El valle de Guadalupe: un nuevo destino

para el jornalero migrante

 

Leticia Bibiana Santiago Guerrero*

 

El presente artículo se deriva de una investigación más amplia realizada en el valle de Guadalupe acerca de los actores sociales que participan ahí. En particular, éste que nos ocupa tiene como objetivo identificar el papel del jornalero migrante en la estructura productiva del valle de Guadalupe, así como sus formas diversas de inserción al mercado laboral local, en el contexto de lo que se ha denominado la ruta migratoria del noroeste. Para ilustrar lo anterior se incluyen testimonios de los trabajadores migrantes que nos permiten conocer su percepción sobre sus condiciones de inserción al circuito migratorio hacia el valle de Guadalupe.
     El valle de Guadalupe se localiza en el municipio de Ensenada, Baja California, donde actualmente la industria vitivinícola constituye su principal actividad económica. Esta industria ocupa el primer lugar de producción en el país1, y al valle se le conoce como la “región productora de vino de mesa por excelencia”. A nivel internacional, sus vinos se exportan a diversos países de Europa, Asia, África y América. En lo que respecta a su población residente, ésta se compone de diversos grupos, que a excepción de la población indígena kumiai, desde principios de siglo xx inmigraron al valle, como: rusos, ejidatarios, integrantes del grupo Francisco Zarco, empresarios vitivinícolas y jornaleros migrantes.
      La obtención de la información que sustenta este artículo, se realizó en los campos de cultivo de la vid y en las casas de hospedaje donde los jornaleros rentan un espacio. En estos sitios se conversó con ellos y se observaron de manera directa las condiciones de trabajo y de vida a los que están sometidos. Se consideró como universo de análisis, la población masculina y soltera de los jornaleros; también se entrevistó a los mayordomos de los campos agrícolas del valle, así como a los propietarios de las casas de hospedaje donde se alojan temporalmente. En sus testimonios y desde su propia visión del mundo, nos describieron a los jornaleros en sus viajes por estrechos caminos, ríos, campos agrícolas del noroeste mexicano, y nos dieron a conocer lo conflictivo que es cruzar la frontera de los Estados Unidos. En este ir y venir de un lugar a otro, el valle de Guadalupe es un lugar muy conocido para ellos. Asimismo, en estas entrevistas se perciben las representaciones de estos trabajadores en torno a sus relaciones laborales, cómo entienden su identidad como jornaleros y cómo se diferencian de los “otros”: los mayordomos, los empresarios e incluso entre ellos mismos, ya sean jornaleros mestizos o indígenas.

Iniciamos este trabajo con el tema sobre la dinámica en la demanda de fuerza de trabajo y cómo aparece el jornalero migrante en el valle. En un segundo apartado se describe el proceso de incorporación del valle de Guadalupe a la ruta agrícola del noroeste mexicano. Posteriormente, en el tercero, describiremos la peregrinación de los jornaleros por dicha ruta hasta llegar al valle de Guadalupe; en este mismo sentido, en el siguiente apartado se aborda su calidad de vida; en el quinto se pone el acento en el trabajo cotidiano, y finalmente, se menciona la salida de los jornaleros de esta región vitivinícola.


