El valle de Guadalupe, siglo xix

 

 

María Jesús Ruiz*

 

 

La respuesta a la política de poblamiento y colonización promovida por el gobierno general se manifestó a través de la ola de denuncios de terrenos baldíos que se presentaron en Baja California durante la segunda mitad del siglo xix. Estas medidas afectaron la mayor parte del territorio de la península, y en especial aquellos terrenos que por su extensión y productividad ofrecían más beneficios. Uno de ellos  fue el valle de Guadalupe, que se localiza actualmente en el kilómetro 32 de la carretera Ensenada-Tecate. Este lugar fue escenario de conflictos por la tenencia de la tierra. 

El interés por los terrenos del valle se debió tanto a las características propias del suelo como a su ubicación cercana a la costa. Contaba además con arroyos y aguajes en diferentes puntos, lo que garantizaba la fertilidad de la tierra. A esto se sumaban sus extensos pastizales, de los que muchos obtuvieron beneficio. Algunos ranchos y poblados que colindan en la actualidad con el valle de Guadalupe se formaron durante el siglo xix, de igual modo, numerosas familias que residen en esa región, son descendientes de los fundadores.

El presente trabajo presenta un ejemplo de los conflictos que se derivaron de la tenencia de la tierra, sobre todo tratándose de las extensas superficies que ocuparon las misiones dominicas. Para tal efecto, revisamos el caso de los terrenos que ocupó la misión de Nuestra Señora de Guadalupe. A manera de reseña histórica se realizó un seguimiento de los propietarios, el uso y destino de dichos terrenos, que a la vez nos muestra un panorama del contexto histórico del norte bajacaliforniano.

 

Población indígena del norte de la península

Acerca del origen de la población indígena de la península existen varias teorías, la más aceptada es la que sugiere que los primeros pobladores llegaron por oleadas provenientes del norte del continente americano y que a medida que arribaron, empujaron cada vez más hacia el sur a los anteriores.1

Por la variedad lingüística que se derivó de estos grupos étnicos se clasificaron en guaycuras en el extremo sur de la península, yumanos peninsular en la parte central y yumano del norte en la región septentrional. En esta última clasificación quedaron comprendidos los que vivían cerca de la costa noroeste, por la sierra de San Pedro Mártir, la sierra de Juárez y parte de la desembocadura del Río Colorado. En la región que identificaban como frontera dominica2  los misioneros, habitaban los grupos conocidos como diegueños o cochimí,3  kumiai, pai pai, kiliwa y cucapá, pertenecientes al tronco yumano del norte. De estos grupos descienden las familias indígenas que aún habitan en las inmediaciones del valle de Guadalupe, en algunas de las rancherías más antiguas como son: La Zorra, San Antonio, Agua Escondida, Agua Caliente, El Carrizo, La Ciénega, Santa Clara y Los Coches. Un poco más al norte se localizan: Nejí, Jacumé y Tanamá.

La movilidad de los grupos indígenas dependía del sustento que les proporcionaba la naturaleza, que bien podía ser el tiempo que duraba una estación o lo que tardaran en recolectar o cazar una cantidad suficiente para alimentarse durante los tiempos de mayor escasez. Vivían de manera temporal en cuevas, cañadas, a las orillas de los arroyos o cerca de los aguajes, al ras del suelo o en viviendas improvisadas.

Los grupos indígenas tenían un líder o capitán como lo nombraban los españoles, que no era electo por acuerdo de una mayoría, simplemente si había alguien que se distinguía por su valor y habilidades, se ganaba el respeto de los demás y se dejaban guiar por él. El establecimiento de las misiones con la imposición de su sistema y los cambios consecuentes, no sólo alteró la vida de los indígenas, sino que provocó casi su extinción, de tal forma que mientras la población civil fue en aumento, con la indígena sucedió lo contrario.   

 

Llegada de los misioneros dominicos a la frontera

La primera misión en Baja California fue establecida por los jesuitas el 25 de octubre de 1697. Con esta fundación se inició un proceso de aculturación que duró casi setenta años. Posteriormente, se decretó su expulsión de los dominios de España por lo que tuvieron que dejar la península el 3 de febrero de 1768.4  A los misioneros jesuitas les continuaron los franciscanos y dominicos, quienes de acuerdo al concordato firmado en 1772 por los guardianes de ambas órdenes religiosas, se dividieron la tarea misional, de manera que los primeros se encargarían de la fundación de misiones hacia el norte a partir de la misión de San Diego de Alcalá; y los segundos, en la región comprendida entre esta misión y la de San Fernando Velicatá.      

A solicitud del gobierno de España, se realizaron varias exploraciones en el norte de la Baja California, con el propósito de localizar los sitios más adecuados para establecer misiones que les permitieran evangelizar el mayor número posible de indígenas, y por otra parte, dada la ubicación de dichos centros, que éstos formaran una especie de corredor con los de Alta California y en otra dirección con los de Sonora y Sinaloa. Esto no resultaba casual, pues ya tenían conocimiento de la riqueza mineral de algunas regiones del sur de la Baja California así como de Sonora y Nuevo México. Se intentaba, finalmente, conservar el control económico de esta región, extenderse y explotar los recursos que ofrecía la península. 

Para llevar a cabo su proyecto requirieron de dos elementos indispensables: indígenas y agua. Precisa-mente, en la zona explorada se localizaron arroyos y varias rancherías indígenas, entre las que podemos mencionar: La Ciénega, El Rincón, La Huerta, Sangre de Cristo, Cerro Colorado, San Pablo, El Portezuelo, Agua Caliente del Portezuelo, Los Bateques, Pozo de González, Agua Caliente, Arroyo Carricito, Jacumé y Nejí. Las primeras cinco misiones: Nuestra Señora del Rosario de Viñadaco o Viñatacot, Santo Domingo de la Frontera, San Vicente Ferrer, San Miguel Arcángel de la Frontera y Santo Tomás de Aquino, se situaron en el extremo noroeste de la península. Poco después, se fundaron la de San Pedro Mártir y la de Santa Catarina Virgen y Mártir y a pocos kilómetros de la misión de San Miguel se fundó, el 18 de mayo de 1812, la de El Descanso, con la que se alcanzó el punto más cercano a lo que se había delimitado como Nueva o Alta California.5 

La última de las misiones dominicas se estableció varios años después, en el lugar bautizado en 1795 por el alférez Ildefonso Bernal, con el nombre de valle de San Marcos. En un viaje de reconocimiento, el capitán de la Orden de Loreto, José Joaquín de Arrillaga,6  describió el  valle de la siguiente manera:

[...]Salí a las seis de la mañana con una neblina especísima y después que anduve como dos leguas caí a un arroyo de agua corriente, el rumbo que llebe al noroueste seguí bajando cuestas y laderas llenas de chamizo y otros arbustos hasta el valle de San Marcos a donde llegué a las 8 y dejando a un soldado con la orden para que la cavallada siguiese el balle abajo yo seguí al opuesto con tres soldados y el sargento camine hasta las nueve y media a cuya hora alcanzé la agua en una angostura y cantileria intransitable la agua es bastante pero sin proporción de tierras ni poderla sacar hay algunos árboles como sauce, aliso y álamo pero de chico tamaño: visto que no allaba cosa de probecho me restitui por medio del balle reconociendo sus entradas hasta una poza de agua bastante grande rodeado de tule inmediato a una punta de un cerrito que sale del norte a donde llegué a las 12 en este paraje havia un poco de madera de pino perteneciente a la misión de San Miguel conducida por el mismo camino en que yo entré al balle pues a poca distancia al oueste del camino hay piñería en bastante abundancia a poco rato que llegué vino el capitán gentil del valle con otros dos, les di cigarros y que comer a luego se fueron [...] .7        

Tiempo después, este lugar fue seleccionado para establecer un centro misional que llevó el nombre de Nuestra Señora de Guadalupe del Norte y tanto el valle como el arroyo que lo atraviesa en su parte central, fueron conocidos como Guadalupe.

