Cuando el agua llegó al valle |
José Raúl Navejas Dávila*
¿Quién imaginaría a fines del siglo xix que en el extremo noroeste del país aparecería en el mapa una ciudad que a la vuelta de los años amalgaría una diversidad de personas procedentes de distintos estados del país, y que cimentarían con base en el trabajo una idiosincrasia, una historia y una presencia nacional frente a la nación vecina? Se ha dicho que a Mexicali lo conforma principalmente su gente, pero hay que tomar en cuenta que se asienta en una región desértica donde la tecnología y el instinto creador que nace de la necesidad se conjuntaron para hacer de terrenos incultos y a veces áridos, dominados por la inclemencia del desierto, un mosaico de campos de cultivos y fincas agrícolas. El área completa del delta del Río Colorado abarca geográficamente un área de cerca de 15 540 kilómetros cuadrados (6 000 millas cuadradas), y se extiende desde Yuma, Arizona, hacia el oeste hasta las montañas de la península de Baja California, y desde las actuales playas del golfo de California en el sur, y luego en dirección norte hasta más allá de la ciudad de Indio, California. Su frontera por el este se ubica en la esquina noroeste del estado de Sonora, México, lo que se denomina el Valle de San Luis.1 Esta región empezó a tener una importancia estratégica para las comunicaciones y el comercio a mediados del siglo xix, y pasó a un primer plano de atención en todos los aspectos inmediatamente al iniciarse el siglo xx. En un remoto pasado geológico, las aguas del golfo de California se extendían mucho más al norte y cubrían una gran extensión de lo que ahora es el desierto del Colorado. Al pasar las edades las aguas retrocedieron. Muchísimos años después se produjo un hundimiento de la corteza terrestre por la elevación gradual de las montañas al este y al oeste, lo que formó la gran depresión que hoy abarca desde la cabeza del golfo hasta cerca de la ciudad de San Bernardino, California. Durante mucho tiempo las aguas cargadas de sedimento del Río Colorado formaron un delta muy amplio, lo que rellenó la gran cavidad y puso una especie de dique entre el segmento más bajo que el nivel del mar, la depresión de Saltón y las aguas marinas del golfo, que de otro modo hubieran inundado esta concavidad. Sin embargo, el río, impetuoso, vagabundo, lleno de vida y sin respetar fronteras geográficas, en lugar de vaciar sus aguas en el actual mar de Cortés, fluía a veces hacia el noroeste, en donde está la concavidad. Esto ocurrió en repetidas ocasiones, durante mucho tiempo, lo que terminó por dar origen a un enorme lago de agua dulce de 150 km de largo, 56 de ancho y más de cien metros de profundidad. Se extendía desde el norte de la población de Indio hasta 27 km al sur de la frontera internacional. El geólogo Blake bautizó a esta primigenia superficie de agua como lago Coahuila, en memoria de una tribu que vivía en un lugar aledaño. Este lago existió durante milenios y desapareció. Después, en forma limitada el mar quizá tomó el relevo, con la extensión de sus mareas. En tiempos relativamente recientes, quizá desde el año 1000 hasta el 1500 de la era presente, se formó un segundo lago de agua dulce, de gran volumen. La inundación de 1905-1907 hizo un esbozo de la presencia de aquel antepasado.2 Al anticipar el futuro con premonición visionaria, el doctor Oliver M. Wozencraft fue el primero en percibir que el desierto del Colorado podía convertirse en fértiles campos agrícolas. Desde 1853 se dedicó a la tarea de convencer a otros de su propia idea. En 1859 acudió a la legislatura del estado de California para asistencia y recibió una concesión por parte del estado en la zona del desierto conocida ahora como Valle Imperial. Hubo un proyecto de la legislatura de ceder a Wozencraft y Asociados 1 600 millas cuadradas de ese territorio en consideración a su reclamación de agua desviada desde el Colorado. En 1860 