El comienzo de le educación en el Partido

Norte de la Baja California

 

Ángela Moyano Pahissa*

 

El desarrollo de la educación en la península de Baja California, y específicamente en el Partido Norte, corre paralelo a su historia. A partir del Tratado de Guadalupe Hidalgo se estableció la nueva línea divisoria entre la Alta California y Baja California.

Para proteger la nueva frontera, el presidente José Joaquín Herrera ordenó la división de la península en Partido Sur y Subprefectura del Partido Norte el 12 de abril de 1849.1 Acto seguido, pidió la creación de fuertes militares en los puestos fronterizos. El de Baja California se puso en la antigua misión de Santo Tomás, a unos 120 kilómetros de la nueva línea. No se sabe si las familias  de los soldados encargados de su protección organizaron una escuela para sus niños, lo que sí, es que unos cuatro años más tarde la región fue invadida por las huestes del filibustero William Walker, quien pretendía establecer en Ensenada la república de Baja California para unirla después, de acuerdo a sus pretensiones, a Sonora. Sin embargo, esto no fue posible debido a que aproximadamente 200 lugareños defendieron la región.

En lo relativo a la educación, existe muy poco material para hacer la historia de las primeras escuelas en al Partido Norte. Entre los escritos se encuentra un breve resumen de A. E. Uruchurtu, incluido en la compilación hecha por Manuel Quiroz Martínez en La educación pública en el Distrito Norte de la Baja California y publicado en 1928, así como los informes enviados por Eliseo Schieroni durante la década de 1870 al gobierno de la república, además de los Apuntes históricos, de Manuel Clemente Rojo.

La década de 1860 fue de total penuria e inestabilidad ocasionada por las luchas entre los diferentes subjefes, los cuales eran nombrados por uno u otro de los jefes políticos residentes en La Paz, a unos mil kilómetros de distancia.

Aún cuando en la capital del país se había dado la primera Ley de instrucción pública, en 1833, muchas localidades continuaban sin escuelas, especialmente en las regiones inhóspitas y poco pobladas. En 1856, el jefe político de la península había intentado crear un impuesto para pagar la educación, pero todos los colonos procedieron a ignorarlo.

En medio de ese caos, el presidente Benito Juárez nombró jefe político al coronel Teorodo Riveroll, quien fue un gobernante que se preocupó por el analfabetismo en que se vivía. Para resolver esto, solicitó al peruano Manuel Clemente Rojo Zavala, enviado a Baja California como juez constitucional, que elaborara algunos proyectos para impulsar la educación en la península. En 1861 debió trasladar su residencia a la cabecera del Partido Norte, al que se conocía como La Frontera.

       En sus Apuntes históricos de la Baja California-Frontera, Rojo anotó:

 

hasta el año de 1848, decían los californios que no querían que sus hijos aprendiesen a leer ni escribir para que no se corrompan escribiendo y leyendo cartas amorosas.2

 

Rojo, nombrado subjefe político, fundó la primera escuela del norte de la península en la antigua misión de Santo Tomás, entonces cabecera de La Frontera. Existe controversia respecto a la fecha: algunos opinan que fue en 1869, mientras que otros en 1871.

En sus Apuntes, Rojo describió la necesidad de abrir una escuela primaria en Santo Tomás para los 18 niños y 16 niñas que habitaban en la región. Dado que San Diego (ya estadounidense) era el poblado más próximo, de donde La Frontera derivaba todo. Rojo viajó hasta allí para buscar un preceptor que se encargara de la escuela. Éste fue el italiano Eliseo Schieroni,3 quien gozaba de excelente reputación.

Afortunadamente para nosotros, no le pagaron sus emolumentos en varios años, lo que motivó escribiera cartas al gobierno federal con el fin de solicitarlos. Para sustentar su petición se basó en varios informes que a continuación comentaremos.4 Estos forman un documento extenso de 37 fojas, escrito con una caligrafía impecable, que aun cuando 15 de ellas se ocupan de las finanzas del maestro nos proporcionan datos acerca de la situación educativa de La Frontera. El que se haya expedido a Schieroni un nombramiento oficial con los sellos debidos y formales, de acuerdo con los asuntos de importancia, muestra el aprecio que el gobierno de Baja California otorgaba a la educación y el interés de que los niños de La Frontera recibieran la instrucción otorgada a los demás niños de la república.