Una retrospectiva del mercado laboral local


En la medida que las siguientes empresas vinícolas se establecieron en el valle de Guadalupe: Productos Vinícolas S.A (1956); Vides del Guadalupe, Domecq, S.A. de C.V. (1972); Vinícola L.A. Cetto (1974); Bodegas San Antonio (1987); Vinos Bibayoff (1987); Mogor-Badán (1987); Monte Xanic (1987), y Chateau Camou (1995), paulatinamente se multiplicaron las zonas vitícolas; se inició también –la diversificación en menor escala– de otro tipo de frutales; y en años recientes, el cultivo de hortalizas; demandó más fuerza de trabajo. De esta manera aparecen en esta región nuevos actores sociales como son los empresarios dueños de las industrias del vino, nuevos agricultores y los jornaleros migrantes quienes cosechan principalmente la uva.
     A continuación mencionaremos los cambios ocurridos en valle de Guadalupe respecto de las necesidades de fuerza de trabajo, con el fin de conocer el contexto en el que se incorporó el jornalero migrante a esta región.
     En la década de los años cuarenta, el cultivo de la vid y el olivo requirió de mano de obra tanto para el periodo de cosecha y, en el caso del olivo, para la etapa de industrialización. Inicialmente se recurrió al mercado laboral local: los empresarios de la colonia rusa contaban con mano de obra propia para la producción de vid, la cual complementaba con jornaleros de las comunidades indígenas de San José de la Zorra y San Antonio Necua; la empresa Olivares Mexicanos, establecida en 1940, recurrió también a esas comuni-dades indígenas y al ejido El Porvenir –constituido en 1938–; este último, en estos años fue proveedor de fuerza de trabajo, al mismo tiempo que producían vid en sus parcelas.
     Los cultivos estacionales de vid y olivo sólo necesitan contingentes numerosos de trabajadores durante el periodo de cosecha; el primero, durante los meses de agosto y septiembre, y el segundo, de septiembre a marzo, por lo que el resto del año, los trabajadores –ejidatarios y rusos– emigra hacia el sur de California, Estados Unidos, significa una alternativa importante de empleo.
     En la década de los cincuenta, los cambios en la tenencia de la tierra en la colonia rusa –al vender dicha población una parte importante de sus parcelas– y la emergencia de empresarios agrícolas mexicanos, provocaron la sustitución de la población de ascendencia rusa como principal fuerza de trabajo en la Colonia Guadalupe. A partir de este periodo, la extensión de las zonas de cultivo requirió de un mercado de trabajo más amplio. La alternativa se presentó con el establecimiento del poblado Francisco Zarco en 1958, pero al igual que con el ejido en años anteriores, tampoco esta nueva población alcanzó a cubrir la demanda de mano de obra para levantar las cosechas. Los residentes de este poblado al no poseer terrenos de cultivo, no tenían forma de subsistir fuera de la temporada de cosechas, por esta razón optaron por emigrar hacia Estados Unidos, al igual que los rusos y algunos ejidatarios.
     Sin embargo, a principios de la década de los setenta, se abrieron nuevas alternativas de empleo para los pobladores del valle: los trabajos para la construcción de las grandes empresas, y una vez más el incremento de las zonas vitícolas y olivareras, demandaron un mercado laboral más amplio, por lo que fue necesario traer jornaleros temporales hacia el valle de Guadalupe. En algunos casos, éstos arriban en grupo para la pizca de la uva; en otros, llegan de forma individual. A partir de la presencia del jornalero migrante, el mercado de trabajo local se transforma en nacional.