hubo respuesta favorable del congreso de Estados Unidos hacia el proyecto de Wozencraft, pero el estallido de la guerra civil distrajo la atención del gobierno y esta crisis hizo que la propuesta de irrigación caducara y se olvidara en esa generación. De cualquier manera, se piensa, hubiera sido imposible en ese tiempo labrar la tierra y abrir núcleos de población en el desierto, ya que no existían vías férreas para traer colonos y llevar la producción al este de la unión americana. Se hicieron varias propuestas para llenar de agua la depresión de Saltón después de que se olvidó el proyecto de Wozencraft, con la idea de que un mar interior, en una porción de donde estuvo el antiguo lago Coahuila, causaría cambios radicales de clima en este territorio por aumentar la caída de la lluvia. En 1892, John C. Beatty, hombre de negocios, se dispuso a obtener capital para un proyecto de irrigación del desierto y comisionó a un ingeniero llamado Charles Robison Rockwood para hacer exploraciones y reportar en qué medida era posible irrigar la orilla correspondiente de Arizona, precisamente debajo de Yuma, a partir del Colorado. Con el tiempo Beatty formó la Colorado River Irrigation Company, pero ya no para llevar agua a tierra de Arizona, sino al llamado entonces desierto del Colorado. Rockwood fundamentó su búsqueda en una posible bocatoma en el Colorado conocida como Pot Holes, situada cerca de once millas al norte de Yuma y a una milla debajo de la presa Laguna, en ese entonces esta bocatoma estaba aún sin construir. Era necesario para este canal entrar a México. Las tierras donde estaría su cauce en Baja California eran propiedad del señor Guillermo Andrade. Beatty convenció a gran número de gente de todo tipo para integrarse a su compañía, pero no se hizo ningún tipo de construcción. El dinero invertido desapareció en gastos de promoción y costosos viáticos. Al no poder pagarse los salarios de Rockwood y sus gentes, se suspendieron los trabajos de ingeniería y un juicio legal a este comisionado en posesión de los planos, instrumentos y equipo de campo. Con estas bases, Rockwood empezó a promover la empresa por sí mismo.3 En efecto, mientras estudiaba el plan de irrigar las tierras del noroeste de Sonora, Rockwood decidió que la idea en ese tiempo no era factible y dijo a los asociados que se perdería dinero en el proyecto. Sin embargo, mientras inspeccionaba la zona, él y su gente viajaron al área del desierto del Colorado que se conoció luego como Valle Imperial. Sabían que durante una creciente del río de igual nombre, el exceso de agua había llegado a esa región, con el resultado de que el volumen de agua del mar de Saltón comenzara a crecer rápidamente. El señor Hawgood, ingeniero jefe de la compañía Southern Pacific en Los Ángeles, había hecho un estudio de esta creciente del río, y de la información obtenida había desarrollado un mapa del territorio. Este mapa, igual que los estudios del gobierno de ese país entre 1854 y 1856, mostraban que no solamente estaba ahí, con toda seguridad, una gran área de tierra fértil, considerada antes como inhóspita y sin atractivo, sino que esas tierras estaban en un nivel más bajo que el Río Colorado y que podían regarse por gravedad desde él. Esto reforzaba la propuesta del doctor Wozencraft hecha décadas atrás. Cuando Rockwood prácticamente redescubrió el delta del Colorado y sus posibilidades, la idea de hacerlo renacer para la agricultura se convirtió para él en una obsesión. Al percibir su falta de experiencia en financiamiento y promoción se asoció, en rápida secuencia, con las personas que le parecieron idóneas, con el dinero como objetivo para llevar a cabo sus planes de reclamación de tierras. La posibilidad de alguna fuente monetaria lo inquietaba. Fue abandonado por amigos y socios que lo veían como el padre de una quimera, lo que no convencía a banqueros inflexibles. No obstante, él no perdió de vista