Schieroni escribió:

 

Al haber aceptado este nombramiento tuve por mira principal satisfacer los deseos de varios discípulos míos mexicanos, que lejos de capitales populosas de esta república, iban a buscar la enseñanza en los colegios de Alta California perteneciente a los Estados Unidos de América, en uno de los principales lugares donde yo ejercía el profesorado [...]5

 

Schieroni relata cómo a su llegada a la escuela que se le había habilitado en La Frontera, constató la falta total de útiles de enseñanza, por lo que decidió abandonar el sistema utilizado en San Diego a favor del llamado lancasteriano, en el que se aceptaba tener a todos los alumnos juntos y proporcionarles instrucción según sus necesidades. A la falta de textos de enseñanza decidió dictar a los discípulos las lecciones que debían aprender. La carencia de esferas para enseñar geografía lo llevó a improvisar una “con cercos de barriles representando los círculos con hilos”. Ante la falta de papel, trazaban en el suelo, que era piso de tierra, los caracteres de las letras. Sin embargo, informó que la viveza de los alumnos era tal que les había permitido, con esos pobres elementos, trazar mapas y cartas geográficas en la pared de la escuela.6

Cuenta Schieroni que los primeros 20 alumnos se reunían en la escuela construida donde sólo había dos casas y varias chozas. Sin embargo, al tener noticias de la pequeñísima escuela, las familias que vivían en los alrededores empezaron a mandar a sus hijos, por lo que a los tres meses ya contaba con 67 alumnos, aun cuando muchos de ellos vivían a 60 leguas de distancia. En su informe hizo saber al gobierno que, además de útiles, se carecía de alimentos pues las paupérrimas tienditas del lugar no podían abastecer a 67 alumnos. A base de muchos sacrificios el grupo no sólo logró sobrevivir, sino aprender y presentar sus exámenes en las escuelas de San Diego, dato que, según Schieroni, fue consignado en los periódicos estadounidenses. De acuerdo con los informes, en la escuela se enseñaba lectura, escritura, gramática, aritmética y geografía.

En documentos del expediente que se encuentra en el Archivo General de la Nación, se lee que en 1871 el preceptor recibió del gobierno en La Paz el primer “Recibo del informe expedido por los sinodales sobre los exámenes del 2o. semestre de 1871, felicitando al preceptor por su resultado”. Los exámenes habían sido trimestrales y semestrales, de donde se colige que algunos alumnos habían empezado su instrucción antes de la llegada de Schieroni, probablemente con el licenciado Rojo como maestro. De estos informes no existe copia, pero afortunadamente los recibos atestiguan haberse expedido. En el primero de ellos se le pidió que remitiera de manera directa y mensual al gobierno de la jefatura política en La Paz, los “Estados” de la escuela. Le escribieron: “El mismo gobierno ha visto con gusto los notables adelantos de esa juventud debido a la mucha constancia de Ud.” Por ese primer recibo sabemos que Schieroni continuaba de preceptor en la escuela de Santo Tomás.7

Lo mismo se lee en el recibo del primer semestre de 1872: “Este gobierno ha visto con satisfacción los adelantos de los niños y da a Ud., las gracias por el asiduo trabajo que está tomando por el desarrollo de la instrucción en esa parte del Territorio [...]”.8

No conozco las comunicaciones de los gobiernos de otros estados con sus preceptores, pero impresiona el cuidado que tenía el de Baja California con un poblado a más de mil kilómetros de distancia de la cabecera. Claro que estos documentos deben su existencia a la falta de pago al preceptor, quien los fue acumulando para demandarlo unos años después. Atestigua a la vocación admirable del señor Schieroni y su paciencia.

El recibo expedido por el informe del segundo semestre de 1872 nos permite saber los nombres de cuatro de los primeros alumnos de la primera escuela en el Partido Norte, y también la agradable impresión que había causado sobre el gobierno de la península los cuatro mapas geográficos hechos por ellos. Fue en ese recibo que se empezó a llamar a la escuela “Escuela Nacional de Santo Tomás”.9

Mientras tanto, se había descubierto un filón de oro en la región llamada actualmente Real del Castillo, a unos 50 kilómetros al norte de Santo Tomás. De ser un paraje inhóspito se convirtió, de la noche a la mañana, en pueblo. La noticia del hallazgo se esparció y de todas partes, de la Alta y la Baja California, llegaron buscadores de oro. La mayoría de la escasa población de Santo Tomás se cambió a Real del Castillo, por lo que el licenciado Rojo, subjefe político, tomó sus papeles y ahí estableció la cabecera del Partido Norte.10

