El tercer viaje de Francisco de Ortega

por el Golfo de California: una verdad histórica

 

W. Michael Mathes*
 

El padre Ernest  J. Burrus, S.J., en Hispanic American Historical Review, publicó el artículo “Two Fictitious Accounts of Ortegas ‘Third Voyage’ to California” (Dos relaciones ficticias del “tercer viaje” de Ortega a California)1  en el cual, con sarcasmo fuerte, exageración e ironía, afirmó que Francisco de Ortega había “falsificado” las relaciones “ficticias” y “falsas” de un viaje “apócrifo” por el golfo de California entre el 11 de enero y 16 de mayo de 1636; asimismo, hizo reclamaciones “imposibles”, fue “deshonesto”, escribió “mentiras”, defraudó y empleó “relaciones apócrifas” con el “motivo ulterior” de promover sus deseos de proseguir en la “lucrativa pesquería de perlas” en el golfo. Aunque la documentación histórica tiende a demostrar que Ortega no fue un personaje gentil o fino, no merece los términos difamatorios empleados por el padre Burrus.

El padre Burrus, utilizando dos relaciones publicadas por el que suscribe en 1970, “Descripción y demarcación de las Islas Californias...” [en adelante,“Demarcación”] y “Relación circunstanciada de los tres viajes...” [en adelante, “Relación”]2 , afirma que las contradicciones, imprecisiones y “reclamaciones imposibles” que se encuentran en estos documentos, demuestran que son “ficticias” y “falsificadas”. Además, propone que los datos biográficos de Ortega, que se encuentran en los documentos, es la única información “fiable” en los mismos, que Ortega no podía haber reconstruido su barco después de encalarse y naufragarse al sur de la bahía de La Paz, y que “por una vez los indios fieros [de la región de La Paz] fueron mansos y colaborativos”.

El historiador más destacado de la obra jesuítica en Nueva España, el padre Burrus, ataca muy particularmente al personaje del padre Roque de Vega, y  duda del dato proporcionado por Ortega en el sentido que fue capaz de “comunicarse” con los indígenas y que el “misionero principiante” fue avisado de que había que seguir los decretos sobre la autorización real o eclesiástica para el establecimiento de misiones. Las cuatro ocasiones en las cuales se hace mención de Vega como padre de la Compañía de Jesús –dado que nunca existió tal persona en los catálogos de la compañía en Nueva España– han sido utilizados para afirmar que sí fue jesuita y por ello, personaje totalmente inventado.  Además, la ausencia del nombre de Vega en la disputa sobre la jurisdicción eclesiástica en California entre los obispos de Guadalajara y Durango (Guadiana) o en la obra del cronista contemporáneo Andrés Pérez de Ribas, S.J., también se emplea para respaldar el concepto de que fue persona completamente ficticia.

Los esfuerzos de Ortega para sobrevivir y terminar su viaje y su eventual buena suerte después de su naufragio, es burlado y considerado como pura falsificación. El empleo de una campana de buceo (de aire capturado), la cual –mencionada únicamente al principio del primer viaje– supuestamente permitió a dos personas descender a cualquier profundidad y permanecerse durante diez a doce días; el hecho que su personal quedó ileso cuando su navío se encalló mientras estaba fondeado; que las provisiones y el equipo para decir misa, alcanzaron la playa flotando; la reparación de la nave; la continuación del viaje hacia el norte y su suspensión debido al frío, se consideran todos “maravillosos” y que “sobrepasan toda credibilidad”. Los errores de Ortega –a veces muy serios– en determinar latitudes; los menores, como calcular las distancias; así como las discrepancias entre la “Demarcación” y la “Relación” –ésta llamada la “versión mejorada”– y la afirmación de que el tercer viaje fue expresamente prohibido por el virrey marqués de Cadereyta, concluyen las proposiciones del padre Burrus en apoyo de que fue totalmente ficticio.