su meta. A partir de mayo de 1806, a través de la California Development Company, empresa formada por él, había llegado a un acuerdo provisional con Guillermo Andrade, propietario de la superficie bajacaliforniana necesaria para instalar ahí el canal principal que llevaría agua hacia el desierto del Colorado, un poco debajo de la depresión de Saltón, en Estados Unidos. Guillermo Andrade era un hombre de negocios nacido en Hermosillo, Sonora, de familia adinerada y educado en Europa que, hacia 1863, quizá de 30 años de edad, había emigrado a San Francisco, California, donde se dedicó al comercio de madera y lana. La navegación a vapor entre este puerto californiano y la boca del Río Colorado suscitó, hacia 1873, el interés de mexicanos avecindados en Estados Unidos y, por lo tanto, la atención en el delta del Río Colorado. La minería en Arizona y otras actividades le daban un valor estratégico. Andrade, con diversos socios capitalistas e industriales, formó en enero de 1874 en San Francisco, la Compañía Mexicana, Agrícola, Industrial y Colonizadora de Terrenos del Colorado, y se valió de otras personas para la denuncia de lotes de 2 500 ha en terrenos del delta del Colorado, gestiones que al ser aprobadas transfería a esta empresa la propiedad por parte de los individuos firmantes. Los títulos se expidieron a fines de 1876. En este sentido, la colonia Lerdo, fundada desde septiembre de 1874, empezó con una población de 200 habitantes para dedicarse al corte, empaque y exportación del cáñamo silvestre, abundante en las márgenes ribereñas. Esta colonia estuvo en la orilla sonorense del delta del Colorado, cerca de la unión del río con el golfo de California. Dos inundaciones sucesivas –en 1875 y 1877– dañaron el pueblo y las instalaciones de la empresa, por lo que la congregación que llegó a tener 800 habitantes, acabó por declinar, con el retiro de capitales y socios, en 1877. La aventura del cáñamo, entonces, no dio para más.4 El 11 de enero de 1878, la Secretaría de Fomento, en representación del ejecutivo de la unión, y Guillermo Andrade, por sí y en nombre de la Compañía Mexicana Agrícola, Industrial y Colonizadora de Terrenos del Colorado, celebraron un convenio que comprometía a la compañía a colonizar los terrenos que hubiera adquirido ya, o a los que en adelante adquiriera en Sonora y Baja California, dentro de un plazo de cinco años a partir de la fecha. La compañía se obligaba a establecer 200 familias colonizadoras, dándoles casa y terrenos en venta o arrendamiento, además de todo lo necesario para su trabajo y subsistencia. Tras varias prórrogas sin cumplir su obligación, Andrade obtuvo en marzo de 1888 del ejecutivo de la república, una promesa de venta por más de 300 000 ha, que con el tiempo lo harían el dueño absoluto de los terrenos del delta del Colorado en territorio nacional.5 En 1896, la California Development Company ofreció a Guillermo Andrade participación en sus empresas en retribución de que aportara el terreno suficiente para la ubicación del canal de conducción principal que llevaría agua del Colorado al Valle Imperial, en Estados Unidos, y también al hoy valle de Mexicali. La compañía, por ser extranjera, no podía poseer tierras en un área mexicana, por lo que constituyó, el 15 de mayo de 1898, la Compañía de Irrigación y Terrenos de la Baja California, S.A., cuyos socios fueron Guillermo Andrade, Irma W. Blaisdell y William F. Heffernan, con el objeto de “adquirir, constituir y distribuir aguas para irrigación”. El capital fue de 62 500 dólares en 12 500 acciones. Esta empresa surtió de agua a Mexicali en sus primeros años. En 1899, Guillermo Andrade vendió a la compañía una franja de 40 408 ha, que se extendía desde Los Algodones hasta la proximidad de Mexicali. Andrade recibió por el terreno 12 000 acciones y los otros socios 250 cada uno.6 En 1899, Rockwood, el promotor de la California Development Company, estaba en