La incorporación del valle de Guadalupe a la ruta agrícola del noroeste mexicano


El valle de Guadalupe empezó a formar parte de la ruta agrícola del noroeste mexicano. Esta se configura por una serie de entidades federativas cuyos cultivos estacionales requieren de trabajadores especialmente para la cosecha; de esta manera, éstos transitan de un campo a otro a lo largo del noroeste mexicano. Así, el valle de Guadalupe se incorporó en los años cincuenta como un nuevo destino para los jornaleros migrantes, los que llegaron para levantar las cosechas de vid, olivo y recientemente de hortalizas.
     En la historia de la ruta agrícola del noroeste mexicano encontramos que, a partir de la década de los cuarenta, el Estado mexicano adoptó nuevas estrategias de desarrollo para orientar las inversiones del gobierno federal a la irrigación agrícola en gran escala. En el norte del país, el apoyo se dio principalmente a estados como: Sonora, Sinaloa, Coahuila, Durango, Tamaulipas, o Chihuahua, que se manifiestan como zonas de atracción de población migrante.
     En este contexto, ¿qué causas influyeron para que paulatinamente se establecieran más campos agrícolas?, ¿cuál fue el mercado principal de la producción? En las últimas décadas, el desarrollo de la mecanización agrícola y los cambios en los requerimientos del mercado internacional, coadyuvaron al surgimiento de nuevos campos agrícolas en diversas regiones del noroeste mexicano que requerían de fuerza laboral. A principios de la década de los setenta, el comercio agrícola entre los Estados Unidos y México se aceleró rápidamente. En esta actividad, México se convirtió en el principal abastecedor al mercado doméstico estadunidense con productos como: ganado vacuno, carne de res, azúcar, melaza, cebolla, tomate, melones, fresas, y otras frutas y legumbres.2
     En consecuencia, en el campo mexicano se extendió a toda velocidad la producción agrícola, ya que tan sólo en el cultivo de hortalizas la superficie promedio sembrada entre 1971 y 1978 fue de 374 hectáreas, la cual se incrementó en el ciclo agrícola 89-90 aproximadamente a 700 hectáreas. Asimismo, el volumen de producción de hortalizas pasó de 1.6 millones de toneladas en 1960-1964 a 7.5 millones en 1995.3 Este desarrollo tuvo apoyo en la fuerza de trabajo del jornalero migrante.
     En el noroeste mexicano se consolidó una ruta de campos agrícolas estacionales que ocupan jornaleros migrantes. En Sinaloa, en la pizca de tomate; en Sonora, en la cosecha de la uva y el tomate; en Baja California Sur, en el algodón; y, en Baja California, en el algodón, vid, olivo y hortalizas. La movilidad geográfica de grupos numerosos de jornaleros migrantes describe trayectoria y la ubicación de los campos de agricultura comercial tanto en el mapa nacional como en el internacional, pues llegan hasta los campos agrícolas de California, Estados Unidos, para recoger las cosechas de hortalizas y frutales. Esta movilidad hace manifiesta la capacidad de adaptación de esta mano de obra a distintos mercados de trabajo agrícolas.
     El perfil del jornalero migrante de la zona noroeste mexicana, ha variado con el paso de los años, especialmente en cuanto al lugar de origen. Inicialmente migraban mestizos y principalmente varones de los estados de Aguascalientes, Michoacán, Guanajuato, entre otros. Con posterioridad, en la década de los ochenta, la migración indígena se consolidó e incorporó a mujeres y a familias completas. En la actualidad, los grupos indígenas que llegan a Baja California proceden del estado de Oaxaca, los cuales en mayor proporción pertenecen a etnias como los mixtecos, triquis, y en menor medida, zapotecos.
     Respecto la región, desde la década de los cincuenta el escenario rural del municipio de Ensenada, Baja California, se modificó por la presencia del jornalero migrante o jornalero agrícola, golondrino u obrero agrícola como indistintamente se le nombra. Hay que señalar que la migración laboral se presentó anteriormente, pero no en el contexto actual de agricultura de alta tecnificación y exportación. Este nuevo actor social vino a satisfacer la demanda de fuerza de trabajo, que exigía la extensión del cultivo de la vid, el olivo y las hortalizas. En el caso de la vid, la superficie se extendió, además de Santo Tomás y valle de Guadalupe, a San Antonio de las Minas y SanVicente, entre otros valles. La región sembrada de olivares, que inicialmente se limitaba a El Sauzal y valle de Guadalupe, se amplió alejido El Porvenir, y los valles de Maneadero y San Vicente. Por su parte, la producción de hortalizas se acrecentó a partir de la década de los sesenta, en San Quintin y Maneadero, San Vicente, el ejido Chapultepec y el valle de Guadalupe.
     En el momento actual, la presencia del jornalero migrante es una característica de la dinámica económica de la costa occidental del municipio de Ensenada. En este proceso de expansión agrícola, el valle de Guadalupe se incorporó a la ruta agrícola del noroeste mexicano y representó un nuevo destino para los jornaleros migrantes.
     Al margen de los campos de cultivo han surgido centros de población temporales o permanentes de jornaleros migrantes; los más representativos se ubican en Maneadero y San Quintín. En estos sitios, los ejidatarios, los empresarios agrícolas ensenadenses o sus mayordomos contratan la fuerza de trabajo necesaria para sus cultivos. Los jornaleros migrantes que laboran en el valle de Guadalupe originalmente provenían de Maneadero.
 


A la pizca de vid, olivo y hortalizas: “recorriendo el noroeste para ir pa’rriba”

 
En el valle de Guadalupe se encuentran dos tipos de mercado laboral: el local y el nacional, ambos determinados por las características de la agroindustria en el valle. En el primero se emplean jornaleros permanentes, puesto que viven en la región; y en el segundo, son eventuales y llegan ex profeso en los meses de cosecha. Estos últimos se emplean en el ejido El Porvenir en la empresa Olivares Mexicanos para la cosecha del olivo, y en las diversas empresas vinícolas, donde se ocupan en las tareas de los viñedos.
     El origen de los jornaleros migrantes podemos clasificarlo por lo menos en cuatro tipos: 1) los que llegan al valle por cuenta propia siguiendo la ruta agrícola del noroeste mexicano; 2) los que son enganchados por los mayordomos en otras zonas agrícolas de la región; 3) los que son trasladados por los propios empresarios desde otras zonas de cultivo, y que una vez terminada su labor, son trasladados al valle de Guadalupe; y, 4) los que son deportados de Estados Unidos, por violar las leyes de inmigración establecidas por ese país.
     Así, los jornaleros llegan a laborar a los campos cuando el mayordomo los recluta de los poblados que han surgido en los márgenes de las zonas de cultivo como Maneadero o San Quintín; o cuando son contratados en el valle de Guadalupe en los cruces de caminos, o muy de madrugada en las casas de hospedaje, donde llegan los mayordomos y los contratan y trasladan a los campos de cultivo. El mecanismo de contratación de jornaleros se reduce a que el mayordomo o el empresario agrícola pase la mirada de la cabeza a los pies y seleccione a los más fuertes, a los jóvenes, a los que no están enfermos; y con la expresión “tú”, “tú”, les indican subir al camión que los conducirá a los campos.
     Los testimonios orales que presentamos a continuación hacen referencia a los tipos de trabajadores mencionados anteriormente que laboran en el lugar, como a su procedencia.