No obstante lo anterior y las demás conclusiones promovidas por el padre Burrus en su artículo, Ortega verdaderamente realizó el viaje que reclamó haber efectuado y esto más o menos de la manera descrita en la documentación estante. El estudio y análisis más preciso y detallado de los mismos documentos utilizados por el padre Burrus, así como los que han salido a luz más recientemente, en un contexto de aspectos comúnmente conocidos de la historia marítima y del derecho administrativo español en el siglo xvii, demuestran –sin lugar a duda– que la gran mayoría de las acciones y reclamaciones de Ortega fueron totalmente razonables y que los términos  “imposible”, “increíble” y “milagroso” aplicados por el padre Burrus al viaje, son más apropiados en relación con su supuesta capacidad de realizar y sostener los subterfugios, las mentiras y falsificaciones de que ha sido acusado.

Aunque las exageraciones, las esperanzas falsas, las inexactitudes y las contradicciones pueden crear aspectos dudosos en los documentos históricos, no son factores que prueban en forma absoluta que dichos documentos sean ficticios y falsificados. Si se consideran los castigos extraordinarios, incluida la pena de muerte, aplicados en los casos de fabricación y/o falsificación de documentos oficiales en los dominios españoles, los riesgos sobrepasaron por muchísimo los posibles beneficios.3 Además, el contenido de la “Descripción” original fue averiguado por testigos que incluyeron al capitán y alcalde mayor de Sinaloa, Francisco de Bustamante; un conocido misionero jesuita de Sinaloa, el padre Juan Romero, S. J., tres residentes de la provincia; ocho miembros de la expedición; así como a Ortega y Vega, y después copiado y certificado por el escribano real, Joseph de Cuenca el 27 de octubre de 1636 y por el secretario del gobierno, Luis de Tovar Godínez, el 11 de noviembre del mismo año.4  La “Relación”, firmada solamente por Ortega, como en el caso de la “Demarcación”, es un documento oficial remitido al virrey y fue acompañado por una tercera relación también basada en el tercer viaje, la “Descripción muy circunstanciada de los Comederos de Perlas que descubrió [...]” del 20 de octubre de 1636.5  Si estos documentos fueran falsificados, la conspiración para realizar este hecho y defraudar la monarquía hubiera involucrado a varios oficiales de alto rango del gobierno, sacerdotes y notarios bajo protesta. Dada la seguridad que se observaba en relación con las Californias, como es patente en los procesos Vergara-Carbonel de 1635, es muy improbable que Ortega hubiera podido falsificar su relación y engañar a todo el mundo sin ningún problema.6

Aun cuando no hay suficientes datos para una biografía completa, existe más documentación sobre Ortega que la considerada por el padre Burrus. Al examinar documentos publicados en los mismos volúmenes citados por él, se sabe que Ortega fue carpintero de ribera y que, en compañía de su hermano Hernando y su primo, Domingo de Savala, fue empleado en Nayarit por el yerno de Sebastián Vizcaíno, Martín de Lezama, para la construcción de un navío destinado a realizar la exploración del golfo de California. Hubo un conflicto entre estos tres y Lezama, y éste reclamó que, en noviembre de 1628, habían intentado asesinarle.7

Por ello, se sabe que Ortega fue instruido en el oficio de la construcción de navíos, un individuo relativamente rústico y un hombre con buena suerte quien, por algún motivo, logró escaparse de condena por los crímenes de que fue acusado. Consiguió su licencia para la exploración gracias a comerciantes influyentes dispuestos a financiar su empresa y que conocían sus capacidades como marinero, carpintero de ribera y pescador de perlas y no como un piloto-navegante profesional.8   Las aptitudes de Ortega fueron mostradas en la construcción de una campana de buceo, artefacto utilizado para el salvamento de naufragios en las costas de Europa y en el río Támesis. Un submarino práctico –nave sellada con lados flexibles para ajustarse a la presión del agua y un mástil hueco que alcanzó la superficie para permitir la entrada de aire– fue inventado por el navegante inglés William Bourne en 1578.9 Asimismo, una  as, y que utilizaba aire capturado, fue diseñado por Richard Norwood en 1612;10  y una campana alargada conducida por remos pasados por sellos de cuero y que contenía bolsas de aire, fue utilizada por el flamenco Cornelius Jacobszoon Drebbel en 1621.11  El tipo de campana del estilo Norwood fue el más común, dado que el fondo estaba abierto y los ocupantes podían realizar el salvamento de carga o la colección de ostiones con rastrillos; probablemente el diseño de Ortega se basó en este patrón. Evidentemente los cálculos para la duración de la sumersión fueron equivocados, pues no se repitieron en las relaciones del segundo y tercer viaje.12