apuros, no contaba con dinero, su corporación estaba en agonía, su crédito iba a ser cancelado, las opciones en tierras para las compuertas y canales habían expirado; todo parecía un pantano sin posibilidad de atravesarlo. Fue entonces cuando George Chaffey mostró interés. En compañía de Rockwood, Fergusson, el doctor Heffernan y Leroy M. Holt, Chaffey hizo una visita de inspección al desierto a través de la vieja ruta de dili-gencias Butterfield, en una dirección que iba desde Baja California para llegar a la laguna Camerón. Después de examinar el proyecto de Rockwood por más de dos meses, Chaffey se convenció de que era impracticable, y declinó tener algo que ver con esto. En diciembre de 1899 Chaffey visitó Yuma y otra vez lo inquietó la idea de la irrigación. Por tres semanas acompañó a un guía indígena para explorar los recovecos del río Vagabundo, a pesar del rigor de la incomodidad. Al regresar a Los Ángeles anunció que estaba listo para continuar con la construcción de un canal que, sin considerar la exploración de Rockwood, seguiría un curso que él mismo marcó. El 3 de abril de 1900, Chaffey firmó el contrato. Lo estipulado en este documento era breve: Chaffey iba a construir canales capaces de derivar un mínimo de 400 000 acres-pie de agua al año, desde el río hasta el desierto, a un costo que no excedería los 150 000 dólares. Este dinero iba a ser aportado por Chaffey, quien tendría el control completo de las finanzas de la compañía durante el periodo de construcción e iba a ser su presidente, administrador y jefe de ingenieros. En consideración de la construcción de canales y de su apoyo financiero, Chaffey iba a recibir un cuarto del monto completo del capital de la California Development Company. El contrato anticipaba la formación de una compañía de tierras para llevar a cabo la colonización.7 De esta manera, en abril de 1900 se iniciaron, en Flowing Well, California, los trabajos de ingeniería de campo para instalar el sistema de riego. Por su parte, en noviembre de 1900, Rockwood, como ingeniero principal, acampó en laguna Camerón y empezó el quehacer que le correspondía en la obra. En diciembre de 1900 inició la excavación de los canales, con Thomas Beach como superintendente. Se construyó, a su vez, una compuerta en el Río Colorado, apenas enfrente de la frontera mexicana, junto a Pilot Knob (este sitio es un cerro ubicado unos pasos arriba de la línea internacional y 12 millas debajo de Pot Holes, lugar que al principio eligió Rockwood como bocatoma; Pilot Knob fue seleccionado por Chaffey). El trayecto del canal era aproximadamente paralelo al Colorado hasta que llegaba al río Álamo, un viejo y seco canal de desagüe que en otro tiempo moderó las crecientes del turbulento río del Tizón, como le llamaron siglo atrás los exploradores españoles. El antiguo curso natural del canal Álamo corría hacia el norte hasta que alcanzaba lo que es hoy el mar de Saltón. Cuando los trabajos de irrigación limpiaron y ensancharon este curso de agua, se convirtió en parte del sistema de canales del bajo delta. El canal Imperial, el más importante, se extendía 50 millas a través de territorio nacional y entonces doblaba hacia el norte para entrar al Valle Imperial a través de la compuerta Sharp, en la línea internacional y un poco hacia el oriente del sitio de Mexicali. Se construyeron 400 millas de canales. La irrigación comenzó el 14 de mayo de 1901, cuando el agua corrió a través de la primera compuerta; el primer caudal alcanzó el Valle Imperial el 20 de junio de 1901.8 La construcción de los canales continuó sin interrupción hasta febrero de 1902, mes en que Chaffey y el personal que vino con él cedió sus derechos a la California Development Company, después de, entre otras cosas, otorgar la nomenclatura para el Valle Imperial y el pueblo de Caléxico. Habían transcurrido 22 meses invertidos en una obra de ingeniería que dejó listos 1 000 000 