Junto con el licenciado Rojo, salió también Schieroni a fundar una nueva escuela, aunque los documentos no consignan si continuó en la de Santo Tomás. En la de Real del Castillo lo esperaban 73 alumnos; “la prueba más evidente”, nos dice, “del amor que los fronterizos profesan a la civilización y al progreso”. Muchos de los niños viajaban hasta 80 leguas “sacrificando ante las aras del saber los más hermosos días de la vida doméstica”.11

Un par de años después, Schieroni relató al secretario de Gobernación que cada seis meses se llevaban a cabo los exámenes que pedía el Reglamento de instrucción del territorio de la Baja California con los sinodales requeridos por el ayuntamiento en las materias de geografía, problemas, ensayos de escritura y otras tareas. El informe del segundo semestre de 1873 fue más explícito al referirse a los exámenes finales del tercer año de los alumnos de la Escuela Nacional del Norte, como se le llamó a la escuela ubicada en Real del Castillo. Ese recibo se refirió a la mejoría requerida por Schieroni de la situación en la que se encontraba la instrucción pública en Real del Castillo, y dijo estar “en la mejor disposición para mejorar la condición de la instrucción pública del Territorio”.12

Entre los papeles que Schieroni presentó un año después, al acusarse el recibo de los exámenes finales, aparece una sorpresa: en la lista de documentos que envió constaba el informe que la mesa examinadora había pasado, así como los cuadernos de problemas de aritmética resueltos por los alumnos y, de forma inesperada ¡un prontuario de álgebra y otro de etimologías griegas! Otro de los documentos enviados fue el de “modelos de análisis para las clases de gramática y un prontuario de fracciones”, a más de las consabidas planas de escritura y “cien mapas de Sud-América copiados por los alumnos”. En uno de los documentos Schieroni explica que se le había pedido abrir una plantel de segundarias, [sic] con el sueldo de 45 pesos al mes. Se le otorgó un nombramiento de catedrático para el curso secundario que debía agregar al primario. Con razón se le respondió que “La enseñanza no puede estar bajo mejor pie en la Frontera”.13 Lo que extraña es que en una región tan despoblada haya habido sinodales competentes para juzgar esos conocimientos.

El último recibo en el legajo enviado por Eliseo Schieroni al Ministerio de Gobernación fue el del primer semestre de 1875. En él, se menciona que los exámenes correspondían a las materias de álgebra, gramática, retórica y planes de geografía. Se le felicita por los cuadernos de los alumnos enviados al gobierno para que éste observara los adelantos realizados. Los progresos más alabados eran aquellos concernientes al álgebra, retórica, teneduría de libros e inglés. “Los textos, métodos de enseñanza y prontuarios que Ud. usa, son de la entera satisfacción del mismo gobierno”.14 Desafortunadamente, nunca se mencionaron los textos y de los métodos sólo sabemos que utilizaba el de Lancaster.

La mejor alabanza a su labor educativa fue la de la Comisión de instrucción pública que el 13 de enero de 1875 publicó en el Periódico Oficial.

 

No puede menos [la comisión] de recomendar al cuerpo municipal y a las demás autoridades del país al preceptor de la escuela de Santo Tomás, al C. Eliseo Schieroni, quien por medio de una asidua labor y una constante dedicación a los deberes de la alta y delicada misión que el gobierno le ha confiado, ha sabido en pocos años producir resultados que han sobrepujado [sic] la expectación pública.15

 

La atención que el gobierno, ubicado en La Paz, prestaba a la instrucción, se mostró con el nombramiento de un director general de escuelas, que facilitaría la fundación de más planteles en la península.

La enseñanza en el Partido Norte que, como se mencionó, empezó en Santo Tomás y pasó, con el cambio de cabecera, a Real del Castillo, se vio ampliada en 1880 con la reapertura de la escuela de Santo Tomás, esta vez, a cargo del licenciado Manuel Clemente Rojo, a quien los habitantes lograron persuadir de su necesidad. Con ello, existieron dos escuelas en el Partido Norte con métodos de enseñanza similares, hasta la fundación de las escuelas de San Vicente y Tijuana.