Mario Banda Nogal, jornalero migrante:

 
Nací en Chihuahua, en un pueblo que se llama San Francisco de Borja, mi fecha... lo tengo aquí, lo dejé allá, pero yo nací en 1948, en junio. Allá me dedicaba a la agricultura, a sembrar maíz y frijol. Mis papás, ahí nadamás, a trabajar en la casa, ya murieron, no salieron de ahí, todo el tiempo se la llevaron ahí.
     Salí, cuando ya perdí a mi jefa porque mi padre murió primero, quedó mi jefa y ya cuando falleció ella me vine a la aventura. Un amigo me invitó para acá pa’ a los Mochis, Sinaloa, me invitó el camarada diciéndome “que me fuera a la aventura” pa’llá, porque había mucho trabajo; sí había, pero queríamos llegar hasta Los Ángeles y pos ahí vamos, eso fue como en el ochenta. Jesús María Durán mi amigo había trabajado en Los Mochis, Sinaloa, ahí anduvimos cultivando el chícharo y luego después poniendo vara para hilarlo, cultivábamos también espárragos y unas huertas de chile. Duré tres meses, porque yo venía a Sonora, nomás como a veces sale uno escaso de dinero, llegamos ahí primero para completar, ganar un dinerito pa’ venirme a la costa de Hermosillo.
     En Sonora, tengo un hermano, en Sahuaripa, como llegamos allí, él nos consiguió trabajo a los tres días. Mi hermano trabaja regando la uva. Duramos allí como tres meses, porque como anda uno en la aventura de tirarle a llegarle hasta aquí. De allí, nos venimos a Caborca, también hay uva y ya llegamos ahí, nos dieron trabajo desprendiendo la uva que la hacen pasa, nos ocuparon en eso. Duramos tres meses, todavía había trabajo, no se acababa, pero quiere uno venirse acá pa´rriba a conocer, porque no conocía. Mi camarada se regresó de ahí de Caborca, se regresó pa’ su tierra porque me platicó a mí, que su señora madre está ya viejita y que andaba con cuidado; no, le digo, “si es así vas a andar con pendiente de ella, pues mejor regresate”. Yo, pues ahí como conoce uno amigos, y un señor que se llama Guadalupe Guzmán me invitó pa’cá, yo no había venido, él quería venir aquí a Mexicali con intenciones también de ir pa´rriba, me invitó a ir, y nos venimos.
     De Caborca nos vinimos en tren, en el burro como le dicen, de ahí agarramos el tren a Mexicali, de allí a Ensenada en camión. Al señor ese le habían platicado que ahí en San Quintín podía encontrar trabajo y sí encontramos. Allá mismo en Caborca se enteró él cuando un amigo le platicó que en San Quintín había trabajo, encontramos trabajo ahí pizcando tomate y no, pues en tiempo de frío no hay trabajo nomás en tiempo de calor en mayo y junio. Pues fuimos ahí a un campo de Los Canelos y nos informamos ahí, nos dijeron que sí había trabajo cortando tomate.
     Decidimos venirnos de San Quintín porque ya se iba a venir aquí la pizca de la uva, por eso decidimos venirnos para acá, todavía no empezaba pero ya faltaba poco, mi camarada ya sabía en qué meses empezaba el corte de uva, que empieza como en septiembre por ahí.
     Me quedé tres años, es que mis intenciones eran de irme para “los,” mi destino era irme allá pa’ Los Ángeles pero, tres veces hice el intento pero con mala suerte, la “migra” me regresaba para acá y ya me fui quedando y es como me estado quedando.
     La primera vez que me crucé me ayudó, el señor José Nieves, según él me dijo que tenía familia allá en San Francisco, sea de Los Ángeles a un lado. Nos fuimos dos con él, éramos tres, fuimos a Tijuana y cruzamos la línea ahí donde está poco difícil la pasada, porque andan helicópteros rondando ahí y tiene uno que pasar por enfrente. Ya pasando un “friwey” para allá, ya no hay pendiente, ya está uno tranquilo. Luego llegamos allá un lugar que se llama Chula Vista, algo así, ya ahí nos estuvimos pa’ descansar un rato, ya eran como las ocho de la noche. Estábamos descansando pero empezaron a ladrar unos perros y eran de la migra, y nos fuimos porque los perros nos iban a denunciar. Ahí nos vamos a una plazuela ta’ media así ,abandonada, ahí nos estuvimos como quince o veinticinco minutos nomás, pronto pasó un camión y ya hicimos la parada y ya nos llevó al centro. Un camarada que fue con nosotros, que se llama Macario, sabía un poquillo el inglés y ya él se informó en donde estaba la central de autobuses. Para hacer tiempo nos fuimos allí a donde venden café, ahí nos estuvimos bastante hasta que llegó la hora de ir a comprar el boleto para irnos, pero con mala suerte porque nos torcieron ahí en San Clemente, está una garita ahí y pos’ paran a todos los camiones y carros, ahí pararon el camión y a revisar. No, pos’ aquel Macario llevaba un sombrero bien rancherote, un sombrero bien acá como aquí, y el señor José Nieves, pos’ bien trucha él, yo creo ya se las sabe de todas, todas, él no se sentó con nosotros se sentó en medio del camión, leyendo acá una revista y luego con lentes y peinadazo acá, simulando que era gringo, algo así, pos no, tuvo suerte no le revisaron a él, pasaron por allí y nada, a nosotros sí, luego, luego nos cayó la “migra”. Pidieron papeles, dijo aquél que no traía, no, pos’ van pa’ bajo señores, nos bajaron y pegaron un telefonazo y ya mandaron traer una patrulla, y a él no, se logró ir. Ya lo traen a uno acá a Tijuana, de allí me vine para acá al valle, como en junio, me vine para acá ni modo, ya volví a entrar a trabajar allí en El Milagro.4