de acres de tierra para cultivo y una oleada de colonos atraídos por esta apertura. Curiosamente, hubo que esperar hasta el 17 de mayo de 1904 para que, ante una situación virtualmente consumada, se autorizara por el gobierno del presidente Porfirio Díaz, la servidumbre de paso de las aguas por territorio de México, para aplacar la sed de siglos en los surcos del Valle Imperial. El permiso entregado por el gobierno de nuestro país se formalizó esencialmente para conducir por terreno nacional 284 m3 de agua por segundo, una mitad destinada al Valle Imperial y la otra para beneficio del delta del Colorado correspondiente a México. Esas aguas se conducirían por el canal de El Álamo, ahora rehabilitado y mejorado por la Sociedad de Irrigación de Terrenos de la Baja California, S. A., antes de la aprobación del gobierno mexicano. Aun con lo anterior, éste fue el camino que la nación recorrió para adquirir así, con este antecedente, derecho sobre las aguas del Río Colorado, lo que perdura hoy como una condición inalienable.9 La laguna Camerón, superficie de agua que se ubicó a seis kilómetros al norte de la línea internacional y próxima a lo que hoy es Mexicali, era en el año de 1900, un lugar saturado de bandadas de pelícanos y elegido por la California Development Company para extraer en las márgenes, por medio de pozos, agua dulce para refrescar a la gente contratada en el trazo de los canales de irrigación en lo que sería el Valle Imperial, en el anterior desierto del Colorado.10 La Imperial Land Company, compañía formada al aceptar el ingeniero canadiense George Chaffey la construcción del canal principal que conduciría agua del Río Colorado a través de territorio mexicano rumbo a la depresión de Saltón, y la planicie ubicada al sur de ésta, buscaba un sitio para una ciudad fronteriza y no le parecía que las orillas de la fangosa y poco profunda laguna Camerón fueran el punto de partida de esa población. La ubicación se movió entonces por órdenes de Chaffey a un área de 65 ha que él había adquirido y que donó para tal fin.11 El ingeniero Charles Robinson Rockwood había localizado y construido un canal que partía desde la represa derivadora Sharp, con una correspondiente bocatoma. Este canal en un inicio, era paralelo al llamado canal central y principal, pero se separaba de él y una rama seguía rumbo al pueblo de Imperial; la otra, al seguir la línea internacional, terminaba en Caléxico.12 Cuando el agua llegó a través de este canalito a la extensión baldía que luego ocuparía esta ciudad, en marzo de 1901, el campamento de ingenieros y centro de abasto de la laguna Camerón se abandonó y se movió adonde terminaba lo que era una zanja de agua.13 En los sucesivo se utilizó un pequeño puente de madera para el cruce, donde dos rudimentarias garitas hechas de tabla ejercieron funciones de vigilancia.14 Aquí fue donde Chaffey asentó la Imperial Water Company No. 1, y donde se originó el incipiente caserío californiano. Las carpas de los ingenieros y ayudantes fueron las primeras viviendas.15 Más allá de la orilla mexicana del canalito de irrigación, junto al río Nuevo, ya se empezaba a ver un conjunto de enramadas, casitas de cachanilla y lodo y alguna construcción de adobe sentado, pertenecientes a familias mexicanas dedicadas al jornal y al pequeño comercio, atraídas por la noticia de las obras de irrigación que en pleno desarrollo se hacían a ambos lados de la frontera. El mezquite, de gran arraigo en el paisaje, servía para levantar a su sombra un nuevo hogar y para amarrar en él cabalgadura. Era fácil topar, separados del caserío, con expendios de licor que la gente instalaba para ayudarse económicamente, aunque no eran propiamente cantinas. Este retoño de poblado se llamaba simplemente El Río hasta principios de 1902, y en él soplaban continuamente fuertes ventarrones y polvaderas impetuosas que con frecuencia volaban el techo de las frágiles