 

Actividades productivas de las misiones

En la mayoría de las misiones se practicó la cría de ganado vacuno, bovino, porcino, caballar, mular, asnar, caprino y ovino. En lo que se refiere a la agricultura, la producción era muy variada, en algunas misiones cultivaron diversos tipos de árboles frutales como durazno, dátil, granada, higo, olivo y vid; granos como maíz, trigo, frijol, y otros productos como el algodón, alfalfa y cebada. Otros centros misionales se destacaron por su productividad, ejemplo de ello son: San Ignacio, que alcanzó prestigio por la calidad de su vino; La Purísima, por sus árboles frutales; San Francisco de Borja, por su mezcal; El Rosario, por la caza de nutria, lobo marino, pesca de salmón y sardina. Por sus características, estos centros misionales se consideraron durante un tiempo como de primer orden,8  clasificación que también alcanzó la misión de Nuestra Señora de Guadalupe por su población y producción de ganado.

En algunas de las misiones se llevaba a cabo el comercio de artículos como jabón, velas, chocolate, fruta, té, licor, pieles y telas. Muchos de estos productos se distribuían de manera clandestina, como el licor o aguardiente, que aunque los misioneros no estaban de acuerdo que se les diera a los indígenas, había algunas autoridades que regulaban su venta en las misiones como sucedió en la de San Miguel, donde a consecuencia de la venta y distribución de licor se suscitaron algunos escándalos, por lo que decidieron reglamentar su comercio, según se advierte en el siguiente mandato:

[...] Todo individuo traficante en este ramo no abrirá los cascos o valijas en que conduzca licores, para vender antes de presentar la guía de su comercio. Para principiar la venta de licores tendrá que alquilar un cuarto o aposento útil con puerta, en el que formará mostrador o cosa equivalente. Pasada la hora de la retreta, o prendida la primer vela se cerrara la taverna, y no se venderá licor alguno bajo cualquier pretexto. Cualquiera que quebrantare esta mi disposición en alguna de sus partes, pagará  cuatro pesos de  multa por primera vez, por segunda diez  pesos, y para que llegue a  conocimiento de  todos, mando se fije en la plaza[...].9

Bajo la dirección de los misioneros, la vida de los indígenas sufrió un cambio radical. Una parte de la población indígena se sometió a la autoridad y mandato de los religiosos y vivieron dentro de las misiones, otros prefirieron conservar su vida seminómada. Algunos grupos participaron en la construcción de las misiones y protegieron al misionero cuando fue necesario, pero también se defendieron cuando se cometían injusticias y abusos contra ellos. Los religiosos los calificaron por su carácter como dóciles, altaneros, revoltosos, rebeldes, flojos o guerreros. No era extraño ver indígenas sumados a un grupo militar cuando se trataba de defender las misiones, pero por lo general eran los que se mantenían hasta cierto punto libres, es decir, indígenas que vivían fuera de los muros de la misión y bajo las órdenes de un capitán. Durante el siglo xix sobresalen los capitanes indígenas Clemente, Gerónimo, Luciano, Cirilo, Nicuarr y Jatñil.

En el escenario que hemos descrito, alternaban su autoridad Nicuarr del linaje kiwatl y Jatñil del linaje mishkwish.10 Este último precedió en el cargo a su abuelo y a su padre por más de cincuenta años. Vivió en la ranchería Los Álamos localizada abajo del cañón de Nejí, que formaba parte de su territorio, además de Campo, Descanso, San Miguel, Tecate, Juárez, Guadalupe y Ensenada.11 Las acciones de este jefe indígena sobresalen en la historia del valle de Guadalupe, entre otras cosas, por participar en más de una ocasión con el militar Macedonio González, en el enfrentamiento a otros grupos indígenas.12 

Entre las causas que motivaron el descenso de la población indígena podemos mencionar el cambio drástico en su alimentación y hábitos de vida, la diseminación de enfermedades infecto contagiosas para las que su organismo no tenía defensas y la falta de ánimo que causó la imposición de costumbres ajenas por completo a su origen, así como la reducción de su espacio y libertad.

 

Establecimiento de la misión de Nuestra Señora de Guadalupe del Norte

Cuando se pensaba que el proyecto misional dominico había concluido, se propuso una novena misión que serviría de enlace entre las misiones de la costa y las de la sierra. Ésta se ubicó en el valle de San Marcos, entre las misiones de San Miguel y El Descanso, de manera que las dos aprovecharían los campos del valle para alimentar su ganado. De hecho ya tenían utilidad, pues parte de los terrenos mencionados se usaban como estancia. La propuesta fue aceptada en virtud de las ventajas y beneficios que representaba para las misiones ya establecidas en esa región.

La misión se fundó el 25 de junio de 1834 y fue bautizada con el nombre de misión de Nuestra Señora de Guadalupe del Norte o de la Frontera13  por encontrarse dentro de lo que comprendía la frontera dominica.14 En poco tiempo se distinguió por su rápido desarrollo económico, al grado de suplir en importancia a la misión de San Miguel y El Descanso. Esto se debió en gran parte a la buena administración del padre Félix Caballero, a quien asignaron los dominicos como encargado. El religioso tenía la experiencia de haber estado a cargo de la misión  de San Miguel y sabía manejar los ingresos producto del comercio que realizaba dentro y fuera de la misión.15

El terreno que se asignó a la misión comprendió cuarenta y un sitios de ganado mayor, equivalente a 71 955 ha.16 Dentro de esta superficie se hizo la selección de una meseta natural de aproximadamente dos hectáreas para edificar la misión, dicho lugar se localizó cerca de un arroyo. No lejos de ese terreno se encontraban las rancherías que actualmente conocemos con el nombre de San José de la Zorra, Agua Escondida y San Antonio Necua.

En la parte central del valle, considerada la planicie más extensa, había varios ojos de agua y pequeños arroyos, por lo que se piensa que en esta área se concentró la mayor parte de la población, que llegó alcanzar hasta 400 habitantes.17 Al parecer, donde más habitantes había era en las rancherías de San Antonio y Rincón de los Encinos18  y de acuerdo a un registro estadístico de 1834 hubo una población indígena de 748 congregados en los establecimientos dominicos.19 

Cuando ya se tuvo el sitio elegido para ubicar la misión, se apartó un espacio destinado para siembra, rodeándolo con estacas a manera de corral. Posteriormente se colocaron algunas piedras donde se levantó la casa misional, para lo que utilizaron casi siempre adobe para construir las paredes.

Cada nueva misión recibió de las misiones ya existentes lo indispensable para el sustento de sus futuros habitantes, por lo menos, hasta que produjeran lo necesario. El mantenimiento de las mismas dependió de los recursos con que contaba cada una, que bien podían ser carneros, vacas, mulas, caballos, granos o utensilios para cocinar y trabajar en el campo. En ocasiones enviaban familias indígenas ya evangelizadas para que ayudaran tanto en la construcción del nuevo establecimiento como en la congregación de otras familias. En el caso de la misión de Guadalupe el padre Caballero contó con la ayuda del capitán Jatñil y su gente, que ya antes había participado en la construcción de la misión de El Descanso. También colaboraban en otro tipo de tareas como en la siembra y la cosecha a cambio de alimento y ropa.

La misión constó de templo o iglesia con dos altares, un coro con balcón y escaleras de acceso, y una fábrica, nombre que se le daba al cuarto donde hombres o mujeres desempeñaban algunos oficios. En el terreno había también una casa con sótano, un cuarto que utilizaban como cárcel, un comedor con una ventana que daba hacia un patio, un corral contiguo a la misión, entrada o puerta principal hacia lo que era el cuadrángulo de la misión, tierras de siembra, huerta de árboles frutales, viñas, dos acequias de donde llegaba el agua a los campos de siembra, establo y caballerizas.20 

Si se toma como punto de referencia la casa misional, el terreno se extendía hacia el este, dieciséis hectáreas, con lagunas a un kilómetro de distancia aproximadamente, hacia el oeste tenía libre una extensión de 160 ha y hacia el norte y sur, a tres kilómetros se localizaban unos canales para el agua. Hacia el lado oeste más o menos a cuatro kilómetros de la misión se encontraba el rancho Guadalupe.21

A partir de 1836 al centro misional se le asignó una escolta integrada por los sargentos Narciso Franco, y Estanislao Armenta, y los soldados José Domingo Sáez, Anselmo Tapia y el cabo de apellido Orantes.22 Contaba con dos mayordomos, don Juan Machado, encargado de los vaqueros y del ganado; y don Guadalupe Marrón que se ocupaba del rancho de la misión.