Dado que todos los navíos que realizaron viajes largos o exploraciones en regiones no demarcadas llevaron una provisión completa de herramientas, una fragua, hierro en barras, velamen, hilo, cuerda, cables, brea, estopa y prácticamente todo lo necesario para la construcción de un barco, con la excepción de las tablas de madera, es evidente que una persona con la experiencia de Ortega no encontraría ninguna dificultad en efectuar en cuarenta y seis días la reparación de una quilla dañada, utilizando las tablas que lograron salvar junto con las que aderezaron de troncos de mesquite, palo blanco, palo fierro y palo brea, árboles que abundan en la región al sur de La Paz. Ya que casi toda la carga y provisión de un navío: alimentos, agua, herramientas, ropa, etcétera, fue empacada en barriles o cajas de madera, no es extraño que una buena parte de ella flotara, y dado que normalmente el oleaje arroja  objetos flotantes en la playa, no es nada notable la recuperación de muchas de las provisiones, cuchillos para intercambio y otros materiales, por Ortega y sus tripulantes.13 

Al navegar cerca del litoral por los rumbos que reporta Ortega, fue fácil fondear de noche, hacer campamento en tierra, enviar a sus hombres en busca de caza y mariscos, y pescar durante el día como los indígenas de la región; y por ello, proporcionar una dieta adecuada para sus veinte tripulantes. La demarcación que hizo de los yacimientos perlíferos descubiertos durante el tercer viaje, en la “Relación mui circunstanciada de los Comederos de Perlas [...]”,14  es bastante precisa y de acuerdo con las observaciones hechas en exploraciones posteriores, indican que las descripciones hechas por Ortega sobre la región eran personales y directas.15 

Los hechos narrados por Ortega, no son nada espectaculares cuando se comparan con dos acontecimientos anteriores de supervivencia en la navegación de los mares de California vividos por Sebastián Rodríguez Cermeño en 1587 y 1595, cuando llegó, en barcos reconstruidos de tablas, hasta las costas de Nayarit desde cabo San Lucas y la bahía de Drake, respectivamente.16  Si el padre Juan de Ugarte, S. J., cuya experiencia adquirida en la agricultura en Honduras le permitió construir un navío, El Triunfo de la Cruz, en Baja California con materiales locales, y navegarlo desde Loreto hasta la desembocadura del Río Colorado, y posteriormente a La Paz en 1720;17  desde luego que un carpintero de ribera experimentado como era Ortega, podía hacer lo mismo en 1636, utilizando tablas de salvamento, los restos de la quilla y hierro de reposición.

El padre Roque de Vega nunca fue mencionado “misionero” en los documentos, pero sí fue el capellán de la expedición y cura presbítero de la diócesis de Guadalajara. En cuatro ocasiones fue llamado “jesuita” y en igual número de ocasiones “sacerdote” en el texto de la “Demarcación”, documento compuesto por un escribano, el cual firma sin emplear “S.I.” o “IHS”, costumbre de los jesuitas españoles. En la “Relación”, escrita personalmente por Ortega, le llama simplemente “presbítero”, título que utiliza el mismo Vega en documentos notariales en Guadalajara en 1611 y 1618.18  Si consideramos que la indumentaria del clero diocesano y la Compañía de Jesús era casi idéntica –es decir una sotana negra– y que la expedición partía de una región ministrada por misioneros jesuitas, la equivocación de un escribano no especializado en asuntos eclesiásticos, nombrado solamente para servir en ese viaje, es fácilmente perdonable. Vega no gozaba de una licencia para establecer misiones sino solamente para servir como capellán de los miembros cristianos de la expedición, y sus esfuerzos de evangelización, como en el caso de su sucesor el padre Diego de la Nava, fueron simplemente un aspecto de su vocación.