Años después, en 1882, se volvió a cambiar la cabecera como consecuencia del agotamiento del oro en Real del Castillo, de manera que la localidad se convirtió en “pueblo fantasma”. La nueva sede política fue Ensenada, adonde el licenciado Rojo trasladó las dos escuelas, la de Real del Castillo y la de Santo Tomás. Diez años después, en 1896 fundó el Colegio Superior de Comercio. Gracias a los maestros Rojo y Schieroni, con el auxilio de las autoridades, en un cuarto de siglo la región avanzó del analfabetismo al Colegio Superior de comercio. Ese mismo año apareció la ley del 3 de junio de 1896, que estableció la escuela primaria obligatoria, gratuita y laica. Asimismo, llegó a Baja California el primer delegado de la Dirección General de Instrucción Pública del Distrito y Territorio Federales. El profesor Sigler y Vélez procedió a levantar un censo que dio como resultado el que 367 niños y 379 niñas necesitaban atención escolar, lo que llevó a la creación de más escuelas.16 

Del informe citado, hasta ahora inédito, se pueden obtener las siguientes conclusiones:

 

  • La labor educativa sólo puede darse en una región que ha logrado establecer un periodo de paz.
  • Es errónea la opinión popular respecto a que los gobiernos remotos de la provincia mexicana no les interesaba los progresos educativos.
  • Es equivocada la opinión popular de que las regiones remotas estaban pobladas por personas analfabetas.
  • En el caso del Partido Norte de Baja California, las relaciones con las regiones que quedaron al norte de la línea divisoria continuaron siendo amigables y de estrecha colaboración.
  • Al contrario de lo que se piensa, existían auténticos educadores que conocían los métodos de enseñanza en boga, aun cuando estuvieran alejados de los centros urbanos. Es más, en  1875 Schieroni viajó a la ciudad de México donde pudo obtener una donación de 412 volúmenes de la Secretaría de Justicia e Instrucción Pública, que le permitió fundar la biblioteca del Partido Norte el 16 de marzo de 1875.

 

Después del extraordinario trabajo llevado a cabo por el maestro Eliseo Schieroni a favor de la enseñanza en el Partido Norte de la Baja California, la necesidad de tener escuelas y preceptores echó raíces a tal grado que cuando, por crisis nacionales, no se tenía dinero para la instrucción pública, los fronterizos organizaban escuelas primarias y secundarias privadas, y contrataban a maestros desde lugares tan lejanos como el centro del país. Manuel Clemente Rojo y Eliseo Schieroni quedaron como los apóstoles de la enseñanza en el actual estado de Baja California.

 

Anexo documental

Texto del informe original realizado por Eliseo Schieroni donde solicita el pago por adeudo de sueldos como preceptor de la escuela de la Frontera en la Baja California al Ministerio de Gobernación.*

 

 

C. Ministro de Gobernación**

Eliseo Schieroni preceptor de la Escuela Nacional de la Frontera de la Baja California, ante el Ministerio de su digno cargo expongo: Que como consta por el despacho  (número*** 1 y 2) conforme con la copia en papel simple que acompaño, en 11 de agosto de 1871, he sido nombrado preceptor de la Escuela Nacional del Partido del Norte del Territorio de la Baja California, con el sueldo de 960 pesos anuales.

Al haber aceptado este nombramiento tuve por mira principal satisfacer los deseos de varios discípulos míos mexicanos, que lejos de las capitales populosas de esta república, iban a buscar la enseñanza en los colegios de Alta California perteneciente a los Estados Unidos de América, en uno de los principales de los cuales yo ejercía el profesorado, según consta de los comprobantes que en conferencia particular he presentado al C. ministro.

Me cabe la satisfacción más pura en este paso de mi carrera profesional; porque habiendo luchado con todos los inconvenientes que son consecuencia precisa de la falta de habitantes y hábitos en la educación de la niñez, he visto premiados mis afanes [2] más allá de lo que podía esperar habiendo obtenido la aprobación no sólo de los hombres más inteligentes de La Frontera, sino del país vecino, como lo comprueban las noticias que se han publicado en la prensa norteamericana, de los exámenes de mis discípulos, cuyas noticias he manifestado en particular al personal del Ministerio.