     Así, el jornalero migrante es un actor que debido a la ruptura simultánea con sus lugares de origen, familia y trabajo, salió del terruño y hoy vive solo, cambia constantemente de ciudad e incluso de país, como un nómada.

 

La calidad de vida: “todo el tiempo así es...”


En las zonas del valle de Guadalupe, en donde se ubican los jornaleros migrantes influye si son de origen indígena o no, lo cual se observa en las diferentes condiciones de vida de los distintos grupos y de acuerdo con el lugar en donde residen temporalmente. La población indígena que vive en los campos agrícolas construye sus refugios con los materiales de desecho utilizados en el proceso productivo, o en el “mejor” de los casos, los empresarios les proporcionan carpas que los “protegen” del clima. En los últimos años, cuando los hombres viajan solos, es común que soliciten “borde”.
     Por otra parte, la población mestiza suele hacer uso de los servicios que se encuentran en el poblado Francisco Zarco ex profeso para los jornaleros que llegan en tiempo de cosecha; por ejemplo, existe un establecimiento que ofrece el servicio de baño público; además, encontramos casas donde los trabajadores solicitan “borde” o ser recibidos como “abonados” (en la actualidad prestan el servicio de alimentación y hospedaje cinco casas). En algunas de estas casas, el hospedaje significa compartir con un grupo numeroso de compañeros en un cuarto pequeño sin muebles; en otras, vivir con la familia que da el “borde”. Otra opción para la estancia es ubicarse en refugios construidos por los propios trabajadores en el terreno de algún residente del valle, o en carros abandonados. Sin embargo, otros, al igual que la población indígena, viven en los campos o han decidido permanecer en la región.

Jorge Ortega Meza, propietario de Lonchería el Polaquito. Francisco Zarco:

Yo nací en la ciudad de México en el lugar que se llama Azcapotzalco, Distrito Federal, el 20 de mayo de 1957. Llegamos aquí al valle de Guadalupe en diciembre de 1964.
     La idea de poner este establecimiento surgió por parte de mi mamá, por la cuestión económica de esos tiempos. Ella ocupaba un ingreso extra y decidió poner una lonchería en 1966 aproxima-damente. El nombre original siempre ha sido igual, Lonchería el Polaquito. Ella lo agarró por la mamá de ella, porque tenía otro negoció en Nayarit con el mismo nombre y puede que por eso pensó en ponerle así. Se abrió, yo creo que por lo de las cosechas, en toda la zona siempre hay trabajo, y ella pensó en poner esto, empezó recibiendo abonados, así a las personas que están de fuera. Yo pienso que empezó haber poca gente primero y luego después hubo más, como la mayor parte de la gente viene del interior no tienen donde quedarse. Empezó a hacer unos cuartitos provisionales de madera y como ella pudo. Los servicios que se daban desde 1966 son los mismos, se les daba su semana de comida y aparte alojamiento, y esto es pagado por semana. Comida o asistencia, el sistema sigue siendo el mismo, son tres comidas, lo normal. Aquí, ellos, el sábado pagan 120 pesos a la semana, incluido el domingo.
     Mi mamá fue la primera en este sistema, en 1966 no había otra casa. La segunda casa de abonados sería la de la mamá de Chabela, también ya falleció la señora, el tercero de la señora Hilaria del Villar. Estas son casas particulares pero que también tienen abonados.5

María Isabel Galván Martínez, propietaria del establecimiento Chabelas, Francisco Zarco:

Nací en 1958, el 19 de noviem-bre, aquí en la Colonia Guadalupe, en una cama de cachanilla y una casa de cachanilla, mi papá la tapaba con hules cuando yo estaba naciendo, él me platica y mi mamá también, que él le tapaba nomás “onde” se mojaba porque estaba lloviendo. Mi mamá se juntó con mi papá en el 57, fue cuando ellos se vinieron para acá, pues vivían en Mexicali los dos.
     Cuando recién llegaron aquí ella les daba de comer a los paracaidistas, que se les nombra, a los que invadieron aquí el poblado. Ya cuando empezó con Las Gardenias, o sea, ya empezó a darle a gente que venían de fuera a trabajar a la uva. El lugar más antiguo que ha dado alojamiento a migrantes es El Polaquito, el de mi mamá era el siguiente. La idea de establecer este negocio fue porque hay otros lugares donde asisten gente, pero no es suficiente porque llega bastante y se comparten en una parte, en otra.
Para mí, abonado es una persona que viene de fuera o de aquí mismo, cada persona trae su diferente manera de decir, hay mucha gente que viene y dice: “¿aquí dan borde?”, “sí”, les digo o viene otra gente y me dice, “¿se reciben abonados?,” otra gente, “¿aquí se da de comer?”, es la misma palabra borde, abonados o dar de comer. La gente viene de Michoacán, de Sinaloa, Durango, Guanajuato, Hermosillo, Guerrero, Oaxaca, a mí me ha tocado mucha gente.
     Cuando estaba mi mamá ellos mismos hacían su casita, iban al monte y traían palos con cartones, hacían chocitas. Lo que ellos querían era estar seguros de la gente, por tanto malviviente. Yo tengo carros, camionetas, panel, es donde ellos se quedan a dormir, una persona en cada carro, tienen sus asientos, por lo pronto, yo quiero hacer unos cuartitos para que estén mejor, pero más delante a ver cómo le hago.6

Pedro Baldamas, jornalero migrante:

Los que llegan con su familia, se quedan en el rancho, ahí les dan permiso, ellos hacen sus casitas de cartón, hay mucho material de madera, cartones, cajas, honestamente viven ahí en los ranchos. Todo lo guardan, lo recogen, se van y a la próxima temporada que vienen, si no vienen ellos vienen otros, pero vuelven a usar lo mismo. Son cajas que ya están muy amoladas donde pizcan la uva, las desbaratan y hacen sus casitas como un cuartito para meterse ahí, cuando no se divisa el sol, las estrellas.
     Hay ranchos que tienen sus bodegas, su garage y ahí les dan permiso de quedarse también pero cuando es bastante gente no se puede hacer mucho, nomás empieza a llegar agosto y empiezan a venirse porque el que llega dice “el que madruga, Dios le ayuda”.
     Aquí, en los campos vamos y venimos a pie, en bicicleta, pues aquí está el camión del patrón en que los llevan. Los pasan recogiendo, vienen de arriba, los recogen, otros que llevan sus carros les dan “raite”, y son 15 pesos lo que dan, otros 20 pesos el fin de semana, porque los lleven y los traigan, pero esos ya son los que se quieren ir pues ellos de “raite” pagan.
     En los campos, practicamos deportes entre los trabajadores, jugamos más el fútbol. Allá en Hermosillo lo que hacíamos era el béisbol, ahora aquí es el fútbol. Se juega ahí mismo, a la hora libre de las doce a la una es la hora de la comida, empezamos a jugar, cada quién lleva su lonche y se reúnen todos. Llevamos lo que es un lonche común, lo que es tortillas de harina para calentarse, se hace la fogata, ahí se calientan entre todos, todo el tiempo, así es.7

 

El trabajo cotidiano. El que se va quedando,

lógico que los de ahí mismo lo desechan


Las actividades realizadas por los jornaleros en los campos de cultivo están subordinadas a las labores que necesita la planta para su cultivo, por lo que se contrata a diversos tipos de trabajadores. Por ejemplo, en el caso de la vid, el ciclo productivo se compone de: preparación de la tierra, plantación, amarre, azadoneo, limpia, riego, fumigación, poda y pizca. Para estas labores, con excepción de la pizca, se emplean jornaleros permanentes del ejido El Porvenir o de la delegación Francisco Zarco, puesto que, principalmente para la poda, se necesita de cierta especialización. Estos cuidados a la planta se realizan durante todo el año y se emplea a un número menor de trabajadores, en estas condiciones su retribución es por salario. Sin embargo, en periodo de cosecha el número de trabajadores aumenta considerablemente, y se contrata a jornaleros eventuales o migrantes, a quienes se remunera por destajo.

