¿Una misión en San Luis Gonzaga,

Baja California?

 

Alberto Tapia Landeros*

 

Al finalizar la década de los años sesenta, por iniciativa propia empezamos a realizar exploraciones en Baja California y Sonora. Antes lo habíamos hecho pero acompañando a mi padre, quien me heredó el gusto por la exploración, la caza y la pesca.

En 1969 visité por vez primera la hermosa bahía de San Luis Gonzaga, y es posible que deba su nombre al misionero explorador Fernando Consag, quien la visitó en 1746 y quizá quien la bautizó. Cuando conocí esta bahía, el camino desde San Felipe estaba en condiciones tan deplorables, que hacíamos 14 horas desde Mexicali, por aquella brecha tortuosa que trazó a pico y marro el señor Arturo Grosso, por órdenes del entonces gobernador Braulio Maldonado Sández.

Don Gorgonio Fernández Romero, pescador pionero que llegó a San Luis Gonzaga al finalizar la década de los años cuarenta, recuerda que entonces no había nada en San Luis, excepto la “misión de la playa”, antigua construcción de piedra en el extremo norte de la bahía. Fernández Romero vivió muchos años solo, pescando para comer y salar, en espera que alguien llegara a compartir su captura deshidratada.

Entonces la misión de la playa tenía las paredes completas, muy anchas y altas, pero sin techo. Con el correr de los años, don Gorgonio descubrió lo que llamó “el pozo de los misioneros”. En la desembocadura del arroyo San Luis encontró un acomodo de piedras muy lisas; al removerlas, apareció un pozo muy bien ademado con agua algo salobre.

Gorgonio fue el primer humano de la era moderna en vivir en San Luis, por lo tanto intuyó que el pozo había sido construido durante la época misional, según él, por el padre Kino. Años más tarde, unos amigos estadunidenses tomaron muestras del material con que está pegada la piedra del pozo y la llevaron a analizar a California. Con el tiempo volvieron y le dijeron a la familia Fernández que era una argamasa compuesta por arena, hueso y concha molida con cal, mezcla utilizada por los misioneros, según quien realizó el análisis. Tanto los extranjeros como los Fernández dieron por un hecho que en San Luis Gonzaga tenían al menos dos monumentos históricos: la misión de la playa y el pozo de los misioneros.

Ahora recuerdan que muchos de los visitantes que recibían en San Luis, extranjeros sobre todo, venían a buscar la misión de Santa María de los Ángeles. Esta obra de adobe fue la última misión que fundaron los jesuitas en Baja California en 1767, y dista unos 24 km en línea recta desde la playa sur de San Luis, lugar llamado Punta Final. Los Fernández sirvieron de guías a muchas expediciones extranjeras que visitaron Santa María desde el mar de Cortés.

En aquel entonces, cuando platicamos sobre la misión de San Luis a gente conocedora de la historia bajacaliforniana, nos dijeron que en el hoy estado de Baja California nunca hubo una misión con ese nombre. Como todos sabemos, la única misión de San Luis Gonzaga está en Baja California Sur, al norte de La Paz.

Ante esta contrariedad, en octubre de 1972 y abril de 1973 fotografié las ruinas de la misión de la playa y el pozo de los misioneros, con la esperanza de indagar su origen y algún día publicar esas fotos. La espera duró 27 años, pues aquellas gráficas acompañan este texto. Las fotos del estado actual fueron tomadas en marzo de 2000.

Gracias al Catálogo de Monumentos Históricos Inmuebles del Estado de Baja California que me proporcionó Julia Bendímez, delegada regional del Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah), pudimos comprobar que, oficialmente, no están registrados estos sitios misteriosos de San Luis Gonzaga, Baja California, pero fue recientemente al leer las cartas y el diario del padre Wenceslao Linck, que me enteré que al menos en tres ocasiones, el jesuita explorador hizo referencia a “la misión de San Luis”, cuando habla de San Luis Gonzaga y Santa María de los Ángeles:1 

1.  En una carta enviada a Jorge Retz, misionero de San Borja en 1765, Linck señala: “Muchos indios se han establecido en la misión de San Luis, que es frontera de la región de tribus sin convertir”. Al hablar con naturalidad de este sitio, nos hace pensar que era toda una realidad y no un proyecto.

2. En otra carta, también de 1765, dirigida a Juan de Armesto, tesorero de las misiones de California con sede en la ciudad de México, Wenceslao Linck dice: “Antes que nada, quiero darle las gracias en nombre de todos los convertidos [al cristianismo] por las provisiones y artículos que usted envió a la misión de San Luis, en particular la ropa tan necesaria en este clima frío”.2 

3. En el diario de Linck sobre su viaje de exploración de 1766, de San Borja a San Pedro Mártir, escribió: “El día 8 [de abril de 1766], serenando un poco el tiempo salimos y llegamos a Kataviñá y el día 10 a San Luis Gonzaga. Aquí hallamos nuestros enfermos buenos y sanos. Los gentiles me siguieron hasta la misión y todos ya se bautizaron”.