Sin textos de enseñanza me he visto en la precisión de seguir el sistema de Duruy, ex ministro de Instrucción Pública en Francia, dictando yo mismo a mis discípulos las lecciones que debían aprender; sin esferas para enseñar la geografía, he tenido que improvisar una con cercos de barriles, representando los círculos con hilos; sin mapas geográficos, los han trazado mis discípulos bajo mi dirección en la pared de la escuela; sin papel y plumas, se trazaron en el suelo los caracteres de las letras. Todo esto no es más que la consecuencia precisa de una fundación, sin contar para ello con los elementos necesarios.

Veinte niños reunidos en Santo Tomás, cabecera de la municipalidad de este nombre en el Partido Norte de la Baja California, fueron el primer número que inauguró una nueva época en la historia de [3] este lugar el más ignorado, tal vez de la república, cuyo nombre ha llegado acaso hasta esta capital, hasta el día en que los fronterizos presentaron en la invasión de Walker las pruebas más evidentes de su valor y patriotismo.

Esos veinte niños reunidos de los alrededores a costa de grandes sacrificios por parte de sus padres, en lugar desierto donde sólo hay dos casas que merezcan nombre de tales, fueron el estímulo para despertar en las familias que vivían más lejos, el deseo de la educación al grado de que a los tres meses de instalada la escuela contaba yo con sesenta y siete educandos, algunos de los cuales estaban distantes de sus familias hasta 60 leguas.

Algunas veces no eran sólo los útiles de instrucción pública los que más nos hacían falta; eran los mismos alimentos; porque no habiéndose dado caso de verse reunido tanto número en un sólo lugar, no había  casa de comercio que pudiera abastecer de comestibles. El que suscribe se vio en una época en víspera de perder la salud por la falta de carne y pan.

Trasladada la escuela de Santo Tomás al Real del Castillo, cabecera hoy del Partido del Norte de la Baja California en tiempos que presagiaban un feliz porvenir a esta población naciente, dis[4]minuyeron algún tanto las escaseces y el número de alumnos llegó a 73. Este número que es pequeño en las escuelas de esta capital, es allí la prueba más evidente del amor que los fronterizos profesan a la civilización y al progreso; porque para reunirlos es indispensable que vayan al Real del Castillo niños cuyas familias viven a la distancia de 70 u 80 leguas, sacrificando ante las aras del saber los más hermosos días de la vida doméstica.

Cada seis meses se han verificado los exámenes que previene el reglamento de instrucción que rige en el Territorio de la Baja California, por sinodales expresamente nombrados por el ayuntamiento. Un informe muy detallado de estos exámenes, acompañado de los prontuarios relativos a los ramos sobre que versa, planos de geografía, problemas, ensayos de escritura, etc., se dirige a la jefatura. A consecuencia de estos informes relativos a los años de 1871, 1872, 1873, 1874 y primer semestre de 1875, he recibido las comunicaciones de la Jefatura en que el gobierno político se da por satisfecho de mis servicios en términos muy favorables, como puede leerse en los originales y copias que acompaño número 4,5,6,[5]7, 8, 9 y 10.

En diez y seis de abril de 1874, fue requisitado mi despacho de catedrático de un curso de instrucción secundaria, con el sueldo de cuarenta y cinco pesos al mes. Como en el Real del Castillo no hay edificio público destinado a este ramo, se ordenó que se me abonasen treinta pesos mensuales para pagar el arrendamiento de casa. Los exámenes relativos han sido satisfactorios como puede verse por el extracto del diario “La Baja California” de abril 5, 1875, número 9  y por la comunicación firmada por el actual jefe político coronel Máximo Velasco, número 10.

Habré cansado tal vez la atención del ministerio; pero me ha parecido necesario referir estos hechos que siempre son de interés, tratándose de un establecimiento de nueva fundación, en esos desiertos desconocidos, donde por primera vez se ha oído la voz de un profesor de instrucción pública; y más aún, cuando este profesor viene ante el gobierno supremo a pedir que se le paguen sus sueldos tan justamente debidos, ya no sólo por los despachos que acreditan su empleo, sino por el celo y constancia que ha desplegado en su encargo.

Por los ajustamientos que presento en original y copia, se ve claramente que se me adeuda la cantidad de $2 086.00 fuera de $480.00 cuya acción me reservé [6] para cobrar en tiempo oportuno. Esta última cantidad ha sido cobrada por mí y se me ha contestado que estando fuera del año fiscal en que fueron devengados esos honorarios no podía expedirse la orden de pago. Esta consideración puede tal vez ser buena tratándose de oficinas que están al corriente de sus pagos; pero tratándose de la jefatura de hacienda de La Paz que nunca ha pagado con puntualidad y menos a los empleados de La Frontera, que viven a 400 leguas del gobierno del territorio, daría lugar a injustos perjuicios causados a buenos y leales servidores de la nación.

