En todo periódico mexicano yace,
oculta o a la vista, una pieza más del gran mosaico político y cultural
de nuestra patria, una microhistoria donde la vida pública y privada se
muestran sin reticencias, sin recato. La vanguardia, el primer periódico
en ser publicado en Mexicali a partir de 1917, no es la excepción. Esta
publicación representa no sólo un hito en la historia de la prensa
bajacaliforniana y fronteriza, sino que es, sobre todo, un símbolo
evidente y clamoroso del cambio de estafeta del poder en nuestra entidad
a partir del desencadenamiento de la revolución mexicana a la vez que
una radiografía de la situación social y económica de Baja California a
la sombra de acontecimientos nacionales e internacionales de gran
relevancia.
No olvidemos, en primer lugar, que la revolución de 1910 y su cauda de
alzamientos regionales, que incluye la rebelión anarcosindicalista
propiciada por los hermanos Flores Magón en Baja California, desquició
el eje del poder político en la entidad y llevó a que el centro militar
se desplazara del puerto de Ensenada al poblado fronterizo de Mexicali.
De la zona costa del Pacífico, donde residió el poder durante el
porfiriato, éste pasó a la región desértica, colindante con Arizona y
Sonora, por razones estratégicas, pues para lidiar con los grupos
rebeldes fronterizos era necesario asegurar las aduanas, los puntos de
entrada, evitando así sorpresas mayores, como las tomas de Mexicali y
Tijuana por las tropas flores-magonistas en 1911, que habían puesto en
jaque la vida política y económica de la península.
Para 1915, el coronel Esteban Cantú, el caudillo que había tomado
control, con el apoyo de amplios sectores de la población, del Distrito
Norte de la Baja California, cambió la capital de Ensenada a Mexicali y
con ello transformó completamente el equilibrio de fuerza de esta zona
del país. Al hacerlo, sin embargo, dejó en la estacada a una serie de
negocios adyacentes al poder que se resistieron a cambiar de población.
Entre estos negocios estaba la prensa oficial que se dedicaba a la
publicación de los edictos oficiales y las proclamas del gobierno. Lo
que ocasionó un vacío informativo en la recién nombrada capital del
Distrito Norte.
Ante esta situación incómoda, el propio Cantú apoyó a un grupo de
jóvenes intelectuales de todas sus confianzas para impulsar las reformas
políticas a nivel municipal y para darle voz a sus políticas de gobierno
desde Mexicali. Este grupo, proveniente del estado natal del propio
coronel Cantú, esto es, de Nuevo León, estaba conformado por abogados y
médicos que sirvieron de punta de choque para dar a conocer el programa
político y social de un gobierno neutro en lo ideológico y con una
administración que utilizaba los recursos de los negocios, legales e
ilegales, del Distrito Norte para aceitar una maquinaria gubernamental
que puso en pie, en forma por demás expedita y eficaz, vastos proyectos
que dieron identidad propia a las ciudades fronterizas, a Tijuana y
Mexicali principalmente. Mientras este auge se fortalecía en las
ciudades de frontera, Ensenada iba languideciendo, con lentitud pero
inexorablemente, por su lejanía con el comercio aduanal y de
entretenimiento de los poblados antes mencionados.
Cantú sabía que, en el mar turbulento del México revolucionario, Baja
California era una excepción afortunada, un remanso de relativa paz ante
los embates de villistas, zapatistas, carrancistas y obregonistas que
asolaban el resto del país. Era necesario que a cada momento y con cada
nuevo gobierno entrante, el coronel-caudillo pudiera ofrecer su versión
de los hechos y, a la vez, mostrar a los propios bajacalifornianos los
riesgos y peligros que ocurrían por el encono de las facciones
revolucionarias, en otras partes de México, para que los ciudadanos del
Distrito Norte apreciaran mejor la paz cantuista a la antigua: mucha
administración y poca política. Mucho orden y respeto. Necesitaba, pues,
su propia prensa. Es decir: un medio periodístico que ponderara los
logros de su gobierno y los desatinos de la revolución armada en forma
por demás comedida pero con firmeza. Dos años después de acceder Cantú
al poder, el 14 de octubre de 1917, salió publicado el primer número de
La vanguardia, periódico semanario, en Mexicali, y con un precio de 10
centavos “oro americano”.
La vanguardia era un semanario ilustrado que incluía páginas de anuncios
a color. Héctor González, un joven intelectual neolonés traído a Baja
California por Cantú, era su director general. Como Mexicali no contaba
con imprenta en territorio nacional, La vanguardia se imprimía en la
vecina ciudad de Caléxico, California, y por lo mismo, su dirección era
un apartado postal (el 472) en esta población californiana. Su agente de
anuncios era William Clay Silver, un experto en “advertising”.
Los periodistas que hacían este semanario sabían bien que su publicación
era un órgano de gobierno apenas disfrazado. Por eso, aunque en su
página frontal aparecía una viñeta con dos revolucionarios armados y a
caballo, los lemas que se mostraban al calce de esta página exponían
desde: “cooperar no es aplaudir. También coopera el que censura y a
veces sirve mejor que el que aplaude”, hasta “sólo un gobierno fuerte y
apoyado en la opinión puede arrostrar la verdad y aún buscarla.
Inseparable compañero de ella, no teme la expresión de las ideas, porque
indaga las mejores y las más sanas para cimentar sobre ellas su poder
indestructible”. Lo cierto es que este periódico basó su labor en la
cooperación, donde la censura al régimen fue mínima y los aplausos se
dieron al por mayor, al ser este semanario el vehículo oficial y
oficioso de los proyectos, proclamas y salutaciones que este gobierno
ofrecía a la opinión pública de ambos lados de la línea fronteriza.
Como había sucedido quince años antes, con
El progresista, el semanario ensenadense, La vanguardia fue un periódico dividido, en generoso
equilibrio, entre anuncios y edictos por una parte y los textos
literarios del otro, en cuyo centro aparecían las noticias regionales y
los artículos de actualidad. En cuanto a los anuncios, éstos eran de dos
tipos: los comerciales y los oficiales, incluyendo edictos y proclamas
gubernamentales por motivos políticos, especialmente electorales.
Los anuncios comerciales hablan de la exitosa labor publirrelacionista
de Clay Silver. Entre los comercios que se anunciaban con profusión
estaban la Imperial Valley Hardware, ferretería y mueblería, donde se
podían conseguir desde fonógrafos hasta “artículos de sport”; la agencia
aduanal de Fernando Villaseñor y hermanos; la Strawn Electric Co.,
tienda de máquinas de coser eléctricas; la Compañía Bancaria Peninsular,
que se ocupaba de la “venta, compra y arrendamiento de terrenos y de
toda clase de propiedades en comisión”; el garage Ensenada, especialista
en “vulcanización y carga de acumuladores”; el bar Monte Carlo de
Tijuana, que anunciaba a “la famosa troupe de bailarinas y coupletistas
de Mart Hanna” con diez bailarinas en escena y mucha “música, contento y
alegría”.