Existió una especie de enlace entre las misiones de Guadalupe, San Miguel, El Descanso, Santo Tomás y San Vicente. Las relaciones fueron de intercambio de productos y de mano de obra, sobre todo con la misión de San Miguel de donde iban indígenas a trabajar en la siembra de trigo y cebada. Con las dos primeras compartía el terreno para alimentar el ganado y entre todas compartían la escolta.23 

 

Actividades del padre Félix Caballero

Como responsable del nuevo centro misional se nombró al padre Félix Caballero de la orden de los dominicos,24 originario de Jerez de la Frontera, España. Llegó a México en la octava y última barcada que trajo religiosos en 1813 y ese mismo año llegó a la Baja California, donde lo asignaron a la misión de San Pedro Mártir.25 Posteriormente estuvo encargado de las misiones de Mulegé, Santa Catarina y El Descanso –antes de fundar la de Guadalupe–, distinguiéndose en poco tiempo como un hombre dinámico que no se limitó a cubrir las tareas de religioso sino que se desempeñó como administrador, contador, comerciante y prestamista, entre otros ejercicios.

Mantuvo una estrecha comunicación con don Luis del Castillo Negrete, jefe político de La Frontera, a quien rindió informes sobre la situación que imperaba en las misiones, así como su opinión sobre asuntos políticos, como se observa en las líneas a continuación referidas al desorden provocado entre las autoridades de San Diego y  Monterrey en la Alta California:

[...] Estimado amigo y señor de todo mi aprecio, y respeto. En 3 de mayo último noticie a ud todo lo ocurrido asta aquella fecha; ahora nada mas de nuevo hai digno de atención mas que, los SS del norte se han llevado para Sonoma toda la artilleria que tomaron en Las Flores y la que tenían en Sta Barbara, también al S Dn José Antonio Carrillo, al S Don Carlos, y a otros SS presos, hai muchos diseres que vienen por mi y a destruir esta misión y cuanto haya en fronteras para que no puedamos auxiliar a las tropas del gobierno quando vengan; Toda la gente del presidio de San Diego ha salido huyendo, se han retirado para Sonora como 30 hombres con el S Pozos por el río Colorado, por estas Fronteras andan otros dispersos que desafectos a los SS del Norte temen ser llevados a Sonoma [...] Misión de Guadalupe, julio 15 de 1838.26

Poco después, a través del jefe político de La Frontera, el gobierno de la república, envió un agradecimiento al padre Caballero por su valiosa ayuda para restablecer el orden en la Alta California.27  En otro aspecto, el misionero mantuvo negociaciones con los capitanes de barcos comerciantes, lo que nos hace suponer que entre las visitas de supervisión que realizaba a otras misiones se detenía en las costas, quizás en la bahía de Todos Santos, San Quintín, El Sauzal o Punta Banda.28

En ocasiones los barcos comerciaban con artículos que evadían el pago de impuestos lo que permitió que se pudieran comprar a menor precio. En estas condiciones el padre compraba algunos productos que vendía a los soldados a cuenta de su sueldo y a los rancheros de los alrededores.29 

Una de las principales actividades económicas de la misión de Guadalupe, fue el comercio de piel de nutria.30 En esta actividad participó  el ranchero José Luciano Espinosa, a quien el padre le proporcionaba cada año lo necesario para el mantenimiento del grupo de cazadores,31  además de un salario a cambio de una cantidad de pieles del mencionado animal.32 

Cuando el misionero fue designado padre provincial y presidente de las misiones, acudía él mismo a la pagaduría general en Sinaloa, a recoger los sueldos atrasados y presupuestos pendientes. Era una forma segura de recuperar lo que les había adelantado en especie.

Creemos que las múltiples actividades del misionero le redituaron considerables ganancias,33  y que éste fue uno de los motivos que originó conflicto entre el presidente de las misiones y el jefe político del territorio a  la muerte del padre Caballero.34 Ambos hicieron la demanda legal de los bienes, bajo el argumento de que cada uno desde su rango de autoridad tenía derecho de posesión.35 

Los negocios y relaciones del padre Caballero hicieron que la misión de Guadalupe alcanzara cierta influencia en los alrededores, sobre todo con los ranchos aledaños: Santa Teresa, Vallecitos, Jesús María, Soledad de la Grulla, Cueros de Venado y El Agüajito, entre otros.

 

Destrucción y abandono de la misión

La misión de Nuestra Señora de Guadalupe del Norte se mantuvo próspera y productiva hasta el momento en que la atacaron por segunda ocasión un grupo de indígenas. Sobre los acontecimientos de ese día existen diferentes versiones. Según los relatos que recabó Manuel Clemente Rojo, fue a principios de febrero de 1840 cuando vieron que se aproximaba el capitán Jatñil con varios hombres armados. Este hecho no resultó extraño, ya que lo tenían por amigo y en ocasiones anteriores había participado en defensa de otras misiones, además, tenía fama de mantener a su gente unida y pacífica.

En la narración que hizo de los hechos el ranchero Espinosa, encargado de cazar las nutrias para el padre, mencionó que mataron primero al cabo Orantes de un garrotazo y luego entraron a la misión a buscar al misionero, que mientras esto sucedía él brincó la tapia del corral y salió por el lado oeste de la misión hacia donde estaba el teniente José Antonio Garraleta –comandante de La Frontera–, con diecisiete soldados en un ejercicio militar, a media legua de distancia.36 También dio su versión la indígena María Gracia, encargada de atender al padre, quien dijo haber escondido a éste debajo de sus faldas para que al entrar Jatñil no lo viera.

Don Juan Machado, mayordomo de los vaqueros y encargado de cuidar la casa del rancho de la misión, refirió que al pasar por el llano donde hacían ejercicios los soldados vio cuando Jatñil llegó con sus hombres y saludó al teniente Garraleta, y que más tarde se enteró de lo que había pasado. Al mayordomo le extrañó que no le hubieran avisado y que el teniente no hubiera salido en persecución de Jatñil, por lo que supuso que hubo un acuerdo entre el teniente y el capitán indígena.37 Según apuntes de Manuel Clemente Rojo, el capitán Jatñil  quiso matar al padre por haber bautizado a su gente sin consentimiento y por privarlos de su libertad.

En otra versión que ha llegado hasta el presente, refieren que cuando el padre vio acercarse al grupo de Jatñil presintió que venían por él y huyó por un túnel que estaba dentro de la iglesia y se dirigió a San Ignacio.38

Como no tuvo tiempo para sacar el ganado, que se componía de más de cuatro mil cabezas, se lo encargó al sargento Francisco Gastelo y a Juan de Jesús Osio, en el entendido que debían recogerlo y enviarlo al sur.

El 30 de agosto de 1840 se encontraba el padre Caballero en la misión de San Ignacio, ya incorporado a sus tareas cotidianas y al parecer fue después de tomar una taza de chocolate cuando ahí mismo cayó muerto.

Ese mismo año de 1840 un grupo de indígenas destruyó la misión de Guadalupe y asaltó y quemó la misión de Santa Catarina. Estas acciones nos confirman que algunos indígenas no aceptaron la presencia de los misioneros ni la imposición de un modo de vida ajeno al suyo. A pesar de los problemas que enfrentó con el sistema misional, la población indígena del Valle de Guadalupe, representó la fuerza de trabajo de las misiones y ranchos que surgieron alrededor de ellas.

 

Conflictos por la tenencia de la tierra

Los terrenos de las misiones dominicas formaron parte de la ola de denuncios y concesiones que se desató de manera acelerada a partir de la segunda mitad del siglo xix.

La tenencia de la tierra ocasionó serios conflictos en Baja California, sobre todo en la región más cercana a la frontera con Estados Unidos, donde el Valle de Guadalupe no fue la excepción. Los problemas se presentaron durante varios años debido principalmente a la concesión de terrenos, muchas veces indebida, por parte de las autoridades.39

Los ranchos en Alta y Baja California aparecieron en forma lenta y aislada a partir de los años veinte, extendiéndose de manera más acelerada en la siguiente década. Poco después también las extensas superficies ocupadas por las misiones en Baja California, quedaron expuestas a la ambición tanto de nacionales como de extranjeros.

Entre los primeros rancheros que ocuparon Alta y Baja California se encuentran los apellidos: Estudillo, Bandini, Pedrorena, Carrillo, Machado, Pico, Marrón, Osuna, Castro, Yorba, López, Alvarado, Domínguez, Espinoza, Argüello y Arce, entre otros. 