No creo que ahora se me niegue el pago de esa cantidad, que representa para mí la recompensa de enormes sacrificios, pudiendo aventurar con toda probabilidad que el gobierno supremo no encontró a persona que desempeñe el cargo que yo, en ese desierto que puede muy bien servir de lugar para mi destierro.

Sumando pues esos $480 con los $2 086 que alcanza hasta fines de junio del presente año, en que terminó el año fiscal, resulta a mi favor la cantidad de $2 566.00

Por lo que toca a las cantidades que se me restan, pertenecientes [7] al presente año fiscal, debo advertir que nombrado elector por el distrito electoral comprendido en el Partido del Norte, tuve necesidad de aprovechar las vacaciones en que se hallaban mis discípulos para venir a desempeñar mi cometido al puerto de La Paz. A causa del trastorno político, de que está al tanto el supremo gobierno, acaecido en el territorio, las elecciones no tuvieron efecto y yo medité mucho el camino que debía tomar después de haber hecho las más eficaces gestiones para que se me pagara por aquella Jefatura, al menos una cantidad competente para volver a La Frontera y para mi subsistencia durante algún tiempo, con la convicción que yo tenía de que en medio de los gastos causados por la rebelión de Baja California, los empleados del norte nada favorable podíamos esperar en lo relativo a pagos.

La contestación que se me dio por la jefatura obra en el documento que presento en original y copia (número 14) y por ella se comprenderá que se me privó aún de los recursos necesarios para volver a desempeñar mi destino, porque la suma de veinte pesos que recibí alcanza ni para llegar al cabo de San Lucas.

En este estado de cosas tan comprometido para mí, no me quedó más recurso que formarme la penosa resolu [8] ción de aventurar mi crédito privado para venir a exponer al supremo gobierno, esta situación mía que es igual a la de todos los empleados de La Frontera, como consta ya al supremo gobierno por informe verbal del C. juez de 1ª. instancia del Partido Norte del territorio.

Sólo los gastos que he tenido necesidad de erogar para este viaje, bastarán para absorber mis trabajos de un año y esta consideración, si para mi es aflictiva, para el gobierno supremo debe ser motivo sobrado para oírme.

Es una necesidad suprema la que me ha traído; es la razón que consta en el certificado de la Jefatura de Hacienda (número 14) de no tener fondos con que pagarme; es la consideración de evitar los horrores de la miseria en un lugar desierto y sin recursos.

Creo por lo mismo con toda conciencia que debe abonárseme lo que corresponde al presente año fiscal desde julio en adelante, y entonces resulta a mi favor la cantidad de $155 correspondientes al mes de julio, según el asiento de la jefatura de hacienda, que presento original y en copia (número 13), la que agregada a $250 que me corres [9]ponden por los meses de agosto próximo pasado y el corriente mes, resulta la cantidad de $400.00. Deduciendo de aquí la cantidad de $20.00 que he recibido correspondiente al mes de julio próximo pasado, resulta a mi favor la suna de $385.00 correspondiente al presente año fiscal y agregada ésta a la cantidad de $2 566.00 que se me deben por años atrasados, nos da el resultado de 2 951.00 (número 16).

Tal es la cantidad que forma en estos momentos la esperanza de mi oscuro porvenir; sin ella no podré satisfacer los compromisos que he contraído para venir a México, ni pagar deudas que originó mi subsistencia en La Frontera, y sí por una parte me queda la dulce satisfacción de que he prestado un importante servicio a este país, antes de obtener la carta de ciudadanía que me acredita como ciudadano mexicano (número 11); por otra estoy persuadido de que la nación recompensará dignamente estos servicios que forman en la Frontera de la Baja California los cimientos de prosperidad y engrandecimiento a que está llamada esa parte de la república, por los productos de su suelo y por la emulación siempre creciente de los progresos de la república vecina.

La población que ha de venir [10] a  explotar los grandes tesoros que encierra esa frontera, debe venir de la Alta California y esa población acostumbrada ya a los abundantes elementos con que se cuenta en los Estados Unidos para popularizar los conocimientos humanos sufriría el más cruel desengaño si no encontrara en el ramo de la instrucción pública la atención que es necesaria por parte del gobierno de México, para ir formando de los niños, ciudadanos laboriosos e [manchado: instr]uidos.