Los anunciantes de La vanguardia provenían de los tres principales
poblados del Distrito Norte de Baja California (Tijuana, Mexicali y
Ensenada), incluyendo empresas y negocios del otro lado de la frontera.
Es obvio que esta publicación mantuvo un amplio espectro de anuncios
comerciales que abarcaban las dos fuerzas rectoras de la economía
bajacaliforniana: el trabajo (la construcción de poblaciones en auge
agrícola e industrial) y el placer (la proliferación de cantinas,
hoteles y burdeles para atracción de propios y extranjeros). En ambos
casos había un factor común: el relámpago verde de los dólares que
aceitaba la maquinaria del progreso de la entidad y la mantenía unida al
capital extranjero.
Los anuncios del gobierno, por su parte, iban desde un edicto del
juzgado a la primera instancia de Ensenada en procesos de testamentaria,
hasta el aviso, por parte de la municipalidad de Mexicali, sobre su
división electoral de cara a las próximas elecciones, incluyendo la
ubicación de las casillas electorales y a las seis divisiones de tal
municipio. Así, en el número del 20 de octubre de 1917 se informaba a la
ciudadanía de estos cambios para las elecciones del 2 de diciembre de
ese mismo año.
En cuanto a los textos literarios, La vanguardia sirvió de caja de
resonancia de los gustos y lecturas de Héctor González, que consistían
en novelas europeas y literatura por igual romántica, realista y del
modernismo en boga entonces. Se publicaban, por ejemplo, La Mano de Guy
de Maupassant, los cuentos de Arthur Conan Doyle, Lucero del alba de
Guillermo Prieto, el poema “Delirio” de F. Guerra Castro, al igual que
semblanzas de escritores nacionales y extranjeros. La ideología
librepensadora permeaba el gusto literario haciendo que este periódico
diera bandazos entre un espíritu elitista, de torre de marfil, y las
expresiones populares en uso. De esta manera se publicaban frases
contundentes al estilo de que “los hombres de elite agrupados no
constituyen una elite. Para conservar su nivel, el espíritu superior
debe quedar solitario”, junto con poemas como “Desde Zaragoza” de
Melitón González (¿el propio Héctor González disfrazado de pueblerino
dicharachero?):
Voy a cantar unas coplas,
y no es que yo esté contento,
es por ganas de hacer algo
sin que me cobren impuesto.
Casarte por el dinero
pide a Dios que no t’ocurra,
que el dinero en el querer
es el gusano en la fruta.
Te enganchan los tribunales
por muy diferente sitio:
el melitar, por la faja;
el cevil, por el bolsillo.
En setiembre no te lavas
pa tener color moreno
y se figure la gente
que has estao de veraneo.
Se me ha muerto la mujer
y mi casao con su hermana
y en el ciminterio hi puesto
“Aquí yace mi cuñada”.
Por libras en vez de kilos
aquí seguimos vendiendo,
y los toros toman varas
en lugar de tomar metros.
Cuando sobre mis espaldas
llevo algún saco de trigo,
me faltan fuerzas si es de otro
y me sobran cuando es mío.
Comes en los restaurantes
y trajes de moda llevas;
dices que eres socialista;
así, también yo lo juera.
Si algún amigo te cuenta
que te cretica Fulano,
mucha más tirria te tiene
el que te viene a contarlo.
Toda casada que aprende
a bailar tango argentino,
es pa bailar con cualquiera,
pero no con su marido.
Nunca podrán los lápices
gobernarse por sí mesmos;
los lápices sin las reglas
no pueden andar derechos.
Como todo periódico que se precie de realizar una labor de cronista de
su comunidad, La vanguardia fue un escaparate de la sociedad fronteriza
de su tiempo en temas culturales, anuncios de comercios o avisos de
gobierno. Pero no sólo en estas lides dio a conocer la vida de los
bajacalifornianos en la segunda década del siglo
xx. Esta vida apareció
reflejada en sus páginas a través de noticias de diversa factura y
origen, empezando por los anuncios profesionales que son una vía de
acceso a deberes y saberes de los profesionistas fronterizos de aquella
época y un atisbo de las necesidades y carencias existentes en el
Mexicali de aquellos tiempos, de sus ofertas y demandas:
La mejor manera de tener éxito en el ejercicio de una profesión es la de
anunciarse. Anúnciese usted en “La Vanguardia”.
Tarifa: Por palabra 2c. (Oro americano) No se admiten órdenes menores de
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administrativos. Frente a la Escuela. Lado Sur. Mexicali, B. C.
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Municipal. Mexicali.
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Cal. Teléfono 137.
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Mexicali, B. C.
Entre las principales demandas de información se hallaba la religión y
el entretenimiento. Una aparecía en cuanto a celebración de solemnes
rituales en la parroquia de Guadalupe de Caléxico, donde “la misa fue
cantada por el coro de la parroquia que dirige el profesor José Vázquez
y durante el ofertorio las señoras Beatriz Ramos y Esther González Murúa
cantaron de modo magistral” a la vez que hizo acto de presencia la banda
del 25º de Mexicali interpretando “El crucifijo” de Fauré. Esto habla de
una cultura musical en ambos lados de la frontera que por igual se da en
el estamento militar que en el eclesiástico. Del lado de la diversión,
se publicaron el 20 de octubre de 1917, noticias sobre el programa de
funciones en drama y en cine del teatro México:
Este importante centro de reuniones de Mexicali abre de nuevo sus
puertas al público el día 15 de diciembre, regenteado por una nueva
empresa, de la que es gerente el Sr. Lic. Antonio Horcasitas.
Los nuevos empresarios del Teatro México tienen el propósito de cubrir
sus programas de invierno con películas de las mejores marcas europeas y
americanas y con variedades y comedia. Ya se hacen arreglos para traer
la compañía dramática de Virginia Fábregas, que ha hecho una temporada
de mucho éxito en San Antonio, Texas.
Los residentes mexicanos de Caléxico y Mexicali deben fijarse en que los
empresarios del Teatro México están en condiciones de ofrecerles
programas más de su agrado que los teatros de Caléxico, donde no son
nada escrupulosos para aceptar las películas antimexicanas que han dado
en circular de un tiempo a la fecha en el Sur de los Estados Unidos.
Además, el Teatro México cobra precios más bajos que los cines
americanos.
Otro tema que era tocado semanalmente por este periódico, eran noticias
locales de tipo policiaco, de sociales, de transportes y comunicaciones
e incluso personales. Así se mencionaba que el ingeniero Gonzalo Garita
“ha estado recluido en sus habitaciones durante la semana pasada,
atendiéndose una enfermedad ligera”o que el propio agente de anuncios de
La vanguardia, el señor William Clay Silver, “está en el hospital St.