El panorama que hemos descrito  se desarrolló en un marco de constantes cambios de autoridades, regulaciones y decretos en todos los niveles de gobierno, lo que ocasionó un ambiente de divisionismo entre las dos Californias, como veremos a continuación.

 

El valle de Guadalupe, testigo de la inestabilidad política en La Frontera

Poco antes de finalizar la primera mitad del siglo xix, las relaciones entre México y Estados Unidos se habían deteriorado a tal grado, que desembocaron en una guerra. El enfrentamiento inició en 1846 y concluyó con la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848. Fueron dos años de una guerra que se adivinaba perdida antes de iniciarla, puesto que México se encontró en franca desventaja en cuanto a ejército y armamento.

El resultado ya conocido por todos, trajo serias consecuencias, sobre todo para los habitantes de ambos lados de la nueva frontera. Un gran número de mexicanos permaneció en territorio de Estados Unidos, con su nacionalidad de origen, mientras que otros se trasladaron a territorio mexicano apoyándose en el artículo octavo del Tratado de Guadalupe Hidalgo.           

Pasado el conflicto, mientras en la Alta California se reorganizaban mexicanos y angloamericanos, el gobierno general y de acuerdo a lo establecido en el Tratado, el establecimiento de colonias militares a lo largo de la frontera norte de México. Con esta intención en 1849 se asentó una colonia militar, inicialmente en El Rosario, trasladándose poco  después a Santo Tomás. 

Al parecer, la actitud autoritaria y abusiva de los encargados de la colonia disgustó a la población civil, por lo que se decidió nombrar un subprefecto político que se encargara de resolver los problemas de la localidad. Para tal efecto se designó al capitán Francisco del Castillo Negrete, quien fue rechazado por las autoridades de la colonia militar.

La situación se tornó cada vez más difícil para los habitantes de la región. Con la franca división de dos grupos; por un lado aquellos hombres jefes de familia que posterior a la firma del Tratado Guadalupe Hidalgo, optaron por quedarse en territorio de Estados Unidos, algunos de ellos habían participado con las fuerzas estadounidenses en la guerra de 1846. Se trataba de un grupo que con el tiempo había adquirido fuerza, entre las familias había parentescos y tenían el apoyo siempre interesado de empresarios norteamericanos que compartían la idea de anexión de la Baja California.

El otro grupo, aunque también con intereses en ambos lados de la frontera, se mostró a favor de un gobierno liberal y en contra de la política anexionista.40 

La población civil y los rancheros de los nacientes poblados de Santo Tomás, El Rosario y San Vicente, estaban inconformes ante el estado de zozobra que prevalecía en la frontera. Los primeros, porque al igual que los indígenas, sufrían el despojo de sus propiedades y retrasaba el desarrollo de los poblados, sobre todo el de Santo Tomás que contaba con más población. A los indígenas los convencían de formar parte de las colonias militares a cambio de un pedazo de tierra y asegurarles la comida.41 

Los rancheros fueron los menos afectados a pesar de que tuvieron que proveer con sus cosechas las necesidades de las colonias militares. Es difícil desligar de estos conflictos políticos lo que fue el verdadero fondo del asunto: la tenencia de la tierra y la lucha por poseer la autoridad.

En febrero 12 de 1851 se formó una comisión para inspeccionar las concesiones efectuadas de los terrenos nacionales, en virtud de que muchas de ellas habían favorecido a personas que radicaban en Estados Unidos, mientras la tierra en territorio mexicano estaba abandonada o la trabajaban manos ajenas.

En cuanto a los extensos terrenos que sirvieron para alimentar el ganado de la misión de Nuestra Señora de Guadalupe, así como tierras cultivadas, huertos y todo lo que le perteneció, tuvo el fin que los demás predios de esta clase, quedaron en manos de particulares. Los terrenos de la ex misión de Nuestra Señora de Guadalupe ejemplifican la situación de la tenencia de la tierra que predominó en esta época.

     

Juan Bandini: una concesión ilegal

En 1845 a sólo cinco años de haber quedado aparentemente abandonada la misión de Guadalupe, ésta fue solicitada por Juan Lorenzo Bruno Bandini42 –residente de San Diego en la Alta California–, al entonces gobernador interino Pío Pico, de quien era secretario. La concesión fue otorgada a pesar de estar fuera de todo marco legal, en primer lugar porque los terrenos aún pertenecían al clero, puesto que la secularización de las misiones hasta esos momentos no se había llevado a cabo; en segundo lugar, porque Pío Pico no tenía facultades para hacerlo ya que su mismo nombramiento como gobernador interino estaba en entredicho.43

El propio gobernador Pío Pico argumentó que ante dicha solicitud, primero se negó por reconocer que la misión pertenecía todavía a los misioneros. Agregó que ante la insistencia de Bandini y la intervención del teniente coronel Francisco del Castillo Negrete, tuvo que concederla.44  Existe el antecedente que el señor Pío Pico fue afecto a los juegos de azar y que muchos de los negocios que realizó estuvieron relacionados con deudas de juego.45 

La extensión concedida comprendió cinco sitios de ganado mayor y si recordamos que la misión se distinguió por su prosperidad, no es de extrañar el interés que tuvo el señor Bandini en estos terrenos, de los que él mismo expresó que sacaría provecho del beneficio de sus tierras, refiriéndose a sus árboles frutales, olivos, viñas y pastos, además de los terrenos para la cría de ganado caballar y vacuno que fue su principal interés.46 

No sabemos con exactitud el tiempo que el señor Bandini ocupó la ex misión, pero al parecer fueron sólo unos meses ya que cuando se desató la guerra entre México y Estados Unidos, Bandini se manifestó abiertamente a favor de las fuerzas norteamericanas47 a quienes proporcionó víveres y armas previo a su regreso a San Diego. Por este motivo, en algunos documentos fue señalado como traidor al gobierno de México. Al respecto citamos a continuación un ejemplo: 

[...] en los días de la pascua de navidad se presentó Chávez en San Diego acompañado de un traidor mexicano natural del sur de la Baja California, que en tiempo de la guerra abrazo la causa de los Estados Unidos y a la conclusión emigro en uno de los buques de guerra de aquella potencia al retirarse estas de los puertos de La Paz y San José del Cabo. Este tal se llama Santa María Alvarez, lo acompañaba también un norteamericano llamado Brown que le servia de interprete ayudante. Durante los días que permaneció en esta plaza hizo invitaciones a una compañía de voluntarios norteamericanos que a la sazón se hallaba en ella, para que lo fuesen a auxiliar, los cuales le pidieron a razón de treinta pesos diarios por gratificación por cada uno, a mas de los bagajes y víveres necesarios hasta su represo a San Diego, a cuyo pedido no pudo Chávez acceder por falta de fondos pecuniarios. En defecto de esto ocurrió a Don Juan Bandini, hombre funesto para México, cuya historia política es demasiado pública y a quien le conviene mantener el desorden en la frontera para vivir sobre la ruina de los mexicanos y afianzar a su favor el pingüe terreno de la misión de Nuestra Señora de Guadalupe que obtiene contra las leyes de México y le facilito quince hombres bien armados, un cañón, municiones y otros artículos de guerra[...].

Bandini regresó a San Diego donde radicaba su familia, pero existe constancia que todavía para 1858 gozaba del beneficio de los terrenos de la ex misión de Guadalupe48  y que hizo cuanto pudo por conservarla, a pesar del decreto del 25 de noviembre de 1854, que ordenó la anulación de todas las concesiones de tierra realizadas durante el gobierno de Pío Pico.49 

Entre todos estos sucesos, la atención sobre el predio de la ex misión de Guadalupe siguió latente, y aunque al señor Bandini ya no le pertenecía, todavía en 1858 recibió el beneficio de sus cultivos y  mantuvo el ganado en sus campos, hasta que estos terrenos fueron concedidos por el presidente Juan Álvarez al señor  Custodio Souza.50  El nuevo propietario nunca los ocupó, pero los trámites y negociaciones por ésta y otras propiedades las realizó a través de sus intermediarios, en Estados Unidos, el señor Eduardo Visher y en Baja California, el señor José Matías Moreno.