Acerca de cómo logró comunicarse con los pericúes de La Paz, sólo se puede especular que probablemente utilizó los mismos métodos empleados por otros sacerdotes al tratar a los grupos indígenas, como Nava y después los padres jesuitas Eusebio Francisco Kino, Juan de Ugarte, Jaime Bravo y Clemente Guillén y otros más, ninguno de los cuales habló el idioma. Esta capacidad de Vega, evidentemente no es nada notable como lo considera el padre Burrus.19  Los pericúes de La Paz no fueron “feroces”, pues su actitud pacífica ante los españoles dio lugar al topónimo del lugar. Además, se establecieron relaciones amistosas en el segundo viaje gracias a los esfuerzos de Ortega y Nava con el cacique, “El Bacarí”. El contacto con los indígenas, mencionado por Ortega en el tercer viaje, está completamente verificado por las comparaciones hechas por observadores y etnógrafos del idioma de los habitantes de La Paz, las islas de San José y Espíritu Santo (pericú) por una parte, y el habla de la región de Loreto (cochimí).20 

El hecho de que no se menciona el nombre de Vega en el extenso testimonio de 1682, acerca de la disputa entre los obispos Juan de Santiago de León Garabito de Guadalajara y Bartolomé de Escañuela de Guadiana (Durango) sobre la jurisdicción eclesiástica en California, se explica porque la cuestión de jurisdicción fue abierta en 1633 como resultado del intento del bachiller Juan de Zúñiga, de la arquidiócesis de México, de realizar bautizos en La Paz sin licencia diocesana.

Las quejas de Ortega y Nava dieron lugar a la emisión de una provisión real del 13 de julio de 1634 que concedió la jurisdicción a Leonel de Cervantes y Carvajal, obispo de Guadalajara, con fundamento en el acta de posesión realizado por Diego de la Nava, presbítero y vicario de esta diócesis, durante el segundo viaje de Ortega.21  Así, por 1634 el asunto de la jurisdicción fue stare decisis y la mención del envío posterior de sacerdotes o la concesión de licencias para la entrada del clero regular en las Californias fue superfluo e irrelevante. La jurisdicción fue establecida antes del tercer viaje y la discusión sobre ella se abrió cuando de nuevo Escañuela se quejó, casi medio siglo después, de que Eusebio Francisco Kino no poseía licencia para predicar en la misión en California, dado que los navíos para la empresa fueron construidos dentro de su jurisdicción. Además, la falta de mención de Vega por el cronista Andrés Pérez de Ribas no es nada notable, pues tampoco menciona a Ortega o a Nava.22 

Los cálculos de latitudes en el golfo de California hechos por Ortega, son increíblemente erróneos, tanto que cuando se comparan con el rumbo hecho dan crédito a la veracidad del documento, pues una persona de mínima experiencia marítima reconocería su imposibilidad bajo vela. Aparte de la posibilidad del dictado equivocado, sólo se explica si se toma en cuenta el hecho de que Ortega no fue navegante preparado, piloto, cartógrafo o siquiera, observador. Sencillamente por sus deseos pensaba que había alcanzado mayor altura que su antecesor, Nicolás de Cardona, quien también había reclamado latitudes absurdas en su intento de llegar al remate de la supuesta “isla” de California y descubrir el buscado estrecho de Anián.23  Sin embargo, por cálculos matemáticos no hay faltas mayores en las descripciones de las circunferencias de las islas de Tortugas o San Lorenzo, pues la primera es de aproximadamente 113 km y la segunda de unos 398 km y, al contrario de la isla Ángel de la Guarda, tienen aguajes. Lo que sí es difícil de considerar es la afirmación del padre Burrus de que el padre Kino observó que la isla Ángel de la Guarda alcanzaba una altura de 600 metros desde la costa de Sonora a una distancia de unos 85 km, acontecimiento muy dudoso. Las temperaturas frías en la región norte del golfo de California hacia fines del mes de mayo no son excepcionales, especialmente cuando predominan los nortes procedentes de las serranías altas de California y Arizona, todavía cubiertas de nieve. Las aguas producidas por la descongelación de estas nieves llenan el cauce del Río Colorado, y los tripulantes están acostumbrados al clima más caluroso de Sinaloa.