Mario Banda Nogal, jornalero migrante:

Los mixtecos, todos hacen el mismo trabajo, andan cortando uva, también algunos traen a sus esposas allí trabajando, traen niños “morritos” así de diez años, pura familia de ellos. Les va bien, que sea por contrato porque al fin ellos le echan ganas pa’ que les rinda y ganan más. A mi me pusieron de surquero de cuadrilla, nomás de juntar uno que otro racimo que se les cae, juntarlo en una cubeta y decirles a ellos “que no dejen ni un racimo caer”; se les pasan, y les digo “oiga maestro se le quedó uva, venga aquí para cortarla” y ya vienen a cortarla y así.
     En el corte de la uva le dan a uno una caja, así cuadrada, y luego unas tijeras entonces ya va uno cortando la uva y la va echando en la caja y ya llena después la vacía uno en una góndola, ahí la va uno vaciando la caja cuando la corta uno. Después del corte la llevan ahí a la fábrica, que es el dueño don Luis Cetto.
     Ahorita ando anegando ahí el zacate que le dicen de grama, lo ando fumigando con una mochila que la carga uno en la espalda, se prepara el líquido ahí en un “tambo” y ya va uno y lo echa ahí a la mochila, fumigando.8

Jesús Figueroa Saldaña, mayordomo de Bodegas San Antonio:

Se llega a ser mayordomo por los conocimientos, yo creo, porque todos quisiéramos ser mayordomos y no tiene uno la capacidad que se requiere para eso. La responsabilidad del mayordomo es sobre todo la gente. Es un problema, porque se tiene que enfrentar con gente que no sabe y es cuestión de trabajo. Entonces el trabajo del mayordomo consiste en que la gente obedezca, tampoco hablar golpeado, porque uno así con mandarlos nomás, ya como que no les pasa, esa es la responsabilidad. Estar al tanto de que no falte nada, que se hagan los trabajos, que si algún motor allá hace esto, hay que ver y traer al mecánico, casi la responsabilidad es toda. Por ejemplo estar a las cinco y media de la mañana con la gente, es una de las primordiales, porque si no está el mayordomo con la gente esa es una. Otra despachar a cada persona a cada puesto que le corresponde, pero como digo la cuestión del ma-yordomo, echarse muchas broncas.9 nos Bibayoff:
     En la pizca hay más chanza de ganar más dinero que en las podas, una mata podada la andan pagando ahorita en 15 o 16 centavos, mínimo tiene que ser de perdida 400 matas para que te pueda salir de 50 pesos el día, tiene que ser muy ligero con las tijeras.10

 

Nuevamente la salida: ya nomás se acaba y pintan huella ahí...

 

Al término de la cosecha los jornaleros se enfrentan a varias opciones, entre ellas: continuar con la ruta agrícola mexicana, emigrar hacia Estados Unidos o volver a su lugar de origen. Sin embargo, el aumento de población en el valle de Guadalupe está estrechamente relacionado con la decisión de los jornaleros agrícolas de radicar de manera permanente en la región, ya sea en el ejido El Porvenir o en la delegación Francisco Zarco. Estas alternativas ponen en juego la familia, el terruño, el deseo de superación, la aventura, en fin, en este ir y venir de un campo a otro, se vive un constante empezar y terminar.

Jesús Vega Ortiz, jornalero migrante:

Yo me quedé aquí porque ya a la edad que tengo, por ahí como de unos 40 años, dije ¿qué ando haciendo?, ya estoy viejo, yo agarraba cordilleras duras, para Sonora, Sinaloa, todo eso andaba, San Quintín y todo eso. Trabajos rústicos en el campo, puro campo y ahora digo no, yo mismo pienso, yo me quedo, ¿qué ando caminando?, ya estoy viejo, ya que voy hacer hasta allá y luego tres, cuatro meses venir otra vez para acá, está muy lejos, mejor por aquí me quedo ya. valle de Guadalupe me gusta porque estoy tranquilo. Solamente me gustaría ir a mi tierra, a Zamora, Michoacán, no he regresado desde el 50 ...a estas fechas son 47 años. No sé yo si mis padres murieron y yo aquí vagando. Sí, sí he pensado en regresar y yo creo que sí voy a regresarme, para estar allá en mi tierrita, en mi casa, ... no tengo casa, no tengo nada, ...quiero regresar a mi tierra, donde nací.
     Aquí no nos conocemos, nomás nos conocemos por apodo. No sabemos ni de dónde es uno, ni dónde nació, nada, aquí puros apodos ahí. A mí me dicen el “grande”, quien sabe, así me pusieron, ellos me pusieron así, hace años ya de esto.11

 

