del territorio los que prueben su capacidad en la quizá única oportunidad que se les presente.

En 1943 se da otro hito igual de importante que la aparición de El Heraldo: la publicación de Historia del periodismo y la imprenta en el Territorio Norte de la Baja California, de Armando I. Lelevier, folleto de apenas 30 páginas que, bajo los auspicios del gobierno (Rodolfo Sánchez Taboada) de aquella época, se edita para presentarlo en la Segunda Feria del Libro y Exposición Nacional del Periodismo, efectuada en la ciudad de México en abril de 1943. Lelevier, nacido en Guaymas, Sonora, en 1899, es descendiente por tercera generación, de familias francesas que llegan a Sonora a mitad del siglo pasado. Toma residencia en Mexicali en 1925 y se dedica al periodismo en El Informador (1926) y Tiempo (1933). Muere el 1° de septiembre de 1965 en el marco de un encuentro de periodistas en San Luis Río Colorado, cuya asociación lleva, desde entonces, su nombre.

Miguel Maldonado Tapia, un periodista que destacará en la década siguiente, ha dicho de Lelevier que “era un hombre muy formal, de vida ordenada y rutinaria. Su tiempo se dividía en dos partes: el taller de imprenta y su casa. Era sumamente observador, meticuloso, detallista”. Y Joaquín Aguilar Robles lo llama un archivista, que junta todos los datos históricos sobre la vida peninsular. En su taller se edita el Diario Oficial. Valdemar Jiménez Solís recuerda que Lelevier fue pionero del periodismo en Baja California, del cual escribió su historia inicial; como escritor produjo no sólo la citada obra, sino composiciones poéticas de buena factura, como su “Canto al Centinela”, aunque fue más conocido como periodista vertical, de pluma valiente y ágil al servicio de las mejores causas, dispuesto siempre a combatir injusticias y a malandrines. Lo conocimos en esta faceta, como periodista honesto que dejó su impronta en todas las publicaciones  en las que colabora.

Su Historia del periodismo y la imprenta en el Territorio Norte de Baja California es, como lo señala Jesús Cueva Pelayo, “un trabajo de investigación que lo proyectaría nacionalmente”. Y Valdemar Jiménez reconoce que esta obra “es un importante documento de consulta para toda persona interesada en asomarse y escudriñar un poco o mucho sobre el nacimiento y funcionamiento de este apasionante oficio, coadyuvante del quehacer histórico de la región”, y la denomina “punto de referencia” sobre el periodismo bajacaliforniano. Sin ella –y a pesar de pequeñas inexactitudes que no mellan el conjunto informativo–, hoy no podríamos hacernos una idea de la evolución y desarrollo del periodismo en Baja California. Sólo en 1979, treinta y seis años después, Jesús Cueva Pelayo, profesor del Instituto Tecnológico de Tijuana, publica otra obra que tiene como tema la prensa de la entidad y que está conformada por una serie de anécdotas y entrevistas a los periodistas pioneros. Por eso, la obra de Lelevier, en sus escasas 30 páginas, es la piedra de fundación de la historia de un oficio que difícilmente se puede contar del todo. Pero el que don Armando se haya dado a la tarea de rescatar del olvido periódicos y revistas y los catalogara por municipio y en orden cronológico, allana el camino para futuras investigaciones en este campo casi inédito de la cultura de nuestra entidad.

Para la segunda mitad de los años cuarenta, el periodismo bajacaliforniano se desborda. ¿Las causas? Edmundo Lizardi lo sintetiza: “En el periodo de 1940-50, Tijuana pasó de dieciséis mil habitantes a sesenta mil, al firmar México y eu, en plena Segunda Guerra Mundial, un convenio que permitía la contratación legal de trabajadores mexicanos no solamente para las actividades agrícolas, sino también para la emergente industria bélica que tenía en el puerto de San Diego una de sus más importantes bases navales y astilleros”. A su vez, “la gran afluencia de marines hizo florecer de nuevo la industria del vicio”. En Mexicali, en cambio, es el algodón, el oro blanco, la fuente principal de las riquezas, que los Estados Unidos compra en cantidades industriales para vestir a sus soldados. También en la capital del territorio norte ocurre un impacto demográfico por la llegada de los mexicanos contratados –los famosos braceros– para trabajar en las ahora abandonadas fábricas y campos de cultivo de la Unión Americana. Incluso Ensenada, la Cenicienta del Pacífico, recibe parte de esta derrama económica. Por eso, José Revueltas, el escritor mexicano, cuando en 1943 visita la ciudad de Mexicali, escucha decir a los agricultores forrados de dinero que “aquí la guerra es un negocio.”