Es obvio que se trata de la bahía del mismo nombre y no de San Borja, la misión frontera en esos días y de donde había partido su expedición. De Cataviñá a San Luis en la actualidad aún se hacen dos días de camino a pie. Este dato fue confirmado por los señores Abraham Valdez y Luis Antonio Cota, residentes de la playa El Faro, al norte de San Luis Gonzaga, el 20 de marzo de 2000. Ambas personas han hecho ese viaje de San Luis a Santa Inés, vecina de Cataviñá.

Los testimonios de Linck son contundentes e indican que para el jesuita, en su época, hubo una misión llamada San Luis Gonzaga en el actual estado de Baja California, aunque otros misioneros no la hallan consignado.

Sin embargo, a fines del siglo xviii ya no se consideraba a San Luis como misión. El diario del entonces teniente coronel José Joaquín de Arrillaga, donde relata sus exploraciones de 1796, comienza diciendo: “Junio 24 [de 1796]. A las doce del día arribé al puerto de San Luis, sin novedad. Junio 25 y 26. Me mantuve en el puerto por falta de avío de mulas. Junio 27. Llegó el avío, y salí inmediatamente” [a la misión de San Fernando Velicatá].

Arrillaga estuvo dos días completos en lo que él llamó “puerto” de San Luis. Esto sugiere que había en donde pasar esos días.

No obstante, aparentemente sólo para Linck hubo una misión de San Luis en esta región. Solamente él se ha referido a ella y lo ha hecho en varias ocasiones, lo que elimina que hubiera cometido algún error o imprecisión.

Las cartas de Linck me entusiasmaron y nos pusimos a investigar más sobre el asunto. Para colmo, en la reciente visita que hiciera a Mexicali el doctor Miguel Mathes, comenté con él mis dudas y sospechas. Mathes me confirmó lo imaginado: entre la bahía de San Luis Gonzaga y la misión de Santa María hubo tres visitaciones. Tres puntos de descanso y aprovisionamiento en la larga caminata del mar a Kabujakaamang, nombre que le daban los nativos a la cañada en donde se estableció Santa María de los Ángeles, al cambiarla desde Calamajué.

Esta noticia, sobre todo proviniendo de tan ilustre historiador, da la razón al viejo pionero del golfo, don Gorgonio Fernández Romero. Su “misión de la playa” bien pudo haber sido una de estas visitaciones.

Gorgonio fue bautizado como “papá Fernández” por John Wayne, la estrella de Hollywood con quien “papá” llevaba gran amistad. “Papá Fernández” aparece en todos los mapas estadunidenses sobre Baja California. Gorgonio nació a fines del siglo xix al sur de Loreto, Baja California Sur. En este año 2000 cumplirá alrededor de 107 años y habrá vivido en tres siglos.

Es, por lo tanto, muy probable que las playas de San Luis Gonzaga hayan sido asiento misional durante la segunda mitad del siglo xviii; asimismo, que las anchas paredes fotografiadas en 1972 y 1973 fueran vestigio de alguna clase de posta o almacén, sino es que aposento de misioneros, soldados y cristianizados. Por lo tanto, el “pozo de los misioneros”, así como estas paredes y lo que quede de ellas, deben registrarse como monumentos históricos y conservarlos.

La última vez que visitamos San Luis Gonzaga retratamos gran cantidad de cascajo en el lugar donde estuvo “la misión de la playa”. Las piedras de mayor tamaño han sido utilizadas por un destacamento militar para formar trincheras (ver las fotografías recientes) alrededor de su improvisado cuartel, lo que nos hace suponer que seguramente otros elementos de este misterioso edificio ya han sido sacados del lugar quizá hasta fuera del país.

Este artículo no es más que un preámbulo para una investigación formal que confirme la autenticidad de estos vestigios misionales y los que aun quedan sin descubrir en los alrededores de la hermosa y plácida bahía de San Luis Gonzaga, Baja California.

_______________________________________

*Dirección General de Investigación y Posgrado uabc

Texto y fotografías

 

Notas:

1 Ernest J. Burrus, Wenceslaus Linck's Reports and Letters, 1762-1778, S. J. Dawson's Book Shop, Los Ángeles, 1967.

2 Ernest J. Burrus comenta al respecto: "Ésta y la carta a Retz no dejan duda que fue establecido un centro en San Luis considerablemente al norte de San Borja, pero las referencias estándar de los jesuitas en Baja California no hacen mención de él [el centro]". Ídem.