casitas. Para el momento en que llegó agua al canalito que separaba a Caléxico del pequeño poblado vecino, fue cuando comenzaron a tender desde un sitio cercano a la rústica garita las vías del ferrocarril Intercalifornia,16 que con el tiempo llegarían hasta el pueblo de Los Algodones, al seguir más o menos de cerca por la parte sur, el recorrido del canal del Álamo. Caléxico ya era la terminación de una vía férrea del ferrocarril Sur Pacífico, que cruzaba transversalmente el incipiente Valle Imperial desde la estación de Niland, California. Mexicali sería un punto intermedio hasta su continuación a Yuma, Arizona. Hacia marzo de 1904 el ferrocarril ya contaba con dos estaciones: una en Mexicali y otra en Packard. El mismo edificio de madera de 50 por 7.5 m alojaba en Mexicali las oficinas de la Compañía de Terrenos y Aguas de Baja California y las oficinas del ferrocarril.17 Esta construcción y el edificio de ladrillo utilizado como hotel, propiedad del francés Ferdinand Renaud, sobresalían entre el resto de las casas de novísimo poblado. Pocos años antes de esta apertura de canales de riego, el bajo delta del Colorado en su segmento mexicano, había sido lugar de paso para ganaderos que conducían sus animales desde Los Algodones y Caborca rumbo a Ensenada, Real del Castillo y El Álamo.18 Entre ellos estaba el pionero Daniel Sández y J.A. Allison, que había hecho pastar ganado en esta zona desde 1891 y posteriormente fue agente de la Mexican Colorado River Land Company.19 En el año mencionado se descubrió la presencia de oro de placer y cuarzo en la región de El Álamo o Valle de Santa Clara. La aglomeración de gente fue inmediata. Poco después, tres compañías diferentes explotaban múltiples minas. Los estadounidenses y algunos chinos predominaban como elemento de trabajo frente a los escasos mexicanos. En 1899 hubo otro repunte y hacia 1900 la población de El Álamo o Campo Nuevo era de 446 habitantes.20 Por su parte, Real del Castillo, otra población minera y hasta 1882 capital del Partido Norte de Baja California, estaba hacia 1900, en franco deterioro y olvido. Pocos años antes una creciente en el arroyo de San Rafael provocada por la lluvia había arrasado una parte de sus casas. Hacia 1905 tenía menos de 200 habitantes. Nada quedó del auge de 1873.21 De los dos pueblos anteriores llegaron algunos de los primeros habitantes de Mexicali con el paso lento de sus monturas, arreos y bagaje. Hasta ellos había llegado el polvo levantado por las mulas y escrepas que horadaban la tierra arenosa pero muy fértil en el bajo delta del Colorado, la que a golpe de fuertes capitales y presagios de buena fortuna iba empezar a producir, ya que antes se consideraba una región inhabitable y sin redención, en opinión de Chaffey, después de recorrer en 1899 el trayecto de la vieja ruta de diligencias Butterfield, inaugurada en 1858, cuyas etapas eran los ojos de agua del hoy valle de Mexicali, con la laguna Camerón como punto final antes de proseguir. Al revisar registros como el padrón electoral de Los Algodones de diciembre de 190122 y el primer censo de habitantes de Mexicali de noviembre de 1904,23 se nota que entre las personas que se incorporaron al modesto conjunto, de poco más de dos docenas de viviendas a principios de siglo, estaban aquéllas que ya vivían en el bajo delta del Colorado o que vinieron del pueblo de Los Algodones, como: Jesús L. Carrillo, Antonio Villarino, Librada Castro de Villarino, Santiago Castro, María Marrón de Castro, Feliciano Castro, Juan Armenta, Isabel de Armenta, Urbano Vázquez, Antonia Ramos de Vázquez, Manuel Vizcarra, Carmen Montiel, Isabel Ochoa, Luisa Rojárquez, Daniel Sández, José Ángel Sández, Romualdo Ochoa y Catalina Martínez de Ochoa. Entre las personas que vinieron de El Álamo estaban: Ramón Zumaya, Bernarda Contreras de Zumaya, Zaragoza Contreras, Delfina de Moreno, Francisco Flores, Carlos L. Cota, Josefa Arballo de Cota, Eligio