La intención del señor Souza, era llegar a un acuerdo con Bandini, tomando como punto de partida que primero reconociera y aceptara que el señor Souza tenía la posesión jurídica y que en virtud de que no la podía ocupar de momento, Bandini permaneciera en ella en calidad de arrendamiento, aunque no le pagara cantidad alguna y que incluso podía quedarse con el producto de las cosechas. Así lo explicó en una carta que envió al señor Visher y éste a José Matías Moreno:

[...] convenir con Bandini en un arreglo de arrendamiento en los  terrenos de Guadalupe, siempre que éste consienta en que Don Custodio Souza tome posesión judicial conforme a su título, quedando Bandini en este caso en la continuación del goce del  usufructo, o en el statu quo de las cosas, con tal de que reconozca virtualmente la posesión en favor  de Souza [...].51

La respuesta de José Matías Moreno a lo que Souza pretendía, fue negativa, además de señalar que Bandini no aceptaría, porque enterado que el predio había sido concesionado a otra persona, ya se encontraba en arreglos para intercambiar el rancho Guadalupe por el rancho Tijuana, con su suegro el señor Santiago Argüello. La transcripción de las siguientes líneas, explica lo anterior de manera detallada.

Bandini entrega a Argüello los terrenos de Guadalupe con todas las mejoras existentes y sus frutos de la próxima cosecha, excepto los ganados que sacará inmediatamente –como ya lo está haciendo–. Argüello le da a Bandini su terreno llamado “Tía Juana o Ti-Juan [Tijuana], inmediato a la línea divisoria de este estado, donde reside con su familia, aunque no lo tiene poblado con semovientes [sic] por carecer de ellos en lo absoluto [...].52

El acuerdo entre yerno y suegro convino en que este intercambio sería mientras la propiedad era ocupada por el nuevo concesionario, llegado ese momento el rancho Tijuana regresaría a manos del señor Argüello. Esto tenía su razón de ser, ya que en esos momentos se había establecido un arancel de cincuenta centavos de impuesto por cabeza de ganado, de las que Bandini tenía poco más de tres mil. El propósito era trasladar el ganado hasta los límites de la frontera, donde se localizaba el rancho de su suegro y de esa forma evadir el pago, aprovechándose de que la frontera no estaba bien resguardada. En el ir y  venir de la correspondencia entre los intermediarios, se hizo notar la ilegalidad de las acciones de Bandini y finalmente no se concretó el intercambio.

 

José Matías Moreno, primer propietario legal del rancho ex misión de Guadalupe

Después de varias propuestas, el 12 de julio de 1859 el gobierno general emitió el decreto de que todos los bienes que el clero regular y secular había administrado hasta ese momento, pasaban a dominio nacional.

Las respuestas no se hicieron esperar, estas disposiciones desencadenaron una serie de denuncios y especulaciones de tierra que se extenderían por más de diez años y entre ellos se presentó el denuncio de las misiones de San Miguel, San Vicente, El Descanso y  Guadalupe.

La ex misión de Nuestra Señora de Guadalupe, fue ocupada por tercera ocasión, esta vez por el señor José Matías Moreno,53 un hombre cuyas actividades podrían exponerse en más de un capítulo, por la participación que tuvo en distintos ámbitos de la vida política y económica de Baja California. Por esta ocasión, debido al tema que aquí se trata, expondremos brevemente algunos aspectos de su vida relacionados con el Valle de Guadalupe.

Sobre su personalidad y conducta, algunas opiniones coinciden en calificarlo como un hombre de trayectoria política y militar sobresaliente, ambicioso y hábil para los negocios en los que siempre procuró sacar el mayor beneficio.54 Al respecto, existe la referencia del inventario de sus bienes entre los que aparecen títulos de los ranchos de San Jacinto, San Vicente y las minas de sal de San Quintín, entre otros.55

Fue el primer propietario legal de la ex misión de Nuestra Señora de Guadalupe y no por casualidad, ya que su interés por estos terrenos se manifestó años antes de su denuncio.56 Insistió en que se anulara la concesión que se le había hecho a Bandini, acusándolo de traidor por haber prestado ayuda a las tropas estadunidenses cuando ocuparon San Diego.

Moreno intervino de nuevo en 1858 para evitar que el terreno de la ex misión fuera cambiado por el rancho Tijuana. Tres años después, nombrado subprefecto político de la frontera en Baja California, habilitó la ex misión como cuartel militar junto con un destacamento que personalmente fue a solicitar a Sinaloa. Esto obedeció a que en esos momentos, los conflictos en la región se habían agudizado por lo que Matías Moreno consideró necesaria la intervención militar. Su petición fue concedida de manera inmediata, asignándole el batallón Vega al mando del teniente coronel Eustaquio Cota.

Los soldados desembarcaron en El Sauzal de Camacho y de ahí se dirigieron a la ex misión de El Descanso para hacerle frente a un grupo rebelde encabezado por Feliciano Ruiz Esparza, que allí se encontraba acuartelado. Restablecido el orden, parte del grupo militar regresó a Sinaloa y el resto permaneció en la ex misión de Guadalupe, donde José Matías Moreno estableció su oficina de despacho. 

Sus planes eran mantener a la tropa en la frontera hasta lograr una completa pacificación y mientras sostener a los soldados con el producto de las siembras, lo que nos indica que hasta ésa fecha los terrenos seguían productivos.

Las cosas no salieron como lo esperaba, porque no pensó en las consecuencias de una fuerte temporada de lluvias. Enseguida citamos una carta de José Matías Moreno a su esposa, fechada en enero de 1862 en la que menciona los problemas que ocasionó el mal tiempo:

[...]llovió en la casa en Guadalupe y durante los cinco días de lluvia los pasamos como en una sopa. Hubiéramos estado mejor afuera. La casa, casi se viene abajo,  tuve que levantar todo de la sala. Ahora tengo que acomodarlo y lo estoy arreglando nuevamente. Si no llueve por tres o cuatro días habré terminado y no tendré que preocuparme de las lluvias otra vez. El río creció tanto que parece un océano. Alcanzó parte del viñedo y visto de frente se mira como un océano[...].57

En ese tiempo las vías de comunicación terrestre eran malas y poco seguras, la vía marítima aunque dilatada, resultaba más confiable. Matías Moreno solicitó que le enviaran con urgencia provisiones para alimentar a la tropa, con la indicación que siguieran la ruta de San Francisco a San Diego y de ahí a El Sauzal, donde los mismos soldados recogerían los víveres en carretas para trasladarlas enseguida al rancho Guadalupe. Quizás las penurias económicas por las que pasó en ese tiempo, el deterioro de su salud y la separación de su familia, influyeron en la decisión de renunciar a la subprefectura,58  cargo del que fue relevado en abril de 1862. Al respecto, transcribimos un fragmento de una carta en la que manifestó su determinación:

[..]En medio de mis presiones y mi más esforzado trabajo, muy pobre para atender las tropas a mi cuidado y el resto de las necesidades públicas del país que demandan atención prioritaria, he decidido retirarme, tomando el fastidioso camino por tierra a La Paz, en semejante temporada tan caliente que tenemos sobre nosotros. Debido a mis oraciones y más seguramente por tus oraciones y aquellas de mis queridos [sic] que me han enviado a don [sic] Juan de Dios Angulo, en nombre del gobierno, a relevarme [de oficina]. El santo sábado al  medio día este buen amigo llegó a Guadalupe, este ángel, mi salvador, me ha sacado de mi largo purgatorio. De esta manera, el miércoles 23 de este mes, tomará el cargo y funciones. He estado muy ocupado enviando los archivos y otras cosas pertinentes al gobierno[...].59

Tiempo después de presentar su renuncia, regresó a San Diego a reunirse con su familia, sin quitar por completo la atención de la ex misión de Guadalupe, cuyo denuncio presentó en La Paz, Baja California Sur, el 11 de febrero de 1863,60  basándose primero en la anulación del 25 de marzo de 1849 de las concesiones otorgadas por jefes militares de la frontera. Debido a este decreto se consideró que antes de José Matías Moreno, la propiedad perteneció al clero y a partir del 12 de julio de 1859 al dominio nacional como todos los bienes de la iglesia.

De acuerdo a las condiciones establecidas por la ley del 14 de abril de 1861 el denuncio se hizo por tres sitios de ganado mayor, en un espacio que contenía huertas, casas, montes, pastos y aguajes.