Thomas de El Centro, curándose de las fracturas que sufrió en el
accidente automovilístico de que hemos hablado anteriormente... pero va
de mejoría y tal vez pronto pueda dejar la cama”. Y los percances
automovilísticos parecen ser una noticia frecuente en las páginas de
este semanario, a cuya redacción llegaban quejas del público al respecto
desde la ciudad de Ensenada:
Diariamente se presentan quejosos los viajeros que arriban procedentes
de Tijuana o San Diego, fleteados por la empresa de automóviles correos
“Southernland Stages”. Parece en realidad que la expresada empresa, sin
medir la capacidad y potencia de sus autos, toma hasta ocho pasajeros
para un carro “Ford” y, por consiguiente, al llegar a la cuesta de
Cancio, obligan los chauffers a los viajeros a que la suban a pié y aun
en algunas ocasiones ayudando a subir el automóvil. En varias veces son
señoras y señoritas las que han sido víctimas de semejante abuso de la
empresa en mención.
Por falta de vigilancia de los agentes del orden, y no obstante que
existe en esta población un “Reglamento de Automóviles”, la mayor parte
de los chauffeurs violan y andan en las calles con velocidades
inmoderadas y dan vueltas en donde mejor les conviene, poniendo con esto
en grave riego a los transeúntes.
En lo estrictamente policiaco, el panorama fronterizo que exponía
La
vanguardia no era el de una sociedad decente y bien portada, como hoy
quieren hacernos creer los añoradores del pasado, sino un mundo al
estilo del viejo oeste donde las riñas callejeras o en los propios
lugares de diversión y de trabajo estaban al orden del día, como ocurrió
en Ensenada, cuando “dos jóvenes de esta población” se pelearon. “Fue el
teatro de los hechos de la cantina de John Hussong y ambos rijosos
salieron con ligeras contusiones en al cara”. Otros fueron menos
afortunados. De nuevo en Ensenada, pero ahora en la fábrica de helados,
hubo “una riña entre los soldados Francisco Bernal y Antonio Concha,
recibiendo el primero una herida contundente en el cráneo. Concha se
halla en la cárcel a disposición del juez militar, habiéndosele iniciado
proceso por lesiones y siguiéndosele actualmente por homicidio, ya que
Bernal ocho días después de los sucesos falleció en el hospital en donde
se le curaba”.
Y si hablamos de criminalidad más allá de la simple violencia, las
noticias abundaban en calamidades y pillerías de toda especie, desde el
incendio del hotel México de Ensenada, del cual se informaba que “hasta
la fecha nada ha salido en limpio sobre la causa del siniestro y
solamente las sospechas retienen como presunto responsable al señor I.
O., ya que se supone que del cuarto que ocupaba partió el fuego”. O el
robo en el templo parroquial, también de Ensenada, donde “los ladrones
se introdujeron a la iglesia por una de las ventanas de la sacristía y
se apoderaron de dos platos plateados y de un copón de plata dorado”. O
litigios judiciales, como el llevado a cabo por Federico Dato, que
“embargó por medio de una providencia precautoria la planta
despepitadora que tiene establecida en Mexicali la Globe Mills Co., como
principio de una reclamación por utilidades que le corresponden”. A
estos acontecimientos habría que sumar noticias de viajeros, lo que era
clara muestra de que Mexicali no dejaba de ser, por aquellas fechas, el
centro de gobierno pero, igualmente, un rancho grande donde nadie pasaba
inadvertido:
El Sr. Bernstein.– Al arreglo de asuntos personales ha estado en
Mexicali y vuelto a San Diego, California, el Sr. D. Carlos Bernstein,
conocido industrial de Tecate.
El Sr. J. A. Cantú.– El martes 20 de noviembre llegó de San Diego el Sr.
Capitán D. Juan Antonio Cantú, padre del Sr. Gobernador Coronel Esteban
Cantú. Viene el Sr. Cantú a visitar a la familia del señor coronel.
El Tte. Cor. Hernández.– Con objeto de tratar con el Gobierno
importantes asuntos relacionados con el ramo militar, llegó de Ensenada
el mismo día 20 de noviembre el Sr. Tte. Cor. Eleuterio Hernández, jefe
de las Armas en aquella importante población de la Baja California.
El Capitán Jaimes.– Ha llegado de Ensenada el Sr. Cap. Jaimes.
El Sr. M. De Castro.– Ha llegado de San Francisco, California, el Sr.
Luis Martínez de Castro, rico agricultor y capitalista mexicano.
El Sr. De la Vega.– Procedente de Los Ángeles ha llegado a Mexicali el
Sr. Enrique de la Vega, rico agricultor que viene a estudiar los
negocios algodoneros.
El Sr. Ing. Crespo.– Procedente de la Paz, B. C., acaba de llegar a
Mexicali el culto intelectual mexicano Ing. N. Crespo. El Ing. Crespo se
dedica en la actualidad al desempeño de una importante comisión agraria
que le ha encomendado el gobierno federal.
El Sr. Bohórquez.– Procedente de Algodones llegó a principios de la
semana pasada a Mexicali el Sr. D. Francisco Bórquez.
A estas noticias de viajeros se añadían otras de índole varia y que iban
desde saludos entre conocidos hasta el movimiento de los vapores a lo
largo de la costa del Pacífico, lo que incluía anuncios de bailes
concurridos por “las señoritas más distinguidas” y los “muy estimables
caballeros entre los que se encontraban varios jefes y oficiales”, lo
que daba a entender el papel central de los militares, con el coronel
Cantú a la cabeza, en la vida no sólo política sino social de la Baja
California de aquella época. De Ensenada, que era la ciudad que más
noticias generaba por ser la que contaba con mayor población e
industrias, las informaciones no cesaban de llegar hasta los lectores
mexicalenses:
Rumores de Huelga.– Por correspondencia llegada de Santa Rosalía, B. C.,
se sabe en esta población que se registró en dicho mineral una huelga,
en la que no faltaron notas de sangre y escándalo.
Vuelve el Presidente Municipal.– El señor Antonio Ptacnik, Presidente
Municipal de esta población, quien se encontraba gozando de una licencia
para estar separado de su cargo, volvió a recibirse de él con fecha 10
del actual, cesando el Regidor Carlos Andrade que lo sustituía.
El Regimiento “Esteban Cantú”.– El Regimiento de Caballería “Esteban
Cantú” , que venía ocupando el local situado en la esquina de las calles
Miramar y Segunda, se ha trasladado a su nuevo local sitio en el
cruzamiento de la Avenida Gálvez con la calle 14ª.
Función de Beneficio.–El día 7 del actual se efectuó una función de cine
organizada por la Asociación de Damas Católicas de este puerto, a
beneficio de la viuda y niños del señor Luis G. Merodio, quién falleció
el mes pasado. Produjo la función $55.80 que se entregaron
inmediatamente a la señora vda. de Merodio a fin de aliviar su aflictiva
situación.
Renuncias.– Desde el día primero del actual cesaron a los empleados que
desempeñaban en la Administración Local de Correos, las señoritas Elvira
Monroy y María Luisa Dum.
Al mismo tiempo,
La Vanguardia no era un periódico que sólo buscaba
darse a conocer en el Distrito Norte de la Baja California y en el sur
de California. Héctor González, como buen hijo de Nuevo León, lo mandaba
a su estado natal y lo ofrecía como intercambio a otros periódicos
similares en el interior del país, lo que trajo noticias de amigos y
conocidos celebrando la aparición del semanario y dando cuenta de su
edición moderna y progresista:
“La semana”, simpática revista ilustrada que publica en Monterrey, N.