Chacón, Cruz Altamirano, Francisco Montejano y Loreto Pedrín de Montejano. Entre los pobladores que llegaron de Real del Castillo estuvieron: Pedro Rivera, Tomás Rivera, José M. Rivera, Cruz Rivera, Dolores Rivera, Jesús Rivera, Carmen Lamadrid, Juliana Lamadrid, Amanda Hurtado y Braulio Hurtado. Del pueblo de El Rosario vinieron: Felipe S. Dueñas y su esposa Crescencia Montes. De San Vicente vinieron Jesús Orozco y Elena Piña de Orozco. De San Quintín vino Francisco Murillo. De Tecate vinieron: Manuel Cota, Ángel González, Margarita Ortega, Francisco Demara y Luz Sandoval. De Santo Tomás vinieron: Matilde García, Benita Castellanos, Pedro Gutiérrez y Leonor de Gutiérrez. De Ensenada llegaron: Melquíades Verdugo, Isabel González de Verdugo, Soledad Verdugo, Julián González, Demetria M. de González, Ezequiel González, José Ma. González, Alejandro González, Jesús González, Apolinar Muro, Esperanza M. de Muro, Jesús Andrade y Jesús Varela de Miramontes.24
Conclusión Cuando ya han transcurrido, virtualmente, cien años de la fundación de esta urbe de estatura económica y política comparable a las principales de la nación, es el momento de pensar con detenimiento en aquellos pioneros; de evaluar el papel que tuvo Guillermo Andrade frente a los intereses nacionales; el de los visionarios y hombres de negocios estadounidenses que aceptaron el carácter binacional de su cometido; el del agua, elemento vital, y la manera en cómo las fronteras políticas se desvanecen en la medida en que el hombre desea también alterar las fronteras geográficas para el beneficio común, sin importar los orígenes.
_________________________________________ *Investigador del Instituto de Investigaciones Históricas uabc
Notas: 1 J. A., Alexander, The life of George Chaffey, Melbourne, Mac Millan & Co. Ltd., 1928. 2 William O. Hendricks, Guillermo Andrade y el desarrollo del delta mexicano del Río Colorado, 1874-1905, México, sep-uabc, 1996, col. Baja California: Nuestra Historia, vol. 11, pp. 45-46. 3 J.A. Alexander, op. cit., pp. 279-280. 4 William O. Hendricks, op. cit., pp. 52-64. 5 Celso Aguirre Bernal, Compendio histórico-biográfico de Mexicali, México, 1966, pp. 42-43. 6 Óscar Sánchez Ramírez, “La Compañía de Terrenos y Aguas de la Baja California”, Calafia, uabc, vol. viii, núm. 1, Mexicali, junio de 1995, pp. 10-11. 7 Otis B. Tout, “The First Thirty Years. An Account of the Principal Events of the History of the Imperial Valley”, San Diego, California, 1930, p. 47. 8 Colis H. Steere, Imperial and Coachella Valleys, Stanford, California, Stanford University Press, 1952, p. 16. 9 Celso Aguirre Bernal, ”Desarrollo inicial de Mexicali”, Panorama histórico de Baja California, Mexicali, Centro de Investigaciones Históricas uabc-unam, 1983, pp. 346-349. 10 Otis B. Tout, op. cit., p. 39. 11 Ibídem, p. 272. 12 Ibídem, p. 39. 13 Ibídem, p. 41. 14 Adalberto Walther Meade, El origen de Mexicali, Mexicali, uabc, 1991, pp. 53-54. 15 Otis B. Tout op. cit., p. 272. 16 Enrique Estrada Barrera, “El Río. Cronología de Mexicali”, México, 1978, p. 25. 17 Adalberto Walther Meade, Pueblo Nuevo. Poblado precursor, México, 1966, pp. 53-54. 18 Celso Aguirre Bernal, Compendio histórico-biográfico de Mexicali, México, 1966, pp. 53-54. 19 William O. Hendricks, op. cit., p. 156. 20 Jorge Martínez Zepeda, “El poblado minero de El Álamo”, Panorama Histórico de Baja California, uabc, Tijuana, 1983, pp. 242-246. 21 Don Meadows, “Real del Castillo. Olvidada capital de Baja California”, Tijuana, Centro de Investigaciones Históricas unam-uabc, 1980, Colección Historia para Todos, p. 24. 22 Irma Apodaca Chavira, “Los Algodones, poblado precursor”, Calafia, uabc, vol. v, núm. 3, septiembre de 1984, pp. 30-32. 23 Adalberto Walther Meade, Origen de Mexicali, Mexicali, uabc, 1991, pp. 64-77. 24 David Piñera Ramírez y Jorge Martínez Zepeda, Baja California, 1901-1905, Tijuana, uabc-unam-spsu, 1994, pp. 59-263. |