Conclusiones


En los campos agrícolas los jornaleros se desplazan, toman espacios que después tienen que abandonar, aprenden el lenguaje de los lugares, viven en un constante movimiento, establecen vínculos de convivencia y no relaciones personales. Por un lado se crean solidaridades sin nombres personales, se guían para conocer otros lugares de la ruta, aprenden dónde y cómo sobrevivir. Por otro, forman cuadrillas de trabajadores con alta competitividad, donde el más débil, el más lento, es excluido por no producir lo suficiente. Hay quienes se alojan en “casas de hospedaje”, donde tienen un lugar para dormir y comer, se protegen de la violencia, del clima, pero otros viven a la intemperie, en los campos agrícolas y se cobijan con los materiales de desecho.
     En el escenario social del valle de Guadalupe el papel que juega el jornalero migrante es sin duda el de proveer de mano de obra barata a la agricultura comercial, principalmente en la cosecha de la vid durante dos meses al año.
     En su identidad: su vida nómada repercute en sucesivas pérdidas: el terruño, la familia, su cultura. Son individuos que ya no mantienen vínculos con la familia, aunque pueden tener breves y esporádicos contactos con algunos de sus miembros, puesto que la familia está dispersa a lo largo de la ruta migratoria. Sujetos que tienen pocas o nulas posibilidades de acceso a los espacios públicos de ocio, o de salud.
En el caso de los jornaleros indígenas, éstos tienen que hacer frente a otro tipo de obstáculos por hablar otra lengua y por ser víctimas de prejuicio racial.
     Los jornaleros migrantes tienen una utopía, un proyecto de vida de regreso al terruño, sin embargo, viven carencias, ausencias, posibilidades no realizadas, al peregrinar de un campo a otro, de una cultura a otra, de un clima a otro. El problema es conocer si cuando llegaron “arriba” –como le llaman a Estados Unidos– ¿se cumplió la promesa modernizadora de una vida mejor?, promesa que llega a los mexicanos del campo y las ciudades.
     En la sociedad bajacaliforniana al aparecer el jornalero migrante en la agricultura comercial de alta tecnificación, se constituye como un actor nuevo de esta sociedad. Su incorporación temporal o definitiva a la región crea la necesidad de acercarse a su conocimiento mediante disciplinas de las ciencias sociales, en un momento en que se vuelve imperativa la necesidad de crear una política de seguridad social del gobierno federal y local, que les garantice una relación de acuerdo con los derechos humanos.
 

______________________________________
*Instituto de Investigaciones Históricas uabc

 

Notas:

1 El presente trabajo es parte de un proyecto más amplio realizado en el valle de Guadalupe, el cual tuvo como objetivo conocer la historia general de la comunidad, desde sus primeros pobladores hasta nuestros días.
2 Hugo D’ Acosta, “Los vinos de México”, en Enciclopedia del vino, Orbis, Barcelona, 1987. p.39.
3 Fernández, Raúl A., La frontera México Estados Unidos, un estudio socioeconómico, México, Terra Nova, 1980, p. 139.
4 Lara Flores, Sara María, “Las jornaleras en el campo”, en Este País, México, S.A,, número 46, enero de 1995, p.19.
5 Entrevista a Mario Banda Nogal, realizada por Leticia Bibiana Santiago, en el valle de Guadalupe, Ensenada, Baja California, el 18 de abril de 1997, Archivo de la Palabra del Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Autónoma de Baja California, (en adelante ap-iih-uabc), pho-e/1/60/(1).
6 Entrevista a Jorge Ortega Meza, realizada por Leticia Bibiana Santiago, en el valle de Guadalupe, Ensenada, Baja California, el 4 de abril de 1997, ap-iih-uabc, pho-e/1/52/(1).
7 Entrevista a María Isabel Galván Martínez, realizada por Leticia Bibiana Santiago, en el valle de Guadalupe, Ensenada, Baja California, el 4 de abril de 1997, ap-iih-uabc, pho-e/1/53/(1).
8 Entrevista a Pedro Baldamas, realizada por Rogelio, Ruiz Ríos, en el valle de Guadalupe, Ensenada, Baja California, el 4 de abril de 1997, ap-iih-uabc, pho-e/1/55/(1).
9 Entrevista a Mario Banda Nogal, realizada por Leticia Bibiana Santiago, en el valle de Guadalupe, Ensenada, Baja California, el 18 de abril de 1997, ap-iih-uabc, pho-e/1/60/(1).
10 Entrevista a Jesús Figueroa Saldaña, realizada por Leticia Bibiana Santiago, en el valle de Guadalupe, Ensenada, Baja California, el 14 de marzo de 1997, ap-iih-uabc, pho-e/1/46/(1).
11 Entrevista a Miguel García Ramírez, realizada por Leticia Bibiana Santiago, en el valle de Guadalupe, Ensenada, Baja California, el 7 de marzo de 1997, ap-iih-uabc, pho-e/1/42/(1).
12 Entrevista a Jesús Vega Ortiz, realizada por María Jesús Ruiz, en el valle de Guadalupe, Ensenada, Baja California, el 18 de abril de 1997, ap-iih-uabc, pho-e/1/59/(1).