L., un grupo entusiasta de bizarros muchachos periodistas, nos saluda
con estos cariñosos renglones, que son, pueden creerlo, las palabras de
bienvenida que más nos han llegado al corazón, como que vienen de
compañeros, de antiguos compañeros de locuras de colegial y de la
inolvidable patria chica, siempre amada, del Director de “La
Vanguardia”.
“LA VANGUARDIA”.
“En uno de los días de la semana que termina hoy, llegó a nuestra mesa
de redacción el primer número de
LA VANGUARDIA revista hebdomadaria de arte y política que ha empezado a
publicarse en Mexicali, B. C., bajo la dirección de nuestro viejo amigo
el culto escritor neoleonés Lic Héctor González.
La presentación de LA
VANGUARDIA es excelente, y a su material literario seleccionado
cuidadosamente, y a su material literarios seleccionado cuidadosamente
aduna artículos de trascendencia política, encaminados en su mayoría a
dar a conocer el progreso sensible de nuestro lejano territorio y a
fomentar sus fuentes de riqueza.
Nosotros no podemos menos de
agradecer muy sinceramente el envío de LA VANGUARDIA, y desear todo
género de aciertos a su talentoso y culto director, el Sr. Lic.
González, para quien hay grandes simpatías y hondos afectos en esta
casa.
Recuérdese que
Héctor González, nacido en Monterrey en 1882 y quien fuera compañero de
aventuras estudiantiles de Nemesio García Naranjo, otro célebre
periodista nacional, era en 1915, cuando llegó al Distrito Norte, un
joven y emprendedor abogado que recibió aquí el cargo de juez de primera
instancia por órdenes del coronel esteban Cantú. El mismo año de 1917,
cuando fundó La vanguardia, el joven Héctor ingresó a la política
local apoyando a un paisano suyo, el doctor Ignacio Roel, en la búsqueda
de un puesto de elección popular, creando para ello el club político
Benito Juárez que, como dice el historiador Celso Aguirre, fue “la
primera organización de carácter político constituida en la
municipalidad de Mexicali”, club que logró ―con el obvio espaldarazo del
coronel Cantú― que la planilla de Roel fuera la triunfadora ese año y
los siguientes. Para 1918, don Héctor ya no era sólo un periodista sino
que también ejercía como regidor del ayuntamiento de Mexicali y más
tarde fue nombrado consultor del mismo ayuntamiento e intervino, con sus
conocimientos jurídicos, en el estudio que consideraba la elevación del
recién fundado puerto de San Felipe a la categoría de Delegación.
En ese mismo año de 1918, Héctor González formó parte, como
secretario, de la comisión reguladora de precios; en 1920 participó en
otra comisión para ampliar las vialidades de Mexicali y, además, aprobó
la creación de un escudo de la ciudad, proyecto que no llegó a
realizarse ante el colapso del régimen cantuísta. Por otro lado, toda
esta mezcolanza de actividades ―jurídicas, periodísticas y políticas―
dan noticia de que el periodismo era, para aquéllos que lo practicaban
en la segunda década del siglo xx,
una plataforma para brincar a otras actividades más prestigiosas o
productivas. Ser periodista era una manera más de ser político, es
decir, de ser una figura pública, respetada o temida, pero figura
pública al fin en los círculos del poder en la Baja California de
aquellos tiempos.
Por eso mismo,
mientras los periodistas anticantuistas (que predominaban en Ensenada y
cuya cabeza visible era David Zárate) huían de la península y se
refugiaban en San Diego, California, los periodistas afines al coronel
Cantú se despachaban con la cuchara grande y podían presumir de que su
periódico iba viento en popa y se vendía más allá de la frontera, en el
valle Imperial y en San Diego, lo mismo que en todos el Distrito Norte
de la Baja California. Y no sólo eso: La vanguardia asumía
posiciones defensivas ante las críticas de que el contrabando y el
comercio de opio estaban, en el gobierno de Cantú, en su apogeo y que,
incluso, eran actividades solapadas para obtener de ellas recursos
monetarios para la obra pública y para el pago a los empleados del
Distrito Norte. Así, en su editorial del 17 de febrero de 1918, se
señalaba, bajo el título de “El opio en Baja California”, que:
Conocedores como somos de las condiciones del Distrito desde hace más
de dos años a la fecha podemos decir que, como hasta mediados del año
de 1916 el comercio de opio no estaba prohibido en la República
Mexicana, si se permitía en este Distrito el de esa droga pagando los
traficantes en ella los impuestos que debían.
El comercio de opio dentro de la
República Mexicana no había ni hay razón para prohibirlo, como no la
había ni la hay para que se permita el de otras drogas que tienen usos
medicinales y de las que han hecho vicios algunas personas; por
ejemplo: la morfina. Ni la había ni la hay, porque la población de la
República no es afecta al uso ni al abuso de esas drogas y por lo
mismo su venta sin restricciones no es una amenaza para la salud
general.
Todavía hasta la fecha, el comercio de
opio, caso de que existiera en México no sería dañoso en modo alguno
para los mexicanos. Esta cuestión del comercio del opio tiene
actualidad únicamente en estas regiones de México no en otras
distantes de los Estados Unidos y de la costa del Pacífico en que
hablarles de ellas es hablarles de cosas de otro continente.
El gobierno de México dictó sus
primeras disposiciones en contra del comercio del opio en año de 1916:
y las dictó, instado probablemente por el de los Estados Unidos. Estas
disposiciones fueron dictadas por el actual gobierno
constitucionalista: y el del Distrito Norte de la Baja California las
puso en efecto inmediatamente que las conoció. En esta cuestión
política, conocida de todo el mundo y nadie podrá negar la veracidad
de lo que afirmamos.
El gobierno de este Distrito nunca ha cesado desde entonces de
perseguir a los tratantes y contrabandistas de opio y desde luego
podemos citar un hecho que, por su bulto, fue bastante conocido en
toda la frontera; el combate que hubo en las cercanías de Tijuana, a
principios del año de 1917, en el rancho de Ma Toon, en el que
resultaron muertos un policía y dos chinos contrabandistas.
Y no sólo con este tipo de artículos defensivos La
vanguardia mantuvo emparejado el equilibrio de la opinión pública
regional. Su mayor labor no fue la de parar críticas (que las había y su
abundancia) al regimiento cantuísta, sino en dedicarse a glosar los
planes y proyectos del coronel Esteban Cantú en pro de la población
bajacaliforniana.. Las obras de gobierno realizadas o por realizar,
tuvieron un sitio distinguido en esta población y un seguimiento
periodístico que hacía que el público lector no perdiera de vista los
avances de la obra pública hasta su completa realización, a lo que
seguía la nota de sociales de la inauguración formal de edificios de
toda clase y función, así como la fundación de nuevas poblaciones, como
fue el caso del puerto de San Felipe, que Cantú visitara en enero de
1918 y que, al ver el campamento provisional de exploración y las
posibilidades de explotación de la pesca, hizo que el entusiasmo
cundiera y que Héctor González, en su doble papel de político y
periodista, hiciera de San Felipe su proyecto personal y diera a
conocer, periódicamente, las noticias que iban llegando a Mexicali de
nuevas exploraciones y descubrimientos:
La colonia de pescadores
que quedó establecida en San Felipe, bajo la jefatura del Sr. Emiliano
Verdugo, ha hecho algunas exploraciones de importancia. El Sr. Verdugo
se halla en la actualidad en Mexicali y por él sabemos que en un curto
de milla alrededor del campamento antiguo y del llamado Pozo de San
Felipe han descubierto una corriente subterránea que hará factible la
apertura de otros pozos, lo mismo al Norte que al Sur del antiguo, lo
que facilitará el establecimiento de familias.