Se que el Gobiern[manchado:o] ha puesto el remedio oport[manchado:uno] a los males consiguientes a la falta de pago de los empleados; sé que se ha dado la orden para que se pague a la Subjefatura Política y al Juzgado de 1ª instancia por el puerto de Mazatlán; en este caso el remedio para mi sería una orden para que se me pagara también por el mismo puerto. Por cuyas consideraciones:

Al Ministerio suplico se sirva librar la orden respectiva para que se me pague por la Tesorería General de Nación la suma de $2 951.00 que alcanzó a mí [11] favor según la liquidación que presento (número 16), y para lo sucesivo que el Ministerio de Hacienda me entregue la orden respectiva para que el sueldo que disfruto se me pague por la aduana de Mazatlán; en donde nombraré un apoderado que los reciba, devolviéndoseme originales los documentos que presento previa certificación de estar conformes con ellos las copias que agrego. Así lo espero de la notoria justificación del supremo gobierno. México, septiembre 29 de 1875.

 

Eliseo Schieroni

 

En consideración a la falta de recursos en que me encuentro, lo que es comprobado por el fondo mismo que constituye el presente ocurso, respetuosamente pido tenga a bien la autoridad gubernativa admitirme esta solicitud requisitada con estampillas de cinco centavos cada una. Es gracia

México, septiembre 29 de 1875.

 

Eliseo Schieroni

 

*agn, Gobernación, legajo 1334(1), caja 1633, exp. 2, en iih-uabc, 1875.42 [14.8].

**Se actualizó la ortografía del documento. Transcripción realizada por Lucila del Carmen León Velazco.

*** En el original está escrito la “N”. Para facilitar la lectura, en lo sucesivo aparece sustituida por “número” [n.e].

Nota: Los números entre corchetes señalan el final de una hoja; la primera la constituye la portada del expediente.

______________________________________

* Doctora en historia. Académica de la Universidad Autónoma de Querétaro.

 

Notas:

1 Miguel Mathes, (comp.) Baja California, Textos de su historia, t. I, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1988, p. 349. 

2 Manuel Clemente Rojo, “Apuntes históricos de la Baja California-Frontera”, publicados en Enrique Aldrete, Baja California heroica, capítulo quinto, Ed. Frumentum,, México, 1958.

3 En el Archivo General de la Nación de la ciudad de México existe un expediente de E. Schieroni.

4 “Informe sobre las actividades de 1871 a 1875 de Eliseo Schieroni pidiendo el pago de sueldos como preceptor de la escuela de La Frontera en la Baja California”, Archivo General de la Nación, galería núm. 5, Gobernación, legajo 1334 (1), caja 1633, exp. núm. 2.

5 Ibidem.

6 Ibíd., f. 3.

7 Ibíd., f. 18.

8 Ibíd.,, f. 19.

9 Ibíd.,, f. 20

10 Don Meadows, “Nacimiento y muerte de Real del Castillo” en Miguel Mathes, op. cit., t. ii, pp. 72, 73.

11 “Informe sobre las actividades...” doc. cit., f. 5.

12 Ibíd.,  f. 22.

13 Ibíd.,  f. 23.

14 Ibíd.,  f. 24.

15 A. E. Uruchurtu, “Apuntes históricos sobre la educación en el Distrito Norte de Baja California de 1821 a 1921” en Miguel Quiroz (comp.) La educación pública en el Distrito Norte de la Baja California, [s. e.], Mexicali, 1928.

16 [s. e.],, pp. 116-117.

 

Bibliografía

Mathes, Miguel (comp.), Baja California. Textos de su historia, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, t. i, 1988.

Meadows, Don, “Nacimiento y muerte de Real del Castillo”, en: M.Mathes, op. cit.., t. ii.

Rojo, Manuel Clemente, “Apuntes históricos de la Baja California. Frontera” en: Enrique Aldrete, Baja California heroica, México, Ed. Finamentum, 1958.

Uruchurtu, A. E., “Apuntes históricos sobre la educación en el Distrito Norte de la Baja California de 1821 a 1921”, en Miguel Quiroz (comp.), La educación pública en el Distrito Norte de la Baja California, Mexicali, 1928.