Y esta nueva e imprevista riqueza repercute en la prensa misma. Ahora hay dinero para gastar a manos llenas. Los dólares se recogen con la escoba. Y muchos de ellos van a parar a las empresas periodísticas que inician el diarismo en la entidad. Después del éxito de El Heraldo, el 7 de agosto de 1945, mientras los estadunidenses lanzan sus bombas atómicas sobre Japón, aparece el periódico Noticias, dirigido por José Garduño Bustamante. Este periódico es matutino pero, como lo dice Mario Ortiz Villacorta, “circulaba desde la medianoche, fue un periódico de crítica, que sufrió persecución, muy al principio”. Año y medio después, el 20 de febrero de 1947, aparece el Diario de Ensenada, fundado por Alberto Amador Orozco, quien se iniciara en el oficio periodístico en 1913. En un artículo publicado en 1970 y que Jesús Cueva Pelayo rescata, Orozco acepta que “en nuestro navegar por las muchas veces incomprendidas aguas del periodismo, dejamos escrito en nuestra bitácora un propósito cumplido: periodismo, honrado, honesto como el que necesita la sociedad, limpio como lo reclama la nación, veraz como lo exige el hombre”. Y añade que su inalterable propósito es hacer del ejercicio periodístico “la tarea que debió ser: lazo de unión entre el pueblo y autoridades, entre lector y realidad, entre la letra impresa y la verdad impoluta”.

De hecho, 1947 es año fundacional para la prensa en Baja California: además de El Diario de Ensenada, aparecen otros tres diarios: el Diario de Baja California (conocido simplemente como Baja California), que sale el 20 de noviembre; unas semanas antes, a principios de noviembre, sale a la luz El Monitor, y el 5 de diciembre del mismo año, hace su debut el abc. Un año más tarde, en pleno 1948, el Nuevo Mundo deja de ser interdiario y se vuelve diario. Ya en los años cincuenta, nacen La Voz de Ensenada (1951) y La Extra (1952), el vespertino del Nuevo Mundo. Y con ellos, más Noticias, El Heraldo, Últimas Noticias (el vespertino) y El Regional, se va conformando una plataforma editorial para que la prensa bajacaliforniana pueda despegar.

El Baja California es fundado por Ricardo Gibert Salgado, un sudcaliforniano, y según el hijo del fundador, Ricardo Gibert Herrera, su creación es obra de “un grupo de veteranos y noveles periodistas que acompañaron a mi padre en aquella aventura iniciada en aquellos talleres y redacción ubicados en la Rampa Xicoténcatl”. Y concreta la lección de aquellos años iniciales en un periódico cuyo lema manifiesta ser un “diario al servicio del pueblo”:

Nuestro amor por el periodismo se inició desde ese momento pues desde la secundaria pasamos gran parte de nuestra vida conviviendo con aquellos redactores, reporteros, linotipistas, formadores y prensistas que daban vida al periódico que después los voceadores coreaban como “El Baja” por las calles de Tijuana. Los primeros trabajos que se nos encomendaron era fundir el plomo para los linotipos y sacar pruebas de galerías, al meritito estilo antiguo de formas y preparar las formas de las planas para la vetusta prensa plana Goss. Después ascendimos a corrector de pruebas, a traductor de las noticias fusiladas del periódico sandieguino y ya en nuestras idas y venidas a la Universidad en México, a la elaboración de artículos y hasta editoriales. No fue nuestro paso por aquel antiguo diario una mera aventura de pocos años. Fue en realidad toda una vida y una experiencia que jamás se olvidará y de la que se guardan gratísimos recuerdos.