Han hecho igualmente trabajos de sondeo en todo el puerto y han visto
que de todo el puerto la parte más apropiada para la construcción de
un muelle es la cercana al cerro de San Felipe, que queda al Norte del
puerto. En ese lugar los sondeos marcan 18 pies durante la marea alta
y 12 durante la marea baja. En la parte que queda frente al antiguo
Pozo de San Felipe, lugar donde se ha establecido el campamento, el
mar es muy bajo y no presta facilidad para el embarque ni el
desembarque.
Han encontrado también grandes
cantidades de pescado, principalmente totoaba y garropa, las que creen
serán mucho más abundantes del mes de marzo en adelante.
El Sr.Verdugo piensa volver a San Felipe el lunes 25 de este mes,
llevando un bote que actualmente se está construyendo en el patio del
Palacio Municipal de Mexicali; esa embarcación, por su tamaño, servirá
para que los pescadores extiendan el área de sus exploraciones porque
podrán llevar en ella suficiente cantidad de provisiones y de agua para
hacer viajes dilatados. Tras de esta embarcación irá a San Felipe otra
grande, con la que se podrá iniciar la navegación de cabotaje con otros
lugares del Golfo de California.
Dice Verdugo que en su opinión la perspectiva que presentan la pesca y
la navegación en el Puerto de San Felipe son ahora mejores que lo que
parecían recientemente pasado el viaje del Coronel Cantú, porque los
trabajos de exploración practicados demuestran que la realidad supera a
lo que se esperaba.
Pero más que San Felipe, Ensenada (con su carnaval) o Tijuana (con sus
diversiones), La vanguardia fue, en sus tres años de vida, un periódico
de y para los mexicalenses. La mayoría de sus noticias eran locales
aunque las noticias mundiales se colaran de vez en cuando, como los
acontecimientos bélicos que conmovían a la opinión pública y cuyo teatro
de operaciones era Europa en plena etapa final de la primera guerra
mundial. Las noticias, tremendistas y de impacto en todos los casos,
iban desde “Cómo es el Kaiser según lo retrata su chaufeur” hasta “Un
gran combate aéreo vendría a decidir la guerra europea”, y habían sido
tomados de periódicos estadounidenses y de revistas europeas de la
época. Lo curioso aquí es que las noticias nacionales, de asuntos
políticos y gubernamentales, sólo aparecían esporádicamente y sin
explicaciones previas. Era como si los bajacalifornianos estuvieran, con
La vanguardia, a una dieta de noticias del resto del país (excepto
cuando éstas eran chistosas y ocurrentes) y pudieran enterarse mejor de
lo que pasaba en Berlín que en la ciudad de México. Una sutil
autocensura noticiosa para crear una falsa tranquilidad en la península.
Por eso mismo, Mexicali aparecía en las páginas de La vanguardia con
extrema frecuencia y hoy podemos ver que la construcción, expansión y
desarrollo urbano de la ciudad tuvo en este semanario su testigo
principal. Leerlo ahora implica ver cómo se fue conformando la traza de
calles y avenidas, a la vez que constatamos que Mexicali aparecía como
una continuación de Caléxico, pues ya en su artículo del 10 de marzo de
1918 y titulado “Se abrirá una calle nueva en Mexicali”, se informaba
que “entre los asuntos tratados en la sesión que celebró el Ayuntamiento
de Mexicali del día 22 del mes de febrero que acaba de terminar figuró
uno que es de gran importancia para la población: la prolongación al sur
de la calle que sale de la garita de la Aduana Fronteriza y que viene a
ser la continuación de la calle Heffernan de Caléxico” y que una vez
tomado este acuerdo “se dispuso que el ingeniero de la ciudad, el Sr. D.
Eduardo Trujillo, procediera al levantamiento de un plano del terreno
que ha de cruzar la calle propuesta, con explicación de los locales que
han de tocarse y quienes sean sus propietarios”. Y he aquí que estos
propietarios eran reconocidas personalidades del Distrito Norte, según
dejó ver el informe del ingeniero Trujillo y, lo más importante, que en
la Baja California de Cantú aún se guardaba memoria y reconocimiento a
los próceres de la dictadura, comenzando por el propio dictador y sus
ministros:
En la sesión del viernes 1 el Sr. Ing. Trujillo presentó al Ayuntamiento
su informe y su plano, de donde se vio que la manzana que hay que cortar
para abrir la calle es la número 4 y que los números de los lotes que
han de tocarse son los siguientes 7 y 8 por el Norte, dando frente a la
Avenida Porfirio Díaz, y 21 y 22 por el Sur, dando frente a la calle
Ramón Corral.
Los lotes 7 y 22 quedan cortados por mitad de Norte a Sur y con frente a
la calle en proyecto y los lotes 8 y 21 tiene que desaparecer por
completo, quedando con frente a la nueva calle los lotes que se hallan
contiguos al Poniente y que son los 9 y 20.
El propietario del lote número 7 es el Sr. Antonio Flores; el del número
8 los Sres. B. Barreiro y M. Jordan; el del número 9, el Gral. Celso
Vega; de los lotes 20 y 21 la Sra. Juana H. Vda. de Flores; y del número
22 la Sra. Mercedes de la Rosa.
Ya el Ayuntamiento en posesión del plano del Ing. Trujillo, cerró su
sesión del día 28 y convocó a una extraordinaria para el 6 de este mes a
las 5 de la tarde, para la cual fueron citados los dueños de los
terrenos.
A estas transformaciones urbanas hay que añadir sucesos, igualmente
relevantes, para la población mexicalenses de aquellos tiempos y –hay
que decirlo con pesar– aun de nuestra época. Ya en su número del 19 de
mayo de 1918, La vanguardia anunciaba la utopía que han soñado varias
generaciones de mexicalenses y que todavía no pasa de ser un anhelo
incumplido. En primera plana, a ocho columnas, destacaba la noticia de
que “Mexicali tendrá luz y agua baratas” al declararse caduca la
concesión de don Antonio Flores:
Como consecuencia de la declaración de esa caducidad, queda sin efecto
el contrato de que hablamos, en virtud del cual el señor Flores
proporciona luz a razón de veinte centavos, oro americano, el kilowat,
mientras que en la vecina población de Caléxico el kilowat se vende a
diez centavos oro, es decir, a la mitad del precio de Mexicali.