Para el señor Moreno resultaron valiosas las relaciones que hasta esos momentos había cultivado, porque la solicitud se acompañó de recomendaciones y un certificado que acreditó los servicios que en varias ocasiones, prestó en defensa de la patria.

El procedimiento de rutina en los denuncios, consistía en la colocación de anuncios en los lugares más públicos, –con el propósito de evitar hacer concesiones de terrenos ocupados–, después la designación de dos personas para realizar un avalúo.

En el caso específico de la ex misión de Guadalupe, los anuncios se colocaron en La Paz, en lugar de Real del Castillo, que era el lugar que le correspondía, porque consideraron que era muy escasa la población. Cumplido el plazo corriente y en virtud de que nadie se presentó a hacer reclamaciones ni propuestas, se procedió a los avalúos.

Uno de los reportes lo realizó Francisco Castro, quien registró en su informe terrenos aptos para la cría de ganado, huerta de árboles frutales, una viña de dos mil cepas en punto, terrenos de labor, abundancia de agua, dos huertas y algunas casas con valor total de 3 500 pesos.

Otro de los avalúos lo realizó un señor Guillermo Campo quien declaró en su informe haber vivido en el rancho de la ex misión durante ocho meses, e hizo la aclaración que la única casa que perteneció a la misión estaba casi en ruinas, que era de adobe y de techos de tierra y a su consideración necesitaba una reparación de mucho costo. Reportó que tenía una viña de dos mil cepas en mal estado, una huerta con algunos árboles frutales también en mal estado, algunas porciones de tierra de siembra que ya se encontraban “enmontadas” por el abandono en que había estado el terreno y que otras tierras estaban destruidas por el tiempo. Marcó en su dictamen un valor de 2 500 pesos.

Advertimos que los informes son muy distintos, lo que nos sugiere que pudo haber sido premeditado para poder establecer un precio menor al fijado inicialmente.

Pasado el tiempo legal se procedió al remate y se le adjudicó al señor Matías Moreno en 2 000 pesos, que debían pagarse la mitad en efectivo y la otra mitad en bonos de la hacienda pública, pero el señor Moreno entregó 1 210 pesos en efectivo y 1 790 en bonos.

Fueron testigos de las acciones de compraventa los señores Juan de la Cruz Osio, Ventura Palacio y Bartolomé Güereña, quienes firmaron las actas de escrituración el 23 de abril de 1865 y poco después la Secretaría de Hacienda le dio posesión jurídica de los terrenos. No podemos asegurar que la familia de Matías Moreno, vivió allí de manera ininterrumpida, en cambio existe constancia de las visitas periódicas del padre Antonio Ubach, para celebrar matrimonios y  bautismos, incluidos los de los hijos de esta familia. Cuando murió el señor Moreno, el 30 de noviembre de 1869 el mismo padre Ubach, con quien llevaba una estrecha relación, acudió a Guadalupe a darle los santos óleos y certificar u defunción. Su cuerpo fue sepultado en los terrenos de la ex misión, así como el de su hija Prudenciana Regina que falleció casi un año después.61  

Habiéndose distinguido el señor Moreno como hábil negociante, no previó dejar su testamento a pesar de que no eran pocas las personas con las que tenía asuntos pendientes. 

Para dar lectura al inventario de sus bienes, se dieron cita el 15 de abril de 1870 en el rancho ex misión de Guadalupe, la familia Moreno López, compuesta por su viuda la señora Prudenciana López, sus hijos José Matías, Dolores –única de las hijas que sobrevivieron– y Mateo, el juez Loreto Amador, una larga lista de acreedores entre los que se encontraban José Manasse, el representante de Casa de Rivera, Miguel Pedrorena, el juez Loreto Amador, Juan Meléndrez, Joaquín Machado, María Serrano, Lino López y Antonio Argüello entre otros. También se encontraba presente el señor Manuel Clemente Rojo, depositario de los bienes existentes, así como algunos testigos.

De la lectura del inventario se dedujo que mantenían productivos los campos pues se registraron utensilios y herramientas tales como trampas para topos, palas, horquillas, guadañas, hoces, azadones, hachas, puntas de arado, picos, barras, rastrillos, yugos, arados y un molino para trigo, todos ellos en uso.

En el inventario se incluyeron mesas, sillas, catres, una estufa y otro tipo de muebles, que nos inclinan a pensar que la casa de la ex misión de Guadalupe estuvo ocupada por la familia Moreno López, por lo menos hasta 1869. También se anotaron varios títulos de propiedad, denuncios de ranchos y minas, –algunos a nombre de los miembros de la familia Moreno–, como La Huerta del Olivar, San Jacinto, San Marcos, El Tigre, también llamado Huecos y Baldíos,62  así como escrituras de sociedad de unas minas de sal en San Quintín.

 

El rancho ex misión de Guadalupe, una propiedad en litigio

Posterior a la lectura de sus bienes, se firmó un convenio entre acreedores y la viuda del señor Moreno, en el que convinieron los primeros en otorgar un año de plazo, para que se cubrieran las deudas y asuntos pendientes, mientras tanto los bienes y la propiedad quedaron como garantía bajo la custodia del señor Manuel Clemente Rojo, responsable de vigilar que no se vendiera ni arrendara.

En la propiedad, vivió Dolores Moreno López con su esposo el señor George Anson Flower, un hombre de negocios de Nueva York que invirtió capital en Baja California. En 1874 esta familia realizó varias reparaciones a la casa del rancho de la ex misión, con material importado de Estados Unidos, como puertas, ventanas, bastidores, cerraduras, clavos, madera y ladrillos para la construcción de unas chimeneas y tejamanil de estaño para cubrir el techo de la casa.

El 13 de enero de 1875 se aprobaron los remates de las ex misiones de San Miguel, San Vicente, El Descanso y Nuestra Señora de Guadalupe, con autorización del presidente de la república para que se entregaran las escrituras legales a los compradores.63 

Quizás la debilitada situación económica sumada al reclamo de los acreedores, orilló a la señora Prudenciana López viuda de Moreno, a firmar escrituras de arrendamiento con el señor Theron Anson Flower, el 30 de noviembre de 1877 por los terrenos de la ex misión de Guadalupe.64  El contrato estipuló un compromiso por el término de nueve años bajo tres condiciones principales: cuidar de las casas y huertos y conservar los montes en el estado natural, no subarrendar, vender o transferir y realizar las mejoras y reparaciones necesarias sin retribución alguna. Se estableció un pago de 600 pesos anuales de renta, pagaderos en cuatrimestres adelantados de 150 pesos cada uno.65 

Un año después de firmado el contrato de renta, la señora Prudenciana recibió un préstamo de 1 250 pesos del señor Theron A. Flower, el cual debía cubrirse en un año quedando como garantía la mitad de los ranchos de Guadalupe, San Marcos y El Tigre.

Se llegó la fecha de vencimiento y la familia Moreno no pudo pagar, por lo que el 22 de agosto de 1879 la viuda y su hijo mayor firmaron una hipoteca por la mitad que quedaba libre de los mismos ranchos, a favor de un señor Orville C. Morris –socio en varios negocios del señor Theron Anson Flower– por la cantidad de 1 399 pesos. Cuatro años después murió el señor Morris y Flower solicitó el protocolo del intestado, respaldado en el derecho que le confería la familia como representante y albacea.

Con la hipoteca dos años vencida, el monto se incrementó por los intereses, lo que hizo más difícil la situación para la familia Moreno, conviniéndose en un arreglo de 6 054 pesos por la parte de la propiedad hipotecada.

En la mitad restante de la propiedad, arrendada por Flower, también se venció la hipoteca, por lo que quedó él mismo como depositario y residente del rancho, mientras se resolvía el juicio.

Entre demandas y contra demandas transcurrió el tiempo, hasta el 19 de febrero de 1888 que compareció ante el juzgado la familia Moreno,66  para firmar un contrato de compraventa a favor del señor Theron A. Flower, por los sitios de ganado mayor que les quedaban del rancho Guadalupe. El precio estipulado fue de 15 000 pesos moneda oro de lo que se pagó 5 000 a la firma y 10 000 en los siguientes dos años.

A partir de 1869 año en que falleció el señor Moreno hasta 1888 el terreno y todo lo que contenía estuvo constantemente en proceso judicial, algunas veces por arrendamiento, otras por  venta y otras por embargo.