______________________________________

*Facultad de Ciencias Humanas uabc

 

Bibliografía

Aguilar Robles, Joaquín, Frontera norte (memorias de un detective), ed. de autor, 1984.

Aguirre, Celso, Compendio histórico-biográfico de Mexicali, ed. de autor, 1966.

______, Compendio histórico-biográfico de Mexicali. Complemento, ed. de autor, 1969.

______, Tijuana. Su historia, sus hombres, ed. de autor, 1975.

______, Historia compendiada de Tijuana, ed. de autor, 1989.

______, Compendio histórico-biográfico de Mexicali, vol. ii, ed. de autor, 1990.

Azuela, Salvador, Meridiano de México. De la vida provincial y capitalina, Seminario de Cultura Mexicana, 1977.

Barrancos Aguilar, Manuel, Mi homenaje al estado de Baja California, ed. de autor, 1959.

Barret, Ellen C., Catálogo bibliográfico de publicaciones sobre turismo, vol. i, sebs-Gobierno del estado de Baja California, 1981.

Bassols Batalla, Ángel, El noroeste de México, unam, 1972.

Cueva Pelayo, José de Jesús, De periodista y periódicos en Baja California, sep-itt, 1979.

Lelevier, Armando I., Historia del periodismo y la imprenta en el Territorio Norte de la Baja California, ed. de autor, 1943.

Lizardi, Edmundo, Crónicas fronterizas (de conciertos, farándulas y otras giras)icbc, 1995.

Lomelí Cota, Antonio, Ecos apagados del viejo Mexicali, Editorial Río Colorado, 1990.

Lozano, José Carlos, Prensa, radiodifusión e identidad cultural en la frontera norte, Colef, 1991.

Maldonado, Braulio, Baja California. Comentarios políticos, Costa-amic, 1960.

Martínez, Rubén, The Other Side, Vintage Books, 1993.

Mathes, Miguel, Baja California. Textos de su historia, sep-pcf-Instituto de Investigaciones José María Luis Mora, 1988.

Murrieta, Mayo y Alberto Hernández, Puente México (La vecindad de Tijuana con California), Colef, Tijuana,1991.

Mussachio, Humberto, Diccionario enciclopédico de México, Andrés León Ed., 1989.

Nieto de Leyva, Dalia, Por qué me hice periodista, ed. de autor, 1994.

Pérez y Ramírez, Pedro F., Hombres, hechos y cosas. El periodismo en Mexicali (1915-1959), ed. del autor, 1991.

Revueltas, José, Las evocaciones requeridas, Obras completas, núm. 25, Ediciones Era, 1987.

______, Visión del Paricutín (y otras crónicas y reseñas). Obras completas, núm. 24, Ediciones Era, 1986.

Varios autores, Visión histórica de Ensenada, uabc-unam, 1982.

______, Panorama histórico de Baja California, uabc-unam, 1983.

______, Historia del ferrocarril en el estado de Baja California, Instituto de Investigaciones Históricas de Baja California, 1988.

______, Pasajes de la revolución mexicana en el Distrito Norte de la Baja California, Instituto de Investigaciones Históricas de Baja California, 1988.

______, Tijuana. Semblanza histórica, uabc-xii Ayuntamiento de Tijuana, 1989.

______, El mirador. Una antología, Grupo Editorial Pacem, 1992.

______, Lecturas de Baja California, inea, 1990.

______, Tiempo de cambios. La prensa en Baja California, inea, 1990.

______, Mexicali: una historia, Instituto de Investigaciones Históricas-uabc, 1991.

______, Periodismo y cultura, Tercer Mundo Editores, 1992.

______, Fotografía de prensa en México, pgr, 1992.

______, Ensenada: nuevas aportaciones para su historia, Instituto de Investigaciones Históricas-uabc, 1999.

Vega, Patricia, A gritos y sombrerazos, cnca, 1996.

Wayne Gunn, Drewey, Escritores norteamericanos y británicos en México, fce, 1977.

Weisman, Alan, La frontera: The United States Border with   Mexico, Hartcourt Brace Janovich, 1986.