El acuerdo tomado por el Ayuntamiento, es altamente laudable y demuestra
que se preocupa de cumplir las promesas que hizo a la población en su
programa de gobierno. Este acuerdo, que quita la concesión de la luz a
don Antonio Flores en las condi-ciones ruinosas para la población en que
lo tenía, es una bendición para Mexicali y el fin de una larga historia
de molestias y de apuros de los habitantes de este lado de la línea
internacional.
Como consecuencia de esta declaración de caducidad, el Ayuntamiento
queda en libertad de procurar el beneficio de la población, bien
procurando el establecimiento de una planta del lado mexicano, o bien,
si esto no es posible desde luego, haciendo un nuevo contrato benéfico
para Mexicali.
Una vez que se hizo la declaración de que hablamos, fue transmitida al
Gobernador de este Distrito, porque, conforme al contrato, es necesaria
su aprobación en casos como el de que hablamos. Y el señor Gobernador,
comprendiendo la necesidad y la utilidad de la medida, dio su aprobación
en el acto.
Esta “feliz” noticia, sin embargo, hace que
La vanguardia en su
editorial termine con una nota donde declaraba que en El heraldo de
México de Los Ángeles, California, al periodista Antonio C. Oceguera
estas cuestiones de la luz y el agua mexicalenses le parecían temas sin
importancia, “zarandajas”. A estos comentarios y otras críticas locales,
el semanario respondió con una carta pública que señalaba cuál era y
cuál había sido el papel de La vanguardia en el esquema del poder del
régimen cantuista. Creo que aquí, en este artículo titulado “A nuestros
detractores locales, únicos que tiene La vanguardia”, está el ideario y
la clara posición política del primer periódico de la capital del
Distrito Norte. Un manifiesto esencial del periodismo bajacaliforniano
de la etapa revolucionaria que ponía los puntos sobre las relaciones
entre el poder y la prensa local, entre lo sabido y lo publicado,
constatando así la subordinación de la prensa como una comparsa del
caudillaje cantuísta y como sosegadora de la opinión pública, a la que
no había que perturbar con pasiones políticas ni exigencias sociales. La serenidad sobre la mordacidad. La mesura sobre el escándalo:
Con la presente edición, lleva LA VANGUARDIA treinta y dos semanas de
vida. Durante este tiempo, hemos dedicado todas nuestras energías al
desarrollo de la idea alta y patriótica que estampamos en nuestro
programa y que se puede condensar en estas palabras: acercamiento de la
Baja California al resto de la República Mexicana; ampliación del
conocimiento de la Baja California y de sus recursos en México, e
introducción de mexicanismo en la Baja California.
Hasta la fecha creemos haber cumplido puntual y honradamente con el
compromiso contraído en el primer número de nuestro semanario. Con
grandes dificultades, porque hemos tenido muchas con grande gasto de
dinero y de energía hemos sostenido una lucha calla e invisible, día por
día y momento por momento, no para hacer un negocio, ni siquiera
mediano, sino para servir y luchar por una idea, porque nunca fundamos
este periódico para hacer dinero, sino para desarrollar un programa.
Tenemos la conciencia de la utilidad y de la trascendencia de nuestra
labor. Y si no podemos decir que LA VANGUARDIA nos ha dado mucho dinero,
sí podemos decir, y lo decimos con orgullo, que en ella hemos estado
cumpliendo una misión, que desgraciadamente muchos miopes no comprenden.
Nuestro premio han sido las palabras de aliento que nos han venido de
muchas partes de la República y de los Estados Unidos y el apoyo y las
simpatías de mucha gente que comprenden lo que significan y alcanzan
nuestro esfuerzos.
Hemos tenido otra satisfacción, la de todos los que hacen una obra
meritoria: la satisfacción de que lo nieguen y muerdan los vecinos, en
este caso algunos dizque peritos en periodismo y en finanzas, personajes
de vecindad, que se mofan de que no escandalicemos, semana por semana,
con artículos amarillos, y de que la salida de nuestro periódico no
cause en Mexicali la sensación de la llegada de una verdulera borracha.
Nuestro periódico no es de escándalo. No dice ni dirá mentiras; verdades
sí puede decir unas pocas y amargas el rato menos pensado.
Nuestro
periódico es para la gente serena, que gusta de aislarse de las rudezas
de la vida diaria en el placer espiritual de la lectura; es para el
pueblo, que quiere que se le instruya y se le marquen caminos y que
alguien se preocupe de hacerle bien.
No nos hemos ocupado ni nos ocupamos de pequeñeces de vecindad, ni de
atizar la guerra civil de México, porque creemos que eso no es
patriótico.
Pero si algo se insiste en que nos ocupemos de pequeñeces que alboroten
en las tertulias locales, algún día podremos hacerlo y, entonces, quizás
lo lamenten ésos que nos andan tirando mordiscos.
Un aspecto importante a considerar aquí es la extrema similitud que hay
entre dos de los principales periódicos de la época de los que ahora
tenemos suficientes ejemplares para seguir su evolución. Hablo de El
progresista (1903-1904) de Ensenada y de La vanguardia (1917-1920) de
Mexicali. A pesar de los quince años que los separan –y estos quince
años son los que van de la paz porfiriana al régimen revolucionario
constitucionalista bajo el mando de Venustiano Carranza–, las
diferencias entre ambos periódicos son mínimas, tal vez porque las
diferencias políticas, en Baja California, eran igualmente mínimas: una
zona al margen de la turbamulta de la revolución, aún en la esfera del
porfirismo científico y progresista, donde se vivía en el limbo: como si
todo México siguiera igual, sin cambios.
Si La vanguardia se dedicaba a aplaudir las políticas y obras públicas
del coronel Esteban Cantú en 1918, lo mismo hacía en 1903 El
progresista, sólo que en este caso las alabanzas iban al coronel porfirista Celso Vega, el entonces gobernante del Distrito Norte. Lo más
interesante, sin embargo, es que la mayor coincidencia entre ambos
periódicos es cultural, es de sensibilidad artística. Pedro N. Ulloa, el
jefe de redacción de El progresista y Héctor González, el director de La
vanguardia, tenían algo en común: ambos eran literatos y ambos eran
creadores en ciernes. Ulloa escribió en las páginas de su periódico
encendidos poemas de corte modernista y cuentos a la Edgar Allan Poe,
mientras que don Héctor aprovechó los distintos espacios de su
publicación, que llegó a tener doce páginas, para dar a conocer su
traducción de El cuervo de Allan Poe y su ensayo “El negrito poeta”, que
en 1918 publicó en forma de libro y que debe ser visto como el primer
libro de ensayo literario dado a la luz en Baja California. Y ambos
periodistas, para finalizar, les gustaba por igual formar parte de
agrupaciones artísticas como de participar en tertulias culturales. En
esta situación, González dio la noticia de “un acontecimiento artístico”
de primer orden para un Mexicali cada día más diverso y cultivado con
“la inauguración de la Sociedad Artística de Aficionados”, mejor
conocido como sada y donde el director de La vanguardia participó en
calidad de miembro y espectador de obras de teatro y conciertos
musicales.