El hecho que el marqués de Cadereyta rechazó el regalo de unas perlas ofrecido por Ortega, no fue una cuestión de “fineza” sino sencillamente el cumpli-miento con el concepto de que tales joyas eran propiedad del rey y por ello no aceptables dentro de la letra de la ley.24  Las diferencias entre la “Demarcación” y la “Relación”, asimismo no son sorprendentes, ya que la primera fue escrita por un escribano para presentar una relación descriptiva basada en los diarios y notas de viaje al volver de la expedición, y entregada para respaldar la cesión de una licencia nueva; y la segunda, fue escrita por el capitán unos meses después de su regreso para servir como un documento abreviado, extemporáneo y limitado a los detalles más fundamentales. Bajo todas estas circunstancias, las diferencias entre los dos documentos no se pueden considerar como “radicales”. La descripción del terror producido por el naufragio, que se relata en la “Demarcación”, probablemente se debe a la reacción de un escribano no experimentado y no de un marinero. La latitud donde ocurrió el naufragio no aparece en ninguno de los documentos y la duración del viaje o el hecho de que Ortega regresó directamente a Sinaloa no se mencionó en la relación. Además, es bien claro que el decreto virreinal del 11 de noviembre de 1636 prohibió la continuación de viajes en el golfo de California a todos los peticionarios, sin nombrar a ninguno ni específicamente a Ortega. Dato que merece aparecer en el texto y no disimulado en una nota.25

Las observaciones y comentarios anteriores son suficientes para reestablecer la veracidad de las relaciones de Ortega acerca de su viaje y para eliminar los cargos de que nunca llegó a Baja California en 1636 y que su navío se encaló en la costa de Sinaloa o fue vendido. Hechos simples como que su capellán fue llamado jesuita erróneamente en cuatro ocasiones y que sus cálculos de latitud eran muy exagerados, no son suficientes para negar la existencia del viaje reportado. Además, con base en el testimonio de estos tres viajes y el apoyo del fiscal doctor Manuel de Escalante y Mendoza y el oidor licenciado Francisco Calderón y Romero, el virrey Conde de Baños emitió un decreto el 19 de febrero de 1661 para no impedir a Francisco de Ortega la construcción de navíos y el reclutamiento de voluntarios indígenas para reiniciar la pesquería de perlas en el golfo de California; y asimismo, concederle una licencia para la pesca de perlas en los yacimientos que ya había demarcado.26 

Aunque Ortega no continuó bajo los términos de esta nueva licencia, probablemente, debido a su edad, la emisión de la misma respalda aún más sus relaciones un cuarto de siglo antes y le merece ser considerado como uno de los exploradores más destacados de las Californias. Si no es así, entonces su habilidad en defraudar a dos oficiales reales importantes y un virrey, además de toda la actividad fraudulenta que le atribuye el padre Burrus, calificaría a Ortega entre los más atrevidos y capaces de los embusteros, impostores y defraudadores de la época colonial en América, porque sus reclamaciones no se pueden negar documental, geográfica o físicamente como en los caso de Diego Dionisio de Peñalosa, Antonio de la Ascensión, Juan de Fuca, Lorenzo Ferrer Maldonado y Bartolomé Fonte.

 

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*Orden Mexicana del Águila Azteca, El Colegio de Jalisco.

 

Notas:

1 Hispanic American Historical Review, núm. 52, mayo de 1972, pp. 272-283.

2 Los argumentos presentados aquí fueron presentados al padre Burrus en 1984. W. Michael Mathes, ed., Californiana II: Documentos para la historia de la explotación comercial de California, 1611-1679, Madrid, Ediciones José Porrúa Turanzas, 1970, pp. 453-467, 480-486. Los originales no han salido a luz pero las copias contemporáneas se encuentran en: Archivo General de Indias, [agi] Sevilla, Patronato 30 y Guadalajara 133.

3 Recopilación de Leyes de los Reynos de las Indias, Madrid, Julián de Paredes, 1681, Ley 3, título 8 libro 7, folio 296.

4 agi, Patronato 30 y Guadalajara 133, respectivamente.