La lista de propietarios del predio que ocupó la misión de Guadalupe, no terminó con Theron Flower. Al finalizar el siglo xix, la propiedad se encontraba hipotecada por el Banco Nacional de San Diego California. En 1899 el matrimonio William y Mary Ann Dickey, la compraron al banco y poco después la vendieron a Donald y Carrie L. Barker en 32 550 dólares.

En la última década del siglo xix la inmigración asiática y europea hacia el continente americano fue considerable, sobre todo, hacia los Estados Unidos a donde llegaron familias enteras de inmigrantes, la mayoría con la intención de iniciar una nueva vida. Uno de estos grupos formado por familias rusas, se puso en contacto con el señor Barker en la ciudad de Los Ángeles, California, exponiéndole su interés por un lugar donde pudieran formar una colonia. Consideraron que los terrenos del valle de Guadalupe eran ideales para llevar a cabo sus proyectos. Para cubrir los requisitos necesarios y dar legalidad a la negociación, los solicitantes rusos formaron la Empresa Rusa Colonizadora de la Baja California, Sociedad Cooperativa Limitada. Con la representación de tres de sus miembros, por conducto de la Secretaría de Relaciones Exteriores y con recomendaciones especiales de parte del cónsul general en los Ángeles, California, se les concedió la autorización oficial en 1906.

 

Consideraciones finales

El caso de la ex misión de Guadalupe es sólo un ejemplo de lo que pasó con la mayoría de las propiedades de las misiones y con terrenos aparentemente desocupadas, como sucedió con la de Santo Domingo que se otorgó a José Luciano Espinoza, San Vicente Ferrer a Manuel Clemente Rojo, El Rosario a Carlos Espinoza, la visitación de San Telmo a Juan Ignacio de Jesús Arce,67 por citar algunos casos.

Con el surgimiento de los ranchos, el descubrimiento de yacimientos minerales y la incursión de compañías colonizadoras, la tierra quedó repartida casi en su totalidad, dejando una mínima parte a las pocas rancherías indígenas que quedaban. Este proceso de apropiación de la tierra se efectuó en medio de fricciones y enfrentamientos entre los interesados, en ocasiones tan graves como el despojo y las invasiones violentas. 

En algunos casos se afectó la propiedad de terceros, al quedar el predio dentro de la superficie concesionada, como pasó con los terrenos de indígenas de San José de la Zorra, en el valle de Guadalupe. Las tierras les fueron concedidas en 1867 por el subjefe político de la Frontera Norte de Baja California, pero unos años después la señora Martina Crosthwite viuda de Marrón,  reclamó la propiedad de dichos terrenos en virtud de acreditarla un contrato de compraventa de terrenos nacionales.68

Los campos cultivados alguna vez por manos indígenas, sirvieron años después para dar sustento a soldados y rancheros. En el presente siglo en estos mismos terrenos, se establecieron familias rusas que con trabajo colectivo hicieron producir nuevamente los terrenos e incorporaron a la región sus costumbres y tradiciones.

 

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*Investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas uabc.

 

 

Notas:

1 William C. Massey, Tribes and Languages of Baja California, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1949, pp. 272-307.

2 Se denominó “frontera misional dominica” el espacio comprendido de sur a norte desde el paralelo 30° latitud norte, cerca del punto donde se estableció la misión de San Fernando Velicatá hasta poco más allá del paralelo 32° latitud norte, aproximadamente a 45 kilómetros de la actual línea divisoria México-Estados Unidos, véase a Peveril Meigs III, La frontera misional dominica en Baja California, Mexicali, sep-uabc, 1994, Col. Baja California: Nuestra Historia, vol. 7,  p. 8.

3 Este nombre les fue dado por los jesuitas a los grupos del norte, refiriéndose a aquellos que habitaban más allá de los 30° latitud norte, véase a Francisco Xavier, Clavijero, Historia de la antigua o Baja California, estudio preliminar por Miguel León-Portilla, México, Editorial Porrúa, 4a ed., 1990, p. 65. 

4 Ibídem, p. 240. 

5 P. Meigs, op. cit., p. 76.

6 José Joaquín de Arrillaga, soldado del ejército español, gobernador de Las Californias en 1783 y gobernador interino de 1792 a 1794, véase a Antonio Ma. Osio, The History of Alta California, A Memoir of Mexican California, Wisconsin, University of Wisconsin Press, 1996, p. 317.

7 Transcripción en su grafía original, tomado de: Diario de los reconocimientos verificados por el capitán de Loreto de orden superior en La Frontera, 1796, Biblioteca Bancroft, Berkeley, Calif., fs. 64-67, iih-uabc, copia en microfilm, rollo 6.

8 agn, Misiones, 1827, iih-uabc, [15.37].

9 Aviso dictado por José de Jesús Arce, encargado militar de la misión de San Miguel, 1834, ahbcs, leg. 29, docto. 4740, iih-uabc.

10 El grupo de Jatñil estaba formado por 800 hombres, aproximadamente. agn, Gobernación, 1868, iih-uabc, [10.39].

11 Peveril Meigs, ”Creation myth and other recolections of the miji mishkwah”, Pacific Coast Archaeological Society, vol. 7, núm. 1, 1971.

12 Macedonio González, soldado mexicano que participó en campañas contra los indígenas de La Frontera de Baja California, residía en San Diego en 1864, véase Osio, op. cit., p. 326.

13 En diversos documentos oficiales y obras se menciona en cualquiera de los dos términos y también se le identifica como misión de Guadalupe.

14 En ocasiones se ha confundido esta novena misión, con la que estuvo ubicada entre las misiones de La Purísima Concepción y San Ignacio de 1720 a 1795 y que llevó el mismo nombre.

15 Documentos fechados entre 1830 y 1834 dan constancia de la venta de ganado, víveres y otros artículos como jabón, velas o ropa, que el padre Félix Caballero realizaba con las guarniciones militares que resguardaban La Frontera, ahbcs, iih-uabc, [8.158].

16 Un sitio de ganado mayor era igual a 1 755 ha. P. Meigs, op. cit., p. 287.

17 Ibídem, pp. 208-211. 

18 En 1900 se reportan 150 chozas en la ranchería Rincón de los Encinos, P. Meigs, op. cit., p. 209.

19 En el informe del estado en que se encuentran las misiones, no se incluyó la misión de Nuestra Señora de Guadalupe porque estaba en vías de construcción, agn, Justicia y Negocios Eclesiásticos, en iih-uabc, [2.43].

20 Manuel Clemente Rojo, Apuntes históricos de la Baja California 1879, Introducción y notas de David Zárate Loperena, Mexicali, cih-unam-uabc, Col. Fuentes documentales para la historia de Baja California, año 4, núm. 5, diciembre 1987, pp. 24-27.

21 P. Meigs, op. cit., pp. 211-212.

22 Ibídem, pp. 24-25.

23 No era extraño encontrar en los pases de revista el nombre de soldados asignados a La Frontera, con registro en otras misiones, ahbcs, en iih-uabc, legajo núm. 1, exp. 627.

24 Nombre adoptado por el fundador de la orden religiosa, fray Domingo de Guzmán.

25 Francisco Quijano, “Las misiones dominicas en Baja California”, Analogía, Revista de Filosofía, México, Talleres Gráficos de Cultura, 1992, p. 209.

26 ahbcs, 1838, en iih-uabc, legajo 42, núm. 7818.

27 ahbcs, en iih-uabc, exp. [8.187].

28 Todavía en 1875 se localizaba en Punta Banda una estación ballenera, aje, 1875, en iih-uabc, caja 6, en proceso de clasificación.

29 Reporte de la Ensenada de Todos Santos acerca de unos barcos ingleses pescadores de ballena y lobo marino, anclaban en el puerto para proveerse de víveres y aprovechar el desembarco de mercancías sin pagar impuesto, ahbcs, en iih-uabc, [8.95].

30 Los habitantes de las islas Aleutianas fueron los primeros en practicar la cacería de nutria en el continente americano como recurso alimenticio, a diferencia de europeos y asiáticos cuyo valor estaba en la piel del animal. La demanda del producto incrementó su comercio en el océano Pacífico, primero a la altura de Alaska y posteriormente en las costas de California. El encuentro de aleutianos y rusos alrededor de 1741 propició la incursión de estos últimos en dicha práctica, vid. Enrique Arriola Woog, Sobre rusos y Rusia, Antología documental, México, Lotería Nacional para la Asistencia Pública, 1994; y The European Challenge, The American Indians, Virginia, Editors of Time-Life Books, 1992.