Un punto de unión más fue el propio concepto de progreso. En el
semanario ensenadense, la idea de progreso implicaba la modernización
tecnológica y la eficacia administrativa como el porfiriato la concebía:
un gobierno de gentes capaces trabajando con orden, respeto y armonía en
pos de un ideal común de prosperidad y riqueza acumulándose. En La
vanguardia, este concepto de progreso seguía en pie, pero ahora en una
forma más modesta, menos propensa a creer que la prosperidad estaba a la
vuelta de la esquina, pues ya la propia revolución mexicana había dejado
claro que la violencia –y no sólo el ideal reformista– podían impulsar
la modernización del país. En vez de grandes ideales, el semanario mexicalense mencionaba hechos concretos, trabajos específicos para poner
en marcha a la entidad con el apoyo de capitales extranjeros y mano de
obra barata local. Una fórmula que se ha mantenido hasta la actualidad y
que tuvo, en el desarrollo de las comunicaciones y transportes del
Distrito Norte, la expresión más reconocida por una Baja California
unida a través del servicio directo de correspondencia y pasajeros por
vía terrestre, como lo indica el artículo “La comunicación entre
Mexicali y Ensenada” del 3 de marzo de 1918:
El servicio se hará en automóvil, los cuales saldrán de Mexicali los
martes, jueves y sábados en las mañanas y de Tijuana los miércoles,
viernes y domingos, debiendo hacer unos y otros su recorrido en un
término no mayor de doce horas.
Los automóviles que vayan de Mexicali a Tijuana harán conexión en el
rancho de Carrizo, un poco más allá de Tecate, con los que hacen el
viaje de Tijuana a Ensenada, y entregarán la correspon-dencia que vaya
para aquel puerto de la Baja California. A su vez los que vayan de
Ensenada a Tijuana se encontrarán en el mismo rancho con los que vengan
de Tijuana y Mexicali para entregar la correspondencia que venga de
Ensenada. De este modo se tendrá un servicio rápido de correspon-dencia
entre las principales poblaciones del Distrito, pues el correo puede
entregar en la población de su destino el mismo día que sale de la de su
procedencia.
Es por demás extenderse en explicaciones acerca de las grandes ventajas
que acarreará el estable-cimiento de este servicio, tanto por su
rapidez, pues se harán doce horas en vez de tres ó cuatro días que se
hacen en la actualidad, y se hará también por territorio nacional,
mientras que en la actualidad se hace por intermedio del correo
americano.
Este servicio comenzará a funcionar el primero de Abril de este año,
fecha para la cual el Sr. Coronel Cantú espera que esté totalmente
abierto el Camino Nacional, pues en la actualidad sólo un kilómetro de
distancia separa al tramo que sale de Mexicali con el que viene de
Ensenada y Tijuana. Si por algún motivo no pudiere terminarse de abrir
ese kilómetro, que ha de serlo en la montaña y en roca viva, el Gobierno
del Distrito pondrá gratuitamente a disposición de los contratistas, un
servicio de mulas para que se hagan el acarreo. Los automóviles entonces
conectarán por ese medio con los que se manden expresamente de Tijuana,
el otro extremo de la ruta; debiéndose hacerse de un modo ó de otro el
servicio en doce horas.
Además del servicio postal, los Sres. Sutherland harán el de pasajeros:
el mismo servicio que han estado estudiando desde hace tiempo y que
intentaban establecer por El Centro y Campo, como dijimos en nuestra
edición anterior.
El contrato de los Sres. Sutherland empieza a estar en vigor el primero
de Abril de este año, como hemos explicado y expira el 31 de Marzo de
1921.
Pero toda fiesta tiene su fin y
La vanguardia, a pesar de sus
manifiestos de independencia respecto al poder, tuvo como propósito no
ser un negocio, sino “servir y luchar por una idea”, desarrollando el
programa cantuísta mientras éste pudo mantenerse en el poder. Por eso,
cuando el coronel Cantú no se sumó a la revolución de los sonorenses
contra Carranza, su estancia en el gobierno de la Baja California tenía
los días contados. Y lo mismo sucedió con La vanguardia por su fidelidad
al rey destronado y por su defensa, hasta el último cartucho-editorial,
de su amigo y paisano.
Es necesario considerar aquí que para 1920 la buena suerte del coronel
Esteban Cantú llegaba a su fin. Con la caída del régimen carrancista
(que Cantú apoyó a pesar de las desconfianzas que éste le prodigaba) y
con el asesinato en Tlaxcaltongo del propio Carranza, el cacique del
Distrito Norte sintió que el grupo sonorense (Obregón, Calles,
Rodríguez, Hill, etc.) había tomado el poder como lo hiciera, en 1913,
Victoriano Huerta: a sangre y fuego y sin merecimientos personales. Esta
vez, los nuevos dueños de México, la facción sonorense que se apoderaba
de la Revolución Mexicana y la encaminaba a una nueva etapa (la de los
ajustes de cuentas en vez de grandes batallas), sabía que no podían
permitirse el lujo de contar con un flanco descubierto como lo era Baja
California, y exigieron la retirada del coronel Cantú de la arena
pública. A la vez, los periodistas ensenadenses, al ver el cambio de
banderas, se pasaron al bando obregonista y renovaron sus ataques, desde
San Diego, California, contra el cacique en desgracia.
Cantú, al principio, pareció acceder a las peticiones de los sonorenses,
pero terminó por darle un palmo en las narices al gobierno de
transición. La vanguardia le sirvió para dar a conocer su ideario. El
doctor Ignacio Roel y Héctor González, sus principales redactores,
participaron activamente en la defensa periodística y jurídica del
régimen de Cantú. En un exordio enviado, en forma de telegrama, por el
ayuntamiento de Mexicali, en cuya redacción intervino González, se le
pedía al general Álvaro Obregón que se mantuviera a Cantú “con el cargo
que actualmente desempeña de gobernador de este Distrito Norte, teniendo
en cuenta que un cambio en el gobierno de este Distrito Norte no es
necesario puesto que su actual mandatario ha proporcionado a todos sus
habitantes amplias garantías a sus vidas e intereses dentro de la ley y
ha desarrollado de una manera asombrosa en esta región del país ideas
todas de acuerdo con el patriótico programa que se propone desarrollar
nuestro gobierno provisional”.
Al ver los sonorenses que Cantú se resistía a abandonar el poder
mandaron una expedición punitiva en su contra, comandada por el general
Abelardo L. Rodríguez, que provocó sentimientos exaltados entre los
residentes fronterizos que temían lo peor. Al aproximarse las fuerzas
expedicionarias del gobierno federal, Cantú decidió no luchar y se pasó
a los Estados Unidos, el 18 de agosto de 1920. Unas semanas más tarde,
el 20 de septiembre, La vanguardia dejó de publicarse. Con su
desaparición se cerró una etapa de la prensa bajacaliforniana: la del
lustro cantuísta.