5 Californiana II, op. cit., pp. 468-476.

6 Mientras construía un navío para realizar un viaje al golfo de California, Francisco Esteban Carbonell, valenciano, fue acusado de ser francés y encarcelado durante casi cinco años antes de ser declarado inocente. Ibid., pp. 487-615, 623-690.

7 Parecer de Martin de Lezama; Petición de Nicolás de Cardona. Ibid., pp. 149-151, 366-367.

8 Ibid., pp. 278-337, 386-401.

9 William Bourne, Inuentions or Deuices, London, Thomas Woodcock, 1578.

10 Richard Norwood, The Sea Mans Practice, London, George Hurlock, 1637. Para una réplica moderna, véase: National Geographic, vol. 175, núm. 4, april, 1989, pp. 462-463.

11 Cornelis Jacobszoon Drebbel, Tractatus duo, Hamburgo, H. Carstens, 1621.

12 Californiana II, op. cit., pp. 408, 429-430, 454.

13 W. Michael Mathes, ed. The Conquistador in California: 1535, Los Ángeles, Dawson’s Book Shop, 1973, pp. 29-79; W. Michael Mathes, ed., Californiana I, Documentos para la historia de la demarcación comercial de California, 1583-1632, Madrid, Ediciones José Porrúa Turanzas, 1965, pp. 228-239, 298-303.

14 Californiana II, op. cit., pp. 469-476.

15 Relación del viaje de Francisco de Lucenilla: 20 de septiembre 1668. Californiana II, op. cit., pp. 955-982. Miguel León-Portilla, ed., Miguel del Barco historia natural y crónica de la Antigua California México, unam, 1973, pp. 136-144.

16 Californiana I, op. cit.,  pp. 66-80, 128-150, 163-178.

17 Roberto Ramos, ed., Tres documentos sobre el descubrimiento y exploración de Baja California por Francisco María Piccolo, Juan de Ugarte y Guillermo Stratford, México, Jus, 1958, pp. 15-65. El barco sirvió durante casi tres cuartos de siglo para numerosas travesías del golfo de California.

18 Poder de Padre Roque de Vega, 30 de mayo de 1611. Archivo de Instrumentos Públicos, Guadalajara. Protocolo de Andrés de Venegas, tomo 1606-1618, ff. 99-100v.; Reclamación de Padre Roque de Vega, 29 de marzo de 1618. Archivo de la Real Audiencia-Judicial, caja 30-1-395.

19 Californiana II, op. cit., 270-277; Ernest J. Burrus, ed., Kino Reports to Headquarters, Rome, Institutum Historicum Societatis Jesu, 1954; Miguel León-Portilla, ed., Testimonios sudcalifornianos, México, unam, 1970.

20 W. Michael Mathes, “Some New Observations Relative to the Indigenous Inhabitants of La Paz, Baja California Sur”, Journal of California Anthropology  vol., 2, 1975, pp. 180-82; Fermín Reygadas y Guillermo Velázquez Ramírez, “Investigación arqueológica reciente en los municipios de La Paz y Los Cabos”, Memoria VI, VII y VIII Semanas de información histórica de Baja California Sur, 1985, pp. 97-118.

21 Auto sobre la toma de posesión de California: 5 de abril 1683; Autos sobre la jurisdicción espiritual de California: 1634-1682. W. Michael Mathes, ed., Californiana III: Documentos para la historia de la transformación colonizadora de California, 1679-1686, Madrid, Ediciones José Porrúa Turanzas, 1974, pp. 65-67, 163-207.

22 Andrés Pérez de Ribas, Historia de los triumphos de Nuestra Santa Fee, Madrid, Alonso de Paredes, 1645.

23 Descripciones hidrográficas hechas por Nicolás de Cardona: 4 de junio 1632. Californiana II, op. cit., pp. 248-263. Para un estudio sobre el estrecho y su relación con California, véase: W. Michael Mathes, “The Mythological Geography of California: Origins, Development, Confirmation and Disappearance”, The Americas, xlv, January, 1989, 315-341.

24 Asiento y capitulación de compañía. Californiana II, op. cit., pp. 328-337.

25 Ibid., pp. 739-742.

26 Archivo General de la Nación, México, General de Parte, tomo 11, exp. 63, ff. 64-65; exp. 64, ff. 65-65v..