31 M. C. Rojo, op. cit., p. 26.

32 En los años treinta del siglo xix se detectan algunos rusos pescadores de nutria viviendo en misiones de la Alta California, por lo que no es de extrañar que continuara esta práctica.

33 Por lo menos en el inventario de sus bienes se incluyen informes de gastos, recibos, pagarés foliados y compromisos de adeudos a favor, entre otros documentos.

34 Padre Gabriel González y Luis del Castillo Negrete respectivamente.

35 Aparte de los documentos que hemos mencionado había varias cuentas con comerciantes marinos, libros de negocios con los rancheros, obligaciones en pesos de parte de particulares, cuentas por ganado que se sacrificaba en la misión, una lista de deudores, poderes de cobro, recibos por venta de piel de nutria, constancias de débito, correspondencia particular, inventarios de otras misiones, documentos oficiales del obispado, de la jefatura política y del presidente de las misiones, asuntos del juzgado y títulos de propiedad.

36 En una carta que envió el padre Félix Caballero al jefe político de La Frontera, fechada en diciembre de 1834 –la misión de Guadalupe se fundó en junio de ese mismo año–, le informó sobre un ataque de indígenas a la misión de San Miguel. Llama la atención  la semejanza que existe entre esta descripción de los hechos y la que ofrecen los testimonios que recabó Manuel Clemente Rojo. En ambos relatos se menciona la muerte de un cabo de apellido Orantes, ahbcs, en iih-uabc, exp. [7.126].

37 M. C. Rojo, op. cit., pp. 26-28.

38 Entrevista realizada al señor Gabriel Kachirisky Kotoff, residente de la colonia Guadalupe, municipio de Ensenada, Archivo de la Palabra, en iih-uabc, pho-E/1/1/(5).

39 Algunos autores se refieren a la década de los años treinta del siglo xix, como la época de los “dones”, de los jefes de familia descendientes de los primeros soldados y civiles que llegaron a la península de Baja California, varios de ellos residentes en la Alta California, propietarios de grandes extensiones de terreno, véase Phillip, S. Rush, Historical Sketches of the Californias, Spanish and Mexican Periods, San Diego, Calif., [s.e.], 1953.

40 Para información más detallada sobre los conflictos en La Frontera a partir del establecimiento de las colonias militares, véase Henry J. A. Alric, Apuntes de un viaje por los dos océanos, el interior de América y de una guerra civil en el norte de la Baja California, Mexicali, sep-uabc, Col. Baja California: Nuestra Historia, vol. 9, 1995.

41 En teoría sí hubo reparto de tierras para los indígenas de la clase militar, así como para colonos vecinos de la localidad, ahbcs, en iih-uabc, exp. [9.71, 9.67].

42 Originario de Perú, llegó al puerto de San Diego en 1820 donde fijó su residencia. Contrajo matrimonio en dos ocasiones con jóvenes de prominentes familias de la Alta California, y se destacan en California por su incursión en asuntos de negocios y política.

43 agn, Gobernación, 1845, en iih-uabc, [6.64.]

44 La transacción se efectuó como venta secreta a cambio de 60 000 pesos, agn, Justicia y Negocios Eclesiásticos, en iih-uabc, [5.1].

45 Cecil, C. Moyer, Historic Ranchos of San Diego, San Diego, Calif., Edited by Richard Pourade, Union Tribune, Co., 1969, p.28.

46 Documento anexo a las escrituras de propiedad otorgadas a José Matías Moreno en 1863, archivo particular del señor Alejandro Samarin Dalgoff, residente de la colonia Guadalupe, municipio de Ensenada, Baja California.

47 El argumento que expuso Juan Bandini, fue que se vio forzado a proporcionarles caballos y equipo a las tropas americanas, como había sucedido en otros ranchos, P. S. Rush, op. cit., p. 115.

48 Carta enviada por José Matías Moreno a Eduardo Vischer, Biblioteca Huntington, Long Helen Collection, caja 4, exp. 1176.

49. agn, Gobernación, 1852, en iih-uabc, [8.48].

50 Robert, Long, Life and Times of Jose Matías Moreno, tesis doctoral, Western University, 1988, p 277.

51 Huntington Library, Helen Long Collection, caja 4, exp. 1176.

52 Ibídem, caja 4, exp. 1176.

53 José Matías Moreno nació 1818 en el poblado de San Antonio en el sur de Baja California. Sus padres Joseph Mathew Brown y Dolores Carrillo, confiaron su tutela al padre Gabriel González, encargado de la misión de Todos Santos, para mayor información biográfica, véase R. Long, op. cit.

54 Recibió el nombramiento de subjefe político de La Frontera en el Partido Norte de la Baja California en 1861. Destacó también en el campo de los negocios desempeñándose como agente de bienes raíces, comerciante y empresario.

55 Tenía conocimiento de los recursos naturales de la península que podían explotarse. En 1861 reportó haber extraído 1 000 toneladas de sal de las cuales 800 se destinaron para exportación. En lo que se refiere al campo de la minería, se advierte en un informe que rindió al gobernador, que estaba bien informado. En el documento menciona que existe abundancia de cobre y plata en los lugares conocidos como San Antonio, Guadalupe, La Calentura, San Isidro, San Vicente, La Grulla, San Jacinto y la Ensenada de Todos Santos, op. cit., R. Long, op. cit., p. 275.

56 Así se le llamaba a la solicitud de terrenos y minas que se presentaba ante las autoridades.

57 Ibídem, p. 132.

58 Robert W. Long, “The Travels of José Matías Moreno”, en San Diego Corral of Westerners, San Diego, Calif., Brand Book number five, Introducción de Ray Allen Billington; edición de Alex Summers, 1978, pp. 67-75.

59 Robert W. Long, “Annals of Rancho Ex-misión de Guadalupe”, San Diego Corral of Westerners, San Diego, Calif., Brand Book number four, Abraham, P. Nasatir, Ed., 1976, pp. 129-139.

60 La información que se refiere al procedimiento del denuncio de la ex misión de Guadalupe, se obtuvo en su mayor parte del archivo particular del señor Alejandro Samarin Dalgoff, residente de la colonia Guadalupe, municipio de Ensenada, Baja California.

61 Archivo Judicial de Ensenada (aje), 1870, en iih-uabc, caja 1, en proceso de clasificación.

62 El terreno comprendía una superficie de 2 500 hectáreas, fue reclamado en 1929 por Sarela Flower de Mygrant nieta de José Matías Moreno, e hija y heredera de los bienes de George Anson Flower y Dolores Moreno López. Sarela Flower contrajo segundas nupcias adoptando el apellido Cheatham.

63 Las escrituras fueron otorgadas el 16 de marzo de 1878.

64 Con base en las leyes del 11 de marzo de 1842 y del 1o de febrero de 1856 se mandó comparecer ante el juzgado de primera instancia, en el Real del Castillo, Partido Norte de la Baja California, al señor Theron Anson Flower, para que manifestara el derecho por el cual compró y rentó terrenos en límites del territorio mexicano, aje, 1879, en iih-uabc, caja 9, en proceso de clasificación.

65 El apoderado del señor Theron Anson Flower, era el padre Antonio D. Ubach, amigo y consejero de la familia Moreno.

66 La familia Moreno la conformaban Prudenciana López Vda. de Moreno, José Matías Moreno (hijo), Dolores Moreno López, su esposo George Anson Flower, el hijo menor Mateo Moreno López y su esposa Trinidad Villarino.

67 David, Goldbaum, Towns of Baja California, Glendale, Calif., La Siesta Press, 1971.

68 agn, Gobernación, 1887, en iih-uabc, [27.6], agn, Dirección General de Gobierno, t. ii, caja 70, en iih-uabc, [27.38].

 

Bibliografía

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Archivos

Archivo de la Palabra del iih-uabc.

Archivo General de la Nación, fondos: Californias, Gobernación, Justicia y Negocios Eclesiásticos, Misiones, en el iih-uabc.

Archivo Histórico de Baja California Sur, en iih-uabc.

Archivo Judicial de Ensenada, en el iih-uabc.

Biblioteca Bancroft, California Archives, archivo de microfilm en el iih-uabc.