En su famosa Historia del periodismo y la imprenta en el territorio
norte de la Baja California (1943), Armando I. Lelevier, su autor,
señala que “el primer periódico serio, con arraigo y una amplia
ejecutoria en el campo del periodismo mexicalense fue La vanguardia” y
Alfonso Rangel afirma que “fue la primera publicación aparecida en
lengua española” en Mexicali. Pero no fue la única aventura periodística
de Héctor González. Junto con Ricardo Covarrubias fundó, el 17 de enero
de 1920, el periódico El monitor, que iba a ser un órgano independiente,
sumamente molesto, de los gobiernos civiles que se sucedieron entre 1920
y 1923, así como un periódico de oposición al gobierno del sonorense
Abelardo L. Rodríguez.
Pero Héctor González ya no vería eso. Tras la caída del régimen
cantuísta y la falta de incentivos políticos en la entidad, no le quedó
otra que regresar a casa, a su ciudad natal. A fines de 1920 estaba, de
nuevo, en Monterrey y pronto, con el apoyo de sus numerosas amistades
reinició su labor periodística y literaria. Fue editorialista de El
porvenir en los años veinte y fundador, en 1937, de la revista Mundo
nuevo. Continuó practicando el ensayo histórico y la crítica literaria.
Entre sus obras más conocidas, posteriores a su periodo
bajacaliforniano, están su Curso breve de literatura (1927), Historia
general de la literatura. Apuntes (1931) y Siglo y medio de cultura de
cultura nuevoleonesa (1948). A su labor como maestro emérito, debe
añadírsele su nombramiento, en 1933, como primer rector de la
universidad de Nuevo León. Más tarde llegó a ser miembro del ateneo
nacional y del pen club.
Tal vez quien mejor comprendió el legado de Héctor González al
periodismo en general y al desarrollo de la prensa bajacaliforniana en
particular fue Pedro F. Pérez y Ramírez (Peritus), otro historiador del
cuarto poder, quien en su libro Hombres, hechos y cosas (1991) expuso
que el periodismo en Mexicali:
Fue la respuesta a una necesidad o a muchas necesidades, y nada tuvo,
por lo mismo, de extraordinario. Surgió dentro de las dimensiones
exactas, políticas, económicas y sociales de una comunidad cercana al
millar de habitantes y que deseaba, ante la enorme influencia del idioma
inglés, contar con órganos periodísticos en español.
El periodismo mexicalense, y creemos que el de toda la entidad, nació
adecuado no solamente a un ritmo sino también a un estilo de vida un
tanto diferente al contexto de la generalidad de la provincia mexicana,
que en algunos lugares lo fue y lo sigue siendo substancialmente
pacífico, sedentario y devoto... mientras que en estas tierras la
existencia del hombre surgió entre retos y sorpresas, entre nostalgias y
empeños... Por una parte, la distancia al macizo de la patria y el
olvido en que se le tenía por las autoridades del centro y así como los
elementos naturales que resultaban extremosos y agresivos y en no pocas
veces mortales, tendría que influir indudablemente en la palabra y la
acción, y consecuentemente en el trazo y planteamiento y el concepto
final de los primeros periódicos, como en los que se están haciendo hoy
y los que se harán en el futuro en que este nuestro ambiente
periodístico: con el atributo de claridad y franqueza: “a la moda del
norte”.
Esa “moda del norte” que nos legara
La vanguardia, el primer periódico
en ofrecernos una visión íntima de un mito fundacional: el de la ciudad
capital de Baja California, el del Mexicali pionero y cumplidor. O como
la cantara, en el número del 12 de mayo de 1918, Lorenzo Rosado, poeta
que disfrutara a Mexicali, un 5 de mayo, y bajo el sol que todos
conocemos, por lo que tituló a su poema “¡Homenaje al sol de Mayo!”:
Los clarines resonantes,
los clarines
que en el tul de la mañana
llueven rosas tremulantes
de los épicos jardines;
y la diana
que desgrana
su collar de gemas líricas al batir del
tambor;
y el desgaire
con que al golpe audaz del aire
desenvuélvase el prodigio de una seda
tricolor,
cómo evocan glorias idas, las lejanas
epopeyas
de un entonces
que en la historia pulió bronces
y encendió en el patrio cielo el joyel de
sus estrellas,
y los himnos en que el viento
transportar quiere el acento
de una raza que pasó, que pasó
envuelta en las clámides
del romance, de una raza de esforzados cuya proeza
memoraran las pirámides;
y este ardiente sol de mayo, sol fulgente
que irradió gloria en la frente
del broncíneo batallón;
y esta brisa que en la pugna de dos huestes no vencidas
sopló ardor en las arterias de los músculos de león,
como evocan glorias idas,
como evocan cosas grandes, Salamina, Maratón!
Evocada en estos días, días blancos, diamantinos,
en que, Patria, blancas piedras señalaron tus caminos,
cuán hermosa desde un fondo de tristezas te levantas
o reprimes el gemido y la noble sien ceñida
de laureles soberanos,
con la voz de dos océanos,
patria, cantas!
Evocada en estos días pensaríase en Atenas,
en los mármoles sagrados del glorioso Partenón,
cuando el aura del Pireo, del azul levanta apenas
de la espuma el leve airón,
de ese azul de cielo y mar, de ese azul que va tus pies
a besar cantando penas,
del azul del Mar de Antillas y del Golfo de Cortés.
Pensaríase que es Grecia, pitagórica y estoica,
tu gemela hermana heroica.
Con buril de soles órticos
y en un verso de Simónides,
inscribiérase en los pórticos
este día y a la vez
que el preclaro de Milciades,
otro hombre, luz radiosa
transmitiera a las edades:
el de Ignacio Zaragoza.
Pensaríase que es Grecia, pitagórica y estoica
tu gemela hermana heroica.
Cuán hermosa te levantas desde un fondo de tristezas
evocada por un rayo milagroso de este sol;
evocada por un rayo
de este alegre sol de mayo.
Hacia atrás, sobre la frente de la hirsuta cumbre van
agolpándose las plúmbeas torvas nubes y un siniestro
gritar de águilas estride bajo un soplo de huracán.
Mas tú, Sol, tú resplandeces trasponiendo las tormentas
y suspenso como una hostia sobre el ara de los Andes,
con tus claras radiaciones no extinguidas
¡cómo evocas cosas grandes
y revives glorias idas!
Y lo mismo podría decirse de La vanguardia. Leerla es evocar “cosas
grandes” de la fundación de Mexicali y de las “glorias idas” de la etapa cantuísta. Radiaciones periodísticas todavía no extinguidas.
____________________________________________
* Facultad de Ciencias Humanas,
uabc.
Bibliografía
La vanguardia, números 6, 8, 9, 10, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 31, 32,
33, 34 y 35.
Lelevier, Armando I, Historia del periodismo y la imprenta en el
territorio norte de la Baja California, ed. de autor, 1943.
Peritus, Hombres, hechos y cosas. El periodismo en Mexicali (1915-1959), ed. de autor, 1991.
Trujillo Muñoz, Gabriel, Literatura bajacaliforniana siglo
xx, editorial
Larva, 197.
――La canción del progreso. Vida y milagros del periodismo
bajacaliforniano, imac, 2000.
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